El fin de semana, como todos los eventos temidos primero parecía muy distante y de repente ya estaba ahí, amenazante. En ese corto tiempo el señor Daleman cambio tantas veces el lugar y fecha que terminamos regresando al plan original; cena en casa de Christian. Me gustaría decir que fui valiente y que llegue sintiéndome invencible pero la realidad no podía estar más alejada de eso.
La noche precia apenas logré dormir unos minutos sin pesadillas, a cada instante regresaba a ese claro, con los fuertes disparos, gritos y despertaba con lágrimas rodando por mis mejillas. Recordé que mi padre murió en silencio y en cuestión de segundos, mientras los hombres se divirtieron usando a Antonio como saco para golpear antes de darle el tiro de gracia. Aun en mi mente prefería pensar en dos ejecuciones limpias, porque el rostro deformado de mi amado, lleno de pequeños cortes y moretones que
En cuanto nos separamos supe que fue un error, que aún no estaba lista y tardaría mucho tiempo en estarlo. El beso era perfecto, sus dulces labios podrían volverse mi definición del paraíso, pero fue entonces cuando el recuerdo de Antonio se volvió más nítido. Me aparté un poco.-Lo lamento, yo… debería irme. -alcancé a decir antes de salir corriendo, apenas pude recoger mi bolsa.Ni siquiera con el paso del tiempo he logrado imaginar cómo debi&oacu
Dalia, al igual que tantas personas que había conocido en los últimos días resulto no ser como esperaba o temía. Era una chica bastante educada, de cabello negro, saltones ojos castaños y usaba tanto maquillaje como si estuviera a punto de caminar en una pasarela en Paris: pestañas postizas, sombra para ojos dorada y labial rojo oscuro. Llevaba puesto un vestido verde esmeralda con un delicado bordado de flores multicolores complementado por unos altos tacones dorados.-Supongo que conoces la razón de mi visita. -dijo Christian cuando se sentó a la mesa después de saludarla. - ¿Ya te dieron la noticia?
El sobre en mis manos se sentía tan viejo que temí romperlo al abrirlo, el amarillento papel comenzaba a lucir marcadas manchas y empezaban a separarse las esquinas. En el interior había una carta y una llave. Me acomodé en el sillón a leer, ya había oscurecido y afuera las únicas luces eran las de las estrellas y los departamentos al otro lado de la calle, donde podría jurar que vivían al menos ocho personas con insomnio. Comencé a leer, mis manos temblaban y a ratos mi visión era empañada por las lágrimas, pero me negué a detenerme. La carta decía:Mi querida Adri.Si esta carta llegó a tus manos significa que Antonio y yo fracasamos y que lo peor ha sucedido. Lamento mucho no estar a tu lado en estos momentos, los dos sabemos lo importantes que somos para ti, pero precisamente por eso no podíamos dejar a nuestra familia en manos de un hombre como el
La recepcionista del hotel apenas y nos miró al entregarnos la llave con su mano arrugada decorada por uñas postizas del tamaño de garras. Sólo quedaba una habitación disponible, algo de esperarse cuando uno no tiene reservación. Christian sólo llevaba su teléfono y cartera, yo las escasas cosas que logré agarrar al salir de casa. Una parte de mí quería regresar a casa, conseguir una muda de ropa y mi bolsa, pero algo en la mirada de Christian me indicaba que no debía dejarlo solo. Había visto esa mirada en el espejo después de la peor noche de mi vida, ahora tenía la oportunidad de estar ahí para él, sabía lo que era pasar por esos momentos difíciles sola y no se lo deseaba más que a mi peor enemigo.La habitación era amplia, limpia y de día debía contar con mucha luz natural, pues tenía salida a un bonito bal
La felicidad nunca es duradera, a veces está acompañada por un sinfín de complicaciones. No pensaba en eso aquella mañana, cuando desperté en los brazos de Christian Daleman sintiéndome libre de tensión y preocupaciones. Mi lado él seguía dormido, sus ojos cerrados y rostro completamente relajado. Nunca había notado lo tenso que siempre lucía hasta ahora, cuando lo veía tan libre de todas las obligaciones y preocupaciones que inundaban su día a día. Despacio se acomodó, colocando su cabeza junto a la mía, nuestros cabellos rozándose sobre la almohada.- ¿Qué ho
Lucía me esperaba a dos cuadras de la bodega, llevaba al hombro el estuche con su cámara fotográfica y una bolsa por cuyos contenidos no me atreví a preguntarle. Al verla casi no la reconocí, llevaba una peluca de cabello rojizo, corto hasta la mandíbula y con un fleco en línea recta a la altura de sus cejas. Además, llevaba lentes oscuros y vestía de color negro. -Me alegra que hayas llegado. -dijo, que me hablara a mí en vez de a su esposo me intrigaba, aunque no lo suficiente para preguntar, no le gustaba que hiciera muchas preguntas sobre su vida privada. -Esto es peor de lo que imaginamos, sabía que Daleman no
Los minutos después de mi partida me parecieron los más largos y aterradores de mi vida, en la calle se escuchaban las lejanas sirenas de las patrullas mientras se aproximaban. Ni a Daleman ni a nosotras nos convenía que iniciaran una búsqueda a detalle. Necesitaba impedirlo. Acercarme a la bodega no fue problema, los guardias de Daleman corrían buscando a una mujer pelirroja y ni siquiera necesitaban acercarse para saber que yo no encajaba en la descripción. Escuchaba mis pasos demasiado fuertes en medio de aquel caos.- ¡Rápido! Encuéntrenla si quieren conservar sus empleos. -gritaba el líder, su rostro arrugado por el enojo. -Al señor Daleman no le agradará la situación.Atravesé la calle, estaba a sólo dos metros de la puerta, entonces ví acercarse una patrulla, las luces encendidas reflejaban destellos rojos y azules sobre las casas. Con el corazón
Acompañé a Christian a el coche, su chofer me miró a la expectativa, no tuvo que preguntar, decidí subir y acompañarlo al menos de camino a su hotel. No hablamos en el auto, recordaba que las peleas con mi madre solían drenarme las ganas de hablar. Christian cerró los ojos y por un momento creí que se había dormido, luego noté un par de lágrimas en sus mejillas. ¿Debería decirle algo? Su padre era un experto en herir con sólo palabras. Justo cuando intentaba juntar el valor para decirle algo se dio la vuelta, mirando por la ventana sin moverse. Decidí darle espacio en vez de palabras vacías.- Secretaria Guerra, ¿necesita que la lleve a su casa? -preguntó el chofer cuando faltaba una cuadra para llegar al hotel donde Christian y yo habíamos pasado la noche, cuando las cosas se sentían mil veces menos complicadas.- No, me quedar&ea