Estoy asombrada por todo lo que me ha ocurrido en tan solo un día. Mi vida solía ser completamente diferente: monótona y fácil de llevar. Hace apenas tres días, mi mayor preocupación era freír puerco sin que me salpicara el aceite caliente. En serio, díganme, ¿a quién no le da un mini infarto cuando están frente al sartén y el aceite empieza a chisporrotear? ¿O soy la única que se convierte en ninja, haciendo movimientos evasivos? Freír puerco, para mí, es como protagonizar una película de terror y suspenso: nunca sabes cuándo te va a sorprender... ¡y atacarte con una explosión de aceite en la cara! ¡Madre santa, qué horror! Pero dejando de lado mis patéticos miedos, estoy realmente preocupada por Ermac. Ojalá el detective se lanzara al rescate con el espíritu de Rambo, pero sé que esto no es una novela de acción… ¿o sí? —Ya llamé a los refuerzos, esperemos unos diez minutos —dice el detective Kross, consultando su reloj de pulsera. Delancis tiene el rostro marcado por la angustia,
Después de la tormenta siempre sale el sol, y si no sale, por lo menos deja tu camino limpio y fresco. Estoy en medio de esa tormenta ahora mismo, y lo único que deseo es que ese único camino que tengo delante se despeje pronto y quede limpio, fresco. Estoy agotada de tanto caos y desgracias. Poco a poco, siento cómo este mundo me arrastra violentamente hacia sus calamidades y me enfrenta a la crudeza de la humanidad. Todo esto es tan abrumador para mí; no estoy preparada para enfrentar este infierno: los disparos, los gritos, el suspense policial, el estruendo de las patrullas, las luces rojas y azules de las sirenas, los enmascarados, las ambulancias, la sangre... Veo a Delancis corriendo hacia mí con las manos bañadas en sangre. —¡Inocencia, ¿estás bien?! —Delancis..., tus manos... Ella se detiene a mi lado, se ve las manos y luego las convierte en un puño. De pronto, ambas vemos pasar una camilla que es llevada por dos paramédicos. No logro distinguir a la persona herida, pe
Confiar en las personas es algo que siempre se me ha dado bien, tal vez demasiado bien. Creer en cualquiera, aun sin conocerle, se ha convertido en una de mis mayores debilidades. Esta ingenuidad me ciega, y por eso he terminado lastimada más veces de las que puedo contar. Pero, adivinen qué... siempre vuelvo a caer en lo mismo. Los rostros que me parecen confiables me engañan una y otra vez, y ese instinto que me dice que estoy frente a alguien honesto suele ser mi peor traición. Ahora, el detective tiene sus ojos fijos en los míos, con esa mirada profunda acompañada de una sonrisa cálida. Está esperando mi respuesta, pero yo me pierdo en la atmósfera que lo rodea. Quizás sea la luz de la calle reflejada en sus ojos o la suave balada de piano que suena en el fondo lo que lo envuelve en ese aire casi angelical. Siento una extraña mezcla de deseo por confiar en él y un instinto que me frena. Todavía resuena en mi mente el consejo de Delancis: «Ni tampoco le digas a Kross que podrías se
Estoy recostada en una cama amplia y extremadamente cómoda, envuelta en sábanas blancas, suaves como la seda. Pero este lugar… no parece la recámara que me asignaron en la mansión. Ni siquiera están mis estatuillas de la Virgencita. ¡Dios mío! ¿Cómo llegué aquí? Aún acostada, giro la cabeza tratando de reconocer el entorno, pero no tengo suerte. Nunca antes había estado en este sitio. Es una habitación lujosa, con ventanales altos y alfombras elegantes. Al fondo, una chimenea encendida arroja un calor agradable, y dos sofás de cuero negro le dan un toque moderno. Las paredes están adornadas con retratos abstractos, de esos que son imposibles de entender. Y esculturas… hay muchas esculturas griegas. Me encantan las historias de la mitología antigua, así que, en cierto modo, este lugar debería agradarme. Pero algo no encaja. Un disparo resuena en el aire, haciendo que mi cuerpo salte y el corazón me dé un vuelco. El miedo me invade al punto de esconderme bajo las sábanas, como si fuer
Ir de compras es algo que parece fascinarles a todas las chicas, una actividad que nunca he hecho. Casi toda la ropa que tengo proviene de donaciones que llegaban al monasterio; eran pocas las veces que podía permitirme comprar algo con el escaso dinero que ganaba vendiendo mis rosarios y artesanías. Si acaso, me alcanzaba para un par de panties. Ser novicia no era precisamente una vida facil de llevar. Mientras observo a Lottie y Florence lucir tan seguras y atractivas en sus diminutos pijamas, no puedo evitar preguntarme si yo me vería igual en algo así. Aunque, siendo sincera, no creo que me atrevería a usarlos. Solo imaginarme frente al espejo me produce una vergüenza inmensa. Por ahora, mi bata enorme es lo más cómodo que tengo; es tan vieja que casi puedo jurar que fue confeccionada en la Edad Media. Para no sentirme tan mal, suelo consolarme pensando que llevo el pijama de alguna antigua princesa. Sí, lo sé, mi mentalidad es de pobres, pero no podía ser de otra manera. Mantener
Ya todos nos encontramos en la mesa del comedor y, obviamente, varias miradas caen sobre mí. Odio ser el centro de atención, que me vean como la intrusa o la extraña que irrumpe momentos familiares, esto es demasiado incomodo, cada vez que busco refugiarme en los ojos de alguno de mis posibles hermanos termino sumergida en un insoportable misterio. Nadie quiere hablar de mí, nadie quiere preguntar por mi presencia, todos esperan que alguien diga algo y todos prefieren callar.Doña Murgos, quien está en la cabeza de la mesa, espanta el silencio al aclarar su garganta:—Cuñados, sobrina..., ya que nadie se inmuta en presentar a nuestra invitada, yo me tomaré el trabajo de hacerlo. Les presento a Sor Inocencia, es amiga de mi hijo y es una monja.—¿Qué trama tu hijo, Murgos? Primero trae a una estrella porno y ahora... ¿a una monja? —le pregunta el tío Yonel.Al otro extremo de doña Murgos se encuentra Delancis, la veo llevarse dos dedos a su raíz nasal y aprieta junto con sus ojos, lueg
Narrado desde la perspectiva de la pequeña Marisol.¡No es justo!Una vez más mi mami me manda a sacar de un lugar como si yo no fuera de la familia y eso me pone triste. Yo quería pasarla bien con todos, es divertido cuando tita Lottie discute con la abu, me río mucho cuando eso pasa, es tan divertido como ver Plaza Sésamo. Pero no, de repente, a la abu se le ocurre presentar a la ladrona de juguitos, creo que la presentó como una monja, o sea que es de la misma clase que Pimientita. Lo sé porque recuerdo ese día en el que iba saliendo del cuarto de mi mami, iba muy feliz, saltando y cargando a mi muñeca, acababa de bañarla con perfume, porque mi Agosta se baña con perfume caro; sí, se llama Agosta, le puse ese nombre porque su papi se llama Julio, él nunca supo que era el papá, porque siempre que quería decírselo salía huyendo por toda la escuela, así que decidí ser madre soltierra.Ah, cierto..., estaba recodando el por qué sé que Pimientita es una monja.Iba saltando por el pasill
«Mi primer desayuno familiar», si lo pienso detenidamente fue justo eso, compartir con todos en la mesa, reír juntos, escuchar las anécdotas de los viajes, temas de negocios y, por supuesto, quedar en medio de la discusión sobre la herencia del viejo.Padre santo, lo recuerdo y me entran escalofríos.Me gustaría poder conocerlos a todos, llevarme bien con cada uno de ellos, aunque confieso que siento un poco de miedo tan solo pensar que en algún momento volveré a cruzar palabras con el tío Yonel, es tan sombrío que pareciera estar siempre en medio de algún misterio; no creo que tenga problemas con el otro tío, se ve tan alegre y bondadoso que hasta da ganas de apretujarlo; y sobre la prima..., pues justo ahora estoy empezando a conocerla, se nos ha unido en el día de compras, escuchó a Lottie decir que Pimientita también iba con nosotras y no perdió la oportunidad para autoinvitarse.—Valen, obvio que vas con nosotras. Mientras más perras en la manda más alborotada la encelada. —Lotti