Incomodidad

No comprendo porqué Gabriela me dijo que el Sr. Cooper era un buen jefe y que era excelente trabajar con él. Ha de estar ciega o solo me lo dijo para que firmara el dichoso contrato de una vez por todas. Este señor es el hombre mas insoportable y poco tolerable que he tenido la desdicha de conocer. Cada día se comporta de manera grosera conmigo y aun no entiendo por qué. Lo soporto porque es mi jefe, pero me está llenando la copa y no querrá conocerme cuando llegue a mi limite. De nuevo estoy en la oficina organizando el desastre de documentos que tiene en ella. A mi parecer, este hombre lo hace a propósito para que, no lo sé, pero es insoportable tener que organizar lo mismo cada día. Es como si se quedara en las noches exclusivamente a desorganizar todo lo que en el día hago. Lo peor de todo, es tener que soportar y ver ese rostro de ogro que lleva a todo momento. ¿Será que no se cansa de estar siempre de mal humor?.

-Wilson, mande estos documentos con el abogado; dígale a López que revise cada texto con mucha cautela, por favor.

-Sí, señor. ¿Algo más?-

-No, por ahora – aseguró -. Ah, no tarde, tenemos una reunión muy importante dentro de quince minutos.

-Permiso, ya vuelvo.

Que le costaba decirme antes sobre los documentos. Me parece que lo hace con otra intensión, pero ni modo, dos meses más y me largo para New York. Chicago no es para mí. Hice todo lo que me pidió y regresé a la sala de juntas dos minutos antes de la reunión. Mientras me encontraba organizando cada carpeta en su lugar, entró con el teléfono en sus manos y con una sonrisa muy encantadora en su rostro. No se ve para nada mal riendo por lo que sea que esté escribiendo. Solo llevo un par de días y ya se me ha pegado el mal del chisme.

-¿Hizo lo que le pedí, Wilson? – preguntó, el mal humor es solo conmigo por lo que me doy de cuenta.

-Sí, señor – contesté dejando la última carpeta en su lugar -. El Lic. López estará presente en la reunión, eso dijo.

-Como sea – murmuró algo que no alcance a escuchar.

Me senté en mi lugar correspondiente y la sala empezó a llenarse de hombres y mujeres muy bien vestidos. El Lic. López me sonrió en cuanto atravesó las puertas de la sala de juntas. El hombre es muy guapo, algo mayor, pero el encanto y el atractivo lo acompaña hasta en los pies. Me quedé viéndolo muy descaradamente con cada paso que dio hacia su lugar; camina recto y con elegancia. El cabello negro lo lleva perfectamente peinado y esos ojos de color café, son realmente muy atrayentes. Es como igual de alto al Sr. Cooper, pero es mucho más carismático y amable que el patán de mi jefe. El carraspeo del mismo me llevó a mirarlo.

-Estoy hablándole hace rato y no me contesta. ¿Qué es eso que tanto la hace suspirar? – me ruboricé por completo. Me ha pillado viendo al abogado sin disimulo alguno -. Acá se viene a trabajar no mirar hombres, Wilson.

-No estoy mirando hombres – me defendí, quién se está creyendo este hombre -. Disculpe, ¿Qué me decía?

-Nada, ya no importa – actúa como niño pequeño, tiene más personalidad mi sobrino de diez meses de nacido que él.

La reunión empezó con una mujer que no había visto. Mis ojos captaron un par de ojos cafés observándome con gran detenimiento y esa mirada me hizo estar con el rostro sumamente rojo durante las dos horas allí dentro. No hallaba donde meter la cabeza y más al ver las duras miradas que me daba por fugaces momentos el Sr. Cooper. Ha de estar pensando que estoy tratando de seducir al abogado, pero las cosas no son así. Respiré nuevamente a lo que se dio fin a la reunión y a esas extrañas miradas del hombre que me estaban incomodando demasiado.

-Srta. Wilson, me permite dos segundos – asentí recogiendo las carpetas y tratando de disimular los nervios que me provocó al tenerlo tan cerca.

-Sí, por supuesto. Dígame.

-Usted se encuentra libre después de la oficina, me gustaría invitarla a cenar en la noche. Claro está, si no le molesta – mordí el interior de mi mejilla dispuesta a decirle que sí.

-No puede, ella ya tiene un compromiso muy importante en la noche – abrí los ojos a más no poder cuando escuché la voz de mi jefe a nuestro lado. ¿De qué compromiso habla? Que yo recuerde, lo único que debo hacer como todos los días es cuidar de mi sobrino.

-¿Disculpe? - pregunté.

-Como lo ha escuchado, esta noche debe venir conmigo a una cena muy importante de negocios, Srta. Wilson — recalcó —. Pero cómo lo va a recordar, si cuando le hablé no me puso atención por estar en la luna. López, deja de confundir a mis empleadas con tu presencia.

Rieron, pero a mí no me causó nada de gracia.

—No importa, mañana es otro día — sonrió ladeado el abogado —. Adiós, lindura. Cooper, deja ese humor de perros.

—Sí, claro — el abogado se fue y me quedé viendo a mí jefe —. Trae tus cosas, te espero en el auto en cinco minutos. El deber nos llama y no podemos perder el tiempo en conquistas, Wilson.

Se marchó dejándome con el Jesús en la boca. ¿Y ahora a este que le pasó? Tras de egocéntrico, bipolar. Fui hasta la oficina por mi bolso, según llegué al estacionamiento, lo hallé hablando con una chica de mi misma edad. Ella lo veía muy coqueta, mientras envolvía un mechón de cabello en su dedo.

—Wilson, súbase en el auto. Te veré luego, preciosa. Me espera una cena muy complicada — hice lo que pidió pasando casi por en medio de ellos.

—No te olvides de mí - le tiró un guiño y mi jefe sonrió. Escuchar este tipo de conversaciones es demasiado incómodo para mí.

—Usted y yo vamos a solucionar un pendiente que me tiene con la jodida cabeza bien en lo alto, y todo por su culpa — dijo una vez subió en el auto. ¿Qué? De qué habla este loco.

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