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Dereck Cooper
Dereck Cooper
Por: Paola Arias
Mala Impresión

Dereck

En todos mis años como jefe jamás había sobrepasado esa línea que me salté con Gabriela. Actué como un verdadero imbecil tratando de demostrarme a mí mismo, que ella me era indiferente. Tarde, fue muy tarde para darme cuenta que ella me gustaba más de lo que pensaba, y sin embargo, mis confesiones no sirvieron de nada. Es patético dejar en brazos de otro a la mujer que me gusta, y que muy a mi pesar, ese sentimiento no es correspondido. Supongo que aún no llega la mujer indicada para mí. Por donde sea que la mire hay algo que me gusta, no sé si sean sus ojos grises o tal vez es esa manera de fruncir los labios cuando se concentra en su trabajo. Debo dejarla ir, ella no es la mujer que me acompañará el resto de mi vida.

— Sr. Cooper, recuerde que a las dos es la entrevista de la chica que me va a reemplazar — sus mejillas se tiñeron de rojo al ver como la miré tan fijamente —. Su nombre es Jane Wilson, cabe resaltar que su currículum me llamó mucho la atención.

— Bien, Jones. Usted me va a acompañar para entrevistarla, después de todo tiene que decirle en que se basa su trabajo — arrugó la nariz y a regañadientes accedió a quedarse. Serán los últimos días que la veré por aquí.

— Sí, señor — susurró volviendo sus ojos a la pantalla de la tableta en sus manos.

Solté una risa al recordar la estupidez que le dije hace unos días atrás, ¿de donde m****a saqué que según era gay? Quizás fue por el momento tan bochornoso que estaba viviendo. Gabriela Jones, quedará como un recuerdo de algo imposible que no sucedió.

— El que ríe solo de sus diabluras se acordará — sonrió nerviosa —. Iré a preparar la sala de reuniones para recibir a la Srta. Wilson. Permiso.

— Adelante, Jones — sonreí, y salió de la oficina dejándome completamente solo —. Luces encantadora cada que te sonrojas.

— ¡Ya le escuché, Sr. Cooper! — gritó desde el pasillo. Hasta las orejas las tiene grandes...

Sacudí la cabeza ante los pensamientos perversos que estaba dirigiéndose mi mente. No puedo negar que extrañaré ver ese paquete grande, jugoso y suave moverse por mi oficina. Estaba demasiado acostumbrado a su presencia durante el día. Supongo que la creí mía antes sin siquiera tenerla. Me concentré en ver el currículum de la mujer que encontró Gabriela para su reemplazo, aunque como ella ninguna. De nuevo mi mente viaja a esa noche donde la besé. Si no hubiera sido por los tragos demás, no hubiese sido capaz de hacerlo. Ya lo siguiente, sucedió más natural. Sin embargo esas ganas de poseerla me han quedado como el antojo más grande que he tenido en mi vida. Es como ese dulce venenoso para el diabético.

¡Carajo! No puedo seguir pensado en algo que no fue. Gabriela y Adrián se van a casar muy pronto, y ya no puedo hacer absolutamente nada ante eso. Salí de mal humor hacia la sala de juntas. No estoy para realizar entrevistas en el día de hoy, y creo que nunca. El hecho de que mi mejor secretaria se vaya me pone de mal humor.

Distraídamente choqué con un mapache de frente, y para el colmo, esa persona; sí se le puede llamar así, tiene el descaro de ser tan grosera de no disculparse.

— Fíjese por donde camina, idiota — murmuró levantando una carpeta y varias hojas del suelo —. La caballerosidad se pelea a puño con el gamín, ¿no es así?.

— ¿Disculpa? — levantó la cabeza. No sé qué sea peor, la horrible ropa que lleva puesta o ese maquillaje que no le queda en lo absoluto —. ¿Acaso no sabes con quién estás hablando, niña?.

Sí, a pesar de usar un enorme vestido que no es de su talla, es una niña con la vestimenta equivocada. ¿Qué hace una mujer con poca gracia en mi empresa? ¿Quién demonios la dejó pasar?.

— Pues no sé quién es usted y tampoco me importa saberlo — acomodó cada hoja ordenadamente, y se puso en pie —. Tengo mejores cosas que hacer, que perder el tiempo con un ciego e idiota que no es capaz de disculparse. El egocentrismo le brota por cada poro, ¿qué se puede pedir?.

Enarqué una ceja viéndola de arriba abajo. El vestido negro parece ser de su abuela. El labial rojo está seco en esos labios tan partidos. Las sombras de color azul no combina para nada con esa raya mal hecha que tiene en los ojos. ¿Será que no tiene espejos en su casa?.

— Tendré que comprarle uno — dije en voz alta, y frunció el ceño. Lo único de atractivo son esos ojos avellana que brillan muy intensamente. De resto le cortaría todo el cuerpo quedándome solo con la cabeza.

— ¿Qué? — subió la voz un poco —. Cómo sea, voy tarde para la bendita entrevista. No tengo tiempo para perderlo en un hombre que se cree superior a los demás.

Asimismo como apareció frente de mí, desapareció hacia la sala de juntas. Entonces la chiquilla mal vestida será mi secretaria. Eso sí que no. No voy a tener un mapache defectuoso trabajando conmigo. Esta es una empresa de modas, no un circo para presentar los shows de los payasos. Caminé hacia el interior de la sala, donde Gabriela muy profesional le realizaba varias preguntas rutinarias.

— Oh, Sr. Cooper. Adelante. Ha llegado justo a tiempo. Ella es la Srta. Wilson — la chiquilla giró la cabeza hacia mí, y sonreí ladeado al ver como palideció en una fracción de segundo. Me divertiré un poco con ella.

— Buenas tardes, Srta. Wilson — me senté junto a Gabriela, y sonrió nerviosa con el rostro más rojo que un tómate —. Cuénteme, ¿qué haría usted para presentar un evento muy importante de moda? ¿Iría vestida de esa manera o insultaría a cada uno de los asistentes como hace unos instantes allá fuera?. Quiero oír de sus propias palabras la razón del por qué ha decidido trabajar con nosotros.

Se me quedó viendo apenada, sin saber dónde meter la cabeza. Pero su respuesta me dejó sin palabras.

— Sr. Cooper, sé que no empezamos con el pie que era; pero, ¿no cree usted que tengo razón al decirle que por andar de distraído no se fijó en mi presencia? Lo entiendo, no luzco como una profesional, hermosa y recatada. Esta ropa es hasta prestada — miré de reojo a Gabriela quien la escuchaba atentamente —. Le pido que me disculpe y entiendo si el puesto de trabajo no es para mí. No hace falta que me lo diga, con solo ver su rostro; sé que me dirá que no por mi aspecto. Es normal, he causado una muy mala impresión al venir vestida de esta manera tan ridícula. Gracias por la oportunidad, Gabriela. Permiso.

Se levantó, acomodó la silla y se fue dejándonos con la palabra en la boca.

— Siga buscando, Jones. Esa niña irrespetuosa no será mi secretaria.

— Pero ella es la más calificada para el puesto — respiré profundo —. No tiene de otra que aceptarla, Sr. Cooper. También tengo mi trabajo y lo estoy descuidando por buscar el prospecto adecuado de secretaría, además que no hace falta ser tan grosero — se marchó de la oficina de mal humor. Me niego rotundamente a contratar a un payaso en mi empresa. Ahora salí a deber.

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