LEONEL ARZÚATenía miedo de que saltara, mientras que sus palabras calaban hondo en el pecho. ¿Era similar a lo que Evelyn habría dicho antes de saltar?Lentamente avancé hasta que sentí que estaba lo suficientemente cerca, la tomé de la muñeca y tiré hacía mí, haciendo que cayera hacia el interior de la habitación, en mis brazos. Sus manos se enredaron en mi cuello y sus ojos quedaron a centímetros de los míos, hipnotizándome con ese color tan hermoso que nunca había visto antes.—No creíste que iba a saltar o ¿sí? —preguntó ladeando la cabeza y entornando los ojos—. ¿Te asustaste?—Así murió mi esposa… Saltando de muy alto… —Me dolió decirlo, como siempre. No podía hablar de esto sin desmoronarme. Cada vez era más difícil.—Lo siento… ¿Qué la motivó? —preguntó en un susurro y tuve que liberarla de mis brazos, pues me sentía cada vez más débil.—No sufría de depresión… —contesté jalando aire para controlarme mejor—, su hermano estaba en la cárcel y nosotros… no teníamos una buena rela
GIANNA RICCIMe senté frente a los rosales, en esa vieja banca de cemento, y sonreí divertida. ¡Había funcionado! ¡El idiota se había tragado completito el engaño! El lugar donde almorzamos era muy parecido a la cafetería donde tuvimos nuestra primera cita. Fue interesante ver cómo su mirada se convertía en dolor con cada comentario o acción que lo hacía recordar a su esposa muerta. Comprobé que en verdad estaba lleno de remordimiento por lo que me había pasado. ¡Qué bueno! ¡Es lo mínimo que podía hacer el maldito después de cómo me trató! Me levanté llena de furia y caminé hasta la cruz que estaba en el centro del jardín. Apreté los puños y los dientes mientras la veía de manera retadora.—No sé si tu idea era que yo encontrara paz y felicidad, pero aquí era obvio que no lo lograría. Te juro que haré que Leonel llore sangre. Pagará por cada desprecio y humillación. —Sería interesante averiguar si podría llevarlo al precipicio. ¿Puedo destruir su vida al punto de hacer que él mismo a
LEONEL ARZÚA—No es necesario que vayas a ese convento… Si quieres puedes quedarte en mi hogar, hay muchas habitaciones —dije mientras conducía. El viaje en avión fue agotador y lo único que quería era llegar a casa a descansar.—No puedo vivir sola con un hombre… Es incitar al pecado —contestó con firmeza, haciéndome sonreír. —Ya te dije que no me gustan las mujeres vestidas de pingüino —respondí rascándome la ceja. De inmediato me dio un manotazo, provocando que pudiera ver su rostro indignado. —¡No es un disfraz de pingüino! ¡Son mis hábitos! ¡Ten más respeto, pecador! —exclamó con furia, pero sinceramente, solo parecía un pingüino enojado y me fue imposible evitar reír. —Te irás al infierno por burlarte de una de las novias de Dios —contestó orgullosa desviando su rostro hacia la ventana. —A estas alturas ya no importa, ya tengo mi lugar asegurado —agregué, poniéndole fin a mis risas con un suspiro. Decidí desviarme un poco y noté que Gianna se tensó por la forma en que sus ma
GIANNA RICCISonrió de medio lado antes de meterse el resto de la galleta en la boca. —Lo haré… pero mandaré especialistas para que valoren los riesgos y beneficios del proyecto. Si haremos esto, lo haremos bien —contestó regresando su atención hacia los papeles en su escritorio. Entonces presté más atención y vi unos documentos que llevaban el nombre de Christian. No pude evitar tomarlos, pero apenas los levanté, Leonel me los arrebató.—¿Qué es eso? —pregunté fingiendo incredulidad. —Christian Valencia… —contestó torciendo la boca y los dejó caer pesados sobre su escritorio—. Ese chico me está volviendo loco. Es necio y terco. En verdad intento ayudarlo… pero cada vez es peor. »Se llevará a cabo un juicio de apelación, podría salir libre bajo palabra y lo metería a un centro de rehabilitación, pero si sigue con su mal comportamiento solo me hará perder dinero. Posé mi mano encima de la suya, queriendo reconfortarlo.—Sé que podrás conseguirlo. Eres un hombre muy inteligente, algo
GIANNA RICCI—¿Qué va a vender? —preguntó el hombre acomodándose a mi lado y prestándome toda su atención.—Una casa… donde tuve recuerdos muy lindos, tal vez mis únicos recuerdos felices —agregué y una lágrima cayó por mi mejilla. —Lo lamento…—¡Matías! ¡Ahí estás! ¡Te estaba buscando! —exclamó mi padre al vernos, agitando su mano en dirección a mi acompañante. —¿Es él? —preguntó el hombre a mi lado, reconociéndolo por las migajas de galletas que aún se aferraban a su pecho. —¡¿Tú vas a comprar la casa de mi madre?! —inquirí alterada y mis ojos se pusieron turbios por las lágrimas que se rehusaban a caer. —¿Tu madre? —Matías parecía cada vez más confundido. —¡Ah!, pero si es la monja… ¿Qué haces aquí? —preguntó mi padre riéndose. —¡Las galletas tienen un costo de tres euros y usted solo le dio uno con veinte a la madre superiora! ¡¿Cómo se atreve a robarle así a una mujer de Dios?! —exclamé limpiándome las lágrimas de las mejillas.—¿Tanto alboroto por unas galletas? —insistió m
GIANNA RICCI—¿Leonel? —Jamás creí que la mujer que provocó mi muerte, ahora me estuviera salvando. Dafne estaba parada en el marco de la puerta, viéndonos confundida. —¿Dafne? ¿Qué haces aquí? —preguntó Leonel soltándome por fin. —Me tengo que ir —dije saliendo presurosa del despacho, con el rostro agachado como si me preocupara que Dafne me fuera a reconocer. —¡Hermana Gianna! —exclamó Leonel, pero lo ignoré y él tampoco me persiguió, como siempre, no era algo que me sorprendiera y menos si estaba Dafne de por medio. Cuando por fin puse el primer pie fuera, me detuve, así como mi corazón. Me escondí a un lado de la puerta y esperé, quería creer que podría pescar algo bueno. —¿Qué haces aquí? Creí que había quedado claro que en mi vida quería volverte a ver… —dijo Leonel y pude escuchar el tintineo de las botellas, una vez más iba a tomar. —Sé que me prohibiste volver a entrar en esta casa, pero… —¿Cómo lograste que mi servidumbre te dejara entrar? Quien lo hizo terminará despe
MATÍAS ZANNIERYo no nací en cuna de oro, pero sí tenía un amigo con bastante dinero. Siempre me invitaba a sus fiestas, sin embargo, yo nunca accedía, no me agradaba compartir el mismo espacio que personas que parecían hacerme un favor permitiéndome respirar su mismo aire, pero al ser el cumpleaños de este amigo no tuve elección. Cuando estaba buscando la excusa perfecta para irme, un hermoso ángel de ojos azules y cabellos claros traspasó la puerta, rodeada de sus amigas. Usaba un vestido entallado y provocativo que la delataba como un demonio. No supe si fue la intensidad de mi mirada, pero atrajo a la suya. Se acercó con un contoneo seductor y cadencioso mientras me veía de pies a cabeza, una vez que estuvo frente a mí, me sonrió y en vez de burlarse de mí o criticarme, me invitó a bailar. Pensé que era un sueño hecho realidad, jamás me imaginé que enredarse con un hombre con menos dinero solo era un acto de rebeldía hacia su padre, eso lo supe después de haber salido con ella ca
MATÍAS ZANNIER—Vi que hay limones en la cesta. ¿Quieres agua de limón? —preguntó Gianna tomando un par de limones en cada mano—. ¿Sabes si dejó también la azúcar? Está en el bote marrón. Volteé aún escéptico hacia la encimera. Cuando destapé el bote, efectivamente ahí estaba el azúcar. —Dijiste que ese hombre, el señor Valencia, ¿es tu padre? —pregunté acercándole el bote mientras ella se ponía rígida, incluso palideció.—¿Dije «padre»? —contestó divertida—. De seguro me confundí. —El señor Valencia me dijo que esta casa era de su esposa, y que siempre perteneció a su familia. Que su hija, quien la iba a heredar… murió… —dije con pesar al recordar.No entendía cuál era su relación con esa familia, en este punto ni siquiera estaba seguro de que fuera Gianna, pero su sencillez y ternura me hizo simpatizar con ella. —Entonces… ¿un juicio? —preguntó cambiando el tema. —Sí, hace tiempo un hombre mató al hijo de mi cliente. Consiguió una pena muy gentil… No pudieron encontrar un abogad