Dalia, al igual que tantas personas que había conocido en los últimos días resulto no ser como esperaba o temía. Era una chica bastante educada, de cabello negro, saltones ojos castaños y usaba tanto maquillaje como si estuviera a punto de caminar en una pasarela en Paris: pestañas postizas, sombra para ojos dorada y labial rojo oscuro. Llevaba puesto un vestido verde esmeralda con un delicado bordado de flores multicolores complementado por unos altos tacones dorados.
-Supongo que conoces la razón de mi visita. -dijo Christian cuando se sentó a la mesa después de saludarla. - ¿Ya te dieron la noticia?
El sobre en mis manos se sentía tan viejo que temí romperlo al abrirlo, el amarillento papel comenzaba a lucir marcadas manchas y empezaban a separarse las esquinas. En el interior había una carta y una llave. Me acomodé en el sillón a leer, ya había oscurecido y afuera las únicas luces eran las de las estrellas y los departamentos al otro lado de la calle, donde podría jurar que vivían al menos ocho personas con insomnio. Comencé a leer, mis manos temblaban y a ratos mi visión era empañada por las lágrimas, pero me negué a detenerme. La carta decía:Mi querida Adri.Si esta carta llegó a tus manos significa que Antonio y yo fracasamos y que lo peor ha sucedido. Lamento mucho no estar a tu lado en estos momentos, los dos sabemos lo importantes que somos para ti, pero precisamente por eso no podíamos dejar a nuestra familia en manos de un hombre como el
La recepcionista del hotel apenas y nos miró al entregarnos la llave con su mano arrugada decorada por uñas postizas del tamaño de garras. Sólo quedaba una habitación disponible, algo de esperarse cuando uno no tiene reservación. Christian sólo llevaba su teléfono y cartera, yo las escasas cosas que logré agarrar al salir de casa. Una parte de mí quería regresar a casa, conseguir una muda de ropa y mi bolsa, pero algo en la mirada de Christian me indicaba que no debía dejarlo solo. Había visto esa mirada en el espejo después de la peor noche de mi vida, ahora tenía la oportunidad de estar ahí para él, sabía lo que era pasar por esos momentos difíciles sola y no se lo deseaba más que a mi peor enemigo.La habitación era amplia, limpia y de día debía contar con mucha luz natural, pues tenía salida a un bonito bal
La felicidad nunca es duradera, a veces está acompañada por un sinfín de complicaciones. No pensaba en eso aquella mañana, cuando desperté en los brazos de Christian Daleman sintiéndome libre de tensión y preocupaciones. Mi lado él seguía dormido, sus ojos cerrados y rostro completamente relajado. Nunca había notado lo tenso que siempre lucía hasta ahora, cuando lo veía tan libre de todas las obligaciones y preocupaciones que inundaban su día a día. Despacio se acomodó, colocando su cabeza junto a la mía, nuestros cabellos rozándose sobre la almohada.- ¿Qué ho
Lucía me esperaba a dos cuadras de la bodega, llevaba al hombro el estuche con su cámara fotográfica y una bolsa por cuyos contenidos no me atreví a preguntarle. Al verla casi no la reconocí, llevaba una peluca de cabello rojizo, corto hasta la mandíbula y con un fleco en línea recta a la altura de sus cejas. Además, llevaba lentes oscuros y vestía de color negro. -Me alegra que hayas llegado. -dijo, que me hablara a mí en vez de a su esposo me intrigaba, aunque no lo suficiente para preguntar, no le gustaba que hiciera muchas preguntas sobre su vida privada. -Esto es peor de lo que imaginamos, sabía que Daleman no
Los minutos después de mi partida me parecieron los más largos y aterradores de mi vida, en la calle se escuchaban las lejanas sirenas de las patrullas mientras se aproximaban. Ni a Daleman ni a nosotras nos convenía que iniciaran una búsqueda a detalle. Necesitaba impedirlo. Acercarme a la bodega no fue problema, los guardias de Daleman corrían buscando a una mujer pelirroja y ni siquiera necesitaban acercarse para saber que yo no encajaba en la descripción. Escuchaba mis pasos demasiado fuertes en medio de aquel caos.- ¡Rápido! Encuéntrenla si quieren conservar sus empleos. -gritaba el líder, su rostro arrugado por el enojo. -Al señor Daleman no le agradará la situación.Atravesé la calle, estaba a sólo dos metros de la puerta, entonces ví acercarse una patrulla, las luces encendidas reflejaban destellos rojos y azules sobre las casas. Con el corazón
Acompañé a Christian a el coche, su chofer me miró a la expectativa, no tuvo que preguntar, decidí subir y acompañarlo al menos de camino a su hotel. No hablamos en el auto, recordaba que las peleas con mi madre solían drenarme las ganas de hablar. Christian cerró los ojos y por un momento creí que se había dormido, luego noté un par de lágrimas en sus mejillas. ¿Debería decirle algo? Su padre era un experto en herir con sólo palabras. Justo cuando intentaba juntar el valor para decirle algo se dio la vuelta, mirando por la ventana sin moverse. Decidí darle espacio en vez de palabras vacías.- Secretaria Guerra, ¿necesita que la lleve a su casa? -preguntó el chofer cuando faltaba una cuadra para llegar al hotel donde Christian y yo habíamos pasado la noche, cuando las cosas se sentían mil veces menos complicadas.- No, me quedar&ea
A la mañana siguiente seguía pensando en la pesadilla de Christian, no lograba sacar su voz de mi cabeza. El temor que impregnaba cada letra… Ahora estaba casi convencida de que el señor Daleman estaba muy involucrado en el fallecimiento de su esposa y Christian, demasiado joven para poder procesarlo, fue testigo de aquella barbarie. No me lograba imaginar cómo sería presenciar algo así en la infancia, si ver a Antonio y a mi padre morir ante mis ojos casi me destruye siendo una persona adulta… - ¿Rachel? -sus hermosos ojos se abrieron, con la luz blanquecina que entraba por la ventana brillaban semejantes a dos grandes esmerald
A la mañana siguiente me desperté temprano, más por la costumbre que por necesidad. Miré la hora en mi teléfono, apenas eran las cinco de la madrugada, demasiado temprano para un domingo, pero volver a dormirme resultaría imposible, siempre fue el tipo de persona que una vez despierta no puede seguir durmiendo. La cita me tenía nerviosa, llevaba tanto tiempo que no salía con alguien… después de Antonio no pude ver a ninguna otra persona de esa manera, de muchas maneras él había sido el único amor de mi vida, nunca creí posible volver a enamorarme. No tenía mucho que hacer así que revisé mis mensajes. Había recibido uno de Lucía pasada la medianoche, decía: “Rachel, las chicas ya están a salvo, voy a salir del estado por un par de días, no podré comunicarme. Ten cuidado.” No respondí, una respuesta era innecesaria, no sabía en qué asuntos estaría metida o si estaría trabajando en más de un caso a la vez y no acostumbraba a contestarle a menos que ella pidiera una respuesta.- Supongo