GIANNA RICCILas piernas me dolían, así como las caderas y hasta el alma. Descansando sobre el pecho de Leonel, me sentí decepcionada de mí misma, por ser tan débil ante él, por seguir enamorada después de todo lo que había pasado a su lado. —Entonces… ¿Solo despertaste en este cuerpo y ya? ¿No recuerdas nada más? Ya no tenía sentido seguir negando quien era en verdad. Tenía la esperanza de que al platicarle lo ocurrido entonces él lo considerará demasiado extraño y poco creíble, pero, por el contrario, parecía fascinado.—Solo sé que Gianna sufrió de un fuerte golpe en la cabeza… pero no sé qué clase de fuerza divina hizo esto… —Me levanté de su pecho para recibir esa mirada cargada de dulzura y comprensión que no parecía pertenecer al Leonel que conocía—. He roto mis votos de castidad, le he fallado a las únicas personas que me han tratado con respeto y amor. —Entonces quédate aquí… —contestó acariciando mi brazo, desde el hombro al codo, mientras sus ojos no dejaban de verme con
GIANNA RICCI—¿A dónde me llevas? —pregunté en cuanto noté que Matías no soltaba mi mano y me llevaba aún más lejos. —Es una sorpresa… —dijo emocionado, parecía un niño pequeño—. ¿Estás lista? —No sabría decirte… —contesté confundida, pero sin perder la sonrisa. De pronto se plantó detrás de mí y cubrió mis ojos, guiándome al andar. Cuando los descubrió lo primero que vi fue un local cerrado. —Aquí podrán vender sus galletas y toda clase de repostería. Cuando no nos demos abasto, conseguiré otro local. Quiero que el negocio crezca —dijo emocionado—. «Repostería la monjita feliz».—¡¿Qué?! ¿La monjita feliz? Dime qué no es cierto. —No podía mostrarme indignada pues estaba muerta de risa.—A mí me encantó el nombre… Además, tú eres una monjita y estás feliz, no veo fallas. Ahora que, si no te gusta, puede llamarse: Repostería el sexto pecado.Entorné los ojos, pensativa. —¿Pereza? —¡Gula! —contestó estallando en risa—. ¿Estás segura de que eres monja? —Que sea monja no significa qu
MATIAS ZANNIERIncliné el rostro hacia ella, mientras caía en cuenta de que no me importaba si no recordaba nada antes de entrar al convento, tal vez así era mejor y podíamos olvidarnos del trago amargo que significó nuestra separación, por lo menos para mí. Podía volver a conquistarla y esta vez yo era diferente, tenía poder, tenía dinero y mi corazón seguía latiendo por ella con la misma intensidad, pero ella ahora no era esa mujer libertina que le gustaba exhibirse y beber hasta perderse, ahora ella era dulce, comprensiva e inocente. Por fin parecía sentir empatía por los demás. —Siempre te protegeré… —repetí antes de que mis labios se posaran sobre los de ella, robándole un dulce beso, para descubrir que su boca no sabía igual. Los labios de Gianna sabían a alcohol, peligro, atracción y lujuria, pero esta vez sabían a canela y miel, a compasión y timidez.Desvió su rostro lentamente y su mirada pesarosa me rompió el corazón. —¿Tan mal beso? —pregunté con media sonrisa mientras a
GIANNA RICCI—¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunté mientras veía la foto que tenía de nosotros. Él parecía tan dulce como siempre, pero… Gianna, no sé, lo abrazaba y sonreía, aun así… había algo en su manera de ver hacia la cámara que no me daba confianza. —Cuando me di cuenta de que no me recordabas… decidí ir despacio. Además, hubo un momento en el que no pensé que fueras en verdad tú. Te comportabas muy diferente.—¿Diferente?—Tal vez no lo recuerdas, pero eras un poco difícil. Solo pensabas en estar en fiestas, bebiendo, no querías tomar nada en serio, incluso por momentos nuestra relación quedaba de lado y siempre regresabas a mi puerta arrepentida entre lágrimas. »Yo era el único sincero contigo, porque incluso esa mujer que nos atajó hace unas horas, solo le interesaba que pagaras su cuenta en esos clubes o que le dieras regalos caros.—Nadie me quería por quien era… y al parecer, no era nadie agradable de todas formas —contesté desalentada, con un resoplido—. Qué miser
GIANNA RICCI—Señor Ricci… —dije con timidez, sin saber como abordarlo.—¡¿Señor Ricci?! ¿De cuándo acá le hablas así a tu padre? —preguntó entornando los ojos con molestia—. Esperaba más alegría de tu parte. Rogabas una y otra vez que te dejara regresar a casa. —En verdad, amo estar en el convento, ese es mi verdadero hogar, por favor… —supliqué.—¿Qué? ¿No te emociona volver a las fiestas y que te regrese tu auto? Así que así se sentía nacer en una familia rica. No, no era suficiente para mí.—Por favor, quiero regresar, quiero…—Quieres volver con Matías, ese bueno para nada —contestó cruzándose de brazos.—¡No hable así de él! Es un gran abogado, ha llegado muy lejos y…—Lo ha hecho para ganarse mi respeto y que lo deje estar contigo, pero no ha hecho nada que en verdad sea admirable, por lo menos no para mí.—Para ser sinceros… si yo quisiera quedarme con Matías, usted sería el último del que me interesaría recibir su aprobación. A quien tiene que demostrarle algo es a mí —conte
GIANNA RICCIUna vez que me quité esa ropa de circo, decidí escapar de mi custodia. Necesitaba salir de ese lugar. Bajé las escaleras, presurosa, pero de nuevo esa sensación de náuseas y mareos me atacó. ¿Qué me ocurría? ¿Eran los efectos secundarios de habitar un cuerpo que no era mío? ¿El alma de Gianna estaba reclamando su cuerpo e intentando echarme de él?—¿Evelyn? ¿Qué haces fuera de tu cuarto? —me atajó Leonel, pronunciando mi nombre en un susurro—. Te ves muy pálida. —Me siento mal —respondí perdiendo la fuerza de las piernas y agarrándome de él para no caer—. No sé qué me pasa, creo que es Gianna reclamando su cuerpo desde el más allá…—Creo que exageras…—¡No exagero! Me siento muy mal, tengo frío, pero estoy sudando, me duele la cabeza y estoy muy débil…—Evelyn…—Es Gianna quien está reclamando su cuerpo… Siento que estoy a punto de que mi alma lo abandone…—Jamás pensé que fueras tan… —Para mi sorpresa, no era mi alma la que quería huir, más bien el desayuno, el cual term
LEONEL ARZÚA—¡Claro! La cena de compromiso —dije minimizando su importancia con mi actitud relajada—. Sí, ya no pude asistir.—¡¿Por qué?! —exclamó Talah abriendo tanto sus ojos que temía que se le fueran a salir. —Porque ya no me quiero casar contigo —contesté con una sonrisa—. Encontré una mejor oferta.—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que mejor oferta?! ¡Estamos hablando de…!—Un negocio —la interrumpí—. Te recuerdo que no hay nada entre tú y yo. Solo un acuerdo que en este momento no me conviene. —¿Ah sí? ¿Cuál es esa oferta que te hizo cambiar de opinión?—Casarme con la hija de los Ricci —contesté con media sonrisa y entorné los ojos. ¿Ella sabía a quién me refería o nunca tuvo la intención de investigar a Gianna, por lo menos averiguar sus apellidos o de dónde venía?—¿La hija de los Ricci? —preguntó desconcertada y retrocedió como si recibiera un golpe en la boca del estómago—. ¿Qué hija? —No pienso explicarte nada… —contesté tomándola del brazo y llevándola hacia la puerta. —¡¿No sabes na
GIANNA RICCI—¿Un aborto? ¡¿En serio?! —exclamó la madre superiora mientras caminaba de un lado para otro dentro de la habitación. —Intento de aborto… —corrigió el doctor Bennet.—¡Usted cállese! —contestó la madre superiora furiosa antes de volver su atención hacia mí—. No solo fue muy peligroso tomar un medicamento que desconocía de manos de una mujer de dudosa moral, sino que atentar contra una vida es pecado. —Madre superiora, yo no quiero tener este bebé, no pienso casarme con un hombre que solo sabe herir a todos los que lo rodean. ¡No me voy a condenar a ese infierno! —exclamé con los ojos llorosos. —¿Qué daño te hizo el niño? —preguntó viéndome con decepción—. No soy nadie para juzgarte, pues ambas sabemos lo que estos muros guardan y todo lo que han visto aquí, pero… ¿atentar contra la vida de un pequeño que no es culpable de nada? Tú eres la única persona en el mundo que debería de amarlo de manera incondicional, pero en vez de eso intentaste matarlo. —Tiene razón, madre