LEONEL ARZÚA—Cuando… ella salía con ese chico, Matías, se embarazó de él —dijo la señora Ricci—. Todo fue un caos, mi esposo pensó que era una manera en la que ese hombre quería asegurarse una vida con Gianna, una manera de atarla a él, yo le quise dar el beneficio de la duda…»En una ocasión Gia llegó muy triste, melancólica y no quiso hablar con nadie, se encerró en su cuarto por días, ni siquiera quería ver a Matías, y lo siguiente que pasó fue que había abortado en su habitación. La llevamos al hospital y descubrimos que ella misma lo había provocado, pero nunca quiso decirnos por qué. Entorné los ojos con desconfianza e inhalé profundamente. —Leonel… Matías no es bueno para ella y temo que la siga buscando. Por favor, mantenlo lejos de mi pequeña.—Señora Ricci, no tiene de qué preocuparse. No pienso alejarme de ella… Cuando nos casemos regresaremos a España donde serán bienvenidos. Mientras me comprometía a ser el guardián de Evelyn, vi a una pequeña y menuda «pingüina» camin
LEONEL ARZÚAAl llegar a la casa de los Ricci, llevé en brazos a Evelyn hasta su habitación, depositándola con sumo cuidado en la cama. Sus enormes ojos azules me veían con intensidad, su mirada agradecida y gentil era la misma que había visto tantos años en mi esposa. Evelyn siempre encontraba la forma de recordarme que se trataba de ella encerrada en ese cuerpo. —Esto es una locura… —dijo el señor Ricci furioso en el umbral. —Amor, hay que apoyarla, si esto es lo que quiere, que así sea —insistió la señora Ricci queriendo consolar a su esposo. —¡No se trata de lo que quiera, se trata de que no se muera! —gritó furioso y aunque Evelyn quería aparentar serenidad, noté como su gesto se endureció.—¿Podemos hablar allá afuera? —pregunté plantándome frente al señor Ricci. A regañadientes me siguió hasta que nos alejamos lo suficiente de la habitación. —Pensé que en ti si cabría algo de raciocinio —reclamó furioso. —Si Gianna permanece en cama el tiempo necesario, sin nada que le gene
GIANNA RICCIMe sentía horriblemente mal y no era ninguna amenaza de aborto. Estaba mareada, nauseabunda, pálida, triste y sin ilusiones. La señora Ricci había intentado traerme todos los platillos que Gianna solía disfrutar, pero no era suficiente para quitarme las ganas de vomitar, por el contrario, algunos se me hacían asquerosos, aunque supuse que, en otro momento, no sería así. —Mi niña, ¿qué se te antoja? No hay mejor manera de quitarte las náuseas que complaciendo antojos, pero parece que nada de lo que te ofrezco funciona —dijo angustiada acariciando mi cabello, sentada en el borde de la cama.Entonces llegó a mi nariz un olor muy peculiar que me abrió el apetito y me hizo salivar. Levanté mi cabeza, que hasta el momento había estado colgando del borde del colchón, y la puerta se abrió, era una de las sirvientas con una charola y una sonrisa. La señora Ricci se hizo a un lado para que la mujer pudiera poner la comida sobre mi regazo y cuando por fin destapó el plato, el vapor
GIANNA RICCILeonel se asomó para poder verme a los ojos. En cuanto yo desvié la mirada, me tomó por el mentón, haciendo que levantara el rostro hacia él. —¿Estás bromeando? —su pregunta parecía sincera.—¡No! —desvié el rostro, librándome de su agarre—. ¡Por favor! Yo no tenía los ojos de color ni el cabello rubio o tan negro y bonito como el de Gianna. Mi piel no era pálida y…—No puede ser cierto… —dijo divertido y cuando fruncí el ceño, ofendida, se arrepintió de burlarse—. Evelyn, ¿te estás escuchando? »Entiendo que Gianna es muy bonita, tiene rasgos finos, ojos grandes y azules, si es guapa, pero Evelyn era preciosa también. —De pronto sacó ese pedazo de foto donde aparecía yo con el vestido de novia—. Tenías una piel hermosa, color canela, tan tersa que era como acariciar la seda más fina. Esos labios carnosos que cuando pintabas de rojo te hacían ver tan sensual y provocativa, y esa mirada firme y profunda, cejas bien delineadas y ojos grandes. Eras una preciosidad. »Sin habl
GIANNA RICCIDurante toda la mañana me quedé pensando en el sueño que había tenido y lo que sentí en cuanto besé a Matías. ¿Qué era lo que me estaba pasando? —¿Estás bien? —preguntó Leonel mientras caminábamos por el jardín, notando mi desconcierto—. ¿Te sientes cansada? Lo mejor será que regresemos a la habitación. Se acercó para cargarme, pero lo detuve. —Estoy bien, en serio —contesté enternecida por su dulzura. Tomé su rostro entre mis manos y al verlo a los ojos, me sentí dichosa por tener por fin su amor sincero. No había duda en que lo amaba con devoción, pero… en cuanto volvía a pensar en ese sueño, era como si mi cabeza y mi corazón se partieran en dos. De alguna manera… sentía como si estuviera enamorada de los dos. Una parte de mi quería salir y buscar a Matías, la otra se quería quedar al lado de Leonel. ¿Qué me estaba pasando? —¡Leonel! ¿Podemos hablar? —preguntó el señor Ricci. —Anda… ve —contesté motivándolo a ir. —¿Estarás bien? —Se tomaba su papel como mi cuidado
GIANNA RICCICorría por las calles de noche, entre risas y jugueteos, con Matías de mi mano. Nos metimos a un callejón y me asomé para asegurarme de que nadie nos había seguido. Agotada apoyé la espalda sobre la pared, con la respiración agitada y los muslos ardiendo. Mi padre había enviado un par de hombres para seguirme y asegurarse que cumpliría con sus órdenes. De pronto una sombra se cernió sobre mí, cubriéndome de la luz de luna. Levanté mi mirada hacía el perfecto rostro varonil mientras sus manos se apoyaban sobre la pared a mi espalda, haciendo una jaula para mí con sus brazos. —¿Cansado? —pregunté divertida en cuanto su aliento chocó con mis labios. —Ni un poco… —contestó Matías antes de devorar mi boca con pasión y bajar por mi cuello, succionando y mordiendo, haciendo que mis bragas se humedecieran. Con una sonrisa pícara se alejó, mordiéndose los labios. Bajó la escalera para incendios y me dejó ir primero. ¡Vaya trampa! Pues sus manos juguetonas no dejaban de alcanzar
GIANNA RICCIFue entonces cuando me di cuenta de que había evocado otro recuerdo de Gianna en mis sueños, pero esta vez no solo compartió un momento muy íntimo con Matías, sino que podía sentir como me veía fijamente, molesta por haberle quitado su cuerpo, recelosa de mi oportunidad de estar brincando entre dos mundos, el de ella y el mío, y de inmediato me desperté, con la frente perlada y el corazón acelerado.—No me están gustando tus pesadillas… —dijo Leonel acercándome un vaso de agua—. Me da miedo que se te vaya a parar el corazón. —Quiero creer que pronto pasarán… —contesté ocultando mi miedo. ¿Qué haría si el espíritu de Gianna comenzaba a atormentarme? Cuando levanté la mirada hacia Leonel, sentí de nuevo el miedo de las preguntas que habían quedado flotando en mi sueño. ¿Fingiría ser Gianna y me quedaría con Matías o escogería a Leonel, esperando que mis sospechas fueran falsas y su amor fuera sincero y no un impulso de culpabilidad? Sentía que estaba jugando ruleta rusa.
GIANNA RICCI—Soy dulce y dócil en las manos correctas, juro que no soy el monstruo que bien conociste en España hace mucho tiempo. Te juro que te amo, pero no voy a ser tu estúpido. —Entonces noté como Leonel sacó de mi bolsillo el anillo de compromiso que me había dado Matías—. ¿Creíste que no notaría nada raro en tus besos y en la forma en la que me miras? ¿Creíste que no me daría cuenta de que el idiota te visitó? ¿Se te olvidó que el jardín de tu casa tiene cámaras que apuntan hacia las rejas? ¡Claro! No es tu casa, no es tu vida… pero aun así, quieres quedarte con el hombre de Gianna.Cerré los ojos con fuerza maldiciéndome internamente. Ya sabía yo que había mucha calma después de la visita de Matías. —Pensé que… tu corazón era mío por fin, por lo menos el mío ya era tuyo, así que… te daré lo que tanto deseabas —contestó con un suspiro y la mirada rota—. Regresarás al convento, me encargaré de que mi hijo y tú tengan los cuidados necesarios. La madre superiora de España envió a