GIANNA RICCIFue entonces cuando me di cuenta de que había evocado otro recuerdo de Gianna en mis sueños, pero esta vez no solo compartió un momento muy íntimo con Matías, sino que podía sentir como me veía fijamente, molesta por haberle quitado su cuerpo, recelosa de mi oportunidad de estar brincando entre dos mundos, el de ella y el mío, y de inmediato me desperté, con la frente perlada y el corazón acelerado.—No me están gustando tus pesadillas… —dijo Leonel acercándome un vaso de agua—. Me da miedo que se te vaya a parar el corazón. —Quiero creer que pronto pasarán… —contesté ocultando mi miedo. ¿Qué haría si el espíritu de Gianna comenzaba a atormentarme? Cuando levanté la mirada hacia Leonel, sentí de nuevo el miedo de las preguntas que habían quedado flotando en mi sueño. ¿Fingiría ser Gianna y me quedaría con Matías o escogería a Leonel, esperando que mis sospechas fueran falsas y su amor fuera sincero y no un impulso de culpabilidad? Sentía que estaba jugando ruleta rusa.
GIANNA RICCI—Soy dulce y dócil en las manos correctas, juro que no soy el monstruo que bien conociste en España hace mucho tiempo. Te juro que te amo, pero no voy a ser tu estúpido. —Entonces noté como Leonel sacó de mi bolsillo el anillo de compromiso que me había dado Matías—. ¿Creíste que no notaría nada raro en tus besos y en la forma en la que me miras? ¿Creíste que no me daría cuenta de que el idiota te visitó? ¿Se te olvidó que el jardín de tu casa tiene cámaras que apuntan hacia las rejas? ¡Claro! No es tu casa, no es tu vida… pero aun así, quieres quedarte con el hombre de Gianna.Cerré los ojos con fuerza maldiciéndome internamente. Ya sabía yo que había mucha calma después de la visita de Matías. —Pensé que… tu corazón era mío por fin, por lo menos el mío ya era tuyo, así que… te daré lo que tanto deseabas —contestó con un suspiro y la mirada rota—. Regresarás al convento, me encargaré de que mi hijo y tú tengan los cuidados necesarios. La madre superiora de España envió a
LEONEL ARZÚA—Hiciste lo que tenías que hacer… Me alegra que como siempre fuiste prudente y escogiste lo mejor para ti, para tu familia y para la empresa —dijo mi abuelo en cuanto llegué.—Sé que no lo parece, pero… el viaje fue agotador y no me siento de humor.—Entiendo, las decisiones difíciles siempre conllevan momentos de incertidumbre y pesar. Tomate el tiempo necesario para recuperarte y volver al ruedo, pues hay muchos proyectos en puerta y…—Pienso hacerme cargo de ese niño —lo interrumpí—. Llevará mi apellido y en cuanto me ponga al corriente con todo aquí, regresaré a Italia para poder cuidar de ella y de mi bebé. —¡Entiendo! Me alegra que seas tan responsable… Incluso no te juzgaría si desearas quedarte con su custodia, después de todo, una monja no tiene tiempo para cuidar bebés, le harás un favor —contestó como el hombre bonachón y agradable de siempre—. Tómatelo con calma, sabes que yo te apoyo.Apenas habían pasado un par de horas desde que había aterrizado mi avión y…
GIANNA RICCICon dulzura tomó mis manos entre las suyas y las besó agradecido. Sus ojos derrochaban ternura y anhelo. Pegó su frente a la mía, haciendo que su aroma llegara a mi nariz. Sus labios se posaron en los míos, arrancándome el aliento, haciéndome sentir ese amor y pasión que en algún momento Gia sintió cuando estaba cerca de él. Era adictivo y dulce, haciéndome desear cada vez más. Mi corazón estaba seguro de querer quedarse con él y por fin tener una vida tranquila y feliz, esto era lo que necesitaba. —¿Hermana Gianna? —preguntó de nuevo la madre superiora, incómoda por interrumpirnos—. Tienes otra visita. En ese momento volteé hacia el portón, el cual atravesó Leonel con su actitud hostil y presencia demoniaca, era como si de pronto todas las imágenes religiosas se prendieran en llamas conforme él avanzaba por el jardín directo hacia nosotros. —¿Leonel? —pregunté sorprendida y entonces la mano de Matías se sintió como plomo atrapando la mía. Leonel pasó su mirada entre a
GIANNA RICCI—¡¿Ves lo que me haces hacer?! —exclamó Matías en el sueño, caminando de un lado para otro, peinándose el cabello hacia atrás—. Gianna…Lentamente subí mi mano hasta mi mejilla que no dejaba de hormiguear y mis ojos derramaron lágrimas de dolor y frustración. Matías nunca me había tratado así. Jamás creí que levantaría una mano contra mí. —Gianna… —dijo arrepentido, pero sin decirlo. —Déjame en paz… —contesté, harta de esas peleas continuas y decidí salir de su edificio. —¡Gianna! ¡Déjame explicarme!En cuanto mi mano abrió la puerta que daba hacia la calle, él me tomó del brazo, haciéndome regresar sobre mis pasos. —¿Dejarías de comportarte como una niña mimada? Insistes en que huyamos lejos de tu familia, pero no soportarías ni un solo día sin tu auto del año o tu ropa fina. ¿Crees que seguirás manteniendo ese nivel de vida? ¡No! ¡Ya deja de soñar! ¡Pon los putos pies sobre la tierra y no llores por cualquier cosa! De nada sirve…—¿Tenías que demostrar lo hijo de put
GIANNA RICCIEn cuanto noté que Leonel y ella parecían estar en armonía, lo supe, las cosas volvían a ser como antes. Era como si el destino me echara en cara que Dafne y Leonel jamás debieron de separarse y cuantas veces le fuera posible, los volvería a juntar. —¿Qué ocurre, Dafne? —inquirió Leonel con tranquilidad. —Yo… olvidé mi cartera en el auto y… tienes dos opciones, o me das las llaves para abrirlo o me das dinero para comprar galletas —dijo inocentemente con una gran sonrisa que Leonel compartió mientras rebuscaba en sus bolsillos y sacaba un par de billetes de su cartera. —¿Me vas a comprar galletas también a mí? —preguntó con desconfianza sin soltar el dinero.—No… Son mis galletas, cómprate las tuyas —contestó Dafne haciendo que la indignación de Leonel se viera opacada por su sonrisa—. ¡Ya! ¡Suelta el dinero, tacaño! Dafne salió de la habitación con alegría, dejándonos de nuevo solos, pero a mí sin ganas de hablar.—Evelyn, si planeas salir del país o movilizarte, me t
GIANNA RICCIPese a todo lo ocurrido, Leonel no dijo ni una sola palabra cuando emprendimos el camino hacia el aeropuerto, dejando atrás a Matías, desconcertado y confundido. En cuanto llegamos al hangar donde nos esperaba el avión privado de Leonel, de nuevo tuve la falsa idea de que podría aprovechar el tiempo de vuelo para hablar con él y arreglar un poco lo que había entre nosotros, por lo menos explicarme para que comprendiera por qué me había comportado de esa manera, pero una vez más me vi interrumpida por la presencia de Dafne, quien al vernos llegar, corrió hacia los brazos de Leonel, colgándose de su cuello mientras él envolvía su pequeña cintura y le daba vueltas, haciendo que su vaporosa falda volara suavemente hasta que la dejó en el suelo. —Se tardaron… creí que tendría que irme sin ustedes —dijo Dafne con una gran sonrisa, aún tomada de la mano de Leonel quien parecía tan feliz a su lado. Intenté sonreír, pero me sentía miserable, así que mis labios permanecieron sella
GIANNA RICCILo primero que hice al pisar de nuevo España fue escaparme de Leonel, escabullirme con cuidado entre la gente, aunque mi abdomen abultado no me ayudara mucho. Aun así, pude salir del aeropuerto sin que nadie me detuviera. Abordé un taxi y cuando eché un vistazo hacia atrás, noté como la guardia del lugar comenzó a sellar cada entrada, Leonel se había dado cuenta muy tarde de mi escape, así como Dafne de seguro ya había descubierto que le faltaba la cartera. ¿No era justo? Después de todo ella pudo haber advertido a Leonel de mis intenciones y no lo hizo. ¿Lo hizo adrede para que me alejara de él? Tal vez.Había sido muy lindo todo lo que dijo en el avión, pero una persona como ella no cambiaba de un día para otro. Ese ya no era mi problema, era de Leonel, ya le tocaría a él resolverlo solo. —¿A dónde? —preguntó el taxista llamando de nuevo mi atención mientras avanzábamos.—Al centro de rehabilitación del centro —contesté sabiendo muy bien qué era lo primero que tenía que