—Su novia está esperándolo abajo en la sala, joven —informó Jessica una vez se reunió con Axel—. ¿Le digo que suba?
—No me diga “joven”, Jessica.
—Pero, es por respeto.
—Dígame “señor” —indicó Axel—. Y sí, dígale a Cristina que en cuanto termine mi rutina de ejercicio bajo a verla.
—Sí, señor.
El aire en el gimnasio personal estaba impregnado con el olor de Axel, y Jessica apartó la mirada del atlético hombre cubierto de sudor. No solo le bastaba con tener un rostro envidiable, también estaba marcado en todas partes, sin una gota de grasa en su torso salpicado con una ligera capa de vello.
—Mejor dígale que la espero en mi habitación —dijo Axel, dejando la barra de pesas en su lugar—. ¿Mamá está en casa?
—No, ella salió.
—Muy bien —Axel tomó una toalla para secarse el sudor del rostro y Jessica observó la atractiva forma como sus músculos ondeaban—. No me pase llamadas ni mensajes en los próximos cuarenta y cinco minutos… nada de interrupciones.
—Como ordene… Señor.
La afortunada mujer sonrió radiante cuando Jessica le transfirió el mensaje.
A pesar de que Axel Doria había hecho de su vida un infierno, Jessica no dejaba de envidiar la suerte de Cristina. No entendía por qué él, al igual que su madre, la despreciaba tanto. No importaba cuan amable Jessica se mostrara, Axel y Virginia siempre actuaban de manera insultante y despectiva.
Iba de regreso a la cocina cuando una nueva mujer pelirroja con el mismo porte de modelo que la anterior hizo presencia en la sala. De inmediato Jessica la reconoció y no logró controlar la emoción.
—Usted es Mónica Agudelo, ¿verdad? —dijo con voz aguda—. La presentadora de televisión. Nunca me pierdo su programa, cuando no puedo verlo, al menos lo escucho. Ay, ¿qué se le ofrece? Siga.
—Muchas gracias —sonrió Mónica—. Estoy buscando a Axel, mi novio. ¿Él está aquí?
—¿Su, su novio?
—Sí, ¿pasa algo?
En ese momento Jessica recordó haber escuchado a doña Virginia mencionar que Axel era novio de una famosísima periodista y presentadora de televisión. Era claro que en ese mismo momento el hombre estaba siéndole infiel.
—Ah, no —Jessica sabía que debía salvar el pellejo a Axel o él la haría responsable y la echaría—. C, creo que él no está aquí. Debe haber salido.
—¿En serio? —Mónica la miró con recelo—, que raro. Virginia me dijo que él no saldría en toda el día. Seguramente está arriba y usted no se ha dado cuenta. Con permiso, voy a buscarlo.
—¡No! —Jessica se interpuso en su camino—. No, no se moleste, doña Mónica, para eso me pagan a mí, yo voy a buscarlo y le aviso. No me demoro.
Jessica se apresuró escaleras arriba y Mónica la siguió haciendo caso omiso a sus instrucciones, así que no tuvo otra opción que apresurarse y llegar a tiempo.
—¡Don Axel! —Jessica abrió la puerta que la pareja había olvidado cerrar con seguro—. ¡Su novia viene para aquí!
A toda prisa el aludido se quitó a la mujer de encima y empezó a vestirse. Por fortuna, ambos conservaban su ropa interior.
—No la deje pasar —indicó Axel abrochándose los pantalones—. ¡Reténgala!
Jessica intentó hacerlo, pero Mónica apareció en la puerta un instante después de que Axel encerrara a Cristina en el clóset.
—Hola, mi amor —saludó Axel, hiperventilando—, pero qué sorpresa. No me dijiste que venías.
—No —Mónica se cruzó de brazos y escrutó la habitación con sospecha—. No te lo dije, ¿algún problema? —Se abrió paso al interior, dirigiendo la vista a todas partes—. Huele a engaño aquí. ¿Dónde la metiste?
En aquel momento Jessica se movió dando la espalda al clóset para cubrirlo y entonces la atención de Mónica recayó sobre este.
—A un lado —le ordenó Mónica—. A un lado, dije. ¿A caso le pagan por ser su celestina?
Jessica tuvo que obedecer a regañadientes e inevitablemente Mónica descubrió a la amante de Axel escondida entre las ropas del closet.
—¿Cristina? —Exclamó Mónica sorprendida—. Tú, mi mejor amiga, ¿eres la amante de Axel?
—Te juro que no es lo que parece, Moni.
—Claro que si es lo que parece. ¡No me creas tan estúpida!
En aquella situación Jessica habría arrancado los cabellos a la mujer, pero Mónica solo le gritó a su ex amiga que estaba despedida, luego, abofeteó a Axel en el rostro y terminó con él.
—Mónica, por favor, hablemos —Axel la tomó de la muñeca, pero ella se zafó enfurecida—. Esto fue un error, lo admito, pero yo te amo a ti.
—Ay no seas tan descarado, Axel. Ya sé que tu único interés en mí siempre ha sido mi dinero.
—¿De qué estás hablando?
—El abogado de tu mamá, que es también mi abogado, habló conmigo —explicó Mónica—. Él me lo explicó todo y no fue tan difícil deducirlo. Tú y tu madre siempre han sido unos arrogantes e interesados. Entre los dos hicieron imposible la vida a doña Raquel hasta que ella no pudo soportarlo.
—¡Un momento! —Axel se mostró indignado—. A mi madre la respetas y no admito que vengas a acusarme de asesino.
—¿Asesino? —Mónica soltó una risa mordaz—. No, ustedes no son asesinos, se quedarían cortos, ustedes son algo mucho peor.
Mónica se marchó sin que Axel pudiera hacer nada para retenerla y Cristina fue tras ella, rogándole perdón. Jessica permaneció en su lugar inmóvil sin saber si debía irse o permanecer allí.
Era la primera vez que Axel se mostraba desolado. Estaba sentado al borde del colchón, cubriéndose el rostro con las manos y a Jessica le pareció que estaba llorando.
—Yo sé que no soy perfecto, Jessica —dijo Axel en un susurro—, pero nunca le hubiera hecho daño a mi tía. Aunque usted no me crea, yo la quería. Ella era buena, ella… —Axel levantó la vista hacia Jessica; sus ojos azules estaban enrojecidos— usted la conocía mejor que yo. Me contaron que tía Raquel siempre la apreció mucho.
En aquel momento a Jessica se le estrujó el corazón. Solo había pasado un mes desde que aquella bondadosa mujer partió.
—¿Tiene algo más qué hacer ahora? —Preguntó Axel de repente.
Y por alguna absurda razón Jessica imaginó que la invitaba a salir, pero cuando ella le dijo que solo le quedaba terminar de preparar la cena él dijo:
—Venga y ordene mi cuarto, todo está hecho un desastre.
—Mirna es la mucama —le explicó Jessica, ya que evidentemente Axel no estaba al tanto de sus labores en la mansión—. Le diré que lo haga.
—Bien, dígaselo.
Intercambiaron sendas miradas y por un momento a Jessica le dio la impresión de que Axel quería pedirle algo más.
—¿Es todo, señor? —inquirió, en vista de que el hombre no habló.
—No, retírese. Y cierre la puerta al salir.
Ligeramente pasó la mirada sobre el atlético cuerpo del hombre, dándole un último placer a sus ojos y se apresuró a marcharse, pero cuando estaba en el umbral de la puerta él la llamó y le dijo:
—Gracias, Jessica. Por intentar encubrirme.
Era la primera vez Axel hablaba en tono amable y un calor afloró en el pecho de Jessica. Lo miró por encima del hombro, conteniendo una sonrisa y respondió:
—De nada, señor. Siempre estoy para servirle.
Axel conocía perfectamente a Mónica como para saber que ella nunca lo perdonaría y él no estaba dispuesto a rogarle. En cuanto su madre llegó a casa fue a encontrarse con ella en el despacho.—Tenías razón —dijo, sentándose en frente al escritorio de Virginia—. Mónica terminó conmigo.Omitió darle detalles y por fortuna ella no lo interrogó al respecto, solo sonrió y deslizó un paquete de documentos hacia él.—Menos mal que ya no tendremos que preocuparnos por perder nuestra herencia —dijo Virginia—. Con mi abogado hemos estado estudiando el caso y por fin hayamos una forma de que toda la fortuna de la vie… mi hermana Raquel pase a nuestras manos. Jessica solo debe colocar unas cuantas firmas y huellas. Iré ahora a mismo a disuadirla para que lo hagaAxel exhaló con alivio ante la buena noticia. Por un momento, casi se había hecho con la absurda idea de que saldría con su empleada de servicio, acabando con la poca reputación que le quedaba.—Déjamelo a mí, mamá —dijo tomando los docum
Una vez más, Jessica se dispuso a hacer las maletas, segura de que en esta ocasión no había marcha atrás. Apenas Axel le contara a su madre la forma como Pol lo había tratado, la mujer no dudaría en despedirla. —Mamá, yo no quería que nos despidieran —Pol intentaba disculparse, pero Jessica lo ignoró olímpicamente, enfurecida—. Ibas a firmar algo sin leer y tuve que intervenir. Lo que dije acerca de la tía Raquel es verdad y estoy seguro de que ese tipo quería engañarte, él y su madre… —Basta —Jessica se dirigió a Pol con desdén—. Basta de pensar que porque no fui a la escuela soy tonta. Yo sé lo que hago, Pol, y no necesito de tu ayuda. Axel iba a subirnos el sueldo con el cual habríamos empezado a gozar de una mejor vida y tú lo impediste. —Pero… —Pero nada. Ve y empaca tu maleta, antes de que nos saquen a patadas. —Yo solo… —La voz de Pol se quebró— quería ayudar. El chico no pudo controlar las lágrimas de arrepentimiento y desolación, y en aquel momento Jessica recordó que s
Jessica se apresuró a dejar todo listo para tener el tiempo suficiente de arreglarse para la cita, pero justo cuando iba atravesando el pasillo rumbo a su habitación se dio cuenta de que no tenía ropa decente que ponerse. El mejor de sus atuendos siempre fue el uniforme de sirvienta que vestía y los otros dos que tenía de repuesto. Aquel vestido azul que usaba para ir a las reuniones de Pol en la escuela ya estaba muy desgastado.—Mirna —llamó a la mucama con quien se topó en el pasillo—. Usted podría hacerme un favor.—Claro, Jess, si no es de plata porque estoy ilíquida.—No, no se trata de eso —Jessica dudó por un segundo. Mirna y ella tenían un cuerpo y una forma de vestir muy diferente—. Usted me puede prestar algo de ropa —se decidió—, es que tengo una cita esta noche y no hay nada decente en mi armario.—¿Una cita con un hombre?—Sí.Su amiga se mostró sorprendida y alegre ante la noticia. La cogió de la mano y tiró de ella, dirigiéndola a su habitación. Jessica quería omitir d
—No entiendo, ¿qué pasa por tu cabeza? —Riñó Virginia a su hijo—. ¿Cómo te fuiste a enredar con el ama de llaves?—Ya te dije que no es nada serio —Axel apuró su copa de vino blanco—. Solo me pareció una mujer interesante y quise darme la oportunidad. Además, Natalia no es una simple ama de llaves. Sus padres son ricos, con clase. Ella solo está pasando por una difícil situación.La charla continuó mientras disfrutaban de su almuerzo en el Tablón de San Bernardo, uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad.—¿Cuándo piensas hacer que esa mujer firme los papeles? —Dijo Virginia después, refiriéndose a Jessica—. No puedes distraerte, Antonio. En donde la sirvienta se llegue a enterar de lo que está pasando, vamos a quedar en sus manos.Axel no respondió y Virginia lo miró con sospecha.—Me gustaría enfocarme en mi carrera —dijo después—. Podría hacer la misma fortuna que nos dejó la tía Raquel.—¿Y dejarle todo a la sirvienta? Ni lo sueñes.Después de los pocos días que había convi
No podía ser cierto… Esa mujer estaba mintiendo. Jessica deseó que se tratara solo de una pesadilla. Esto era lo último que se imaginó que alguna vez llegaría a pasarle. Con un gran esfuerzo, se obligó a contener la calma y escuchó lo que la mujer tenía para decirle: Eva había dado a luz a su hijo en Francia, pero sus padres jamás lo aceptaron. Aunque en aquel tiempo ella tenía veinte años, aún no era libre de tomar sus propias decisiones. Estaban en juego fortunas y el buen nombre de dos familias por cuya historia Jessica no se interesó mucho. —Escapé de casa con ayuda de mi hegmana mayog —conitinuó Eva con su relato—, pego los hombres de mi padre no tagdaron en encontragnos. Sabía que tenían ogdenes de acabag con la vida de mi hijo, así que me enfrenté a ellos mientras mi hegmana y Hadrien escapaban. Hadrien era el nombre que Eva había puesto a Pol. Ella aclaró a Jessica unos cuantos datos más y prosiguió: —Cuando Sophie se encontraba en el avión, los hombres la alcanzagon. Ella
Jessica lo miró sin entender. —Me refiero a la historia que me contaste —repuso Axel con los ojos fijos en los de ella—. Me dijiste que habías tenido a Pol cuando eras muy joven, pero no es verdad. Tú lo adoptaste y causa de él pasaste dificultades. Jessica se volvió para contemplar el agua azul de la fuente y guardó silencio por un momento. Nunca le dijo a nadie la verdad y se prometió que sería un secreto que se llevaría a la tumba, pero debido a las circunstancias era una promesa que ya no podría cumplir. —Yo… lo encontré —dijo Jessica al cabo de un tiempo—. Aquella tarde caminaba de vuelta a casa del colegio. Había unas chicas quienes me molestaban y tomé un atajo a través de un callejón… escuché el llanto de un bebé y lo hallé entre las bolsas de la basura. La lluvia caía a cántaros y los truenos retumbaban en el cielo. Jessica tenía mucho miedo de regresar a casa porque sabía que aquellas chicas la estarían esperando para golpearla. Jessica estaba cansada de los continuos a
Jessica se sentó a un extremo de su cama y a través de la ventana contempló la noche henchida de estrellas. Estaba luchando contra el arrepentimiento que pugnaba por embargarla. A lo mejor, no debió decirle todo aquello a Axel, no era necesario. Pero necesitaba compartir su peso con alguien y él estaba allí con sus ojos y voz que le dieron confianza. Llamaron a la puerta de su habitación y fue a abrir para encontrarse con Pol. El chico estaba preocupado porque la veía triste, pero Jessica le hizo saber que no era nada. Fingió estar solo un poco cansada. —¿Y a qué venía aquella señora? —Preguntó Pol después. —Quería saber la disponibilidad que tenías para viajar a otro país —contestó Jessica—. Si aceptas, es muy seguro que vayas. —¿Y tú irías conmigo? —A lo mejor pueda hacerlo. Pol le dio una pequeña sonrisa y en aquel momento, Jessica tuvo la intención de contarle toda la verdad. Después de todo, tarde o temprano se enteraría, pero no tuvo la suficiente fuerza de voluntad para ha
El sueño de Virginia se vio interrumpido por las pesadillas. En estas, Jessica se adueñaba de su fortuna y la corría a patadas de la mansión humillándola ante un montón de personas. Veía su rostro en los periódicos en donde ella protagonizaba la bochornosa escena y los demás se burlaban. En vista de esto, a la mañana siguiente fue a hablar con Axel.—¿Por qué entras sin tocar? —Protestó este. Se incorporó y se sentó a un lado de la cama en estado somnoliento—. Podría haber estado con Natalia.—En tal caso habrías asegurado la puerta —respondió Virginia en tono adusto. Aún no estaba de acuerdo con la relación que su hijo sostenía con aquella mujer—. No pude dormir en toda la noche, Antonio. Me preocupa demasiado que nuestro futuro esté en manos de una sirvienta y tú no haces nada para ayudar.—Lo estoy haciendo —La voz de Axel surgió débil. Deseaba volver a la cama, pero se había propuesto hacer un poco de ejercicio en las mañanas—. Y no creo que sea necesario conquistarla. Me converti