2. Despedida por error

Cuando todos los invitados se fueron, Axel permaneció en el comedor, atormentándola hasta que finalmente le dijo que estaba despedida. Jessica le pidió disculpas y le rogó por una segunda oportunidad, pero nada de lo que ella dijo logró conmover el gélido corazón del hombre, incluso, parecía regodearse con su sufrimiento.

Es una pena que sea tan guapo, pensó Jessica mientras se alejaba de él e iba a encontrarse con su hijo en el ala de los empleados. No tuvo que decirle nada para que el chico de doce años se enterara de lo que había pasado, con su expresión fue suficiente.

—Finalmente nos despidieron —suspiró Pol cerrando la laptop donde hacía sus deberes—. Algún día tendría que pasar.

—No, hablaré con doña Virginia —Jessica se sentó junto al escritorio de Pol—. Ella sabe que no encontrará a una mujer más eficiente en toda la ciudad. La convenceré para que no me despida. Te juré que no dormiríamos en la calle de nuevo y es una promesa que no pienso romper.

—No es necesario —dijo Pol con voz comprensiva—. He ahorrado todo lo que me has dado para mis recreos en todos estos años. Nos alcanzará para arrendar una habitación y comprar comida, al menos durante los primeros meses.

—¿De qué estás hablando? ¿A caso quieres decir que no has desayunado en todos estos años?

—No te enojes conmigo —el chico la miró con súplica—. Además, hay desayuno gratis en el colegio.  Siempre quise que ahorraras, y como no puedes hacerlo porque todo me lo das a mí, lo hice por los dos. Me hace sentir más tranquilo, y ves que útil resulta en momentos como este. 

De todas formas, Jessica pocas veces se molestaba con Pol. Él no era como los demás chicos de su edad. Aunque no obtenía las mejores calificaciones y no era considerado el más inteligente por parte de sus profesores de alguna forma sobresalía.

Jessica suspiró:

—Si nos corren, al menos tengo derecho a una liquidación.

Mientras que Jessica y Pol charlaban, Virginia y Axel se encontraban en el despacho de la mujer, discutiendo la situación de la empleada.

—Pero, ¿por qué no puedo correrla? —Protestó Axel por enésima vez—. ¿A caso no te parece que se pasó de la raya? Después de lo que me has contado he llegado a la conclusión de que eres demasiado buena con ella. Ya no puedes seguir tolerándola, mamá.

Virginia apuró una copa de Whisky.

—Ella no puede irse de esta casa, Antonio —dijo con firmeza—. Y necesito que lo entiendas. Yo habría preferido que nunca te enteraras de esto, pero ya que insistes te lo voy a decir: tu tía le dejó toda nuestra herencia a esa mujer.

—¿De qué estás hablando? —Axel se enderezó en su silla—. ¿A caso te volviste loca?

—Mucho cuidado como te diriges a mí, Antonio —le advirtió la mujer—. Soy tu madre, no una cualquiera. Y lo que te estoy diciendo es la verdad… No sé por qué razón hizo lo que hizo, pero los abogados me confirmaron la información y he hecho hasta lo imposible para que Jessica no se entere. Por eso, es mejor mantenerla cerca y vigilada.

Axel se quedó pasmado ante la seriedad del tono de su madre. En otros tiempos no hubiera sido tan grave, pero ahora su única fuente de ingresos era aquella fortuna que creyó que su difunta tía les había heredado a él y a su madre.

—Pero habrá algo que se pueda hacer —dijo Axel—. No es posible que una simple empleada herede toda nuestra fortuna. Pero, por dios. La tía Raquel siempre estuvo loca. ¿Cómo se le ocurre dejar todo su dinero a una sirvienta?

—No sé, no sé —Virginia se incorporó y empezó a pasearse por la habitación, presa de la incertidumbre—. ¿Ahora entiendes la gravedad de la situación? La herencia de Raquel es todo lo que tenemos. Nuestras carreras en la industria se fueron al pique después de tantos escándalos y nuestras empresas quebraron. Lo único que nos queda es esa bendita herencia, de lo contrario, iremos a parar a la calle.

Discutieron la situación por un largo tiempo y desde luego Axel comprendió que no podían correr a Jessica.

—Tengo la impresión de que tienes un plan, ¿o me equivoco? —dijo Axel después—. Si es así, habla por favor.

—Pero no te va a gustar.

—Que importa si me gusta o no. Lo importante es que funcione.

Virginia rodeó la mesa y se colocó frente a su hijo.

—Tarde o temprano esa mujer se enterará de que es la dueña de todo esto —dijo—, así que tienes que enamorarla y casarte con ella.

—¿Qué? ¿Se te olvida que tengo una novia? —Axel negó con la cabeza—. No, de ninguna manera. Todo menos eso. Además, jamás saldría con una mujer como ella.

—¿Por qué? ¿Por qué es una sirvienta?

—Sí; no es la clase de mujeres con las que acostumbro a salir y tú lo sabes —Axel se estremeció ante el solo pensamiento—. Le falta mundo. Le falta clase, y es fea.

La discusión se extendió durante un largo tiempo, pero no hubo nada que Virginia pudiera hacer para convencer a su hijo. Después de todo, él salía con Mónica Agudelo, una de las más exitosas periodistas en aquel país que se había hecho con una gran fortuna. Estaba seguro de que no terminaría en la calle.

—Te sientes seguro porque sales con aquella periodista, ¿verdad? —Adivinó su madre—. Pero, Antonio, ¡por dios!  Esa mujer nunca se casaría contigo. Tu solo eres un juguete para ella y pronto va a dejarte.

—¿Tú cómo estás tan segura?

—Porque conozco a las de su clase —dijo Virginia—. Yo sé lo que te digo.

Virginia dejó de esforzarse porque era claro que Axel no entendería. El hombre abandonó el despacho y fue a encontrarse con Jessica, quien estaba en la sala con su hijo, maletas en mano.

—Me gustaría hablar con doña Virginia —dijo Jessica.

—Usted no va a hablar con nadie —demandó Axel y le estudió la figura por un tiempo, intentando encontrar algo destacable, pero no importaba cuanto se esforzara, sería una tortura salir con una mujer como aquella—. Además, mamá no está disponible.

—Pero mi liquidación…

—No va a dársele ninguna liquidación.

—Pero, ¿por qué?

Antes de que Axel pudiera explicarle, Jessica lo amenazó con demandarlo y empezó a lanzar insultos contra él y su madre.

—¿Y sabe qué? —decía—. Me alegra no volver a tener que ver la cara amargada de esa bruja que usted tiene como madre nunca más. Y usted… Usted es un hijue…

—Mi madre no quiere que la despida —la interrumpió Axel con enfado—, pero ya que usted quiere irse…

La noticia tomó a Jessica por sorpresa. De inmediato su arrogancia se extinguió y volvió a mostrar aquella actitud sumisa.

—No, no, espere —pidió, impidiendo que el hombre se marchara—. No lo decía en serio. No le diga nada a doña Virginia.  Por supuesto que ahora mismo regreso al trabajo.

Con un gesto indiferente, Axel se marchó escaleras arriba y Jessica se maldijo una vez más ante su falta de cortesía. Prácticamente creció sin la supervisión de un adulto, en la calle y jamás aprendió los suficientes modales.

—Mamá, quiero irme de aquí —dijo Pol de repente y había súplica en su voz—. No soporto que estas personas te traten mal. Tú no te lo mereces. Encontraremos trabajo en otra parte.

Ya habían discutido el tema con Pol en reiteradas ocasiones y una vez más ella tuvo que explicarle que en ningún otro lugar iba a ganar la misma cantidad que en aquella mansión.

—Pero, yo también puedo trabajar —dijo Pol—. Ya estoy grande. No quiero que te sigan humillando, mamá.

—No, no hijo —Jessica habló con dulzura, posándole una mano en el hombro—, quiero que te enfoques en tus estudios, en aprender a hablar y vestir bien como toda una persona elegante y con clase. De ningún modo voy a permitir que termines igual que yo. Y por las humillaciones no te preocupes; he vivido cosas mucho peores.

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