“La mente es como un paracaídas, solo funciona si se abre”
Albert Einstein
Algún momento del futuro
El único que quedaba en pie de mis compañeros cayó al suelo con un hilo de sangre recorriéndole el cuello.
A mi lado, otro de ellos intentaba levantarse sin éxito. Éramos tres, dos que permanecíamos impotentes mientras mirábamos como nuestro enemigo destruía lo poco que quedaba de su víctima.
El infeliz se acercó al cuerpo maltrecho y le piso el pecho con una fuerza suficiente para agrietar el suelo. La adolorida víctima escupió sangre y se retorció del dolor mientras nos miraba, más que pidiendo ayuda exigiéndome que haga algo.
A mi lado, mi compañero, con un grito de furia, logró ponerse de pie al fin. Se acercó tambaleante a nuestro enemigo y le dio un golpe con todas las fuerzas que le quedaban.
No sucedió nada.
Mi aliado lo volvió a intentar y levantó su otro brazo, dispuesto a golpear en el rostro al imbécil con el que luchábamos. Éste último sólo levantó su mano y en un movimiento veloz tomó el puño de su atacante. Apretó y el seco sonido de huesos al romperse llenó mis oídos.
Con una fuerte patada en el estómago, su segunda víctima cayó desplomada.
Finalmente, esbozando una amplia y sádica sonrisa, me miró mientras se acercaba con lentitud.
19 de noviembre, 2012Las paredes de la fría y casi vacía habitación eran constantemente sacudidas por los golpes de dos figuras que se movían veloces.— ¡Jeorg! —Exclamó una de ellas, una chica joven, sonriente, con rasgos finos y cabello largo, mientras lanzaba un puño veloz y ágil, seguido de otro y otro—. Sabemos que es inevitable. Él está cerca. Muy cerca.— También sabemos que no podemos dejar que pase, Yaroit. —Respondió el aludido, un hombre de mediana edad, con expresión resignada, de rasgos duros y cabello lacio, mientras se cubría y esquivaba los diversos y seguidos golpes de su contrincante.Ella saltó hacia atrás, poniendo distancia entre los dos. —El muchacho no lo eligió. Su forma de ser eligió por él. —Repuso. Al acabar de hablar lanzó un fuerte go
20 de noviembre, 2012—Todo listo. —Saludó con sequedad Dyhret, entrando en la habitación.— ¿Estás segura? No quiero ningún fallo. —Respondió Efxil, de espaldas a ella, concentrado en una computadora ubicada sobre la única mesa del lugar. Se encontraban en un cuarto opaco, levemente iluminado por las luces de un motor que ocupaba el centro, rodeado de otras máquinas que ronroneaban con suavidad. Había estado esperando que la mujer llegase.La situación en la que se encontraban no era la más óptima. Rodeados de enemigos, Efxil y Dyhret no disfrutaban de muchos momentos tranquilos en el día. Los pocos que tenían eran usados por él para revisar incansable las máquinas y los motores de su nave, asegurándose de que estuviesen lo mejor cuidados posible; mientras ella se entrenaba con tenacidad. Sin embargo, despu
Días atrásUna de ellas se deslizó silenciosa, en medio de la noche.Las sombras de la noche le permitían avanzar sin ser detectado por los centinelas apostados en diversas torres alrededor del perímetro del complejo. Llegó a una esquina y antes de doblarla, se paró y observó con atención las siluetas de los edificios cerca de él, pensando en que tal vez esa sería la última vez que haría algo de ese estilo. Aunque así lo deseaba, primero debía terminar esa misión. Caminó por entre dos edificios muy pegados, hasta que al fin vio frente a él lo que buscaba.—Todo listo. —Susurró a un pequeño dispositivo que tenía en el oído. A pesar de estar vestido todo de negro y confundirse con la oscuridad circundante, su voz lo identificó como un hombre joven. Después de hablar, miró
—Ayudarte no significa que esté de acuerdo. —Recordó Jeorg en voz alta, con un deje molesto.—Nadie dijo que fuese así. —Respondió Yaroit, en el mismo tono.El hombre se revolvió incómodo en su silla.<< ¿Debo de evitarlo? Aún puedo hacerlo, no lo dudo... pero... no,no debo>>. — ¿Están ya los sensores trabajando? —Preguntó, haciendo caso omiso de su voz mental.Después de hacer planes y de preparar la nave, se había pasado todo el tiempo inquieto. No había visto a un humano en varios años, y que llegase uno en esas circunstancias era lo menos oportuno que podía suceder. Yaroit en cambio parecía estar en calma total. —Estamos totalmente listos. —Reiteró ella. Sabía que la acompañaba aunque no quería y lo agradecía, aunque con o sin é
¿Aeq sea Daosled?¡Dezpa, forcea, nobelz y glorie!El viejo dicho había acudido a su mente de forma inexplicable.Su padre se lo dijo cuando apenas era una niña y ella se lo había grabado con fuego en su mente en ese entonces. Ahora la tomó por sorpresa al darse cuenta de hace cuanto tiempo que no pensaba en lo que querían decir las dos frases. El significado básico era que ese grito usaban los Daosledianos, sus antepasados, cuando iban a la guerra; si bien de una forma más profunda el dicho reflejaba los conceptos bajo los que se había fundado la nación de Daosled, hace tanto tiempo. Zeqdas sabía todo esto porque Jeorg se lo enseñó, aunque no había visto nada con sus propios ojos.Para el momento de su nacimiento, Daosled ya llevaba destruida muchos años y todo el conocimiento, costumbres, cultura y poder acumulad
En algún lugar en las montañas, dos cuerpos inertes cobraron vida.Con ceniza en el pelo, la chica se levantó, adolorida. Sintiendo una punzada increíble que casi la llevó de nuevo al suelo, movió lento la cabeza de un lado al otro, aturdida. La luz del sol le permitió mirar donde estaba, el paisaje era parecido a... ¿a qué? Se miró la ropa y en medio de un torrente de imágenes recordó todo, lo que le obligó a sentarse de nuevo.Después de los misiles y de que se golpease la cabeza, Jeorg se lanzó a salvarla. En menos de un segundo, el aire frío de la noche les encontró en caída libre, con multitud de escombros siguiéndoles en una mortal carrera hacia el suelo.Yaroit se revolvió, tratando de acomodarse, dejando que su mente reproduzca los recuerdos.Al principio pensó que Jeorg estaba esperando a alejarse de l
— ¡Eralet! —Gritó el Comandante Atleramni con vos fúrica.Ivan no podía sino obedecer y acercarse a donde él estaba. Se sentía realmente mal, no había dormido en varios días y tenía que tener un rendimiento semejante e incluso superior al que daba cuando estaba bien descansado, cosa muy difícil.Investigar sobre esos idiotas era tan complicado...Si bien tenía información de las bases atacadas y un reporte de lo que sucedió, excepto claro en el caso de las primeras, todos eran relatos pobres, reiterando una y otra vez lo que ya sabía: esos seres, esos malditos seres eran muy poderosos, en extremo fuertes. En su último encuentro en la base tres de la segunda división oriental de su país, aunque pensó poder derrotarlos "los malditos focos" como los llamaba uno de sus subordinados, se salieron con la suya. Incluso lograron herirlo
La nave descendió con un suave zumbido.Desde que… ¿eh Dyhret? y ¿Efxil? me preguntaron mi nombre y determinaron que yo era "el niño", habían pasado algo así como veinte minutos.—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —La voz dulce de la mujer me sorprendió, pareciendo miel que se derretía en mis oídos. Sin esperar respuesta, ella continuó—. ¿Por qué permitió que elimine a Jeorg y Yaroit?El hombre se quedó en silencio durante algunos segundos.—Supongo… La emoción del momento. —Respondió él con su voz grave—, Pero ahora sé que estamos jodidos. Cuando los Cinco se enteren, el trato se jodió. Todo se jodió.—Debemos de usarlos el tiempo que nos sea posible. —Replicó ella.—Antes de que todo se vuelva un caos. Sin embarg