Aterrizó sobre las ruinas del edificio. Por una vez no le importó que los humanos lo viesen. Por una vez se preocupó de verdad por uno.
Su “salón del trono”, que era una réplica en pequeño del verdadero Salón Dorado del Palacio Rojo de Laegul, estaba hecho de tal modo que funcionaba a la vez de centro de operaciones y bunker para el peor de los casos, si bien ni él mismo tenía claro cuál sería el peor de los casos. Esa era la razón por la cual las paredes del salón no dejaban salir ni ingresar ningún tipo de señal de comunicación que no fuesen las de las computadoras o las de su propio brazalete.
Ahí dentro un celular no servía para casi nada. Ahí dentro, el celular que usaba para comunicarse con Chrystiane no recibió ninguna de sus desesperadas llamadas, mucho menos la docena de mensajes que escribió como &uacut
El día era soleado y el calor endemoniado.Mientras se alistaba miró por la ventana del edificio como los soldados ayudaban a las labores de reconstrucción y ordenamiento, quitando escombros y habilitando de a poco partes de la base. Muchos servían de voluntarios para atender a los heridos que aún se recuperaban, otros más continuaban en el trabajo encargado por Ivan y por ella misma.<<Debí de quedarme en Quito. Ahí estaba muy fresquita>>.Al despertar de su inconsciencia en el ala médica del Palacio de Gobierno se encontró con un Ivan satisfecho, deseoso de contarle que su operación destruyó completamente a Juan Barragán y su centro de operaciones, además de que le obtuvo información valiosa que se relacionaba con los resplandores. Aunque no capturó a Barragán y causo un caos terrible en la ciudad, para él era todo un &eacut
Por fin la vieja nave se elevaba restaurada, devuelta a su antigua gloria cuanto fue posible.Después de las muchas horas y los varios metros cuadrados de selva virgen destruidos que les tomó encontrar las dos naves, las muchas más horas y el gran trabajo en conjunto usando las partes de la segunda para reparar la primera; después de todo ese esfuerzo por fin contemplaron satisfechos el resultado.Era cuestión de tiempo para que el vehículo funcionase de nuevo una vez conectado, tras treinta años permaneciendo a la espera, oxidándose debajo del suelo amazónico.Los Cinco y los Guapos abordaron el VEP de Efxil, encargado de llevar la nave reparada sujeta con un cable de acero. Los siete estaban listos para cumplir la parte final de su plan. Zeqdas miraba por la ventanilla como la distancia se acortaba en dirección a la central eléctrica que, en las afueras de Quito, les serviría d
Serani Efxil Darearc,iten ed Estrot Darearc,privetsagen ed zel Famyle Darearc.Señoría Efxil Darearc, hijo de Estrot Darearc, Primer Nacido de la Familia Darearc.Calendario terrano, 27 de febrero de 1977. Treinta y cinco años antes.El guapo muchacho miró como el dorado sol caía con sus fuertes rayos sobre el Palacio Rojo, allí en Laegul, capital de la Nación. Miró su brazalete. Ya era hora.Su padre debía de estarlo buscando. Como el General de las Fuerzas Eracuier, Estrot tenía el deber de estar presente allí desde temprano y él, su hijo, como Primer Nacido del General de las Fuerzas Eracuier, tenía el deber de acompañarlo con elegancia y porte.Era después de todo un día muy importante: los Trece Originales se reunirían en el Salón
¿Estaba soñando?No lo sabía con certeza y eso me asustaba.Me encontraba en una ladera enorme de tierra seca, llena de arbustos secos y hierba vieja. El lugar lucía oscuro, una fina lluvia caía, todo parecía muerto. No, de hecho así era.Todo estaba muerto. En mi cabeza, voces extrañas susurraban frases ininteligibles.Caminé mirando a izquierda y derecha, buscando alguna señal de vida o de algo que me permitiese saber que pasó ahí. Vestía el traje Daoslediano, pero este estaba corroído, sucio, muerto, como si fuese más bien una mortaja. Aunque el lugar se me hizo conocido, su aspecto de infierno no me dejaba reconocerlo del todo. Mis pasos eran cortos y dudosos, mientras ascendía con la intención de llegar a la cima de la ladera. A medida que me acercaba se hizo más audible un lloriqueo, un sollozo t
<< ¡Marica! >><< ¡Humano imbécil! >><< ¡¡Grandísimo hijo de puta!! >>Pasaron muchísimos años desde la última vez que Ut Serani Jeorg Macpar se encontraba tan enojado consigo mismo, con el mundo, con Ivan Eralet y con cada uno de los seres Daosledianos y humanos a su alcance.Caminaba de un lado al otro, resoplando, apretando los puños, golpeando la pared y dejando huellas escarlatas de su furia, mientras las gotas de sangre roja salían de las heridas que llevaba en el brazo, provocadas al defenderse del sinnúmero de balas que las armas humanas le dispararon.Aunque intentaba desplegarla con ahínco, su aura se cerraba como un capullo, resentida debido al contacto eléctrico que mantuvo durante tanto tiempo y al que sin duda ya no estaba acostumbrado. Al final, el ataque con el lanzacohetes le lastimó
Maerius descendió de la nave y aterrizó sobre su rodilla, para desplomarse en el frío suelo mientras escupía saliva sanguinolenta, jadeante. La sangre caía gota a gota por su cuerpo y una nube de vapor salía de su boca cada vez que respiraba, con dificultad.Sus hermanos lo siguieron. Efxil y Dyhret llegaron últimos, tan débiles como sus compatriotas. La pelea con Eralet acabó las fuerzas mentales y físicas de los Cinco. Los dos Guapos no estaban mucho mejor, perdiendo su entereza al ser casi asesinados por humanos.Zeqdas se dejó caer y se recostó en una roca cercana, acompañada de sus hermanas. La herida en su pecho aun rezumaba sangre, pero por suerte no era tan grave como en principio pareció. Un poco de líquido curativo que Efxil guardaba en su nave sirvió para que la chica no desfalleciese.Durante un buen tiempo ninguno pronunció pa
Un frío que calaba en los huesos se sentía desde hace horas en el terminal terrestre de la ciudad serrana de Latacunga, acompañado de un viento capaz de estremecer a cualquiera que no estuviese a buen recaudo dentro del edificio principal.Un mal presagio, aseguró Jeynz, con la mirada perdida una vez más. Después de lo visto, ahora Mytlen le creía cualquier palabra que dijese.La rubia chica, que temblaba aun estando debajo de pesadas capas de ropa, terminó de pagar el café con sanduches de mortadela, uno para cada una, que les servirían de merienda a ella y sus hermanas mientras esperaban el arribo del bus que las llevaría al suroeste del país. Por un instante se sintió mal por darles una comida tan pobre a su amiga embarazada y a una niña en crecimiento, pero ambas coincidieron en que no tenía mucha hambre. Cosa extraña, ya que si para algo sirvieron esos d
—Se volvió loco. Lo sabes bien.— ¿Qué más podía hacer? ¡Viste los vídeos! Logró debilitarlos, los derribó; con ese lanzacohetes tal vez mato a uno o dos de ellos.— ¡Claro que vi los vídeos! ¡Claro que sé lo que pasó! ¡Por eso es que te lo digo! ¿A qué costo lo logró? Esa noche murieron demasiados por su impaciencia. Si hubiera esperado a la policía, hubiera obtenido la victoria. No defiendas lo indefendible.Sytven retrocedió, molesto. Deynia miró a los reclutas reunirse y formarse, ignorando le expresión molesta de su compañero. Nada le haría cambiar de opinión.Movió los brazos intentando aliviar algo del ardor que le producían las pocas vendas que aun llevaba consigo. Su aspecto sin duda era desastroso, si bien el uniforme cubría la mayor&iacut