GIANNA RICCICon dulzura tomó mis manos entre las suyas y las besó agradecido. Sus ojos derrochaban ternura y anhelo. Pegó su frente a la mía, haciendo que su aroma llegara a mi nariz. Sus labios se posaron en los míos, arrancándome el aliento, haciéndome sentir ese amor y pasión que en algún momento Gia sintió cuando estaba cerca de él. Era adictivo y dulce, haciéndome desear cada vez más. Mi corazón estaba seguro de querer quedarse con él y por fin tener una vida tranquila y feliz, esto era lo que necesitaba. —¿Hermana Gianna? —preguntó de nuevo la madre superiora, incómoda por interrumpirnos—. Tienes otra visita. En ese momento volteé hacia el portón, el cual atravesó Leonel con su actitud hostil y presencia demoniaca, era como si de pronto todas las imágenes religiosas se prendieran en llamas conforme él avanzaba por el jardín directo hacia nosotros. —¿Leonel? —pregunté sorprendida y entonces la mano de Matías se sintió como plomo atrapando la mía. Leonel pasó su mirada entre a
GIANNA RICCI—¡¿Ves lo que me haces hacer?! —exclamó Matías en el sueño, caminando de un lado para otro, peinándose el cabello hacia atrás—. Gianna…Lentamente subí mi mano hasta mi mejilla que no dejaba de hormiguear y mis ojos derramaron lágrimas de dolor y frustración. Matías nunca me había tratado así. Jamás creí que levantaría una mano contra mí. —Gianna… —dijo arrepentido, pero sin decirlo. —Déjame en paz… —contesté, harta de esas peleas continuas y decidí salir de su edificio. —¡Gianna! ¡Déjame explicarme!En cuanto mi mano abrió la puerta que daba hacia la calle, él me tomó del brazo, haciéndome regresar sobre mis pasos. —¿Dejarías de comportarte como una niña mimada? Insistes en que huyamos lejos de tu familia, pero no soportarías ni un solo día sin tu auto del año o tu ropa fina. ¿Crees que seguirás manteniendo ese nivel de vida? ¡No! ¡Ya deja de soñar! ¡Pon los putos pies sobre la tierra y no llores por cualquier cosa! De nada sirve…—¿Tenías que demostrar lo hijo de put
GIANNA RICCIEn cuanto noté que Leonel y ella parecían estar en armonía, lo supe, las cosas volvían a ser como antes. Era como si el destino me echara en cara que Dafne y Leonel jamás debieron de separarse y cuantas veces le fuera posible, los volvería a juntar. —¿Qué ocurre, Dafne? —inquirió Leonel con tranquilidad. —Yo… olvidé mi cartera en el auto y… tienes dos opciones, o me das las llaves para abrirlo o me das dinero para comprar galletas —dijo inocentemente con una gran sonrisa que Leonel compartió mientras rebuscaba en sus bolsillos y sacaba un par de billetes de su cartera. —¿Me vas a comprar galletas también a mí? —preguntó con desconfianza sin soltar el dinero.—No… Son mis galletas, cómprate las tuyas —contestó Dafne haciendo que la indignación de Leonel se viera opacada por su sonrisa—. ¡Ya! ¡Suelta el dinero, tacaño! Dafne salió de la habitación con alegría, dejándonos de nuevo solos, pero a mí sin ganas de hablar.—Evelyn, si planeas salir del país o movilizarte, me t
GIANNA RICCIPese a todo lo ocurrido, Leonel no dijo ni una sola palabra cuando emprendimos el camino hacia el aeropuerto, dejando atrás a Matías, desconcertado y confundido. En cuanto llegamos al hangar donde nos esperaba el avión privado de Leonel, de nuevo tuve la falsa idea de que podría aprovechar el tiempo de vuelo para hablar con él y arreglar un poco lo que había entre nosotros, por lo menos explicarme para que comprendiera por qué me había comportado de esa manera, pero una vez más me vi interrumpida por la presencia de Dafne, quien al vernos llegar, corrió hacia los brazos de Leonel, colgándose de su cuello mientras él envolvía su pequeña cintura y le daba vueltas, haciendo que su vaporosa falda volara suavemente hasta que la dejó en el suelo. —Se tardaron… creí que tendría que irme sin ustedes —dijo Dafne con una gran sonrisa, aún tomada de la mano de Leonel quien parecía tan feliz a su lado. Intenté sonreír, pero me sentía miserable, así que mis labios permanecieron sella
GIANNA RICCILo primero que hice al pisar de nuevo España fue escaparme de Leonel, escabullirme con cuidado entre la gente, aunque mi abdomen abultado no me ayudara mucho. Aun así, pude salir del aeropuerto sin que nadie me detuviera. Abordé un taxi y cuando eché un vistazo hacia atrás, noté como la guardia del lugar comenzó a sellar cada entrada, Leonel se había dado cuenta muy tarde de mi escape, así como Dafne de seguro ya había descubierto que le faltaba la cartera. ¿No era justo? Después de todo ella pudo haber advertido a Leonel de mis intenciones y no lo hizo. ¿Lo hizo adrede para que me alejara de él? Tal vez.Había sido muy lindo todo lo que dijo en el avión, pero una persona como ella no cambiaba de un día para otro. Ese ya no era mi problema, era de Leonel, ya le tocaría a él resolverlo solo. —¿A dónde? —preguntó el taxista llamando de nuevo mi atención mientras avanzábamos.—Al centro de rehabilitación del centro —contesté sabiendo muy bien qué era lo primero que tenía que
GIANNA RICCIDespués de compartir una sonrisa y levantarnos de la mesa, no pude contenerme más y lo abracé, aunque mi bebé se interpusiera entre los dos y se sacudiera en cuanto sintió la presión del abrazo, haciéndonos reír tenuemente. —Algo me dice que será una niña… —dijo posando su mano en mi vientre con dulzura.—¿Una niña? —pregunté confundida. Hasta ese momento planeaba que fuera un varón, o esa era la impresión que me daba. —No… es niña, lo sé —contestó emocionado. ۞Llegué al edificio de departamentos donde vivía Christian. Sonreí emocionada, pues ese era el comienzo de mi nueva vida, lejos de los demonios de mi pasado y los de Gianna. Metí la llave a la cerradura y cuando me disponía a tomar mi maleta, una mano la tomó con firmeza. Recorrí todo el camino hasta el rostro de Leonel que parecía furioso, pero contenido. —¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó en un susurro. —Empezar de nuevo… —Pensé que había quedado claro que te quedarías a vivir en mi casa, por lo m
GIANNA RICCIFue liberador, aunque para Leonel parecía que cada una de mis palabras era una bofetada que lo dejó sorprendido y aún más furioso. —Yo si te amé… —dije por fin más serena, o eso creía—. Yo si quise estar a tu lado, y sí… yo fui mil veces mejor que tú durante nuestra relación, porque mientras tú eres dócil con quien te trata bonito, yo fui dócil cuando tú me tratabas de la m****a. ¡Olvida que alguna vez te perdoné! ¡Me arrepiento de haberlo hecho! ¡Ahógate en alcohol si quieres! ¡Siéntete miserable, como la basura rastrera que fuiste conmigo!»¡Bien lo dijiste! Esta es mi segunda oportunidad para ser feliz yo, no para que tú puedas ser perdonado y te quites ese peso de encima, maldito ególatra de m****a. ¡Qué te jodan!—¿Terminaste? —preguntó con la cara completamente roja.Le arrebaté mi maleta y por primera vez respiré sintiéndome más ligera, como si mi cuerpo fuera de humo. El dolor en mi pecho desapareció, aunque tuviera las mejillas llenas de lágrimas. —Sí, eso creo…
GIANNA RICCI—Quédate en la cama, yo usaré el sofá… es un sofá-cama —dijo Christian en cuanto la cena terminó mientras acariciaba su barriga llena, la cual quería competir con la mía. Parecía que el tiempo solo había hecho crecer su cuerpo, pero seguía siendo mi pequeño hermanito. En cuanto vio que agarré los platos, lista para llevarlos a la tarja, me detuvo—. Dame eso, yo lo hago.—Pero… —Ya hiciste mucho por mí. Limpiaste todo este lugar y me hiciste la cena… Mínimo déjame lavar los platos —agregó con una sonrisa y me vio de pies a cabeza, parecía confundido—. Además, no quiero que a las primeras de cambio se te salga esa bebé. Tendrás que decirme qué hacer cuando eso ocurra. —Descuida, aún falta para que pase —contesté acariciando mi vientre. —Y… disculpa mi atrevimiento, pero… ¿quién es el padre? —preguntó divertido mientras comenzaba a fregar los platos—. Bueno, aunque creo que no tendría sentido, dudo que lo conozca. —Es… Leonel Arzúa —contesté agachando la mirada hasta que