MATÍAS ZANNIER—Vi que hay limones en la cesta. ¿Quieres agua de limón? —preguntó Gianna tomando un par de limones en cada mano—. ¿Sabes si dejó también la azúcar? Está en el bote marrón. Volteé aún escéptico hacia la encimera. Cuando destapé el bote, efectivamente ahí estaba el azúcar. —Dijiste que ese hombre, el señor Valencia, ¿es tu padre? —pregunté acercándole el bote mientras ella se ponía rígida, incluso palideció.—¿Dije «padre»? —contestó divertida—. De seguro me confundí. —El señor Valencia me dijo que esta casa era de su esposa, y que siempre perteneció a su familia. Que su hija, quien la iba a heredar… murió… —dije con pesar al recordar.No entendía cuál era su relación con esa familia, en este punto ni siquiera estaba seguro de que fuera Gianna, pero su sencillez y ternura me hizo simpatizar con ella. —Entonces… ¿un juicio? —preguntó cambiando el tema. —Sí, hace tiempo un hombre mató al hijo de mi cliente. Consiguió una pena muy gentil… No pudieron encontrar un abogad
GIANNA RICCI—Es el abogado Matías Zannier —dije contra sus labios, deteniendo su avance. Sus ojos que se habían clavado en mi boca, se levantaron, enganchándose en mi mirada. —¿Cómo? —Él es el abogado que va a condenar a… Christian Valencia… —Me sentí como si estuviera traicionando a ese hombre. Aunque no lo conocía, en verdad parecía bondadoso—. Mi padre prometió no meterse en el juicio para defender a…—¿Tu padre? —preguntó Leonel tomando distancia. ¡De nuevo me había equivocado!—«Su» padre… Me refiero al padre de Christian Valencia… —intenté corregir, pero sus ojos no parecían creerme—. Él prometió no meterse en el caso a cambio de que le diera una buena cantidad de dinero por la casa. Dirigió su mirada hacia el parabrisas, parecía contrariado y molesto. —Te escuché bien, dijiste «mi» padre… —Me equivoqué… estoy cansada y…—¡¿Te equivocaste?! ¡¿También te equivocaste cuando dijiste tantos datos personales de mi relación con Evelyn?!—Solo adiviné… —dije apenada volteando en
LEONEL ARZÚA—Señor Arzúa —dijo Gianna con una gran sonrisa, como si ya conociera a mi abuelo.—¿Nos hemos visto antes, hermana? —preguntó desconcertado, pero cortés. —Usted a mí no… pero yo a usted sí, es muy conocido —agregó nerviosa y se sonrojó. —¿Muy conocido? —inquirí molesto—. ¿Escuchaste de él en Italia? Imposible…—Aunque no lo creas, Leonel, mis hazañas como inversionista y empresario aún son recordadas —contestó mi abuelo sacudiendo su índice en el aire. —¿Quiere una galleta? —preguntó Gianna emocionada. —¡Claro! ¿Las hizo usted, madre? —preguntó mi abuelo y tomó una de la pequeña canasta que cargaba Gianna, ella solo asintió con emoción mientras veía ilusionada como mi abuelo probaba la primera. —¡Deliciosa! —exclamó con sorpresa—. Qué curioso… —susurró y volvió a morder la galleta, como si buscara algo entre la masa—. Tiene un sabor que se me hace… conocido. Su sazón… es como si ya lo hubiera probado antes. ¡No! ¡Imposible! Debo de estar confundido. »Leonel, debería
LEONEL ARZÚACuando por fin pude soltar su boca y verla a los ojos, a quien vi detrás de esos iris azules, no fue a Gianna, sino a mi esposa, la mujer que nunca valoré y que perdí de la manera más cruel que alguna vez imaginé. —Evelyn… —dije su nombre y me dolió, fue como si cada sílaba fuera una navaja que me abrió la garganta antes de salir por mi boca—. Perdóname… Creí que lo único que deseaba era que Dafne regresara, pero… me equivoqué. Tú siempre fuiste tan dulce, tan tierna, detallista… Siempre esperando que yo te viera de otra manera, que te aceptara. Toleraste mis groserías… Has sido la única persona que ha tenido tanta fe en mí y te decepcioné…—Leonel… —mi nombre salió como un suave susurro entre sus labios. Posé mis dedos sobre su suave boca, silenciándola.—Perdóname… —supliqué. —Te estás equivocando, yo no soy Evelyn… —dijo tomando mi rostro entre sus manos—. Puedo perdonarte a su nombre, pero… no soy tu esposa. ¿Lo entiendes?—Mientes… —agregué dolido—. Cocinas como ell
GIANNA RICCIMi padre me vio con desconfianza y después de pensarlo unos segundos negó con la cabeza.—No te creo… —Soy monja. No puedo mentir —respondí levantando los hombros.—Puedes mentir, aunque no deberías. Quiero hablar con el señor Arzúa… Quiero que él me lo diga de frente. —Me parece ofensivo que no solo no crea en mi palabra, sino que exija que un hombre tan ocupado como el señor Arzúa se presente aquí solo para decirle lo mismo que yo ya dije —contesté levantándome de mi asiento y alisando mis hábitos—. Si no quiere aprovechar la oportunidad de salir de prisión y hacer algo por su hijo cuando más lo necesita, está bien, no lo haga. No pienso rogarle y tampoco le diré al señor Arzúa que venga hasta acá para convencerlo. —¿Por qué al señor Arzúa le interesaría defender a Christian? —preguntó mi padre poniéndose de pie y golpeando con ambas manos en la mesa. —Por Evelyn… —contesté de inmediato—. Quiere hacer lo que ella no logró, poner a salvo a Christian. Si gana la apelac
LEONEL ARZÚAHabía algo que no me convencía de Gianna. No podía concebir que una monja actuara de esa manera, tan fría y calculadora. ¿Era también un riesgo para mí? —Señor, ¿me llamó? —preguntó mi ayudante con la seriedad que la caracterizaba. —Necesito que investigues a Gianna Ricci, quiero saber todo de ella, de donde viene, que la motivó a ser monja… ¡Todo! —exclamé ansioso y mi ayudante solo asintió sin darle mucha importancia a mi arranque de histeria, supuse que ya estaba acostumbrada. —Señor, además de eso… —intervino mientras apuntaba en su libreta—. Hay una mujer que quiere hablar con usted. —¿Quién? —pregunté confundido. —Talah Sartori. ¿Quiere que la deje pasar? ¡¿Qué putas hacia esa m*****a mujer aquí?!, exclamé para mis adentros.—¿Viene sola?—Sí, señor.—Bien, déjala pasar…Aún no estaba muy seguro de que tan descortés o tajante podía ser con los hermanos Sartori, después de todo, su empresa era reconocida en toda Europa, meterme en problemas con ellos, más de los
GIANNA RICCI¡Demasiado tarde! Giré sobre mis talones y le sonreí apenada.—Hola… de nuevo —contesté con una sonrisa fingida—. Me perdí. —¿Te perdiste? —Frunció el ceño y ladeó la cabeza. —Sí, yo… justo estaba buscando el baño y… creo que no lo encontré.—Pensé que conocías esta casa como la palma de tu mano —dijo acorralándome contra la pared, recargando su antebrazo al lado de mi cabeza mientras que su rostro se agachaba lo suficiente para encontrarse con el mío. —Bueno… nadie es perfecto —agregué tímida y nerviosa, no sabía si por su cercanía o por el temor de ser descubierta. De pronto su mano libre me tomó por el mentón antes de sonreírme con ternura. —Bien… No te preocupes, yo te guío. —Me agarró de la muñeca y me llevó hacia el baño. Durante el breve camino pude sentir como su pulgar acariciaba mi piel suavemente. ¡Dios mío! De haber sabido que ser monja me haría tan jodidamente popular.۞LEONEL ARZÚA—¿Qué haces aquí? —pregunté melancólico sentado a la cabeza de la mesa,
GIANNA RICCI—Yo lo amo… Juro que lo amo de verdad… —dijo Dafne haciendo pedacitos el pañuelo que le había dado, mientras yo sostenía la caja con el resto, pues era obvio que necesitaría más de uno—. Soy egoísta y caprichosa, lo sé… pero… tengo un corazón, aunque no lo parezca. —Hija… —¡Hija de tu puta madre!, era lo que en verdad quería decir, pero bueno… debía de mantener el control—. Si no me explicas que es lo que te pone así, no podré…—Se trata de Leonel Arzúa, el hombre al que sueles visitar. Sé que te trajo de Italia como apoyo emocional… —dijo con la voz quebradiza—. Lo conozco desde que éramos adolescentes… yo… fui su novia por muchos años, y ahora que quiero arreglarlo todo, que deseo recuperarlo y retomar lo que teníamos antes de que se casara con la tarada de Evelyn.No pude evitar sonreír y rechinar los dientes al mismo tiempo. ¡Tarada tu madre pedazo de basura! —Cuida esa boquita, estás en un lugar sagrado y de respeto —dije con ganas de arrancarle los ojos. —Lo siento