En la mesa, intento respirar con normalidad, pero el pánico de mis amigas es tan evidente como el mío. Las tres estamos atrapadas en esta situación surrealista, conscientes de que estamos jugando con fuego, y de que los Paussini no son precisamente personas con las que se pueda jugar. Pero los chicos no parecen notar ni un rastro de tensión; al contrario, actúan con naturalidad. Lucas, el rubio junto a Bárbara, se inclina hacia ella con una sonrisa y pasa el brazo casualmente por detrás de sus hombros. —¿Y cuál es tu bebida favorita? —pregunta en tono de coqueteo, mirándola como si solo existieran ellos dos. Bárbara, que normalmente brilla con su encanto y seguridad, parece haber perdido la capacidad de responder. Su sonrisa coqueta de siempre es apenas una sombra y, aunque ella intenta disimular, se nota su nerviosismo. —Pues… me gusta el gin tonic —dice, esforzándose por sonar segura. Lucas se ríe y asiente, encantado. —Clásico. Elegante y con un toque suave, como tú, ¿verdad? —
No necesita acercarse tanto para que yo escuche cada palabra que viene a decirme, pero aun así decide eliminar cualquier distancia entre nosotros. Sus ojos verdes, de un tono tan gélido que parecen un pantano helado, me observan con una intensidad oscura, y su presencia parece llevar consigo el peso de algo salido del mismo infierno. Giovanni Paussini está furioso, y aunque no puedo negar que me asusta un poco, no pienso dejarme intimidar. Me planto firme, mantengo el mentón en alto y, con voz decidida, le espeto:—¿Qué quieres decirme? Y hazlo rápido, que estoy a punto de irme, y no precisamente con tu hermano.—Vai con l… ¿Cuánto cobras la noche? Yo mismo se lo pagaré. Le gustará divertirsi con te per iniziare bene el año.Su descaro me atraviesa como una daga.—Ya no me dedico a eso.—Certo, eso fue lo que me hiciste credere, y mira cómo te encontré la otra noche —dice, sacando su billetera del bolsillo con un gesto apresurado.—Te lo estoy diciendo en serio, Giovanni. Ya no me dedi
Narrado desde la perspectiva de Bárbara. —No quería besarlo, te lo juro… —confieso, mi voz temblando mientras miro a Miriam, con la sensación de que he cruzado un límite que no quería pasar. —Lo sé, no te preocupes —responde ella, tratando de tranquilizarme—. Fue él quien te besó, solo para molestarme más a mí. Su comprensión alivia un poco mi ansiedad, pero el mal sabor persiste. Miro hacia la salida con una sensación de desesperación. —Necesito salir de aquí, Miriam… —Yo también quiero irme —admite ella, suspirando. Pero justo en ese momento, un escalofrío recorre mi nuca. Giovanni se acerca por detrás de Miriam y, al vernos juntas, se detiene atrás de ella, con una mirada desafiante. Miriam se da la vuelta y se encuentra con sus ojos, y él no pierde tiempo en hablar, su tono fuerte y altanero se abre paso: —¿Irte con mio hermano? — pregunta, con ese acento italiano que parece sacado directamente de una película de mafias. —Con quien me vaya no es de tu incumbencia. — respon
Han pasado tres días desde la fiesta de Año Nuevo, y finalmente estoy aquí, frente al imponente Hikari’s Factory Building. Me detengo un momento, dejando que el viento frío de enero me envuelva mientras observo la estructura majestuosa que se alza ante mí. Los altos muros de ladrillo sostienen hileras de ventanas de cristal, donde el cielo gris se refleja como un manto de acero, y las letras plateadas del nombre «Hikari’s Factory Building» relucen, otorgándole un aire de poder y misterio. Todo en este lugar parece diseñado para imponer respeto, para transmitir la sensación de que cruzar sus puertas es un privilegio reservado para unos pocos, parece una fortaleza inquebrantable.Ajusto el diploma que llevo en una carpeta bajo mi brazo y me encamino hacia la entrada del edificio, recordando la última conversación que tuve con Gabriel Hikari y mi promesa de regresar al inicio del año, tal como habíamos acordado aquella vez en mi apartamento. Mi atuendo refleja el esfuerzo que he puesto e
Un nuevo comienzo en mi vida llega en forma de esos rayos de luz mañanera que atraviesan mis párpados, haciéndome levantar con una energía que no sentía desde hace mucho. Incluso antes de que sonara la alarma, ya me había despertado un par de veces en la madrugada, emocionada por esta nueva etapa que empieza hoy.Al salir del baño, reviso mi armario y me doy cuenta de algo inevitable: necesito renovar mi guardarropa pronto. Tengo pocas opciones de outfits de oficina, pero cuando me visto con uno de los pocos conjuntos que tengo, siento una chispa de emoción al verme reflejada en el espejo. Finalmente, estoy a punto de adentrarme en el mundo que siempre soñé: el mundo de los negocios.Mientras desayuno en la cocina, llaman a la puerta. Solo puede ser Bárbara. Abro y, en cuanto me ve, suelta una exclamación entusiasta.—¡Estás radiante, Miriam! —me dice, inspeccionándome de arriba abajo con una sonrisa de aprobación—. Aunque debo admitir que extraño tus rizos, esta coleta lacia también t
Entro al departamento de Publicidad con Edward a mi lado, y el aire cambia de inmediato. Aquí todo parece más estilizado, moderno, casi como si estuviera pisando la portada de una revista. Los escritorios están impecables, las paredes decoradas con campañas que parecen salidas de un museo de arte contemporáneo. Edward abre una imponente puerta y es en este momento cuando me encuentro con Deynna Hikari. Ella se levanta de su asiento con la gracia de una reina, vistiendo un traje beige que parece hecho a medida, rematado con un broche de diamantes que brilla como si fuera el sol mismo. Su piel bronceada reluce bajo la luz del lugar, y sus ojos, de un tono café intenso, me examinan con algo que solo puedo interpretar como una mezcla de altanería y curiosidad. Su rostro tiene un ligero rasgo asiático que la hace aún más intrigante, y su cabellera, de un rubio oscuro perfectamente cuidado, cae en ondas suaves sobre sus hombros, añadiendo una dimensión aún más sofisticada a su figura. —De
El ascensor desciende suavemente hacia la planta baja, y aunque el viaje dura apenas unos segundos, siento que el tiempo se extiende interminablemente. Edward se mantiene a mi lado, hablando con su habitual entusiasmo, pero yo apenas puedo concentrarme en sus palabras. Mi mente está atrapada en un torbellino de pensamientos, todos girando en torno a Yonel. ¿Cómo reaccionará al verme aquí? ¿Qué dirá? ¿Sabe algo Edward sobre mi vida pasada? Respiro hondo, intentando calmarme, pero el aire me parece pesado. Cuando las puertas del ascensor se abren, me encuentro ante un escenario completamente diferente. La planta de producción es imponente. El techo, altísimo, deja colgar enormes lámparas industriales que iluminan el lugar con una luz fría y blanca. Las máquinas, dispuestas en filas organizadas, producen un zumbido constante que llena el espacio. A medida que caminamos, noto el aroma distintivo que impregna el aire: una mezcla de uva fermentada y un ligero toque a alcohol que me resulta
Yonel se acerca peligrosamente, su mano intentando deslizarse bajo la tela de mi traje. El corazón me late con fuerza, pero no de miedo, sino de una furia que apenas logro controlar. Con un movimiento brusco, lo empujo hacia atrás. —¡No te atrevas! —mi voz suena más firme de lo que esperaba—. Si vuelves a tocarme, se lo diré a Gabriel. Yonel me observa con una mezcla de rabia y desprecio. Sus ojos oscuros parecen calcular cada movimiento mío, como si estuviera evaluando mis límites. Sin decir palabra, se dirige a la puerta, la abre de golpe y me indica con un gesto seco que salga. Obedezco, creyendo que me ha echado de su oficina, pero su voz, cargada de sarcasmo, me detiene. —Es hora de presentarte con los trabajadores de la planta. Mis piernas casi no quieren moverse, pero lo sigo por el pasillo que conduce a la zona principal de producción. Cuando salimos al espacio abierto, me vuelve a abrumar la magnitud del lugar. El ruido de las máquinas, el olor a uva fermentada y un tenue