¿Aeq sea Daosled?
¡Dezpa, forcea, nobelz y glorie!
El viejo dicho había acudido a su mente de forma inexplicable.
Su padre se lo dijo cuando apenas era una niña y ella se lo había grabado con fuego en su mente en ese entonces. Ahora la tomó por sorpresa al darse cuenta de hace cuanto tiempo que no pensaba en lo que querían decir las dos frases. El significado básico era que ese grito usaban los Daosledianos, sus antepasados, cuando iban a la guerra; si bien de una forma más profunda el dicho reflejaba los conceptos bajo los que se había fundado la nación de Daosled, hace tanto tiempo. Zeqdas sabía todo esto porque Jeorg se lo enseñó, aunque no había visto nada con sus propios ojos.
Para el momento de su nacimiento, Daosled ya llevaba destruida muchos años y todo el conocimiento, costumbres, cultura y poder acumulado por sus habitantes durante siglos de existencia se esfumaron como las cenizas de una fogata cuando sopla el viento. Los sobrevivientes del planeta eran sus antepasados, los pocos que escaparon y que llegaron a la Tierra, de los cuales solo quedaba uno. A veces, más de las que hubiese podido recordar, pensaba en lo genial que sería haber nacido en Daosled, de donde era su sangre. Su vida habría sido muy diferente, ninguno de los problemas que tenía estarían allí con ella.
El cielo estrellado se extendía sobre Zeqdas mientras reflexionaba en ella, en sus hermanos, en sus posibles aliados, en Yaroit... y en Jeorg.
Lasret y Naem se encontraban en la parte superior de la nave mirando las estrellas, Maerius leía un libro y Veyquer estaba ocupado garabateando un papel, haciendo planes. La nave se movía suavemente; no había prisa por llegar a la fortaleza que los Cinco denominaban hogar, ni prisa por discutir lo que habían visto. No entendía como permanecían tan impasibles, hasta que cayó en cuenta que simplemente no sabía cómo reaccionar.
Ella pilotaba la nave cuando aterrizaron en un lugar bastante alejado de la posible ubicación del niño, donde esperaron, dispuestos a correr en cualquier momento. Lasret, que era la encargada del radar, estaba casi dormida cuando el pequeño aparato emitió un pitido que la sobresaltó. Miró con ojos somnolientos como un punto verde que identificó como la nave de Efxil y Dyhret se movía a algunos kilómetros de distancia y de inmediato, alertó a los otros. Nadie hizo más que asentir y pasaron unos minutos más hasta que Lasret señaló que otro punto verde se había sumado al anterior.
<<Jeorg y Yaroit no tardaron en unirse a la fiesta. >> Pensó Zeqdas mientras veía como los puntos se movían por la pantalla.
—Hora de partir, —anunció Maerius.
Lasret tomó el pequeño dispositivo que le daba la ubicación de las naves y de sus compañeros. Veyquer, Naem, Maerius y Zeqdas salieron a la fría noche sin más abrigo que sus trajes de cuerpo completo y todos juntos corrieron por entre los oscuros árboles hasta llegar a una planicie gigantesca, inclinada, que bajaba y bajaba.
En medio de la noche también, hace días en la base militar, se movieron sigilosos corriendo como sombras que se deslizaban, en poco tiempo alcanzando su objetivo. Ahora sucedía lo mismo. Después de correr veloces por entre las laderas de la montaña en la que habían aterrizado, llegaron al fin a una posición óptima. A una distancia segura, medianamente lejos del lugar donde llegaría el niño, lugar ya determinado por Lasret, tenían una perfecta visión de los hechos. La chica se había acomodado en una roca y observaba la pantalla dormitando cuando se sobresaltó de nuevo, dejando estallar su aura en un fuego que duro un segundo.
— ¿Qué diablos te pasa chica? —Le preguntó Maerius, más furioso que preocupado. Lasret indicó la pantalla a los otros. El punto verde que indicaba la posición de los Daosledianos se acercaba peligrosamente al de Efxil y Dyhret.
—Si se encuentran se asesinarán. —Afirmó Naem.
Naem, Maerius y Zeqdas se miraron entre ellos. El líder se adelantó. —Jeorg y Yaroit no se dejarán vencer tan fácilmente, si llega el caso de un enfrentamiento. Si les sucede algo a Efxil y Dyhret, será un problema, pero si ganan eso nos beneficiará. ¿Están cerca no? Entonces debe de ser suficiente para que los veamos.
De inmediato cinco pares de ojos buscaron las naves en el cielo. Veyquer fue el primero en verlo y señalo silencioso con el dedo. Recortadas sus siluetas en el cielo nocturno, estaban las figuras de dos naves, cercanas. Un estremecimiento recorrió la espalda de Zeqdas, sabedora que si se encontraban habría malas consecuencias, consecuencias que podrían ser definitorias.
Los dos vehículos se detuvieron. Después de unos cuantos misiles y una nube de humo, la nave que Maerius identificó como la de Jeorg y Yaroit se precipitó al suelo. Un silencio espectral se extendió por entre los muchachos.
Los cinco podían decir cualquier cosa de los que a ellos llamaban los daosledianos, afirmar que no les importaban, contar que no sentían ningún tipo de apego, podían hacerlo, pero cuando vieron el cómo la nave explotaba, todos se quedaron anonadados. Su orgullo personal no les permitió mencionar palabra mientras apartaron sus miradas. Solo Zeqdas y Maerius miraron con ojos inescrutables como los restos caían al suelo. Después de los escombros humeantes, la nave de Efxil y Dyhret se mantuvo unos segundos en el aire. Zeqdas quiso salir volando, dispuesta a asesinar en venganza a Efxil, hasta que Maerius la detuvo con un abrazo.
Lasret susurró, y sus débiles palabras fueron ahogadas por un estremecimiento que recorrió a los cinco.
Maerius se quedó pasmado, totalmente quieto. Zeqdas cayó de rodillas, con las manos pegadas al suelo. Naem se apoyó sobre la roca que les servía de escondite. Lasret cayó de la misma roca, sobre la que descansaba. Veyquer apretó los puños y su cuerpo se puso tan tenso que comenzó a temblar.
Por un instante pensó que era la onda expansiva de la explosión, si bien la sensación era muy diferente, electrizante, recorriéndole de pies a cabeza. Era una nueva presencia, era algo mucho más poderoso que un simple humano, algo que nacía, que ya era fuerte desde el principio de su existencia, era el nuevo ser dual, el niño, con un poder tan desbordante que por un momento vio opacada y empequeñecida su aura.
¿Ese era el poder de un dual? ¿Tan imponente?
Todos entrecruzaron miradas. Ya podían moverse, aunque sin aliento y con sus auras apenas siendo un rastro. Dentro de ellos sintieron un algo que se encendía, una nueva presencia, extraña, foránea, tan poderosa que imponía respeto. Maerius fue el primero en hablar, con voz de duda, aunque no comentó nada de la reciente experiencia.
—Debemos de acercarnos más. —Ordenó, escueto. Lento, encabezó la silenciosa marcha hacia el punto donde detectaron la luz, Veyquer lo siguió, impaciente, con Naem y Lasret casi pisándole los talones. Zeqdas cerró la marcha. No estaban muy lejos, y en menos de un minuto ya habían llegado, así que ocultos detrás de una roca, con sus auras apagadas, observaron. A medida que caminaba la tremenda energía que sintió comenzó a disminuir, y ahora era tan pequeña que no parecía capaz de crear la tremenda sensación que antes experimentaron. Al fin, los Cinco levantaron de nuevo su mirada cuando sintieron una especie de golpe dentro de ellos, leve, y que acabo con la ya débil energía.
Si bien ninguno vio el momento exacto en que el niño llegó, si vieron después.
Desorientado y torpe, un humano pequeño observaba absortó como la nave de Efxil y Dyhret se acercaba. Zeqdas se sorprendió, aunque no era la primera vez que veía uno de su especie, notando que no sentía su aura a pesar de que minutos antes esa presencia resulto imponente. El niño era pequeño, con aspecto confundido y ropa extraña; desde lejos identificó que sus ojos eran solo de color café, algo que la extraño mucho hasta que recordó que era algo típico en los humanos. Por lo demás, sus rasgos redondeados demostraban su juventud e inexperiencia, sin que haya mucho más que resaltar.
La nave de los Guapos aterrizó al fin y el niño lo miró con un gesto que denotó miedo, hasta que pasaron algunos segundos y la puerta se abrió dejando salir a Efxil y Dyhret. De nuevo, Zeqdas quiso correr a golpear a los que creía asesinos de Jeorg y Yaroit, y de nuevo Maerius la detuvo. Los demás parecían impasibles mientras, durante lo que pareció una eternidad, el niño y los Guapos mantuvieron un intercambio visual, para después decirse algunas cosas. Ninguno de los cinco logró escuchar mucho de la conversación, aunque no era necesario.
Cuando se fueron algunos minutos después, Zeqdas se levantó, llena de ira.
— ¿Qué m****a les pasa? —Gritó—. ¡Acaban de matar a Jeorg y Yaroit! ¡Rompieron el trato!
Los cuatro la miraron extrañados. Maerius se acercó con lentitud y al notar que la chica comenzaría a gritar de nuevo, la tomó en sus brazos y la besó con efusividad, para calmarla. Un minuto después se separó y la miró con ternura. —Maerius yo… —El chico le puso un dedo en los labios, para callarla. —Espera un segundo, hermosa. Despliega tu aura, busca en el ambiente, dime que sientes…
Obedeció y tras unos segundos, el pulso de su corazón se calmó. —Están…
—Sí, —dijo Maerius—. Tranquila. Ahora vámonos, que tengo demasiado frío.
Ahora, ya en su nave, después de ver como los Guapos se llevaban al niño mientras viajaban a gran velocidad sobre las montañas, Zeqdas se recostó sobre su asiento, intentando pensar con cabeza fría. <<Tienen al niño>>. Ya en manos de Efxil, ¿qué haría con él? Según opinaba Maerius, el mercenario los contactaría tarde o temprano, así que lo mejor era buscar la tecnología y esperar. Aunque encontrarla tampoco era nada seguro.
De lo único que tenía certeza era que el aparente poder del niño era algo que no había sentido nunca. ¿Así eran los duales? Jeorg nunca le contó mucho sobre eso y lamentaba no haber preguntado. Había sentido un aura que la dejo paralizada, una sensación tan extraña que le era del todo ajena, para tan solo instantes después esfumarse.
Ese glorioso poder en un segundo se convirtió en nada.
— ¿No deberíamos de registrar otra vez la computadora de Jeorg? Tal vez haya algo interesante que podamos relacionar, ahora que nosotros también tenemos nuestra propia información. —Preguntó de repente Naem, sacándola de su ensimismamiento. Maerius presionó unos cuantos botones y se acercó a la salita de la nave, mientras se servía un vaso de jugo. —No, allí no encontraremos nada. Todos lo sabemos. —Tras escucharlo, Zeqdas recordó los años que habían vivido con los daosledianos. Cientos de veces habían usado las computadoras, sin que ella recuerde haber visto algo que pueda servirles ahora.
Veyquer se levantó. —Yo tengo una opción mejor. —Afirmó sonriendo—. Con nuestros enemigos ocupados en ese niñito, podemos atacar este planeta y tomarlos por sorpresa.
—El niño. —Les recordó Zeqdas—. ¿Acaso olvidaron cómo se sintió eso?
Cuatro pares de ojos la miraron curiosos. — ¿Cómo se sintió qué? —Preguntó Lasret.
Zeqdas no supo que decir. ¿Le estaban jodiendo o algo así? —La puta aura que se sintió cuando llegó, cuando estábamos por ir a donde se encontraría con los Guapos. —Maerius se acercó a la chica, con una mirada que era tanto de curiosidad como de incredulidad. Sus gestos eran los mismos que cuando la consoló, no mucho antes.
— ¿Te refieres a lo que te sucedió Zeqdas?
— ¿A lo que me sucedió? —Inquirió Zeqdas. El enojo comenzó a surgir en su mente. ¿Qué les sucedía a los cuatro?
—Te quedaste pasmada, quieta, paralizada. Cuando sentimos el aura fue un gran golpe, aunque no es más poderosa que la de cualquiera de nosotros. Fue una sensación electrizante, nada más. —Lasret se lo dijo, ella no se lo creyó. Pensándolo durante un segundo, decidió no replicar. Se limitó a asentir y a decirse a sí misma que si sintió algo, debió de ser el viento, por estúpido que fuera. Entonces los cuatro hicieron preguntas, cuestionándole que había sentido exactamente, cuando y como, pero se mostró tan silenciosa que todos se rindieron. Solo Maerius le dedicó una última mirada cargada de significado.
— ¿Qué sugerías que ataquemos Veyquer? —Interrogó Naem, para romper el hielo que se había extendido después de la pequeña discusión.
Veyquer, que parecía absorto, sonrió con maldad. —Eh, el centro de la ciudad. Un ataque directo, ¿entienden? Infiltrarnos en esas bases no ha servido de nada. No tenemos los conocimientos para obtener suficiente información. Es hora de que el mundo nos tema. Ya sabemos que debemos de encontrar esa tecnología o seguiremos años en este planeta, pudriéndonos mientras vivimos frustrados. —Todos escucharon atentos—. He vivido años con ganas de destrozar una ciudad y no quiero perder la oportunidad. Vamos, hermanos. —Las palabras del chico hicieron efecto en todos. Ya casi convencidos, los cuatro miraron a Maerius.
Era el líder y en esas cuestiones, tenía la palabra final.
—Bien —dijo él, con voz grave—, lo consideraremos. Es cierto que necesitamos revelar nuestra presencia y encontrar esa tecnología. Jeorg nos dejó mucha información útil, que podemos poner en práctica. ¿Saben? Me atrevo a decir que queda poco tiempo para que el mundo conozca nuestro nombre.
Zeqdas saboreo las palabras de su líder, intentando despejar las muchas preguntas que a ratos se cernían sobre ella.
Un poco de lucha le haría bien, seguro. Luego podría ocuparse de saber que fue la sensación tan extraña que sintió cuando ese pequeño llegó.
En algún lugar en las montañas, dos cuerpos inertes cobraron vida.Con ceniza en el pelo, la chica se levantó, adolorida. Sintiendo una punzada increíble que casi la llevó de nuevo al suelo, movió lento la cabeza de un lado al otro, aturdida. La luz del sol le permitió mirar donde estaba, el paisaje era parecido a... ¿a qué? Se miró la ropa y en medio de un torrente de imágenes recordó todo, lo que le obligó a sentarse de nuevo.Después de los misiles y de que se golpease la cabeza, Jeorg se lanzó a salvarla. En menos de un segundo, el aire frío de la noche les encontró en caída libre, con multitud de escombros siguiéndoles en una mortal carrera hacia el suelo.Yaroit se revolvió, tratando de acomodarse, dejando que su mente reproduzca los recuerdos.Al principio pensó que Jeorg estaba esperando a alejarse de l
— ¡Eralet! —Gritó el Comandante Atleramni con vos fúrica.Ivan no podía sino obedecer y acercarse a donde él estaba. Se sentía realmente mal, no había dormido en varios días y tenía que tener un rendimiento semejante e incluso superior al que daba cuando estaba bien descansado, cosa muy difícil.Investigar sobre esos idiotas era tan complicado...Si bien tenía información de las bases atacadas y un reporte de lo que sucedió, excepto claro en el caso de las primeras, todos eran relatos pobres, reiterando una y otra vez lo que ya sabía: esos seres, esos malditos seres eran muy poderosos, en extremo fuertes. En su último encuentro en la base tres de la segunda división oriental de su país, aunque pensó poder derrotarlos "los malditos focos" como los llamaba uno de sus subordinados, se salieron con la suya. Incluso lograron herirlo
La nave descendió con un suave zumbido.Desde que… ¿eh Dyhret? y ¿Efxil? me preguntaron mi nombre y determinaron que yo era "el niño", habían pasado algo así como veinte minutos.—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —La voz dulce de la mujer me sorprendió, pareciendo miel que se derretía en mis oídos. Sin esperar respuesta, ella continuó—. ¿Por qué permitió que elimine a Jeorg y Yaroit?El hombre se quedó en silencio durante algunos segundos.—Supongo… La emoción del momento. —Respondió él con su voz grave—, Pero ahora sé que estamos jodidos. Cuando los Cinco se enteren, el trato se jodió. Todo se jodió.—Debemos de usarlos el tiempo que nos sea posible. —Replicó ella.—Antes de que todo se vuelva un caos. Sin embarg
Caminaba a paso lento a través de las callejuelas. Bajo una luna luminosa y unas farolas pequeñas, seguía hacia su destino mientras sus cuatro hermanos hacían lo mismo.El acuerdo consistía en encontrarse con los distintos compradores en distintos puntos, de forma que no llamasen mucho la atención. Chrystiane, el nombre con el que conocían al vendedor, les dio las ubicaciones y la sugerencia de que los Cinco vayan recogiendo el encargo uno por uno, en grupo. Maerius aceptó con la condición de que cada uno de sus hermanos vaya a por uno de los paquetes ahorrando tiempo, aunque como eran seis entregas, él mismo se ofreció para recoger dos paquetes y para llevar el vehículo, una furgoneta robada y repintada, que transportaría todo.<<En este momento ya debe de estar tomando el segundo paquete. Debo de apresurarme>>.Veyquer miró su reloj y olvid&oacut
Las cenizas se pegaban a su bota mientras recorría las ruinas de lo que alguna vez fue su segunda nave más grande.Un montón de restos humeantes es lo que dejó el ataque de los dos daosledianos en su afán por recuperar al niño, cosa que lograron. Sin embargo a pesar de todo, lo peor era que de algún modo, Jeorg y Yaroit estaban vivos.Esos malditos seguían vivos y le quitaron al mocoso.Todo sucedió en un instante. Una desconcertada Dyhret se enfrentaba a Yaroit en el patio mientras él buscaba a Jeorg, que no parecía estar por ningún lado. Apenas antes había revisado la habitación del niño comprobando con un ramalazo de furia que ya no estaba allí, en el mismo instante que una explosión sacudía todo el lugar. Cuando llegó al techo buscando el origen y a sus atacantes, la nave estalló en una bola de fuego y luz que lo arroj&o
Jeorg se fijó en los montículos que rodeaban su fortaleza. Excavada y construida en media montaña, vista desde arriba era espectacular.Se preparaba para aterrizar, llevando dos bolsas en cada mano y una mochila en la espalda. Satisfecho por llegar, molesto por la misma razón, se preguntó si el niño ya habría despertado. Después de rescatarlo de la base de Efxil y Dyhret, él y Yaroit regresaron a vuelo rápido hacia su fortaleza, que escondida entre las montañas ofrecería un escondite seguro en el caso de que los dos Guapos decidiesen buscarlos para recuperar al pequeño.Ella llevaba al mocoso en su espalda.Ya con él en sus manos, Yaroit quiso cuidarlo y Jeorg interrogarlo, y ninguno pudo hacer nada. Desde que lo llevaron había dormido y dormido, según la chica porque se excedió un poco en la dosis de sedante que le aplico en la jeringa para
Frente al espejo con una coqueta sonrisa, contempló su dorada cabellera, cepillándola para que quede lo más bella posible.Sus azules ojos, bien despiertos, seguían el recorrido de su mano mientras rememoraba su encuentro con Veyquer de la noche anterior. Después de salir del hotel la llevó a casa, o más bien a donde ella dijo que vivía, aunque él no tenía que conocer ese pequeño engaño. Cuando se fue, dio media vuelta y se encaminó hacia la esquina de la calle, con paciencia y un cuchillo oculto en el bolso espero a que un taxi parase y cuando por fin llegó al edificio que le servía como hogar, en una de las zonas céntricas de la ciudad, ya tenía una historia bien completa como excusa para Chrystiane, así que con decisión entró y se preparó para enfrentarse a su líder/jefe.Se sorprendió bastante cuando Kezave
Maerius tensó el cuerpo, molesto. Llevaban un buen rato hablando del mismo tema.Cuando llegó Veyquer, hace como media hora, lo encontró recostado en el techo de la fortaleza. Grises nubes cubrían el cielo amenazando lluvia, cosa que no le molestaba al joven líder. Tenía la costumbre de ir allí cada vez que tenía que pensar con seriedad sobre algo y si bien cualquiera de sus hermanos podría subir en cualquier momento, era un acuerdo tácito que el sitio era exclusivo para él.—Es tan solo un niño. Ni siquiera sabemos si podrá transformarse. —Le dijo a Veyquer, apenas sacó el tema, preguntándose porque ahora hablaba de eso cuando antes pareció no importarle tanto. Ese niño… En algún momento, cuando no lo había visto y no reparaba en su patética fragilidad, también se le cruzó la idea de asesinarlo. Re