LEONEL ARZÚACuando por fin pude soltar su boca y verla a los ojos, a quien vi detrás de esos iris azules, no fue a Gianna, sino a mi esposa, la mujer que nunca valoré y que perdí de la manera más cruel que alguna vez imaginé. —Evelyn… —dije su nombre y me dolió, fue como si cada sílaba fuera una navaja que me abrió la garganta antes de salir por mi boca—. Perdóname… Creí que lo único que deseaba era que Dafne regresara, pero… me equivoqué. Tú siempre fuiste tan dulce, tan tierna, detallista… Siempre esperando que yo te viera de otra manera, que te aceptara. Toleraste mis groserías… Has sido la única persona que ha tenido tanta fe en mí y te decepcioné…—Leonel… —mi nombre salió como un suave susurro entre sus labios. Posé mis dedos sobre su suave boca, silenciándola.—Perdóname… —supliqué. —Te estás equivocando, yo no soy Evelyn… —dijo tomando mi rostro entre sus manos—. Puedo perdonarte a su nombre, pero… no soy tu esposa. ¿Lo entiendes?—Mientes… —agregué dolido—. Cocinas como ell
GIANNA RICCIMi padre me vio con desconfianza y después de pensarlo unos segundos negó con la cabeza.—No te creo… —Soy monja. No puedo mentir —respondí levantando los hombros.—Puedes mentir, aunque no deberías. Quiero hablar con el señor Arzúa… Quiero que él me lo diga de frente. —Me parece ofensivo que no solo no crea en mi palabra, sino que exija que un hombre tan ocupado como el señor Arzúa se presente aquí solo para decirle lo mismo que yo ya dije —contesté levantándome de mi asiento y alisando mis hábitos—. Si no quiere aprovechar la oportunidad de salir de prisión y hacer algo por su hijo cuando más lo necesita, está bien, no lo haga. No pienso rogarle y tampoco le diré al señor Arzúa que venga hasta acá para convencerlo. —¿Por qué al señor Arzúa le interesaría defender a Christian? —preguntó mi padre poniéndose de pie y golpeando con ambas manos en la mesa. —Por Evelyn… —contesté de inmediato—. Quiere hacer lo que ella no logró, poner a salvo a Christian. Si gana la apelac
LEONEL ARZÚAHabía algo que no me convencía de Gianna. No podía concebir que una monja actuara de esa manera, tan fría y calculadora. ¿Era también un riesgo para mí? —Señor, ¿me llamó? —preguntó mi ayudante con la seriedad que la caracterizaba. —Necesito que investigues a Gianna Ricci, quiero saber todo de ella, de donde viene, que la motivó a ser monja… ¡Todo! —exclamé ansioso y mi ayudante solo asintió sin darle mucha importancia a mi arranque de histeria, supuse que ya estaba acostumbrada. —Señor, además de eso… —intervino mientras apuntaba en su libreta—. Hay una mujer que quiere hablar con usted. —¿Quién? —pregunté confundido. —Talah Sartori. ¿Quiere que la deje pasar? ¡¿Qué putas hacia esa m*****a mujer aquí?!, exclamé para mis adentros.—¿Viene sola?—Sí, señor.—Bien, déjala pasar…Aún no estaba muy seguro de que tan descortés o tajante podía ser con los hermanos Sartori, después de todo, su empresa era reconocida en toda Europa, meterme en problemas con ellos, más de los
GIANNA RICCI¡Demasiado tarde! Giré sobre mis talones y le sonreí apenada.—Hola… de nuevo —contesté con una sonrisa fingida—. Me perdí. —¿Te perdiste? —Frunció el ceño y ladeó la cabeza. —Sí, yo… justo estaba buscando el baño y… creo que no lo encontré.—Pensé que conocías esta casa como la palma de tu mano —dijo acorralándome contra la pared, recargando su antebrazo al lado de mi cabeza mientras que su rostro se agachaba lo suficiente para encontrarse con el mío. —Bueno… nadie es perfecto —agregué tímida y nerviosa, no sabía si por su cercanía o por el temor de ser descubierta. De pronto su mano libre me tomó por el mentón antes de sonreírme con ternura. —Bien… No te preocupes, yo te guío. —Me agarró de la muñeca y me llevó hacia el baño. Durante el breve camino pude sentir como su pulgar acariciaba mi piel suavemente. ¡Dios mío! De haber sabido que ser monja me haría tan jodidamente popular.۞LEONEL ARZÚA—¿Qué haces aquí? —pregunté melancólico sentado a la cabeza de la mesa,
GIANNA RICCI—Yo lo amo… Juro que lo amo de verdad… —dijo Dafne haciendo pedacitos el pañuelo que le había dado, mientras yo sostenía la caja con el resto, pues era obvio que necesitaría más de uno—. Soy egoísta y caprichosa, lo sé… pero… tengo un corazón, aunque no lo parezca. —Hija… —¡Hija de tu puta madre!, era lo que en verdad quería decir, pero bueno… debía de mantener el control—. Si no me explicas que es lo que te pone así, no podré…—Se trata de Leonel Arzúa, el hombre al que sueles visitar. Sé que te trajo de Italia como apoyo emocional… —dijo con la voz quebradiza—. Lo conozco desde que éramos adolescentes… yo… fui su novia por muchos años, y ahora que quiero arreglarlo todo, que deseo recuperarlo y retomar lo que teníamos antes de que se casara con la tarada de Evelyn.No pude evitar sonreír y rechinar los dientes al mismo tiempo. ¡Tarada tu madre pedazo de basura! —Cuida esa boquita, estás en un lugar sagrado y de respeto —dije con ganas de arrancarle los ojos. —Lo siento
GIANNA RICCI—¿Piensas renunciar a la empresa que tantos años le has dedicado? ¿Qué hay de tu vida llena de opulencia y lo que has ganado gracias a esas obligaciones a las que quieres renunciar? ¿Vale la pena hacerlo por una mujer que solo te gusta porque se parece a tu esposa muerta? —pregunté desesperada, odiándolo con todo mi ser, ¿por qué ahora? ¿Por qué cuando me tuvo, no me quiso, y ahora que yo no lo quiero, me dice todo lo que alguna vez quise escuchar?¿En verdad no lo quería?Pegó su frente a la mía, sin sentirse intimidado por mis preguntas, pero tampoco respondiéndolas, y me besó. Mis manos se posaron en su pecho y mis labios correspondieron a los suyos con fluides, admitiendo que ya los conocía, aunque no a esas dulces intenciones que jamás había mostrado antes.Me abracé a su cuello y mi cuerpo se adhirió al suyo, sus manos me agarraron con fuerza y mis hábitos me estorbaban. Mis pies no eran capaces de alcanzar el suelo y aun así no me importó, podía colgar de sus brazos
GIANNA RICCIEsperé pacientemente en el convento mientras el juicio tenía lugar. Los minutos pasaron lento y no había actividad que alejara mi pensamiento de mi hermano. Cuando creí que no lo resistiría más, alguien tocó el portón del convento. Salí corriendo desde la cocina, atravesando el jardín, pero al llegar a la puerta y acercar mi mano al pomo, me detuve, temerosa de las noticias que habían llegado, así como del emisario que me las daría. Abrí la puerta lentamente y me encontré con Matías, cabizbajo y con una sonrisa de medio lado. —¿Hoy no habrá chaperona? —preguntó queriendo ser gracioso, pero no lo logró.—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté angustiada.—¿Por qué, Gianna? ¿Qué ganas con defender a ese chico? ¿Qué necesidad tenías de intervenir? —preguntó ansioso por descubrir mis intenciones. —Es un hombre que ha sufrido mucho… Perdió a su madre cuando era muy pequeño, su padre es un egoísta y mezquino. Christian solo es una víctima de todo y merece una segunda oportunidad. —Ag
GIANNA RICCILas piernas me dolían, así como las caderas y hasta el alma. Descansando sobre el pecho de Leonel, me sentí decepcionada de mí misma, por ser tan débil ante él, por seguir enamorada después de todo lo que había pasado a su lado. —Entonces… ¿Solo despertaste en este cuerpo y ya? ¿No recuerdas nada más? Ya no tenía sentido seguir negando quien era en verdad. Tenía la esperanza de que al platicarle lo ocurrido entonces él lo considerará demasiado extraño y poco creíble, pero, por el contrario, parecía fascinado.—Solo sé que Gianna sufrió de un fuerte golpe en la cabeza… pero no sé qué clase de fuerza divina hizo esto… —Me levanté de su pecho para recibir esa mirada cargada de dulzura y comprensión que no parecía pertenecer al Leonel que conocía—. He roto mis votos de castidad, le he fallado a las únicas personas que me han tratado con respeto y amor. —Entonces quédate aquí… —contestó acariciando mi brazo, desde el hombro al codo, mientras sus ojos no dejaban de verme con