Bastardos

— ¿Shis?

El vestíbulo estaba fresco y oscuro. La palabra desapareció en el silencio como una piedra por un profundo pozo.

Santino volvió a llamar.

— ¿Shis?

Nada. Incluso el tictac del reloj empotrado en la pared se había detenido. Esa noche no había estado nadie para darle cuerda.

No obstante, existían huellas en el piso.

Santino pasó por el pasillo, rumbo a la oficina de Shis. El ambiente estaba viciado por un olor a cigarro, rancio y apagado hacía mucho. Vio la silla de su primo junto a la ventana. Estaba chueca, como si se hubiera levantado repentinamente. Había un cenicero en uno de los vértices del escritorio y dentro de él un rollo perfecto de cenizas de cigarro.

Shis estuvo vigilando aquí. ¿En espera de qué?...Mía, por supuesto, esperó a que yo llegase.. ¿Qué rayos era tan i

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