Capítulo 119
Al decir esto, Sergio apretó más mi mano mientras sus pupilas se contrajeron, algo indescifrable cruzó por sus ojos.

Luego la fuerte presión en mi mano desapareció; me había soltado.

Me aparté al instante, frotándome donde me había apretado:

—Ya corregí todo lo que marcaste, ¿quieres revisarlo ahora?

Sergio no se movió, seguía recostado en el sillón y hasta cerró los ojos:

—No hace falta, ve a descansar.

—Ah, buenas noches —tranquila me di la vuelta.

—Sasa —de repente Sergio me llamó.

Me tambaleé al instante. ¿Cómo me había llamado?

Sasa...

Ese es mi apodo de la infancia. Solo mis padres me llamaban así cuando vivían, y ocasionalmente Paula, aunque ella suele llamarme Sara.

Pero estaba segura de que Sergio había dicho claramente Sasa.

Me volví a sorprender:

—¿Cómo me llamaste?

—Nada —seguía con los ojos cerrados—. Por favor... cierra bien la puerta.

Lo miré asombrada por unos segundos antes de salir, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.

Al salir de su habitación, no regre
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