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44. Ahora estamos solos.

Al día siguiente Christian me despertó con el sonido de sus pasos de un lado al otro de la casa. Solo caminaba así cuando se sentía increíblemente ansioso. En contadas ocasiones lo había visto tan preocupado, y eso incluía varias reuniones con su padre. Debería levantarme del sillón y buscarlo, ¿cómo llegué al sillón? Lo último que recordaba era caer de rodillas en el suelo de madera, incapaz de contener las lágrimas y dos fuertes brazos rodeándome en un cálido abrazo.

Mis sueños estuvieron plagados de una mezcla entre recuerdos del pasado y del día anterior. Veía a Antonio, joven, lleno de sueños recostado a mi lado sobre el césped, antes mirábamos las estrellas con los corazones llenos de esperanza… lo veía en el sótano, con el estómago pesado por la culpa y después nos encontrábamos en aquel claro del bosque, bajo un cielo sin estrellas. El olor a pólvora me asfixiaba. Él me miraba, los ojos vacíos de toda emoción… Despertar fue un verdadero alivio.

La conversación con Antonio fue
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