—¡Oiga! —Exclamó Jessica Ángel después de que el hombre pasara a su lado, enviándole una rociada de agua sucia sobre su uniforme—. ¡¿Qué tal el desgraciado?!
Para su sorpresa, el auto negro lujoso derrapó en el pavimento y retrocedió hasta donde ella se encontraba. Sus ojos se abrieron de par en par cuando el vidrio blindado descendió dejando ver a un hombre que ella y todo el país reconocían.
¡Se trataba del guapísimo y famoso cantante Axel García!
—No la vi, señorita —dijo él en tono despectivo, dirigiéndole una mirada aburrida a través de sus gafas oscuras—. Tome —Axel le extendió unos cuantos billetes en compensación, pero Jessica se negó a aceptarlo.
—Con una disculpa habría sido suficiente, señor —dijo ella, sacudiendo la bolsa de la compra para quitar el agua sucia—. Ahora lo mínimo que puede hacer es acercarme a la mansión.
Axel le dio una sonrisa de burla:
—¿De verdad pretende que la suba a mi auto en esas condiciones, señorita? Y no me refiero a su sucio uniforme de empleada doméstica, sino a su clase en general.
Jessica lo miró sorprendida. En realidad le encantaban las canciones del artista, él era incluso una de sus mayores fuentes de inspiración. Siempre era tan amable en las entrevistas, ¿por qué ahora se mostraba tan arrogante?
—Que decepción —Jessica le dio una mirada desaprobatoria—. No me imaginé que alguien de “su clase” fuera tan mal educado. Acaba de perder una admiradora, Axel, y mucho más que eso una futura colaboradora.
—¿Colaboradora?
—Sí, porque yo también sé cantar y algún día voy a ser mucho mejor que usted.
El aludido soltó una carcajada.
—Me lo imagino —respondió con desdén—. ¿Sabía que aquellos que hacen alarde de sus anhelos jamás lo consiguen? No, no me diga nada. No voy a rebajarme a discutir con una simple empleada del servicio.
Axel arrancó el motor, pero antes de que pudiera avanzar, Jessica prorrumpió en un estrepitoso y fingido llanto. El hombre la miró, sin comprender, pero al volverse hacia el otro lado de la calle descubrió que había varios paparazzi en el lugar, captando el momento con sus cámaras.
—¡¿Por qué me tratas así, Axel?! —gritó Jessica sumergida en un llanto incontenible—. No solo te bastó con ensuciarme, sino que ahora también me insultas. Es cierto que me gano la vida limpiando casas, pero es un trabajo digno y no es necesario que me humilles.
Jessica se cercioró de hablar en tono adecuado para que todos los presentes escucharan.
El rostro de Axel se tiñó de rubor. Él se apeó del auto e intentó controlar la situación para quedar bien ante las cámaras, pero Jessica siguió gritando y llorando como una desaforada. De repente, una multitud los estaba rodeando, filmando la bochornosa escena.
—Cállate, m*****a sea —murmuró Axel con dientes apretados, fingiendo una sonrisa ante los demás—. No tienes ni idea a quien te estás dirigiendo, ¿verdad?
—¡Ya basta de amenazarme! —Gritó Jessica—. Yo solo quiero irme a casa, ¡suéltame!
Axel levantó las manos, mostrándole al público que en realidad no estaba sujetando a la mujer. Debió haber hecho caso a su madre cuando le advirtió sobre la chica, pero Jessica Ángel resultó ser peor de lo que ella le había descrito.
Cuando Jessica consideró que había sido suficiente, abandonó la escena y de inmediato los medios de comunicación cayeron sobre Axel, interrogándolo sobre su conducta que el público alrededor desaprobaba, más aún cuando no era la primera vez que se veía involucrado en esta clase de escándalos.
En la mansión en la que Jessica trabajaba la esperaba Virginia Doria, una reconocida actriz multimillonaria y cincuentona de mal carácter. Cuando Jessica la conoció y la mujer le permitió trabajar en su mansión, pensó que se había ganado la lotería. No obstante, fue todo lo contrario, nunca nadie en su vida la había humillado tanto como aquella mujer.
Jessica hubiera renunciado hace mucho tiempo de no ser porque de su sueldo (que no era la gran cosa, pero si mejor que el de cualquier otra empleada doméstica), dependía el bienestar de su hijo.
—¡Por dios! —Exclamó Virginia, quien se encontraba de pie en las escaleras principales—. Pero, ¿cómo se le ocurre ingresar a la mansión en esas fachas?... No, no me dé explicaciones. ¿Trajo lo que le pedí?... Pues entonces, ¡muévase! Antonio está por llegar y todo tiene que estar impecable. Vaya y termine de ordenar la mesa, ¡rápido!
Virginia se cubrió la nariz cuando Jessica pasó a un lado de ella.
—¡Que asquerosa mujer! —Exclamó arrugando el rostro—. Oiga, ¿y para dónde cree que va?
—Al comedor, señora.
—¿Así? ¿Y es que no se piensa cambiar? —Virginia exhaló ruidosamente en gesto impaciente y apretó los puños como si estuviera conteniéndose en estrangular a su empleada—. ¡Pero que cruz! ¡Cielo santo! Mire —señaló a Jessica, dándole una mirada fulminante—. Es la última vez que se la paso, la próxima ni se moleste en venir porque voy a enviarlos de vuelta a usted y a su hijo a la calle. ¿Me entendió?
A Jessica le hervía la sangre y en aquel momento se imaginó estrellando el rostro de la mujer contra la pared mientras todo alrededor se teñía con sustancias rojas.
—¿A caso es sorda? —Virginia la extrajo de sus fantasías—. ¡¿Dije que si me entendió?!
—Sí, señora.
En cuestión de minutos Jessica hizo todo lo que la mujer le pidió y más tarde empezaron a llegar los familiares y amigos que se reunían para recibir al hijo mayor de Virginia.
Jessica y los demás empleados se encargaron de atenderlos, tal como el ama de llaves se los indicaba. Todos eran cantantes, actores, presentadores y demás gente famosa y elegante que Jessica solo había visto a través de la televisión. En otras circunstancias habría hablado con ellos, pero a menudo Virginia estaba dirigiéndole miradas de advertencia.
—La cena está lista, doña Virginia —informó Jessica más tarde—. ¿Vamos sirviendo de una vez o esperamos a su hijo?
—La cena siempre se sirve a las siete —gruñó la mujer por lo bajo—. ¿O es que no lo sabe? Y no se quede mirándome allí como una estúpida. Haga algo que para eso se le paga.
La cena estuvo servida minutos después y las personas pasaron a la mesa. Jessica y otros empleados permanecieron de pie en la gran sala, al servicio de los invitados.
—Mi hijo acaba de llegar —informó Virginia cuando escuchó a un nuevo auto arribar a la casa. La mujer se limpió la boca con una servilleta e indicó a Jessica—: sirve otro plato, por favor.
Jessica la miró sorprendida. Era la primera vez que había escuchado las palabras “por favor” surgir de los labios de aquella mujer. Era claro que le preocupaba la imagen que proyectaba ante los demás. En la televisión siempre se mostró como una mujer muy amable y tranquila.
Se apresuró a servir otro plato y regresar a la mesa, entonces se quedó paralizada cuando lo vio. Nunca conoció Antonio Doria, el hijo mayor de Virginia, ni siquiera lo vio en fotos o se interesó en él, a pesar de que a menudo la mujer alardeaba del famoso artista.
Jamás se imaginó que se tratara del mismísimo Axel García, a quien apenas horas atrás había conocido en no muy buenas circunstancias.
Axel levantó la vista hacia ella, pero no pareció sorprendido, lo único que reflejaban sus ojos azules era desdén.
—Jessica —Virginia le habló fingiendo amabilidad—. ¿Qué pasa?
—Nada —respondió ella, apresurándose la mesa, entonces los nervios la hicieron tropezar con sus propios pies y derramó la sopa sobre la camiseta de Axel.
—Pero, ¿qué le sucede? —Gruñó el hombre, incorporándose para sacudirse los restos de comida—. ¿A caso está ciega?
Virginia le susurró algo al oído que lo obligó a calmarse, pero la forma como la miraron le hizo saber a Jessica que este acababa de convertirse en su último día de trabajo en la mansión.
—Discúlpeme, Axel —Jessica tomó unas servilletas de la mesa y lo ayudó a limpiarse—. Fue un accidente… ¿Por qué no me dijo que era el hijo de doña Virginia? Si lo hubiera hecho no me habría tomado de sorpresa, la conmoción hizo que perdiera el equilibrio y…
—Ahora resulta que yo tengo la culpa —la interrumpió Axel en voz baja y gruñona—. ¿A caso no le bastó con el espectáculo que me armó en la calle? Mire como me volvió. Esto le va a salir caro, muy caro, Jessica.
Jessica cruzó la mirada con los profundos ojos azules de su jefe, preguntándose cómo era que él sabía su nombre. Pensaría en eso más tarde, por lo pronto, lo único que le importaba era conservar su trabajo porque verdaderamente lo necesitaba.
—No me irá a despedir por esto, ¿verdad, Axel? —Inquirió con temor.
—¿Usted que cree? —respondió el hombre en tono mordaz.
Cuando todos los invitados se fueron, Axel permaneció en el comedor, atormentándola hasta que finalmente le dijo que estaba despedida. Jessica le pidió disculpas y le rogó por una segunda oportunidad, pero nada de lo que ella dijo logró conmover el gélido corazón del hombre, incluso, parecía regodearse con su sufrimiento.Es una pena que sea tan guapo, pensó Jessica mientras se alejaba de él e iba a encontrarse con su hijo en el ala de los empleados. No tuvo que decirle nada para que el chico de doce años se enterara de lo que había pasado, con su expresión fue suficiente.—Finalmente nos despidieron —suspiró Pol cerrando la laptop donde hacía sus deberes—. Algún día tendría que pasar.—No, hablaré con doña Virginia —Jessica se sentó junto al escritorio de Pol—. Ella sabe que no encontrará a una mujer más eficiente en toda la ciudad. La convenceré para que no me despida. Te juré que no dormiríamos en la calle de nuevo y es una promesa que no pienso romper.—No es necesario —dijo Pol c
La actitud de doña Virginia resultaba muy extraña. Jessica no podía creer que la mujer le hubiera ordenado a su hijo que no la despidiera. Era cierto que era una muy buena cocinera, pero ellos podrían encontrar a una mejor si se lo proponían.A lo mejor fue Axel que se arrepintió, pensó, él no puede ser tan malo. Tiene unos ojos tan hermosos. Mientras cocinaba cantaba por lo bajo una canción del artista, recreando fantasías en su cabeza que sabía nunca cumpliría.—¡Oiga! ¿Le pagan para cantar o cocinar?Érica Valencia asomó la cabeza en la puerta. La rubia de ojos azules era la encargada de la decoración, pero se creía la jefa. A menudo estaba despotricando contra los empleados inferiores a su rango y llevando quejas al ama de llaves quien era su mejor amiga.—Me pagan por cocinar —respondió Jessica con indiferencia—, y cantar lo hago gratis. Deje de sufrir y concéntrese en lo suyo.—Eso es lo que intento hacer, pero usted no me deja concentrar. ¡Cállese!A menudo Jessica estaba pres
—Su novia está esperándolo abajo en la sala, joven —informó Jessica una vez se reunió con Axel—. ¿Le digo que suba?—No me diga “joven”, Jessica.—Pero, es por respeto.—Dígame “señor” —indicó Axel—. Y sí, dígale a Cristina que en cuanto termine mi rutina de ejercicio bajo a verla.—Sí, señor.El aire en el gimnasio personal estaba impregnado con el olor de Axel, y Jessica apartó la mirada del atlético hombre cubierto de sudor. No solo le bastaba con tener un rostro envidiable, también estaba marcado en todas partes, sin una gota de grasa en su torso salpicado con una ligera capa de vello.—Mejor dígale que la espero en mi habitación —dijo Axel, dejando la barra de pesas en su lugar—. ¿Mamá está en casa?—No, ella salió.—Muy bien —Axel tomó una toalla para secarse el sudor del rostro y Jessica observó la atractiva forma como sus músculos ondeaban—. No me pase llamadas ni mensajes en los próximos cuarenta y cinco minutos… nada de interrupciones.—Como ordene… Señor.La afortunada muje
Axel conocía perfectamente a Mónica como para saber que ella nunca lo perdonaría y él no estaba dispuesto a rogarle. En cuanto su madre llegó a casa fue a encontrarse con ella en el despacho.—Tenías razón —dijo, sentándose en frente al escritorio de Virginia—. Mónica terminó conmigo.Omitió darle detalles y por fortuna ella no lo interrogó al respecto, solo sonrió y deslizó un paquete de documentos hacia él.—Menos mal que ya no tendremos que preocuparnos por perder nuestra herencia —dijo Virginia—. Con mi abogado hemos estado estudiando el caso y por fin hayamos una forma de que toda la fortuna de la vie… mi hermana Raquel pase a nuestras manos. Jessica solo debe colocar unas cuantas firmas y huellas. Iré ahora a mismo a disuadirla para que lo hagaAxel exhaló con alivio ante la buena noticia. Por un momento, casi se había hecho con la absurda idea de que saldría con su empleada de servicio, acabando con la poca reputación que le quedaba.—Déjamelo a mí, mamá —dijo tomando los docum
Una vez más, Jessica se dispuso a hacer las maletas, segura de que en esta ocasión no había marcha atrás. Apenas Axel le contara a su madre la forma como Pol lo había tratado, la mujer no dudaría en despedirla. —Mamá, yo no quería que nos despidieran —Pol intentaba disculparse, pero Jessica lo ignoró olímpicamente, enfurecida—. Ibas a firmar algo sin leer y tuve que intervenir. Lo que dije acerca de la tía Raquel es verdad y estoy seguro de que ese tipo quería engañarte, él y su madre… —Basta —Jessica se dirigió a Pol con desdén—. Basta de pensar que porque no fui a la escuela soy tonta. Yo sé lo que hago, Pol, y no necesito de tu ayuda. Axel iba a subirnos el sueldo con el cual habríamos empezado a gozar de una mejor vida y tú lo impediste. —Pero… —Pero nada. Ve y empaca tu maleta, antes de que nos saquen a patadas. —Yo solo… —La voz de Pol se quebró— quería ayudar. El chico no pudo controlar las lágrimas de arrepentimiento y desolación, y en aquel momento Jessica recordó que s
Jessica se apresuró a dejar todo listo para tener el tiempo suficiente de arreglarse para la cita, pero justo cuando iba atravesando el pasillo rumbo a su habitación se dio cuenta de que no tenía ropa decente que ponerse. El mejor de sus atuendos siempre fue el uniforme de sirvienta que vestía y los otros dos que tenía de repuesto. Aquel vestido azul que usaba para ir a las reuniones de Pol en la escuela ya estaba muy desgastado.—Mirna —llamó a la mucama con quien se topó en el pasillo—. Usted podría hacerme un favor.—Claro, Jess, si no es de plata porque estoy ilíquida.—No, no se trata de eso —Jessica dudó por un segundo. Mirna y ella tenían un cuerpo y una forma de vestir muy diferente—. Usted me puede prestar algo de ropa —se decidió—, es que tengo una cita esta noche y no hay nada decente en mi armario.—¿Una cita con un hombre?—Sí.Su amiga se mostró sorprendida y alegre ante la noticia. La cogió de la mano y tiró de ella, dirigiéndola a su habitación. Jessica quería omitir d
—No entiendo, ¿qué pasa por tu cabeza? —Riñó Virginia a su hijo—. ¿Cómo te fuiste a enredar con el ama de llaves?—Ya te dije que no es nada serio —Axel apuró su copa de vino blanco—. Solo me pareció una mujer interesante y quise darme la oportunidad. Además, Natalia no es una simple ama de llaves. Sus padres son ricos, con clase. Ella solo está pasando por una difícil situación.La charla continuó mientras disfrutaban de su almuerzo en el Tablón de San Bernardo, uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad.—¿Cuándo piensas hacer que esa mujer firme los papeles? —Dijo Virginia después, refiriéndose a Jessica—. No puedes distraerte, Antonio. En donde la sirvienta se llegue a enterar de lo que está pasando, vamos a quedar en sus manos.Axel no respondió y Virginia lo miró con sospecha.—Me gustaría enfocarme en mi carrera —dijo después—. Podría hacer la misma fortuna que nos dejó la tía Raquel.—¿Y dejarle todo a la sirvienta? Ni lo sueñes.Después de los pocos días que había convi
No podía ser cierto… Esa mujer estaba mintiendo. Jessica deseó que se tratara solo de una pesadilla. Esto era lo último que se imaginó que alguna vez llegaría a pasarle. Con un gran esfuerzo, se obligó a contener la calma y escuchó lo que la mujer tenía para decirle: Eva había dado a luz a su hijo en Francia, pero sus padres jamás lo aceptaron. Aunque en aquel tiempo ella tenía veinte años, aún no era libre de tomar sus propias decisiones. Estaban en juego fortunas y el buen nombre de dos familias por cuya historia Jessica no se interesó mucho. —Escapé de casa con ayuda de mi hegmana mayog —conitinuó Eva con su relato—, pego los hombres de mi padre no tagdaron en encontragnos. Sabía que tenían ogdenes de acabag con la vida de mi hijo, así que me enfrenté a ellos mientras mi hegmana y Hadrien escapaban. Hadrien era el nombre que Eva había puesto a Pol. Ella aclaró a Jessica unos cuantos datos más y prosiguió: —Cuando Sophie se encontraba en el avión, los hombres la alcanzagon. Ella