19 de noviembre, 2012
Las paredes de la fría y casi vacía habitación eran constantemente sacudidas por los golpes de dos figuras que se movían veloces.
— ¡Jeorg! —Exclamó una de ellas, una chica joven, sonriente, con rasgos finos y cabello largo, mientras lanzaba un puño veloz y ágil, seguido de otro y otro—. Sabemos que es inevitable. Él está cerca. Muy cerca.
— También sabemos que no podemos dejar que pase, Yaroit. —Respondió el aludido, un hombre de mediana edad, con expresión resignada, de rasgos duros y cabello lacio, mientras se cubría y esquivaba los diversos y seguidos golpes de su contrincante.
Ella saltó hacia atrás, poniendo distancia entre los dos. —El muchacho no lo eligió. Su forma de ser eligió por él. —Repuso. Al acabar de hablar lanzó un fuerte golpe que impacto en los antebrazos cruzados de él, haciendo que retroceda algunos metros en consecuencia. Yaroit aprovecho esto y ganó terreno, acercándose con rapidez.
—Tal y como dices. —Replicó el hombre, mientras se lanzaba a enfrentar a la chica—. Ese humano no lo quiso. Es un caso único. Si bien algo así no ha sucedido en muchos años, lo acepto, no necesitamos ayuda y menos la poca que tal vez y nos pueda dar. Con esfuerzo en este tipo de entrenamientos, derrotaremos a Efxil.
— ¿Estás seguro? —Cuestionó ella—. Llevamos tres años enteros en una lucha inútil. Con Dyhret podemos, con Efxil a veces siento que no. Recuerda quién es. Además ahora los Cinco se postulan como nuevos enemigos. Para este punto, ya hemos perdido demasiado y no podemos arriesgarnos más.
Tras acabar su monólogo, la chica golpeó a Jeorg en el estómago; él reaccionó con un golpe similar. Aunque no era un hombre muy comunicativo, Yaroit podía sentir lo mucho que le molestaron sus palabras. Asimismo, él sentía que si bien la chica se emocionaba cada vez más con su lucha, detrás de esa cortina de felicidad se escondía una tristeza profunda.
Los sentimientos del otro, para ambos, eran una sensación nítida, vívida, fuerte.
Su sala de entrenamiento, mal llamada así porque consistía solo en un cuarto vacío y grande, apenas estaba iluminaba por unos pequeños focos en el techo. La oscuridad era tal que para cualquier observador común se verían más sombras que figuras concretas, pero para Jeorg y Yaroit esto no era mayor problema. Así, a medida que hablaban, se lanzaban golpes, los recibían, los esquivaban, sin escatimar en fuerza aunque no se trataba de una pelea real.
Jeorg lanzó una patada, que fue detenida por el brazo de la chica. —Supongamos que tienes razón. Si Dyhret es capaz de llevarnos frente y Efxil nos supera, ¿crees enserio que ese insignificante humano tendrá el poder suficiente como para ayudarnos en esa lucha? —Mientras terminaba de hablar, esquivó un golpe rápido de respuesta de Yaroit, sin percatarse de que ella tenía el otro brazo listo para rematarlo.
El segundo ataque fue lanzado con habilidad, sin embargo, no fue efectivo. Jeorg también lo esquivo, así que el puño de la chica impactó sobre la pared dejando una visible si bien poco profunda marca.
—Ahora no posee el poder necesario como para hacerlo. —Yaroit hablaba con una sonrisa en el rostro, logrando sacar ventaja—. Pero si estoy en lo correcto y él puede alcanzar su forma Daoslediana, veremos de lo que verdaderamente es capaz. Incluso... bueno, las lecturas energéticas son tan altas que me atrevería a decir que esta la posibilidad de que nos supere. Tú los has dicho, los duales muchas veces eran más poderosos que los puros.
A pesar de hablar sin interrupción la chica no dejó ni un segundo de descanso al hombre, que se esforzaba por detener todos los golpes. Jeorg intentaba avanzar por momentos, solo para nuevamente retroceder mientras una fina capa de sudor comenzaba a cubrirle el rostro y a manchar su ropa, ya perdida de tan sucia. Al contrario, Yaroit ofrecía un aspecto mucho más limpio y pulcro; con cada golpe su cabello revoloteaba alrededor suyo. Aunque nadie diría que era una belleza total, en ese momento lanzando golpes sin detenerse, ofrecía un aspecto arrebatador.
Con cada uno de sus puños, lanzados con más y más fuerza, él retrocedió al punto que ya solo faltaba unos cuantos metros para que chocase con la pared. Se esforzaba por evitarlo, sabiendo que si era acorralado estaba perdido. Finalmente, uno de los puños de Yaroit acertó de pleno en su pecho, y al estar ya tan cerca de la pared impactó con un ruido seco. Después de recibir el golpe con dolor, decidido, se movió abriendo espacio entre él y la chica. Ella captó sus intenciones y se lanzó más rápida aún a su encuentro.
Los dos se cruzaron y Jeorg arremetió hacia el frente, empujando a Yaroit. Ella trastabillo, no obstante equilibrándose enseguida. —No puede hacerlo. Su humanidad no se lo permite. —Soltó el hombre, casi sin aire. Una seca sonrisa se dibujó en su rostro, mientras Yaroit se acercaba arrogante, dispuesta a dar el golpe de gracia.
Era un hecho que el hombre no tenía escapatoria, hasta que de su tensa mano brotó un resplandor de color azul verdoso, que la rodeaba como un envoltorio. Chisporroteaba, como una suave luz que crecía en intensidad, visible, representando poder. Él levanto el puño, listo para encontrar a Yaroit. La acción fue tan veloz y precisa que la chica no tuvo tiempo de reaccionar y se precipitó hacia Jeorg.
El puño de él golpeó poco antes que el de ella, levantado como única y torpe defensa. A Jeorg, el golpe le dio en el antebrazo, haciéndole retroceder un poco. A Yaroit, el golpe le impactó en el estómago. La chica fue lanzada hacia atrás, como si de un muñeco se tratase, para caer con una rodilla al piso, algunos metros más allá.
De inmediato el resplandor que rodeaba la mano de Jeorg se apagó, soltando algunas chispas, como un fuego que se extingue. Su mano volvió a su estado normal, mientras se acercaba hasta estar a no más de un metro de distancia de Yaroit. —El niño llegará y es inevitable. No puedes detenerlo. —Anunció ella, con el rostro agachado, mirando al piso—. Así como no podíamos usar aura, quedamos de acuerdo en eso.
Antes de que Jeorg piense su respuesta, vio como un resplandor similar al suyo surgía en Yaroit, con la diferencia de que todo el cuerpo de la chica se veía envuelto. Éste era de un color violeta oscuro con trazas azules. Entonces ella levantó el iluminado rostro. —Ahora mi turno. —Declaró, con voz divertida, lanzándose. Aunque el hombre tuvo algunos segundos para reaccionar y defenderse, se quedó estático.
El golpe final de Yaroit fue efectivo y limpio, justo en el rostro de Jeorg, con tal fuerza que su cuerpo salió disparado y recorrió todos los metros que lo separaban de la otra pared, para al final chocar con ella. Después del impacto, cayó de rodillas al suelo, con un pequeño hilillo de sangre recorriéndole la boca, como una cruel premonición de lo que ocurriría mucho después.
Jeorg tan solo se levantó y sonrió de verdad, casi con alegría. Sus ojos eran brillantes, como dos pequeñas llamas. —El niño no lo hará. No puede hacerlo. No dejaré que lo haga. Así como no te dejare darme otro golpe así.
22 de noviembre, 2012
Jeorg y Yaroit eran altos, de piel canela, siempre con expresiones duras en sus rostros de rasgos afilados. Él tenía ojos, -casi siempre-, del marrón propio de un chocolate. Ella tenía ojos que sufrían la misma condición, aunque de color negro azabache. Él tenía el cabello castaño, con tonos dorados que brillaban a luz del sol. En ella, el tono también era castaño, bañado por destellos que recordaban al azul turquesa. Ambos iban envestidos en un traje de cuerpo completo de color azul marino sin mayor decoración que líneas que parecían dibujar un patrón y dos aparatos en sus muñecas que se asimilaban a dos relojes. En sus pies llevaban duras botas negras.
Se veían casi jóvenes, Yaroit más que Jeorg, si bien su edad sería imposible de determinar con certeza, y aunque se lo dijesen a alguien, no les creería. Los rasgos de sus rostros denotaban una procedencia similar. Eran peculiares, ambos: si bien daban la apariencia de ser humanos corrientes, si uno se fijaba bien, ahí podría encontrar algo diferente. Lo que más resaltaba eran sus ojos, cuyo color, según la ocasión, en él fluctuaba y se entremezclaba entre un verde claro y un azul turquesa. En ella, eran de un violeta claro, con trazas azules y el mismo sutil turquesa.
Ninguno de los dos era humano. No del todo.
— ¿Vas a intentar convencerme de nuevo? —Preguntó molesto Jeorg cuando vio que Yaroit entraba en la habitación, con un vaso metálico en la mano lleno de algo que no supo identificar.
Ella no respondió de inmediato. Sí, tenía intenciones de convencerlo, aunque esta vez, fuese cual fuese su respuesta, iba a actuar. Con lentitud, se sentó junto a él frente a una pantalla con varios números y textos escritos. Detrás suyo, la pared exhibía mapas y más textos, muchos resaltados con marcador, unidos con flechas o con anotaciones al margen.
—No. —Respondió Yaroit, contradiciendo su voz mental—. Generalmente usamos la sala de control para relajarnos y ver el avance de nuestros enemigos mientras bebemos jugo, así que es preferible que nos dediquemos a eso. Ya tenemos la sala de entrenamiento para nuestros constructivos, interesantes y divertidos diálogos. Aquí solo hablemos. —Yaroit miro el lugar donde había golpeado a Jeorg, y cayó en cuenta de que debió de llevarle un vaso de jugo a él también—. ¿Aún no se te cura? ¿Alguna novedad?
Jeorg sonrió, de forma muy sutil. Lo hacía muy poco y la mayoría de veces, o más bien todas en esos últimos tiempos, eran gracias a Yaroit. —Las heridas hechas con aura tardan mucho más que las heridas más físicas, bien lo sabes. Y novedades… pues ninguna: en esta ocasión y según esta pantalla, Efxil y Dyhret se han quedado donde están; y desde su última estupidez, los Cinco no han vuelto a atacar ninguna de las bases militares del oriente.
Antes de responder, ella bebió del vaso y contempló las paredes. La habitación en la que estaban era muy diferente a la sala de entrenamiento. Mucha mejor iluminada y más amplia disponía de diversos artefactos tecnológicos que le daban la apariencia de ser la guarida de un obsesionado con la electrónica. O de alguien con recursos bastante mejores que los habituales, como era el caso de los dos.
—Aunque al menos es un alivio que Efxil permanezca quieto, —estableció la chica—, los Cinco: Maerius, Lasret, Veyquer, Naem y Zeqdas son cada vez son peores. Y los otros…
—Deja en paz a los otros. —Interrumpió Jeorg—. Los Cinco son nuestro mayor problema ahora mismo. Es evidente lo que intentan conseguir con sus acciones. No sé si pararlos o no, porqué ellos no van a cejar hasta lograr su objetivo, aunque eso signifique la muerte de muchos humanos más. Hay que concentrarnos en eso.
<<Claro que no lo harán. Son niños inmaduros y estúpidos>>. Pensó Yaroit, sin que las palabras lleguen a su boca.
—Bien, entiendo, mientras Efxil y Dyhret estén quietos y los cinco mocosos no hagan mucho destrozo, podemos estar casi tranquilos. —Ella se aclaró la garganta—. Sin embargo, ¿no crees que ya que sacaste el tema deberíamos definir qué vamos a hacer al respecto con el otro problemita?
Jeorg no necesito preguntar a qué se refería la chica. <<El niño, el maldito niño de nuevo>>.
— ¿No quedó claro acaso que estoy en total desacuerdo con la idea que un maldito terrestre venga? —Explotó—. ¡No, no, no y NO!
—Claro, y lo dejaremos como presa fácil para que los Cinco lo encuentren y lo asesinen, o peor, que Efxil use su poder dual para destruirnos. —Yaroit comenzaba a exaltarse y a medida que sus palabras eran más agresivas, de ella surgía de nuevo el resplandor—. ¿De qué sirve negarse cuando sabemos que ya no tenemos tiempo? El gran día llegó. No seremos negligentes con respecto a esto. Sería un muy dañino error.
—Tú deberías de negarte, así como yo. Aún podemos evitar que llegue. Ya te lo dije, si seguimos manteniendo entrenamientos como el último, estoy seguro de que pronto venceremos a Efxil y Dyhret. Esos guapos no podrán contra el poder de un original y una aurica pura. —Jeorg terminó de hablar y comenzó a teclear apresurado, presionando con demasiada fuerza cada botón. Después de escuchar, Yaroit bebió sorbo a sorbo, saboreando cada trago hasta la última gota. Entonces se dio la vuelta, demasiado molesta, y en su mano el vaso fue estrujado como si fuese papel. El resplandor ya la rodeaba como un traje de luz.
— ¡¿Evitarlo cómo?! —Gritó—. ¡Es una idea totalmente absurda! No podemos ir allá y evitar que venga. Incluso si quisiera, solo seres duales pueden viajar a su antojo. ¿No te das cuenta Jeorg? Nuestros siete enemigos también están enterados de la llegada del humano. Efxil y Dyhret seguro quieren hacerse con su poder, y de los Cinco no podemos prever nada. Si dejamos que cualquiera de ellos tenga al niño y confiamos en nuestros entrenamientos, ¿cuánto tiempo pasará hasta que logremos igualar niveles? Él puede ser la ayuda final que necesitamos para acabar con Efxil y Dyhret de una vez por todas, y de paso para casi igualar números con los Cinco. Si equilibramos la situación, los otros quizás nos respeten más.
El hombre dejo el teclado. Durante unos instantes ni él ni ella hablaron, hasta que con un resplandor similar surgiendo de su cuerpo, Jeorg contestó.
— ¿Confías plenamente en que el humano se transformara y nos ayudará a derrotar a Efxil? —Inquirió, con tono inexpresivo, apretando sin embargo con tanta fuerza sus puños que sus nudillos se pusieron blancos.
—Si. —Afirmó con firmeza Yaroit—. Si adquiere el poder que pienso que adquirirá...
Jeorg la interrumpió, desatando toda su furia acumulada. Su resplandor se incrementó hasta ser una tormenta, así como el de Yaroit. La luz amarillenta del cuarto se vio opacada por el resplandor violeta de ella y el resplandor azul de él. — ¡¿Cual poder maldita sea?! —Vociferó—. Es solo un humano, ¡y que llegue no significa que podrá transformarse! Es... es un gran golpe de suerte, ¡nada más que eso!
Yaroit tuvo el impulso de replicar, aún más enojada. Midió sus palabras en el instante y comenzó a hablar muy despacio, esperando que lo que decía de forma tranquila tenga efecto sobre él. Sabía con total seguridad que lo mejor era tener al niño en sus manos, aunque Jeorg se empeñase en lo contrario. —Tal vez tengas razón. No puedo decir que no es curioso que un humano sea transportado después de todo este tiempo. Pero es por eso que debemos de asegurarnos de que nadie que no sea nosotros se encuentre con el pequeño. Poniendo el caso de que logre transformarse, sería muy peligroso que alguien como Maerius o Zeqdas controle la existencia de un ser dual, del primero en años. Peor aún Efxil.
Jeorg suspiró. Para él, el niño era tan solo una pequeña variable, un error que debía de ser corregido una vez apareciese. Algo que no le concernía y que la chica quería a meter a la fuerza en sus vidas y en sus planes. Sin embargo, se resignó. Al fin y al cabo, ¿qué más podía hacer? Yaroit tenía algo de razón en sus palabras, y sabía bien que si no la apoyaba, la chica lo haría sola exponiéndose a todos los enemigos que pudieran encontrarla, cosa que no se podía permitir. Si bien el niño era solo un estorboso aditamento, Yaroit era una variable fundamental de la ecuación que él mismo planteaba. — ¿Qué piensas hacer? —Preguntó, entre molesto y resignado. Más lo primero que lo segundo.
Ella suspiro y presionó una tecla en su computadora, con lo que un nuevo mapa se desplegó en la pantalla frente a ambos. —Bien, gracias Jeorg. Comencemos. Como el lugar original a donde el humano debería de haber ido ya no existe, primero averiguamos a qué punto exacto llegará. Ya sabemos que será en este planeta, porque el estallido de energía inicial será muy pequeño como para que llegue más lejos. Todo esto ya es fijo.
Él miró el mapa. En la pantalla, se marcaban claros dos puntos cerca de donde se ubicaba su refugio. <<Tiene todo preparado. Muy propio de Yaroit>>.
—El uno marca al niño y el otro a Efxil —murmuró—. ¿Cómo conseguiste la posición del niño?
—Simple. —Afirmó ella, hablando con la suficiencia típica que la mayoría de veces molestaba a Jeorg—. Aunque... pues es tan solo una aproximación.
— ¿Aproximación? —Jeorg estaba cada vez más intrigado. Sin poder controlar su curiosidad, su interés aumentaba. De todos modos, si bien no quería que el niño llegase y no quería hacerse cargo de él, ya había dado su palabra.
—Si. —Contó ella—. Verás, las anomalías energéticas se han estado dando alrededor de este punto —señaló con el dedo un pequeño anuncio que titilaba en el mapa, en las montañas cercanas— y han sido siete en total. Lo que hice fue unir todos los puntos y calcular dónde está el centro de la figura resultante.
Mostrando más interés del que quería aparentar, Jeorg rechinó los dientes. —Muy bien ingeniera, pero eso no resuelve el problema del estallido de energía inicial. En... hace treinta años el estallido era enorme y causaba que muchas veces el punto de llegada sea diferente al ya calculado.
—Ya consideré esa parte también. —Para molestia del hombre ella habló con aún más suficiencia—. Ya anticipe que habría ese estallido de energía y no sabía cómo determinarlo, así que me fije en las notas que teníamos sobre dichas anomalías. Siguiendo el camino de los rastros energéticos, podemos decir que hay un radio bastante grande para explorar.
—Además del estallido, no sabemos el punto exacto porque no podemos calcular variables como el peso del niño, su edad, o la posición en la que estará su cuerpo. —Acotó Jeorg. Sin querer conscientemente hacerlo, estaba ayudando a Yaroit.
—Ese es el verdadero problema. Tenemos un radio de varios kilómetros para recorrer. —Concluyó satisfecha, si bien el problema no estaba solucionado por completo. Jeorg suspiró de nuevo. Su resplandor y el de la chica ya se habían atenuado, pareciendo una pequeña aura que rodeaba a ambos. De hecho, eran eso: aura.
—Todo lo contrario, es un alivio. —Musitó de pronto Jeorg, con una sonrisa casi sincera. —Así, seguro llegará a algún punto desconocido y morirá de hambre o algo así, y se acabará este asunto.
— ¿Morirá? ¿Seguro? Tal vez si tuviese tiempo claro, ¿pero y Efxil? ¿Dyhret? ¿Los Cinco? —Yaroit lo cuestionó de inmediato. Se tomaba el asunto con tanta seriedad que no admitía ni una broma.
Jeorg quedó en silencio. Ella comenzó a hablar, con voz suave. —Mira Jeorg, yo tampoco quería esta responsabilidad. Nunca imaginé que nos enfrentaríamos a una situación así. Ya paso... no sé cómo, no sé porque; ahora debemos de ir y rescatar a ese niño, averiguar cómo fue que llego y asegurarnos de que no caiga en las manos equivocadas. —La chica se movió de un lado al otro—. Ya tenemos las coordenadas casi exactas. Preparare una nave. Hoy será el gran día. Lo buscaremos en el radar y lo encontraremos, sea lo que sea.
—Aunque lo encontremos sabes bien que no debemos de... —comenzó a decir Jeorg, aunque no terminó la frase.
Los dos resplandores se habían apagado del todo y Yaroit salió del cuarto, con paso firme. Jeorg miraba la pantalla. Su mente estaba en otro lugar, muy lejano, hace muchos años atrás: su planeta, que ahora era polvo estelar. Él había jurado protegerlo, él había fallado.
Sin embargo, no fallaría dos veces.
Ayudaría a Yaroit con lo del niño, así se aseguraba de tener todo el control posible sobre la situación. No tenía más opción y era solo un pequeño contratiempo. Bien sabía que fuera de ese engorroso asunto, una nueva oportunidad se presentaba para él. Había trabajado durante años para ello, y su esfuerzo no sería en vano.
Su nombre trascendería, y él acabaría con cualquier amenaza que se cerniese sobre sus deseos.
Como había aprendido alguna vez, tendría que luchar por lo que quería. O morir en el intento.
20 de noviembre, 2012—Todo listo. —Saludó con sequedad Dyhret, entrando en la habitación.— ¿Estás segura? No quiero ningún fallo. —Respondió Efxil, de espaldas a ella, concentrado en una computadora ubicada sobre la única mesa del lugar. Se encontraban en un cuarto opaco, levemente iluminado por las luces de un motor que ocupaba el centro, rodeado de otras máquinas que ronroneaban con suavidad. Había estado esperando que la mujer llegase.La situación en la que se encontraban no era la más óptima. Rodeados de enemigos, Efxil y Dyhret no disfrutaban de muchos momentos tranquilos en el día. Los pocos que tenían eran usados por él para revisar incansable las máquinas y los motores de su nave, asegurándose de que estuviesen lo mejor cuidados posible; mientras ella se entrenaba con tenacidad. Sin embargo, despu
Días atrásUna de ellas se deslizó silenciosa, en medio de la noche.Las sombras de la noche le permitían avanzar sin ser detectado por los centinelas apostados en diversas torres alrededor del perímetro del complejo. Llegó a una esquina y antes de doblarla, se paró y observó con atención las siluetas de los edificios cerca de él, pensando en que tal vez esa sería la última vez que haría algo de ese estilo. Aunque así lo deseaba, primero debía terminar esa misión. Caminó por entre dos edificios muy pegados, hasta que al fin vio frente a él lo que buscaba.—Todo listo. —Susurró a un pequeño dispositivo que tenía en el oído. A pesar de estar vestido todo de negro y confundirse con la oscuridad circundante, su voz lo identificó como un hombre joven. Después de hablar, miró
—Ayudarte no significa que esté de acuerdo. —Recordó Jeorg en voz alta, con un deje molesto.—Nadie dijo que fuese así. —Respondió Yaroit, en el mismo tono.El hombre se revolvió incómodo en su silla.<< ¿Debo de evitarlo? Aún puedo hacerlo, no lo dudo... pero... no,no debo>>. — ¿Están ya los sensores trabajando? —Preguntó, haciendo caso omiso de su voz mental.Después de hacer planes y de preparar la nave, se había pasado todo el tiempo inquieto. No había visto a un humano en varios años, y que llegase uno en esas circunstancias era lo menos oportuno que podía suceder. Yaroit en cambio parecía estar en calma total. —Estamos totalmente listos. —Reiteró ella. Sabía que la acompañaba aunque no quería y lo agradecía, aunque con o sin é
¿Aeq sea Daosled?¡Dezpa, forcea, nobelz y glorie!El viejo dicho había acudido a su mente de forma inexplicable.Su padre se lo dijo cuando apenas era una niña y ella se lo había grabado con fuego en su mente en ese entonces. Ahora la tomó por sorpresa al darse cuenta de hace cuanto tiempo que no pensaba en lo que querían decir las dos frases. El significado básico era que ese grito usaban los Daosledianos, sus antepasados, cuando iban a la guerra; si bien de una forma más profunda el dicho reflejaba los conceptos bajo los que se había fundado la nación de Daosled, hace tanto tiempo. Zeqdas sabía todo esto porque Jeorg se lo enseñó, aunque no había visto nada con sus propios ojos.Para el momento de su nacimiento, Daosled ya llevaba destruida muchos años y todo el conocimiento, costumbres, cultura y poder acumulad
En algún lugar en las montañas, dos cuerpos inertes cobraron vida.Con ceniza en el pelo, la chica se levantó, adolorida. Sintiendo una punzada increíble que casi la llevó de nuevo al suelo, movió lento la cabeza de un lado al otro, aturdida. La luz del sol le permitió mirar donde estaba, el paisaje era parecido a... ¿a qué? Se miró la ropa y en medio de un torrente de imágenes recordó todo, lo que le obligó a sentarse de nuevo.Después de los misiles y de que se golpease la cabeza, Jeorg se lanzó a salvarla. En menos de un segundo, el aire frío de la noche les encontró en caída libre, con multitud de escombros siguiéndoles en una mortal carrera hacia el suelo.Yaroit se revolvió, tratando de acomodarse, dejando que su mente reproduzca los recuerdos.Al principio pensó que Jeorg estaba esperando a alejarse de l
— ¡Eralet! —Gritó el Comandante Atleramni con vos fúrica.Ivan no podía sino obedecer y acercarse a donde él estaba. Se sentía realmente mal, no había dormido en varios días y tenía que tener un rendimiento semejante e incluso superior al que daba cuando estaba bien descansado, cosa muy difícil.Investigar sobre esos idiotas era tan complicado...Si bien tenía información de las bases atacadas y un reporte de lo que sucedió, excepto claro en el caso de las primeras, todos eran relatos pobres, reiterando una y otra vez lo que ya sabía: esos seres, esos malditos seres eran muy poderosos, en extremo fuertes. En su último encuentro en la base tres de la segunda división oriental de su país, aunque pensó poder derrotarlos "los malditos focos" como los llamaba uno de sus subordinados, se salieron con la suya. Incluso lograron herirlo
La nave descendió con un suave zumbido.Desde que… ¿eh Dyhret? y ¿Efxil? me preguntaron mi nombre y determinaron que yo era "el niño", habían pasado algo así como veinte minutos.—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —La voz dulce de la mujer me sorprendió, pareciendo miel que se derretía en mis oídos. Sin esperar respuesta, ella continuó—. ¿Por qué permitió que elimine a Jeorg y Yaroit?El hombre se quedó en silencio durante algunos segundos.—Supongo… La emoción del momento. —Respondió él con su voz grave—, Pero ahora sé que estamos jodidos. Cuando los Cinco se enteren, el trato se jodió. Todo se jodió.—Debemos de usarlos el tiempo que nos sea posible. —Replicó ella.—Antes de que todo se vuelva un caos. Sin embarg
Caminaba a paso lento a través de las callejuelas. Bajo una luna luminosa y unas farolas pequeñas, seguía hacia su destino mientras sus cuatro hermanos hacían lo mismo.El acuerdo consistía en encontrarse con los distintos compradores en distintos puntos, de forma que no llamasen mucho la atención. Chrystiane, el nombre con el que conocían al vendedor, les dio las ubicaciones y la sugerencia de que los Cinco vayan recogiendo el encargo uno por uno, en grupo. Maerius aceptó con la condición de que cada uno de sus hermanos vaya a por uno de los paquetes ahorrando tiempo, aunque como eran seis entregas, él mismo se ofreció para recoger dos paquetes y para llevar el vehículo, una furgoneta robada y repintada, que transportaría todo.<<En este momento ya debe de estar tomando el segundo paquete. Debo de apresurarme>>.Veyquer miró su reloj y olvid&oacut