—No me jodas papá. Es una broma ¿no? —El fulgor en las palabras de Alejandra hicieron que Samantha sonriera. Su hermana era una persona de naturaleza completamente pasiva, verla alterada a tal punto eran cosas que ocurrían en contadas ocasiones.
—Niña, esa boca. Tu madre y yo no te enseñamos eso.—Ojalá tú fueras quien los hubiera educado a ellos. No sabía que la mejor empresa transportista del país se dedicara a alojar patanes.—Y manos largas. —Samantha se sumió a la conversación entre su padre y su hermana. Increíblemente esos dos guaperas las miraban con una sonrisilla de suficiencia. Es que había que tener descaro fue lo que vino a su mente cuando el tal Marcos la volvió a recorrer con la mirada. Nunca se había arrepentido de usar minifalda. Nunca. Hasta ese momento. Ese tipo la estaba calentando. Y mucho. Era hora de echarle agua fría al cuerpo.— ¿Miras algo, imbécil? —Samantha vio con satisfacción como el moreno perdía la sonrisa y la habitación se sumía en un profundo y tenso silencio. Vio como esos orbes azules empezaban a brillar pero no de diversión, sino de furia. Y vio algo más, algo a lo que no quiso poner nombre.—El buen par de piernas que tienes cariño. Si no quieres que te mire, viste más recatada.—Marcos —gruñó su padre —.Chicos por favor me dejan a solas con mis niñas, hace casi un año que no las veo y quiero disfrutar el momento. Hablamos luego. —Y ahí estaba la mejor forma de despachar a alguien sin alzar la voz, pero demostrando quien mandaba. Samantha le dio una sonrisa descarada. Montenegro 1 Lockheart 0. Cuando Marcos pasó por el lado de Samantha le dijo cerca del oído, bien bajito para que solo ella escuchara “Esas piernas acabarán rodeándome la cintura”. Samantha sintió un escalofrió y por primera vez en su vida un rubor cubrió sus mejillas. No sabía ese giro que habían tomado los acontecimientos pero le parecía que había acabado de perder una batalla importante.— ¿Me quieren explicar que son esos modales? —dijo su padre sentado en el sillón detrás del escritorio. Verlo así, a Samantha le recordó las incontables veces que su padre se había sentado con ella en sus piernas revisando papeles o solo leyéndole un cuento. Veces que ocurrieron toda una vida atrás. Momentos que tuvieron su razón de ser, cuando su familia, era una familia de verdad y no una mera sombra del pasado. Cuando estaba compuesta por cinco miembros y no por cuatro.—El tal Benjamín me tocó el trasero cuando estaba despistada en el aeropuerto —dijo Alejandra en un arrebato de ira. Samantha no sabía cómo, pero ambas habían diferenciado a los hermanos a pesar de ser casi idénticos. Cuando Marcos la había interrumpido en la recepción ni siquiera había fruncido el ceño. No sabía cómo ni por qué pero había sabido perfectamente que ese no era el tipo que se había llevado dos buenos mamporrazos cuando habían llegado al SFO. Esa aura de poder y ese inmenso magnetismo eran propios del dios griego, no de su hermano. Aunque había que admitir que la vista de ambos juntos era digna para una portada de revista de modelos masculinos.—Cielo… —dijo su padre después de unos minutos de silencio —.Eres una mujer guapísima. Y Benjamín es así de lanzado. Voy a hablar con él vale, pero no te molestes más con ese asunto. Estoy seguro que se lo devolvisteis. Si no, no fueran mis hijas.—Supongo —respondió Samantha entusiasmada con la conversación mirando sus uñas —, que la mejilla y el pie derecho deben dolerle bastantes. Nos empleamos a fondo. Eduardo soltó una carcajada ante las palabras de su hija menor. Eran únicas y por eso las amaba tanto. Esa había sido la primera enseñanza de EJ a sus hermanas, que nunca se dejaran meter mano sin que la parte contraria sufriera las consecuencias. Su sonrisa decayó un poco al pensar en su hijo mayor, sabía que de estar vivo hubiera sido un hombre de provecho y que Benjamín hubiera salido de esa oficina con un puñetazo en esa cara de niño bonito. De estar vivo, sus hijas no hubieran estado en el aeropuerto, ni hubieran vivido cerca de diez años alejadas de los Estados unidos. Lamentablemente la vida no era justa muchas veces. Tenía que disfrutar lo que tenía en esos momentos y no vivir anclado en el pasado, aunque su alma continuara sufriendo incluso después de tantos años.—Mi nieto ¿dónde está? —Lo dejamos durmiendo papá. Estaba agotado. Nosotras también vamos a acostarnos un rato, ahora que ya te vimos —dijo Alejandra dándole un beso en la mejilla y un fuerte abrazo —.Nos vamos Sam.—Sí, parece que me pasó un camión por encima unas cuantas veces. Entre todos los trámites y el jet lag estoy perdiendo fuerzas por minutos. Te quiero mucho papá —señaló Sam enlazando los brazos al cuello de su padre como cuando era pequeña —.Ni se te ocurra llegar después de las seis.—Como digas, general. —respondió su padre haciendo un saludo militar y dándole un beso en la frente a su princesa. Al orgullo de sus ojos. Los amaba a todos pero su Sam, era la reina de su corazón. La que lo dominaba solo con el dedo meñique. Ambas hermanas se encaminaron hacia la puerta bajo la atenta mirada de su progenitor. Eduardo estaba muy feliz al saber que no tendría que contar los días como todos los años anteriores. Sus hijas habían regresado a los Estados Unidos y esa vez haría todo lo posible para que no volvieran a marcharse.—Carol —llamó por el teléfono Eduardo. Esperó que su secretaria confirmara y continúo —.Quiero a Marcos y Benjamín en mi despacho en cinco minutos.—Como usted diga Señor. —Ante sus palabras Eduardo sonrío. Estaba cansado de decirle que no le dijera Señor, que le hacía mirar hacia atrás para ver si era con alguien más, que llevaban muchos años juntos y que había confianza pero era algo completamente inútil. Carol en ese aspecto era en el único que lo desobedecía. Cuando tocaron en la puerta el escueto adelante que salió de sus labios daba a entender que estaba molesto. Era hora de poner sus planes en marcha. Los hermanos Lockheart atravesaron el despacho a la par como si lo hubieran ensayado. Sin embargo Benjamín iba de una manera que el presidente de Montenegro Co. nunca había visto: totalmente cabizbajo.—Levanta esa cabeza chaval, no voy a despedirte ni a echarte un sermón —esas palabras hicieron que Marcos sonriera y Benjamín levantara la cabeza como un resorte —.Yo también fui joven y sabía perfectamente cuando delante de mí caminaba un bombón. Las risas y carcajadas inundaron la estancia eliminando consigo el tenso silencio que había en un inicio. Eduardo quería a esos muchachos. Muchachos que él había visto convertirse en unos hombres excelentes. Hombres que quería de yernos y que sabía que ocuparían ese puesto de forma digna. Más ahora, que Eduardo había comprobado que no eran indiferentes ante los encantos de sus princesas. No había perdido de vista como Marcos recorría a Sam y que Benjamín hubiera reaccionado así ante Alejandra era la guinda del pastel. Tenía que tejer la red poco a poco porque sabía perfectamente que los chicos que tenía delante, tenían gran fama de mujeriegos. —Solo pido un poco de respeto ahora que mis chicas van a trabajar aquí como siempre debió ser. Nada de toqueteos, caricias, besos. No les puedo prohibir que miren porque a nadie le amarga un dulce. Eso es todo. Y quiero invitarlos a la celebración de esta noche. Estoy seguro que es algo privado pero me gustaría contar con su presencia. Los ojos de ambos hermanos brillaron ante las palabras dichas por Eduardo e hicieron una breve confirmación con la cabeza. Solo que ese brillo no significaba lo que Eduardo quería o estaba pensando. La motivación era otra. Marcos y Benjamín también tenían planes y eran bien distintos a los de su mentor.— ¿Cuáles son tus pensamientos Marcos? Conozco esa mirada, ¿qué ronda por tu mente? —fueron las palabras de Benjamín en cuanto salieron del despacho de Eduardo y se encontraban frente a una taza de café en su propia oficina.—Lo sabes perfectamente. Estás preguntando cosas obvias. Estoy iniciando los planes que nos trajeron a esta empresa en primer lugar. Eduardo no tendrá nada escondido debajo del tapate pero te puedo asegurar que sus hijas, sí. Nadie llega tan lejos siendo tan joven. Voy a hacerle a esa consentida lo mismo que le hicieron a mamá. Voy a destruirla pero primero voy a hacer que se enamore perdidamente de mí.— ¿De cuál de las dos consentidas estás hablando? porque sería el colmo que ambos conquistáramos a la misma. —expresó Benjamín socarrón.—No te equivoques, Ben. Te puedes quedar con Alejandra, por lo que vi, disfrutaste tocándola. Pero Samantha. Samantha es mía. Quiero dominar ese fuego.—Te noto interesado hermano. Y nunca había visto ningún interés de tu parte ha
Marcos no podía desviar la mirada del cuerpo y la cara de Samantha. Ese vestido de terciopelo rojo, que se pegaba a cada una de sus curvas y le marcaba la figura como si fuera una segunda piel, la hacía parecer que una diosa del Olimpo había descendido a la Tierra. Si al paquete completo incluías unos ojos preciosos pero extrañamente inusuales y con un brillo muy parecido a la furia, estaba perdido. Su pantalón empezaba a sentirse demasiado apretado en algunas zonas y la corbata le oprimía el cuello. Definitivamente a su cuerpo le sobraba ropa y al de esa rubia, también. Nunca había tenido tantos deseos de desenvolver un regalo. Se sentía como un niño antes de la mañana de Navidad, totalmente ansioso y desesperado. Definitivamente su cuerpo estaba demasiado descontrolado. Era hora de llamar a alguna de las cientos de chicas que tenía en su agenda telefónica, porque por más deseos que tuviera de enterrarse en ese cuerpo de ninfa hasta decir basta, había pautas que seguir. Algo le d
Eran cerca de las nueve y media de la noche y Marcos y Benjamín no habían podido marcharse a su casa porque las finas gotas de lluvia se habían convertido en un aguacero torrencial. Y Patricia la esposa de Eduardo les comunicó que les prepararía su habitación de siempre. Que no tenían necesidad ninguna de marcharse cuando las carreteras estaban así de mojadas y casi no se veía lo que tenía en frente. Ante las palabras de Patricia, Eduardo había afirmado ardientemente y Marcos quiso negarse alegando que tenía un compromiso urgente en la mañana pero la expresión contrariada de Samantha lo hizo recapacitar. Él había iniciado el juego, era hora de poner las reglas. Solo le había dirigido una sonrisilla de suficiencia a la encantadora rubia quien había hecho un puchero como si fuera una niña pequeña. Media hora después Marcos tenía que reconocer que estaba loquito por probar esos labios, Sam no dejaba de morderlos pues estaba concentrada en el juego de ajedrez que estaba teniendo con s
Samantha se levantó de la cama algo cansada y adolorida, Alejandra tenía la mala costumbre de enroscarse como si fuera una serpiente. Y a pesar de tantas las noches que habían dormido juntas, Sam no acababa de acostumbrarse a los abrazos faltos de oxígeno que daba su hermana cuando estaba inconsciente. Esa noche a parte de los brazos de pulpo se habían incluido las piernas, tal parecía que era el almohadón particular de Ale y no una persona. Pero Samantha también sabía que era dormida donde a su hermana le venían los recuerdos. Recuerdos que habían comenzado con un matrimonio lleno de felicidad y dicha y habían acabado con ella con la mandíbula rota y Alejandra inconsciente durante dos semanas y llena de golpes y magulladuras. A Sam le recorrió un escalofrío cuando a su mente vinieron las imágenes tan nítidas de su hermana en un charco de sangre en el salón de su casa y casi sin respiración. Ese día tuvo que hacer grandes esfuerzos para que su voz saliera cuando había llamado a u
Cuando Marcos se unió a Samantha en el comedor un rato después Benjamín estaba también y por lo que podía vislumbrar los ojos color miel de Sam brillaban. Señal fidedigna de que su hermano pequeño había hecho otra de las suyas. Cuando había que ser serio lo era pero bromear era algo que iba ligado a su genética. —Todavía me duele el pisotón, rubia. Te esmeraste bastante. —fueron las palabras de Benjamín cuando Marcos se sentó a su lado en la mesa.—Te lo merecías por sobón. Un pequeño consejito Ben, puedo llamarte Ben cierto —Samantha esperó que confirmara para continuar—, mi hermana es algo cuadriculada en muchos aspectos. Si pretendes conquistarla, vas por mal camino. Y si tu interés es sólo para un revolcón, déjalo ya, porque si no, te voy a dejar sin dientes. Mi hermana ha sufrido mucho para que ahora un pelele venga a lastimarla. Sin ofender. Sam vio como la mirada azul de ese hombre tan guapo pero tan parecido a su hermano perdía un poco de brillo ante la veracidad de sus pa
Ese había sido un fin de semana diferente. Uno como hacía tiempo Samantha no vivía. Y nada tenía que ver con los nuevos integrantes que las acompañaron durante otro día más, o bueno, casi. Estar rodeada de su familia era algo que necesitaba. No se había dado cuenta, cuanto falta le hacía estar entre los suyos. Ver las sonrisas en las caras de sus padres por todas las preguntas y bromas que Thomas decía, era algo que hacía que su corazón creciera. No se había percatado, de cuanto anhelaba la compañía de esas personas que la amaban tanto sin tener encima la sombra de que se iba a marchar a los quince días. Inglaterra le había dado muchas cosas buenas, pero sin dudar, su hogar siempre estuvo en Estados Unidos. No se arrepentía de haberse marchado. Había aprendido desde pequeña, que de nada valía lamentar las decisiones que uno tomaba en determinado momento, cuando en ese momento resultaron útiles. El país que la vio convertirse en mujer había quedado atrás y Sam esperaba que esa vez
Esas palabras fueron suficientes para que Samantha mirara a su alrededor y comprobara efectivamente, que estaban solos en esa caja metálica. Y aunque sabía que solo tendrían escasos segundos antes de que las puertas cedieran al impulso de abrirse, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Un escalofrió que no tenía nada que ver con el aire acondicionado y sí mucho con estar frente a ese espécimen.“Por Dios, era casi imposible que ese hombre tuviera tanta perfección” fueron los pensamientos de Sam mientras sus ojos se volvieron a cruzar con la mirada devoradora de Marcos. Al parecer ella no era la única hambrienta y no precisamente de comida.El “Ay joder” que salió de Marcos ante el pellizco que Sam le dio en el interior de su brazo izquierdo, mientras se pensaba que lo iba a abrazar, fue suficiente para que las manos que estaban tan cómodamente posicionadas en sus nalgas se aflojaran para después soltarse.—Cuidado tus manitos lo que agarran, cariño. Hay cosas que solo se pueden adm
Marcos caminaba con la mente en otra parte. Ese beso que le había dado a Samantha, no entraba en los planes. Pero un genio primario invadió sus sentidos cuando vio la sangre que esa mujer le había hecho con las uñas y la sonrisa descarada que le había dado. Era cierto, que ese abuso estaba justificado. En ese momento, como nunca antes, entendió lo que sintió Benjamín cuando se había lanzado por Alejandra en el aeropuerto. Si ambas hermanas compartían además del color del cabello, las curvas del cuerpo, ellos estaban perdidos, pues sus manos no podrían evitar tocarlas. Cuando la había besado, con grandes ganas de castigarla no esperaba que ese cuerpo se amoldara al suyo como si perteneciera a ese lugar. El beso había cambiado porque él no era ningún abusón. Pero no pudo evitar pellizcar esos labios tan apetitosos. No había mentido en lo que había dicho. Le devolvería todo lo que le diera. Y lo haría con creces. Sobre todo ahora que le había encantado lo que había probado. No estaba