DEYNIA E IVAN

Adolorida, despertó de su profunda inconsciencia.

Una mano se retiró veloz de su pecho, tan rápida que su dueño se golpeó con la pared y casi cayó al suelo. La luz la cegó, apenas distinguía formas, por lo que sus ojos bailaron de un lado al otro con confusión. Después de unos segundos recuperó poco a poco la vista.

La habitación se asemejaba a una enfermería. Era de hecho una enfermería. Las paredes eran color crema y por las cortinas transparentes entraba un poco de luz natural. Por el ruido supo que afuera llovía. Algunos estantes con medicinas y dos sillones de capacidad para una sola persona eran los únicos adornos.

Él estaba sentado en uno de estos.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó. Su voz era pastosa y no podía pronunciar con claridad, la garganta le ardió con cada sílaba.

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