Cuando todos los invitados se fueron, Axel permaneció en el comedor, atormentándola hasta que finalmente le dijo que estaba despedida. Jessica le pidió disculpas y le rogó por una segunda oportunidad, pero nada de lo que ella dijo logró conmover el gélido corazón del hombre, incluso, parecía regodearse con su sufrimiento.
Es una pena que sea tan guapo, pensó Jessica mientras se alejaba de él e iba a encontrarse con su hijo en el ala de los empleados. No tuvo que decirle nada para que el chico de doce años se enterara de lo que había pasado, con su expresión fue suficiente.
—Finalmente nos despidieron —suspiró Pol cerrando la laptop donde hacía sus deberes—. Algún día tendría que pasar.
—No, hablaré con doña Virginia —Jessica se sentó junto al escritorio de Pol—. Ella sabe que no encontrará a una mujer más eficiente en toda la ciudad. La convenceré para que no me despida. Te juré que no dormiríamos en la calle de nuevo y es una promesa que no pienso romper.
—No es necesario —dijo Pol con voz comprensiva—. He ahorrado todo lo que me has dado para mis recreos en todos estos años. Nos alcanzará para arrendar una habitación y comprar comida, al menos durante los primeros meses.
—¿De qué estás hablando? ¿A caso quieres decir que no has desayunado en todos estos años?
—No te enojes conmigo —el chico la miró con súplica—. Además, hay desayuno gratis en el colegio. Siempre quise que ahorraras, y como no puedes hacerlo porque todo me lo das a mí, lo hice por los dos. Me hace sentir más tranquilo, y ves que útil resulta en momentos como este.
De todas formas, Jessica pocas veces se molestaba con Pol. Él no era como los demás chicos de su edad. Aunque no obtenía las mejores calificaciones y no era considerado el más inteligente por parte de sus profesores de alguna forma sobresalía.
Jessica suspiró:
—Si nos corren, al menos tengo derecho a una liquidación.
Mientras que Jessica y Pol charlaban, Virginia y Axel se encontraban en el despacho de la mujer, discutiendo la situación de la empleada.
—Pero, ¿por qué no puedo correrla? —Protestó Axel por enésima vez—. ¿A caso no te parece que se pasó de la raya? Después de lo que me has contado he llegado a la conclusión de que eres demasiado buena con ella. Ya no puedes seguir tolerándola, mamá.
Virginia apuró una copa de Whisky.
—Ella no puede irse de esta casa, Antonio —dijo con firmeza—. Y necesito que lo entiendas. Yo habría preferido que nunca te enteraras de esto, pero ya que insistes te lo voy a decir: tu tía le dejó toda nuestra herencia a esa mujer.
—¿De qué estás hablando? —Axel se enderezó en su silla—. ¿A caso te volviste loca?
—Mucho cuidado como te diriges a mí, Antonio —le advirtió la mujer—. Soy tu madre, no una cualquiera. Y lo que te estoy diciendo es la verdad… No sé por qué razón hizo lo que hizo, pero los abogados me confirmaron la información y he hecho hasta lo imposible para que Jessica no se entere. Por eso, es mejor mantenerla cerca y vigilada.
Axel se quedó pasmado ante la seriedad del tono de su madre. En otros tiempos no hubiera sido tan grave, pero ahora su única fuente de ingresos era aquella fortuna que creyó que su difunta tía les había heredado a él y a su madre.
—Pero habrá algo que se pueda hacer —dijo Axel—. No es posible que una simple empleada herede toda nuestra fortuna. Pero, por dios. La tía Raquel siempre estuvo loca. ¿Cómo se le ocurre dejar todo su dinero a una sirvienta?
—No sé, no sé —Virginia se incorporó y empezó a pasearse por la habitación, presa de la incertidumbre—. ¿Ahora entiendes la gravedad de la situación? La herencia de Raquel es todo lo que tenemos. Nuestras carreras en la industria se fueron al pique después de tantos escándalos y nuestras empresas quebraron. Lo único que nos queda es esa bendita herencia, de lo contrario, iremos a parar a la calle.
Discutieron la situación por un largo tiempo y desde luego Axel comprendió que no podían correr a Jessica.
—Tengo la impresión de que tienes un plan, ¿o me equivoco? —dijo Axel después—. Si es así, habla por favor.
—Pero no te va a gustar.
—Que importa si me gusta o no. Lo importante es que funcione.
Virginia rodeó la mesa y se colocó frente a su hijo.
—Tarde o temprano esa mujer se enterará de que es la dueña de todo esto —dijo—, así que tienes que enamorarla y casarte con ella.
—¿Qué? ¿Se te olvida que tengo una novia? —Axel negó con la cabeza—. No, de ninguna manera. Todo menos eso. Además, jamás saldría con una mujer como ella.
—¿Por qué? ¿Por qué es una sirvienta?
—Sí; no es la clase de mujeres con las que acostumbro a salir y tú lo sabes —Axel se estremeció ante el solo pensamiento—. Le falta mundo. Le falta clase, y es fea.
La discusión se extendió durante un largo tiempo, pero no hubo nada que Virginia pudiera hacer para convencer a su hijo. Después de todo, él salía con Mónica Agudelo, una de las más exitosas periodistas en aquel país que se había hecho con una gran fortuna. Estaba seguro de que no terminaría en la calle.
—Te sientes seguro porque sales con aquella periodista, ¿verdad? —Adivinó su madre—. Pero, Antonio, ¡por dios! Esa mujer nunca se casaría contigo. Tu solo eres un juguete para ella y pronto va a dejarte.
—¿Tú cómo estás tan segura?
—Porque conozco a las de su clase —dijo Virginia—. Yo sé lo que te digo.
Virginia dejó de esforzarse porque era claro que Axel no entendería. El hombre abandonó el despacho y fue a encontrarse con Jessica, quien estaba en la sala con su hijo, maletas en mano.
—Me gustaría hablar con doña Virginia —dijo Jessica.
—Usted no va a hablar con nadie —demandó Axel y le estudió la figura por un tiempo, intentando encontrar algo destacable, pero no importaba cuanto se esforzara, sería una tortura salir con una mujer como aquella—. Además, mamá no está disponible.
—Pero mi liquidación…
—No va a dársele ninguna liquidación.
—Pero, ¿por qué?
Antes de que Axel pudiera explicarle, Jessica lo amenazó con demandarlo y empezó a lanzar insultos contra él y su madre.
—¿Y sabe qué? —decía—. Me alegra no volver a tener que ver la cara amargada de esa bruja que usted tiene como madre nunca más. Y usted… Usted es un hijue…
—Mi madre no quiere que la despida —la interrumpió Axel con enfado—, pero ya que usted quiere irse…
La noticia tomó a Jessica por sorpresa. De inmediato su arrogancia se extinguió y volvió a mostrar aquella actitud sumisa.
—No, no, espere —pidió, impidiendo que el hombre se marchara—. No lo decía en serio. No le diga nada a doña Virginia. Por supuesto que ahora mismo regreso al trabajo.
Con un gesto indiferente, Axel se marchó escaleras arriba y Jessica se maldijo una vez más ante su falta de cortesía. Prácticamente creció sin la supervisión de un adulto, en la calle y jamás aprendió los suficientes modales.
—Mamá, quiero irme de aquí —dijo Pol de repente y había súplica en su voz—. No soporto que estas personas te traten mal. Tú no te lo mereces. Encontraremos trabajo en otra parte.
Ya habían discutido el tema con Pol en reiteradas ocasiones y una vez más ella tuvo que explicarle que en ningún otro lugar iba a ganar la misma cantidad que en aquella mansión.
—Pero, yo también puedo trabajar —dijo Pol—. Ya estoy grande. No quiero que te sigan humillando, mamá.
—No, no hijo —Jessica habló con dulzura, posándole una mano en el hombro—, quiero que te enfoques en tus estudios, en aprender a hablar y vestir bien como toda una persona elegante y con clase. De ningún modo voy a permitir que termines igual que yo. Y por las humillaciones no te preocupes; he vivido cosas mucho peores.
La actitud de doña Virginia resultaba muy extraña. Jessica no podía creer que la mujer le hubiera ordenado a su hijo que no la despidiera. Era cierto que era una muy buena cocinera, pero ellos podrían encontrar a una mejor si se lo proponían.A lo mejor fue Axel que se arrepintió, pensó, él no puede ser tan malo. Tiene unos ojos tan hermosos. Mientras cocinaba cantaba por lo bajo una canción del artista, recreando fantasías en su cabeza que sabía nunca cumpliría.—¡Oiga! ¿Le pagan para cantar o cocinar?Érica Valencia asomó la cabeza en la puerta. La rubia de ojos azules era la encargada de la decoración, pero se creía la jefa. A menudo estaba despotricando contra los empleados inferiores a su rango y llevando quejas al ama de llaves quien era su mejor amiga.—Me pagan por cocinar —respondió Jessica con indiferencia—, y cantar lo hago gratis. Deje de sufrir y concéntrese en lo suyo.—Eso es lo que intento hacer, pero usted no me deja concentrar. ¡Cállese!A menudo Jessica estaba pres
—Su novia está esperándolo abajo en la sala, joven —informó Jessica una vez se reunió con Axel—. ¿Le digo que suba?—No me diga “joven”, Jessica.—Pero, es por respeto.—Dígame “señor” —indicó Axel—. Y sí, dígale a Cristina que en cuanto termine mi rutina de ejercicio bajo a verla.—Sí, señor.El aire en el gimnasio personal estaba impregnado con el olor de Axel, y Jessica apartó la mirada del atlético hombre cubierto de sudor. No solo le bastaba con tener un rostro envidiable, también estaba marcado en todas partes, sin una gota de grasa en su torso salpicado con una ligera capa de vello.—Mejor dígale que la espero en mi habitación —dijo Axel, dejando la barra de pesas en su lugar—. ¿Mamá está en casa?—No, ella salió.—Muy bien —Axel tomó una toalla para secarse el sudor del rostro y Jessica observó la atractiva forma como sus músculos ondeaban—. No me pase llamadas ni mensajes en los próximos cuarenta y cinco minutos… nada de interrupciones.—Como ordene… Señor.La afortunada muje
Axel conocía perfectamente a Mónica como para saber que ella nunca lo perdonaría y él no estaba dispuesto a rogarle. En cuanto su madre llegó a casa fue a encontrarse con ella en el despacho.—Tenías razón —dijo, sentándose en frente al escritorio de Virginia—. Mónica terminó conmigo.Omitió darle detalles y por fortuna ella no lo interrogó al respecto, solo sonrió y deslizó un paquete de documentos hacia él.—Menos mal que ya no tendremos que preocuparnos por perder nuestra herencia —dijo Virginia—. Con mi abogado hemos estado estudiando el caso y por fin hayamos una forma de que toda la fortuna de la vie… mi hermana Raquel pase a nuestras manos. Jessica solo debe colocar unas cuantas firmas y huellas. Iré ahora a mismo a disuadirla para que lo hagaAxel exhaló con alivio ante la buena noticia. Por un momento, casi se había hecho con la absurda idea de que saldría con su empleada de servicio, acabando con la poca reputación que le quedaba.—Déjamelo a mí, mamá —dijo tomando los docum
Una vez más, Jessica se dispuso a hacer las maletas, segura de que en esta ocasión no había marcha atrás. Apenas Axel le contara a su madre la forma como Pol lo había tratado, la mujer no dudaría en despedirla. —Mamá, yo no quería que nos despidieran —Pol intentaba disculparse, pero Jessica lo ignoró olímpicamente, enfurecida—. Ibas a firmar algo sin leer y tuve que intervenir. Lo que dije acerca de la tía Raquel es verdad y estoy seguro de que ese tipo quería engañarte, él y su madre… —Basta —Jessica se dirigió a Pol con desdén—. Basta de pensar que porque no fui a la escuela soy tonta. Yo sé lo que hago, Pol, y no necesito de tu ayuda. Axel iba a subirnos el sueldo con el cual habríamos empezado a gozar de una mejor vida y tú lo impediste. —Pero… —Pero nada. Ve y empaca tu maleta, antes de que nos saquen a patadas. —Yo solo… —La voz de Pol se quebró— quería ayudar. El chico no pudo controlar las lágrimas de arrepentimiento y desolación, y en aquel momento Jessica recordó que s
Jessica se apresuró a dejar todo listo para tener el tiempo suficiente de arreglarse para la cita, pero justo cuando iba atravesando el pasillo rumbo a su habitación se dio cuenta de que no tenía ropa decente que ponerse. El mejor de sus atuendos siempre fue el uniforme de sirvienta que vestía y los otros dos que tenía de repuesto. Aquel vestido azul que usaba para ir a las reuniones de Pol en la escuela ya estaba muy desgastado.—Mirna —llamó a la mucama con quien se topó en el pasillo—. Usted podría hacerme un favor.—Claro, Jess, si no es de plata porque estoy ilíquida.—No, no se trata de eso —Jessica dudó por un segundo. Mirna y ella tenían un cuerpo y una forma de vestir muy diferente—. Usted me puede prestar algo de ropa —se decidió—, es que tengo una cita esta noche y no hay nada decente en mi armario.—¿Una cita con un hombre?—Sí.Su amiga se mostró sorprendida y alegre ante la noticia. La cogió de la mano y tiró de ella, dirigiéndola a su habitación. Jessica quería omitir d
—No entiendo, ¿qué pasa por tu cabeza? —Riñó Virginia a su hijo—. ¿Cómo te fuiste a enredar con el ama de llaves?—Ya te dije que no es nada serio —Axel apuró su copa de vino blanco—. Solo me pareció una mujer interesante y quise darme la oportunidad. Además, Natalia no es una simple ama de llaves. Sus padres son ricos, con clase. Ella solo está pasando por una difícil situación.La charla continuó mientras disfrutaban de su almuerzo en el Tablón de San Bernardo, uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad.—¿Cuándo piensas hacer que esa mujer firme los papeles? —Dijo Virginia después, refiriéndose a Jessica—. No puedes distraerte, Antonio. En donde la sirvienta se llegue a enterar de lo que está pasando, vamos a quedar en sus manos.Axel no respondió y Virginia lo miró con sospecha.—Me gustaría enfocarme en mi carrera —dijo después—. Podría hacer la misma fortuna que nos dejó la tía Raquel.—¿Y dejarle todo a la sirvienta? Ni lo sueñes.Después de los pocos días que había convi
No podía ser cierto… Esa mujer estaba mintiendo. Jessica deseó que se tratara solo de una pesadilla. Esto era lo último que se imaginó que alguna vez llegaría a pasarle. Con un gran esfuerzo, se obligó a contener la calma y escuchó lo que la mujer tenía para decirle: Eva había dado a luz a su hijo en Francia, pero sus padres jamás lo aceptaron. Aunque en aquel tiempo ella tenía veinte años, aún no era libre de tomar sus propias decisiones. Estaban en juego fortunas y el buen nombre de dos familias por cuya historia Jessica no se interesó mucho. —Escapé de casa con ayuda de mi hegmana mayog —conitinuó Eva con su relato—, pego los hombres de mi padre no tagdaron en encontragnos. Sabía que tenían ogdenes de acabag con la vida de mi hijo, así que me enfrenté a ellos mientras mi hegmana y Hadrien escapaban. Hadrien era el nombre que Eva había puesto a Pol. Ella aclaró a Jessica unos cuantos datos más y prosiguió: —Cuando Sophie se encontraba en el avión, los hombres la alcanzagon. Ella
Jessica lo miró sin entender. —Me refiero a la historia que me contaste —repuso Axel con los ojos fijos en los de ella—. Me dijiste que habías tenido a Pol cuando eras muy joven, pero no es verdad. Tú lo adoptaste y causa de él pasaste dificultades. Jessica se volvió para contemplar el agua azul de la fuente y guardó silencio por un momento. Nunca le dijo a nadie la verdad y se prometió que sería un secreto que se llevaría a la tumba, pero debido a las circunstancias era una promesa que ya no podría cumplir. —Yo… lo encontré —dijo Jessica al cabo de un tiempo—. Aquella tarde caminaba de vuelta a casa del colegio. Había unas chicas quienes me molestaban y tomé un atajo a través de un callejón… escuché el llanto de un bebé y lo hallé entre las bolsas de la basura. La lluvia caía a cántaros y los truenos retumbaban en el cielo. Jessica tenía mucho miedo de regresar a casa porque sabía que aquellas chicas la estarían esperando para golpearla. Jessica estaba cansada de los continuos a