20 de noviembre, 2012
—Todo listo. —Saludó con sequedad Dyhret, entrando en la habitación.
— ¿Estás segura? No quiero ningún fallo. —Respondió Efxil, de espaldas a ella, concentrado en una computadora ubicada sobre la única mesa del lugar. Se encontraban en un cuarto opaco, levemente iluminado por las luces de un motor que ocupaba el centro, rodeado de otras máquinas que ronroneaban con suavidad. Había estado esperando que la mujer llegase.
La situación en la que se encontraban no era la más óptima. Rodeados de enemigos, Efxil y Dyhret no disfrutaban de muchos momentos tranquilos en el día. Los pocos que tenían eran usados por él para revisar incansable las máquinas y los motores de su nave, asegurándose de que estuviesen lo mejor cuidados posible; mientras ella se entrenaba con tenacidad. Sin embargo, después de enviar el mensaje a los Cinco, Efxil sabía que Dyhret lo buscaría tarde o temprano con la respuesta.
Al entrar, ella iluminó el ambiente con una tenue luz violeta oscura. A pesar de no verla, Efxil sintió que mantenía su habitual fría expresión, mientras se apoyaba con una mano en una de las tantas máquinas que descansaban en el cuarto. Sentir su aura era una acción automática. La conocía muy bien y ella a él.
—Totalmente. —Contestó Dyhret a la pregunta del hombre—. Detecto que la frontera entre él y nosotros se hace cada vez más delgada. Es cuestión de tiempo para que acceda. —Efxil la escuchaba mientras revisaba una de las pantallas, con varios números y datos que la recorrían. Antes de hablar, paso su mano por el tibio metal que estaba junto suyo, sintiendo la dura superficie. — ¿Y nuestros queridos Jeorg y Yaroit? —Preguntó, con voz inexpresiva.
La sonrisa de Dyhret se acabó de inmediato y fue reemplazada por una expresión de desidia, al tiempo que apretaba el metal en el que su mano estaba apoyada, provocando que éste se rodee del mismo resplandor violeta oscuro, resplandeciente, que causaba que el ambiente en la habitación cambie.
—No han dado señales de aparecer. —Habló mientras rechinaba los dientes—. Sin embargo, estoy lista para cualquier eventualidad. No volverán a escapar. —El enojo creciente de la mujer hacía que el resplandor se intensifique, por lo que el cuarto y Efxil parecían bañados por luz neón. Él se volteó y la miro, sonriente. —Muy bien, no debes de dejar llevarte por el deseo de venganza. Tendrás la oportunidad de enfrentarlos cuando los atrapemos. Por ahora, concéntrate en el niño. Ya tenemos las coordenadas del punto de llegada...
—Una aproximación, más bien. —Interrumpió ella. Mencionar a Jeorg y Yaroit le molestaba de sobremanera. Efxil sabía bien esto, por eso los había nombrado. Le gustaba provocar a Dyhret, el enojo le agregaba belleza.
—Una aproximación, sí. Es suficiente. Mejor que no tener nada y que el par de daosledianos nos lleven una ventaja innecesaria. Y ya que los mencionamos, ¿se han comunicado nuestros cinco amigos?
<<Siete. Siete enemigos que enfrentar, uno más peligroso que el anterior>>. Reflexionó Efxil. Siete era un número poderoso, según le habían contado hace años, y aunque le gustaba por eso, no era su favorito. Tenía predilección por el trece.
—Al parecer, el trato ofrecido les pareció demasiado pequeño para su gloriosa magnificencia. —Dijo burlona Dyhret—. Su respuesta es que no quieren que este miserable planeta sea destruido ni que Jeorg y Yaroit sean dañados de más. Piden que los entreguemos con vida. No tienen problema con la población humana; si bien no les importan millones de humanos, exigen que un viejo y una inútil no sean dañados. Establecieron esas nuevas condiciones, solo así ofrecen que nos darán la tecnología Daoslediana.
Efxil escuchó y se quedó largo rato en silencio. Era un hombre atractivo, de piel canela, cabello negro como el carbón y ojos color rubí, refulgentes. El resplandor que lo rodeaba era de un rojo similar, manchada por trazas de negro y violeta oscuro. Contrario a Dyhret, pocas veces no sonreía. —En este planeta en particular no quiero dejar sobrevivientes. —Expresó al fin—. Necesitamos vaciarlo, ese era nuestro plan original. Ellos y Jeorg y Yaroit no pueden quedarse aquí. Los planetas ricos con recursos como este siempre son comprados con el requerimiento de que estén desprovistos de vida para que sean el paraíso de sus nuevos dueños.
La mujer apretó aún más el metal que tenía en la mano. Era hermosa, con ojos almendrados, grises, como perlas. Su cabello era negro y brillante y su figura denotaba elegancia e impaciencia en cada movimiento. Su resplandor le correspondía, con un color plata que deslumbraba, cruzado por trazas de negro y violeta. Era sencillamente hermosa. —Eso es lo que no entienden esos imbéciles. —Respondió—. Primero piden que nosotros derrotemos a Jeorg y Yaroit y que los entreguemos para que entonces entre todos acabemos con las fuerzas armadas de este planeta. Luego, supongo, nos darán la tecnología que necesitamos y podremos irnos de este pequeño mundo.
Efxil volvió a sopesar la información en silencio. Ni él ni ella creían en todo lo que decían los Cinco. —Hay... hay algo que no cuadra Dyhret. Saben que si vendemos el planeta de algún modo u otro será con todo su contenido y si se quedan irán incluidos ellos. ¿Qué piensan hacer entonces? No creo que les guste la idea de ser esclavos. ¿Escaparán?
Dyhret volvió a exhibir la fría sonrisa. —Tengo entendido que piensan largarse ellos también, supongo que piensan que les llevaremos con nosotros.
— ¿Dejando a Jeorg y Yaroit aquí después de que pidan que no les hagamos daño? Es absurdo. ¿O llevarlos también? ؙ—Cuando acabó de hablar, Dyhret suspiró. Efxil sabía muy bien lo que pensaba la chica. Su fuerza y valentía eran opacadas por su falta de paciencia, peor cuando se trataba de Jeorg y Yaroit. Si por ella fuera, ya se hubiese lanzado en una búsqueda intensiva para asesinarlos.
Antes de que él continúe, ella se adelantó. —Sea como sea, no tenemos otra opción. Sé que aunque no lo mencionaron, de su mensaje se infiere que si no nos apresuramos actuarán ellos solos.
Efxil se pasó una mano por el cabello. Siguiesen el camino que siguiesen, surgía la misma pregunta. ¿Cuál era el verdadero plan de los Cinco? La situación se complicaba cada vez más. Ya llevaban mucho tiempo en ese planeta y tanto él como Dyhret extrañaban la inmensidad del espacio y la libertad que les ofrecía. No podían precipitarse y arruinarlo. —Y no mencionaron al niño en ninguna parte. —Dijo, más como afirmación que como pregunta.
—No lo hacen. Si dijeron que podemos actuar como nos plazca, siempre y cuando no les causemos problemas.
— ¡Maldita sea! —El hombre sintió que la rabia le subía a la cabeza—. Esos mocosos se creen demasiado. Tal vez... vaya… me gustaría darles una lección, una lección seria.
—Lo mejor que podemos hacer ahora es esperar. Dejemos que los niños sigan jugando y concentrémonos en el problema del niño. Es más apremiante que pelear con los Cinco.
Aquella decisión no sorprendió a Efxil. Cuando se trataba de los dos Daosledianos, Dyhret se mostraba inflexible: quería destruirlos. En cambio, cuando él mencionaba a los Cinco, ella no era muy afín a la idea de darles un castigo. Al principio si bien pensó que no quería hacerles daño por la posibilidad de aliarse con ellos, después de tantos rechazos de lado y lado...
<< ¿Dyhret enamorada? No, no puede ser. Aunque Maerius y Veyquer son atractivos, creo, no son dignos de ella>>. Pensaba a menudo.
—Bien, es gracioso decirlo. —Respondió Efxil con una sonrisa, aparentando que no sucedía nada—. Los cinco niños no tienen interés en el otro niño. Nosotros y los Daosledianos sí. Hoy vendrá, así que Jeorg y Yaroit irán por él. —Volteó y busco algo en su computadora—. Bien, tenemos dos horas. Tiempo suficiente. Iré a preparar un VEP, tú Dyhret ve a por armas y dos trajes.
—Claro jefe. —Replicó ella con tono sarcástico—. Creo que eso puede estar resuelto. ¿Hasta mientras qué les digo a nuestros cinco amigos? No podemos darnos el lujo de demorarnos mucho.
—Bien. —Efxil emitió una risa de satisfacción—. Acepta todas sus condiciones. Dales lo que quieren. Nos aliaremos para derrotar a Jeorg, Yaroit y a las mediocres fuerzas armadas de este mundo. Luego, cuando nos den la tecnología que queremos, acabaremos con toda la vida de este planeta para venderlo a un excelente precio, y además tendremos el posible poder del niño en nuestra manos. Luego mataremos a los dos Daosledianos.
— ¿Se lo creerán? —Increpó ella, incrédula. Efxil río aún más.
—Son jóvenes, inexpertos, impacientes. Les daremos lo que quieren y no verán nada más. Primero tenemos que asegurarnos de que el niño está con nosotros. Vamos, prepara lo que te dije. Conseguiremos a ese niño. Si no es nuestro, morirá. —Efxil caminó hacia la salida y Dyhret se levantó para seguirlo—. Llegó la hora.
El metal que la mujer había estado presionando crujió cuando retiro la mano. Estaba muy caliente y un chorro de vapor comenzó a salir de una grieta en su superficie.
—Mierda, —soltó Efxil—. Yo cuido tan bien mis máquinas y tú las dañas. Tienes que repararlo.
—Señor... —dijo ella haciendo caso omiso de las últimas palabras de Efxil— si matamos a Jeorg y Yaroit, los Cinco se opondrán.
—Claro que lo harán, mi querida Dyt. Entonces, también los doblegaremos.
22 de noviembre, dos horas después
Dyhret probaba a aplastar metal con sus dedos mientras se acercaban al punto de llegada. <<Vamos a por un niño, que curioso>>. Pensó. Había visto niños contadas veces en su vida. A pesar de que ella tenía la mitad de la edad de Efxil, no recordaba nada de su infancia. <<Siempre que intentó llegar a los pasillos más antiguos de mi mente, acude el recuerdo de Efxil y las llamas... siempre eso>>. Dejo fluir su aura, con furia, y presiono con fuerza el metal por unos segundos. Abrió la mano y una masa dañada con una forma levemente reconocible cayó al suelo de la nave.
— ¿No has detectado nada? —Le preguntó Efxil, que pilotaba el VEP. Hablaba para romper la tensión: había sentido la furia en el aura de la chica. Dyhret se quedó en silencio y se limitó a mirar por la ventana, concentrándose.
Los VEP eran muy útiles. Pequeños, rápidos, fáciles de esconder, servían muy bien cuando se trataba de travesías planetarias, aunque ni el más potente podría llegar muy lejos en el espacio exterior. Solo les quedaba ese, junto con la nave en la que habían llegado al planeta. —No señor. No hay ni rastros. —Respondió al fin.
El hombre sonrió. "Señor" era el último apodo que ella le había puesto. El anterior había sido “amo”. ¿Cuál sería el siguiente? Dyhret tenía la costumbre de nombrarlo de diferentes maneras cada cierto tiempo. Eran bromas entre los dos, como una forma de pleitesía irónica, a pesar de que Efxil sabía muy bien que debajo de toda broma había una pequeña y significativa resistencia a su autoridad. Resistencia que se hacía aún más presente cuando el resplandor que rodeaba el cuerpo de Dyhret resplandecía, envolviendo su cuerpo, llenándola de fuerza.
En algunos lugares, el violeta oscuro se convertía en un negro total.
—Es extraño, sino imposible. —Estableció Efxil, con voz de duda—. Estaba seguro de la participación de esos dos y nada que aparecen. —Su propio resplandor también le recorría el cuerpo con libertad, siendo de un color más claro que el de la chica.
—Su desaparición no significa que no planifiquen algo. —Repuso Dyhret, manteniendo las manos fuertemente apretadas.
—Por eso estamos preparados para ese algo. Así que Dyhret, deja de sacar pedazos de fuselaje, pronto vamos a quedarnos sin pared. —Él sonrió cuando terminó de hablar. Ella abrió la boca para responder cuando vio como un punto verde titilaba en el radar que tenía frente suyo. Su aura reaccionó incluso más rápida que su mente. Antes de decir cualquier palabra, el resplandor se acentuó con más violencia. El negro brillaba con mortal intensidad. — ¡Jeorg y Yaroit! —anunció, casi gritando.
Efxil, alertado más por el repentino cambio del aura de Dyhret que por sus palabras, volteó y miró el punto que titilaba. —Trescientos metros aproximadamente. Y se alejan. —Escupió mientras apretaba con fuerza los controles—. ¡Computadora, activa sistema de armamento! ¡Dyhret, apunta!
La mujer no había esperado orden alguna. Ya tenía en sus manos la palanca, con el objetivo fijado. — ¡Ahora! —Gritó Efxil. Con un rápido movimiento, ella presionó un solo botón y cuatro misiles salieron en busca de la nave contraria. Similar a la suya, la nave en la que volaban Jeorg y Yaroit era sin embargo mucho más antigua y de un diseño más tosco. Por ende, era lenta y pesada donde su VEP era rápido y ágil.
—Bien, eso los distraerá. Efxil, es mi turno—. Dyhret se levantó de la silla y presionó uno de los botones del panel de control, abriendo la compuerta trasera. Estaba a punto de lanzarse en persecución cuando cayó al suelo, empujada por Efxil. Ella, que no había visto cuando él se levantó de la silla, se debatió con furia. — ¡Dyhret! ¡Maldita sea! —Gritó él para calmarla—. Mira lo que sucede.
Al principio la mujer no comprendió a que se refería. Solo cuando puso más atención, mirando por el agujero de la compuerta, se dio cuenta. Tres de los cuatro misiles fallaron y tan solo uno impactó en el lado izquierdo de la nave, dejando una estela de humo negro y espeso.
Sin embargo, ni Jeorg ni Yaroit salían.
— ¿Qué ves Dyhret? —Preguntó Efxil en un grito.
—Ni-ni-ninguno sale. Uno de los dos debe de estar herido. ¡Sí!, seguro. —Soltó ella, exaltada.
—Bien mi querida Dyt. Si tú o yo vamos, quien este ahí dentro intentará escapar a como dé lugar. Eso si ya no lo hará pronto. —Como obedeciendo, la otra nave comenzó a bajar rápidamente, casi en picada, dejando tras de sí un rastro de humo negro.
— ¡Levántate! Te daré el gusto de acabarlos, pero ¡ya! —Llamó Efxil. Dyhret obedeció y de un salto estaba sentada en frente del panel de control, donde no espero y movió sus controles. La nave salió en persecución. Veloz, se acercó al otro vehículo.
Efxil se vio invadido por una nube de furia. No le importaba nada más que destruir el vehículo de sus enemigos y a ellos consigo. ¿Qué le sucedía? Sabía bien que si acaba con esos Daosledianos, el trato con los Cinco se jodería. Sin embargo, ni él ni ella podían controlar su ira.
<< ¡Mierda! ¡Luego arreglaré las cosas con esos mocosos!>>
Con los ojos muy abiertos, la mujer sostuvo los controles de armas en sus manos con tanta fuerza que el metal empezó a doblarse. A su lado, Efxil temblaba. —Es una oportunidad que debemos de aprovechar. ¡Apunta ya! ¡Computadora! ¡Prepara todas las armas!
—Los tengo en la mira. —Espetó Dyhret, con una sonrisa frenética.
—Vamos querida. Termínalos. ¡Fuego!
Dyhret presionó los dos botones con tanta fuerza que las palancas que sostenía se rompieron en un montón de trozos que volaron en todas las direcciones; al mismo tiempo, cuatro nuevos misiles salían disparados. La nave enemiga no podría esquivarlos. Con rapidez, los proyectiles se acercaban a su objetivo. Efxil miraba el espectáculo con ojos fríos, mientras que Dyhret tenía un brillo satisfecho en su mirada.
Mientras por primera vez en treinta años un niño se transportaba desde la Tierra, a muy poca distancia de la pequeña batalla, los misiles alcanzaron su blanco, estallando en una nube de humo y fuego, justo cuando un punto rojo comenzó a brillar en el radar del panel de control de la nave de Efxil y Dyhret.
—Eliminados, señor. —Vociferó una más que satisfecha Dyhret—. Y..., el niño, el niño ya llegó. Un kilómetro de distancia. —Terminó y su aura volvió a brillar.
Con una sonrisa que mostraba sus blancos dientes, Efxil movió el joystick de dirección hacia delante. El niño y el poder lo esperaban, ahora que había acabado con Jeorg y Yaroit de una vez por todas.
Dyhret sonrió también, como pocas veces hacía.
Días atrásUna de ellas se deslizó silenciosa, en medio de la noche.Las sombras de la noche le permitían avanzar sin ser detectado por los centinelas apostados en diversas torres alrededor del perímetro del complejo. Llegó a una esquina y antes de doblarla, se paró y observó con atención las siluetas de los edificios cerca de él, pensando en que tal vez esa sería la última vez que haría algo de ese estilo. Aunque así lo deseaba, primero debía terminar esa misión. Caminó por entre dos edificios muy pegados, hasta que al fin vio frente a él lo que buscaba.—Todo listo. —Susurró a un pequeño dispositivo que tenía en el oído. A pesar de estar vestido todo de negro y confundirse con la oscuridad circundante, su voz lo identificó como un hombre joven. Después de hablar, miró
—Ayudarte no significa que esté de acuerdo. —Recordó Jeorg en voz alta, con un deje molesto.—Nadie dijo que fuese así. —Respondió Yaroit, en el mismo tono.El hombre se revolvió incómodo en su silla.<< ¿Debo de evitarlo? Aún puedo hacerlo, no lo dudo... pero... no,no debo>>. — ¿Están ya los sensores trabajando? —Preguntó, haciendo caso omiso de su voz mental.Después de hacer planes y de preparar la nave, se había pasado todo el tiempo inquieto. No había visto a un humano en varios años, y que llegase uno en esas circunstancias era lo menos oportuno que podía suceder. Yaroit en cambio parecía estar en calma total. —Estamos totalmente listos. —Reiteró ella. Sabía que la acompañaba aunque no quería y lo agradecía, aunque con o sin é
¿Aeq sea Daosled?¡Dezpa, forcea, nobelz y glorie!El viejo dicho había acudido a su mente de forma inexplicable.Su padre se lo dijo cuando apenas era una niña y ella se lo había grabado con fuego en su mente en ese entonces. Ahora la tomó por sorpresa al darse cuenta de hace cuanto tiempo que no pensaba en lo que querían decir las dos frases. El significado básico era que ese grito usaban los Daosledianos, sus antepasados, cuando iban a la guerra; si bien de una forma más profunda el dicho reflejaba los conceptos bajo los que se había fundado la nación de Daosled, hace tanto tiempo. Zeqdas sabía todo esto porque Jeorg se lo enseñó, aunque no había visto nada con sus propios ojos.Para el momento de su nacimiento, Daosled ya llevaba destruida muchos años y todo el conocimiento, costumbres, cultura y poder acumulad
En algún lugar en las montañas, dos cuerpos inertes cobraron vida.Con ceniza en el pelo, la chica se levantó, adolorida. Sintiendo una punzada increíble que casi la llevó de nuevo al suelo, movió lento la cabeza de un lado al otro, aturdida. La luz del sol le permitió mirar donde estaba, el paisaje era parecido a... ¿a qué? Se miró la ropa y en medio de un torrente de imágenes recordó todo, lo que le obligó a sentarse de nuevo.Después de los misiles y de que se golpease la cabeza, Jeorg se lanzó a salvarla. En menos de un segundo, el aire frío de la noche les encontró en caída libre, con multitud de escombros siguiéndoles en una mortal carrera hacia el suelo.Yaroit se revolvió, tratando de acomodarse, dejando que su mente reproduzca los recuerdos.Al principio pensó que Jeorg estaba esperando a alejarse de l
— ¡Eralet! —Gritó el Comandante Atleramni con vos fúrica.Ivan no podía sino obedecer y acercarse a donde él estaba. Se sentía realmente mal, no había dormido en varios días y tenía que tener un rendimiento semejante e incluso superior al que daba cuando estaba bien descansado, cosa muy difícil.Investigar sobre esos idiotas era tan complicado...Si bien tenía información de las bases atacadas y un reporte de lo que sucedió, excepto claro en el caso de las primeras, todos eran relatos pobres, reiterando una y otra vez lo que ya sabía: esos seres, esos malditos seres eran muy poderosos, en extremo fuertes. En su último encuentro en la base tres de la segunda división oriental de su país, aunque pensó poder derrotarlos "los malditos focos" como los llamaba uno de sus subordinados, se salieron con la suya. Incluso lograron herirlo
La nave descendió con un suave zumbido.Desde que… ¿eh Dyhret? y ¿Efxil? me preguntaron mi nombre y determinaron que yo era "el niño", habían pasado algo así como veinte minutos.—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —La voz dulce de la mujer me sorprendió, pareciendo miel que se derretía en mis oídos. Sin esperar respuesta, ella continuó—. ¿Por qué permitió que elimine a Jeorg y Yaroit?El hombre se quedó en silencio durante algunos segundos.—Supongo… La emoción del momento. —Respondió él con su voz grave—, Pero ahora sé que estamos jodidos. Cuando los Cinco se enteren, el trato se jodió. Todo se jodió.—Debemos de usarlos el tiempo que nos sea posible. —Replicó ella.—Antes de que todo se vuelva un caos. Sin embarg
Caminaba a paso lento a través de las callejuelas. Bajo una luna luminosa y unas farolas pequeñas, seguía hacia su destino mientras sus cuatro hermanos hacían lo mismo.El acuerdo consistía en encontrarse con los distintos compradores en distintos puntos, de forma que no llamasen mucho la atención. Chrystiane, el nombre con el que conocían al vendedor, les dio las ubicaciones y la sugerencia de que los Cinco vayan recogiendo el encargo uno por uno, en grupo. Maerius aceptó con la condición de que cada uno de sus hermanos vaya a por uno de los paquetes ahorrando tiempo, aunque como eran seis entregas, él mismo se ofreció para recoger dos paquetes y para llevar el vehículo, una furgoneta robada y repintada, que transportaría todo.<<En este momento ya debe de estar tomando el segundo paquete. Debo de apresurarme>>.Veyquer miró su reloj y olvid&oacut
Las cenizas se pegaban a su bota mientras recorría las ruinas de lo que alguna vez fue su segunda nave más grande.Un montón de restos humeantes es lo que dejó el ataque de los dos daosledianos en su afán por recuperar al niño, cosa que lograron. Sin embargo a pesar de todo, lo peor era que de algún modo, Jeorg y Yaroit estaban vivos.Esos malditos seguían vivos y le quitaron al mocoso.Todo sucedió en un instante. Una desconcertada Dyhret se enfrentaba a Yaroit en el patio mientras él buscaba a Jeorg, que no parecía estar por ningún lado. Apenas antes había revisado la habitación del niño comprobando con un ramalazo de furia que ya no estaba allí, en el mismo instante que una explosión sacudía todo el lugar. Cuando llegó al techo buscando el origen y a sus atacantes, la nave estalló en una bola de fuego y luz que lo arroj&o