5. Chico insolente

Axel conocía perfectamente a Mónica como para saber que ella nunca lo perdonaría y él no estaba dispuesto a rogarle. En cuanto su madre llegó a casa fue a encontrarse con ella en el despacho.

—Tenías razón —dijo, sentándose en frente al escritorio de Virginia—. Mónica terminó conmigo.

Omitió darle detalles y por fortuna ella no lo interrogó al respecto, solo sonrió y deslizó un paquete de documentos hacia él.

—Menos mal que ya no tendremos que preocuparnos por perder nuestra herencia —dijo Virginia—. Con mi abogado hemos estado estudiando el caso y por fin hayamos una forma de que toda la fortuna de la vie… mi hermana Raquel pase a nuestras manos. Jessica solo debe colocar unas cuantas firmas y huellas. Iré ahora a mismo a disuadirla para que lo haga

Axel exhaló con alivio ante la buena noticia. Por un momento, casi se había hecho con la absurda idea de que saldría con su empleada de servicio, acabando con la poca reputación que le quedaba.

—Déjamelo a mí, mamá —dijo tomando los documentos en sus manos—. Ella siempre hace todo lo que le ordeno.

Ya casi era la hora de la cena y Jessica se encontraba terminando las labores en la cocina. En diez minutos sus patrones pasarían a la mesa, sin embargo, Axel decidió adelantarse, ¿o acaso su reloj se había atrasado?

En cuanto Jessica lo vio asomar en la puerta, los latidos de su corazón se aceleraron.

—La comida está lista, señor —se apresuró a decir antes de que este la riñera—. Por favor, pase a la mesa.

Jessica se refería al comedor, pero Axel se sentó en la pequeña mesa de la cocina, en donde solo ella y su hijo acostumbraban a cenar.

—Deje lo que está haciendo y siéntese —ordenó su jefe con su habitual voz de mando—. No olvide lavarse las manos.

Ella se apresuró a obedecerlo, intrigada ante su extraña actitud.

—Voy a aumentarle el sueldo y necesito que firme el nuevo contrato —Axel fue al grano, extendiéndole un bolígrafo y los documentos—. También debe poner algunas huellas.

Desde luego, Jessica receló y Axel se dio cuenta antes de que ella lograra ocultarlo.

—¿No me cree? —Inquirió, traspasándola con sus ojos azules—. Es evidente que no lo hace. Mire, Jessica, yo no soy el hombre que usted piensa. Sé que he sido un poco grosero en los últimos días, pero es debido al estrés del trabajo. Por eso me gustaría compensarla, ya que además he notado su eficiencia. Usted merece ese aumento. Tome, firme.

Parecía sincero, pero para ella aún resultaba difícil creerle.

—Me gustaría leer el contrato primero —dijo.

—Tengo que salir ahora y no puedo esperar tanto tiempo —Axel se incorporó—. Mi madre no está de acuerdo con lo que pienso hacer y discutí con ella. Sin embargo, quería hacer este buen acto con usted, Jessica, pero su desconfianza me está haciendo dudar. ¿A caso piensa que la voy a robar o algo por el estilo?

—No, claro que no —Jessica se rio—. ¿Qué podría robarme usted a mí? Pero, temo comprometerme con cosas que quizá no pueda cumplir.

—Usted no está comprometiéndose a nada. Este es el mismo contrato que firmó la primera vez, solo que con unos cuantos ceros de más en la casilla donde se acuerda su remuneración mensual. Pero si no quiere, déjelo así. Esta conversación nunca existió.

Axel se giró sobre sus talones con intención de marcharse, pero arrepentida ante su falta de cortesía, Jessica aceptó firmar. De todas formas, a pesar de que Axel se mostraba un poco arrogante, ella siempre supo que él era un buen hombre y ahora lo comprobaba.

—¿En dónde tengo que firmar? —Preguntó Jessica con el bolígrafo en la mano.

—Aquí —instruyó Axel, acercándose a ella y permitiéndole deleitarse con su agradable olor—, justo en la línea al final del documento.

A Jessica le tembló un poco la mano en cuanto se dispuso a escribir, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Pol irrumpió en la cocina y la detuvo. Ella le explicó de qué se trataba, pero el chico se rehusó a permitirle firmar documentos desconocidos.

Axel nunca había prestado la suficiente atención al chico, pero ahora que lo hacía descubrió que era una molestia. Tuvo que arrebatarle los documentos en cuanto este se dispuso a leerlos.

—Ya le dije que tengo que salir, Jessica —dijo Axel en tono enojado—. ¿Va a firmar o no?

—Ella no firmará nada sin haberlo leído antes —respondió Pol en un tono que casi era desafiante—. No entiendo cuál es el problema, Axel.

—Pol —Jessica reprendió a su hijo—. Sé más respetuoso, por favor. No le digas Axel al señor.

—¿Señor?

Para Pol los señores eran aquellos que tenían el cabello blanco y algunas arrugas en su rostro.  Axel era un hombre grande y con una barba bien recortada, pero su cabello oscuro estaba desprovisto de canas, así que Pol lo consideraba su igual.

—No me parece que él sea…

—¡Pol! —lo interrumpió Jessica antes de que el chico soltara algún comentario indebido. 

Axel intervino para decirle a Pol que los dejara a solas, pero este se rehusó a hacerlo.

—Es una orden —gruñó Axel—. Este es un asunto de adultos, no te entrometas.

—No le dejaré que engañe a mi madre.

—Pol, por favor, ¡compórtate! —Lo riñó Jessica—. Sé lo que hago.

—Solo analízalo, mami. Si no hay nada de malo, ¿por qué no te permite que lo leas? Además, ¿no es el ama de llaves quien se ocupa de los contratos? —Los verdes ojos del chico saltaron de Axel hacia su madre—. Si él se tomó el trabajo de venir hasta aquí debe ser algo importante. He visto como él y doña Virginia te tratan, ¿por qué de repente quieren subirte el sueldo y son tan amables?

Jessica le dio una mirada de sospecha.

—Pienso que quizá la tía Raquel te dejo una parte importante de la herencia y ellos pretenden quitártela —repuso Pol—. Ella me dijo que lo haría.

Axel se incorporó, mostrándose indignado.

—¡Suficiente! —Golpeó la mesa con un puño, haciendo saltar el corazón de Jessica—. ¡Qué muchacho tan insolente! ¿Esa es la educación que usted le ha dado, Jessica? Además, ¿Quién le ha dicho que puede llamar tía a mi tía? No toleraré esa falta de respeto. Olvídese del aumento del sueldo y si quiere seguir trabajando aquí más le vale que controle a ese… demonio.

La mujer intentó disculparse, pero Axel se alejó sin querer escucharla. Sentía frío sudor discurrir sobre su espalda ante la preocupación que le provocaba el nuevo conflicto. Se encontró con su madre en el pasillo del segundo piso y le refirió todo lo que había sucedido.

—La tía Raquel le dijo al chico que les dejaría parte de su herencia —explicó Axel—, y Jessica empieza a sospechar. La mujer va a empezar a investigar y se enterará de lo que está sucediendo.

—¡Maldito mocoso! —Espetó Virginia con una mezcla de cólera y preocupación—. Solo tú puedes salvarnos, Antonio. Tienes que ganarte la confianza de esa mujer. Sé amable con ella, invítala a salir, ¡enamórala si es necesario!

—Pero…

—¿Acaso te crees incapaz de hacerlo?

—¡Sería un sacrificio!

—Un sacrificio que valdría la pena —Virginia habló con dureza, traspasándolo con sus azules ojos—. Solo entonces firmará.

Axel murmuró una maldición al reconocer que su madre tenía razón. Además, él mismo prefería salir con la empleada antes que rogarle a Mónica que volvieran. Cualquier elección heriría su orgullo, pero al menos la segunda podría mantenerla oculta.

—Saldré con ella solo hasta que firme —aceptó Axel—. Espero que no pase mucho tiempo hasta entonces. Luego, quiero que la envíes lejos de aquí y no volver a verla jamás.

Su madre asintió en gesto de agradecimiento:

—Así será, hijo. Te prometo que así será.

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