No te tengo miedo

Cuando la noche cayó, ya había desmantelado por completo las paredes, ese espantoso estampado no existía más y me sentí muy conforme de mi labor. Cerré las ventanas, tomé mis cosas, y me subí al auto. Miré hacia el taller y no pude ver si J.T continuaba ahí. Pero no vi su moto en el lugar. Era fácil de identificar, era una Harley Davidson XL 883 Sportster Iron Bobber completamente negra y con el dibujo de un demonio rojo sobre el tanque en ambos lados. Encendí un cigarrillo y prendí el estéreo Yesterday de GNR comenzó a sonar, manejé tranquila y sin apuro, el apartamento no estaba lejos así que me tomó solo unos minutos llegar a mi destino. El calor del lugar me golpeó inmediatamente, encendí el aire acondicionado, tomé una corona helada de la heladera y me tiré en el sofá hasta que mi propia temperatura se normalizó junto con la del apartamento. Luego me metí en la ducha, al salir solo me puse una musculosa y las bragas. Metí los restos de espagueti de anoche en el microondas y me senté en la mesa a comer como una bestia, moría de hambre y cansancio. El ruido de unas pequeñas garras contra el vidrio de la ventana me recordó que Tiger también debía tener hambre. Abrí la ventana y busqué una lata de alimento para gatos que había recogido del mercado junto al agua. Le serví en su latita y también agua fresca y limpia y ambos comimos.

—Puedes quedarte ¿Sabes? No me viene mal la compañía —le dije con cariño, y él maulló en respuesta. Pero al terminar su comida, se marchó sin despedirse. Era claro que el encierro no era lo suyo. Cerré la ventana, metí el plato en el fregadero y me fui a la cama, me dormí apenas puse la cabeza en la almohada. Esa noche Sara no murió en mi sueño. Bailaba para Snake.

Snake, que significaba ese sueño. ¿Era él? ¿De ahí mi rechazo?

Antes de salir hacia el negocio pasé por la ferretería a buscar una lijadora y algo para quitar el piso, tenía trabajo que hacer y necesitaba que vuelva Snake, debía saber más de él. El viejo Barnes de buen gusto me prestó las herramientas que necesitaba. Inmediatamente me puse a trabajar. Lijé las paredes, pero solo la parte baja, era demasiado pesada para levantarla y además no tenía escalera, apilé las cajas y me subí en ellas, supe enseguida que sería una mala idea, pero no tenía otra forma de hacerlo.

—¿Acaso perdiste la razón? —la voz de J.T me sobresaltó y me tambaleé desde lo alto de las cajas, él corrió hacia mí y me sujetó en los brazos y me puso a salvo en el suelo.

—Siempre puedo contar con mi caballero para salvarme —dije mientras imitaba a una doncella en apuros y posaba el dorso de mi mano sobre mi frente. Pero él no se rió.

—Estás demente ¿Tienes idea del daño que te podrías haber hecho?

—Más del suelo no iba a pasar —dije en tono de chiste, pero su gesto se volvió confuso.

—¿Tienes hermanas? —preguntó. ¡Diablos! Eso era algo que siempre decía mi abuela, y Sara y yo lo repetíamos en cada ocasión que lo ameritaba.

—No, soy hija única —él solo asintió, pero vi la duda en su rostro.

—Deberías usar una escalera al menos. No siempre estaré cerca para salvarte.

—Lo haré, mañana conseguiré una. Seguro el viejo Barnes me la presta sin problemas.

—¿Lo conoces?

—Es mi arrendador.

—¿Vives sobre la ferretería Barnes?

—Así es, mi pequeño castillo —él volvió a asentir.

—Solo he pasado para decirte que Snake ya tiene un precio para ti, todo te costará 5 grandes, precio especial.

—¡Vaya! Eso es genial. Gracias J.T.

—No debes agradecerme a mí, pero deberás ayudar y cooperar con él.

—Haré mi mayor esfuerzo, palabra de boy scout —respondí levantando mi mano izquierda

—Eso espero. ¿Entonces aceptas?

—Claro.

—Bien, le diré así comienza cuánto antes —se fue sin más. Dejé la lijadora a un costado y me dediqué a quitar las maderas viejas del suelo mientras pensaba en lo que había dicho y como él había reaccionado. Sara y yo no éramos muy parecidas físicamente, pero el crecer juntas, nos había dejado algunas similitudes en la forma de hablar. O viejos dichos que decía la abuela, se nos habían pegado sin querer.

La noche llegó rápidamente y estaba terminando de sacar los restos de madera y llevarlos al conteiner, al salir, vi a J.T hablando con una mujer muy elegante y bella, por supuesto no tenía ni idea de quién era, pero ella lo tocaba y coqueteaba con él, me puse celosa de inmediato, sentí un fuego recorrer mi cuerpo, no soportaba la idea de que otra mujer lo toque. ¿Pero qué demonios me pasaba? Él no era mío, no era nada mío, ¿Cómo podía celarlo? Pero los celos no entienden de razones, tiré con bronca las maderas y me metí rápidamente al local, fui directo al depósito y me lavé la cara y las manos, más en un intento de apagar el odio que sentía que de limpiarme. Recogí mis cosas y estaba cerrando la puerta cuando lo sentí acercarse a mí.

—¿Ya has terminado por hoy?

—¿Qué parece? —dije con tono enfadado. Sentía una bronca enorme y él había llegado en un mal momento.

—Ven, tómate una cerveza conmigo.

—No, estoy ocupada y tengo planes.

—No tienes ningún plan, aquí no conoces a nadie.

—Tú no sabes nada de mí ni de quién conozco o no.

—Bien, ¿Cómo se llama?

—¡Qué te importa! —rió con ganas en mi cara y eso me enfureció aún más. Me comportaba como una niña, lo sé, pero no pude evitarlo.

—Vamos, necesitas una cerveza.

—No iré a ningún lado contigo, ya déjame en paz. No entiendo qué quieres conmigo.

—¿Qué quiero contigo?

—Sí, te comportas raro, puedes tener la mujer que quieras, ¿Por qué pierdes el tiempo conmigo?

—Porque quiero, porque me interesa, porque tú me desafías, no me temes, y eres jodidamente hermosa. ¿Quieres saber algo más?

—¡Vete al infierno! —me tomó por la cintura y me cargó sobre su hombro izquierdo y me llevó hasta el MC, grité que me suelte, que era ridículo, intenté soltarme y nada paso, mordí su espalda y recibí un azote en el trasero en respuesta. Cruzamos el portón de metal y pude ver como los presentes, se reían y murmuraban a nuestro paso.

—¡Serás imbécil J.T suéltame!

—Cállate de una vez, empiezas a fastidiarme —llegamos hasta la casa club. Y les ordenó que nos dejen solos. Por supuesto nadie puso objeción a la palabra del presi. La sangre me hervía de enojo.

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