Capítulo 27

 Katerine se puso nerviosa, pero no aflojó su expresión al bloquearle el camino a Ean.

—No puede verte, escóndete.

—No —fue lo que él le respondió.

Tenía las fosas nasales expandidas, estaba oliendo al hombre que se hallaba en la puerta.

—Él no representa ningún peligro —susurró con calma—. Es mi amigo.

La puerta volvió a ser tocada, Cole ya la había escuchado y estaba insistiendo en entrar. Ella nunca tardaba tanto en abrirle.

Ean miró a Katerine con inseguridad.

—Estaré bien —aseguró ella—. Tienes que irte, vuelve luego, recuerda que no pueden verte.

Él asintió cuando ella no cedió ni un solo paso.

—Quedarme cerca —murmuró, con voz grave—. Yo cuidarte.

Katerine lo guió hasta la ventana y gritó hacia la puerta que esperara un segundo. Silenciosamente y sin perder la fuerza en su mirada lo sacó de su casa, esperó hasta que lo vio esconderse en los árboles para poder estremecerse.

Si ella no

AngelDeLosLibros

“¡Oh! No, a nadie amo: a nadie amaré. El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera la de Dios mismo”. El extracto pertenece al libro: Las más hermosas cartas de amor entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz.

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