GIANNA RICCIFue liberador, aunque para Leonel parecía que cada una de mis palabras era una bofetada que lo dejó sorprendido y aún más furioso. —Yo si te amé… —dije por fin más serena, o eso creía—. Yo si quise estar a tu lado, y sí… yo fui mil veces mejor que tú durante nuestra relación, porque mientras tú eres dócil con quien te trata bonito, yo fui dócil cuando tú me tratabas de la m****a. ¡Olvida que alguna vez te perdoné! ¡Me arrepiento de haberlo hecho! ¡Ahógate en alcohol si quieres! ¡Siéntete miserable, como la basura rastrera que fuiste conmigo!»¡Bien lo dijiste! Esta es mi segunda oportunidad para ser feliz yo, no para que tú puedas ser perdonado y te quites ese peso de encima, maldito ególatra de m****a. ¡Qué te jodan!—¿Terminaste? —preguntó con la cara completamente roja.Le arrebaté mi maleta y por primera vez respiré sintiéndome más ligera, como si mi cuerpo fuera de humo. El dolor en mi pecho desapareció, aunque tuviera las mejillas llenas de lágrimas. —Sí, eso creo…
GIANNA RICCI—Quédate en la cama, yo usaré el sofá… es un sofá-cama —dijo Christian en cuanto la cena terminó mientras acariciaba su barriga llena, la cual quería competir con la mía. Parecía que el tiempo solo había hecho crecer su cuerpo, pero seguía siendo mi pequeño hermanito. En cuanto vio que agarré los platos, lista para llevarlos a la tarja, me detuvo—. Dame eso, yo lo hago.—Pero… —Ya hiciste mucho por mí. Limpiaste todo este lugar y me hiciste la cena… Mínimo déjame lavar los platos —agregó con una sonrisa y me vio de pies a cabeza, parecía confundido—. Además, no quiero que a las primeras de cambio se te salga esa bebé. Tendrás que decirme qué hacer cuando eso ocurra. —Descuida, aún falta para que pase —contesté acariciando mi vientre. —Y… disculpa mi atrevimiento, pero… ¿quién es el padre? —preguntó divertido mientras comenzaba a fregar los platos—. Bueno, aunque creo que no tendría sentido, dudo que lo conozca. —Es… Leonel Arzúa —contesté agachando la mirada hasta que
GIANNA RICCI—Esto fue mi error —agregó mi hermano, aparentemente resignado—, por dejar que una completa desconocida se quedara en mi departamento. Lo último que necesito es lidiar con tu locura cuando, de por sí, es muy difícil luchar contra mis adicciones. —Me vio directo a los ojos, con lástima, arrepintiéndose de lo que iba a decir antes de decirlo—: Después de que nazca ese bebé, tendrás que buscar un lugar donde vivir. No pienso seguir con esto. No voy a permitir que quieras usurpar la vida de mi hermana. —Yo no… —Me quedé petrificada—. ¡Yo no quiero usurpar su vida! Christian no me dio tiempo para dar más explicaciones, dio media vuelta y se acercó a la puerta, dispuesto a dejarme sola.—Christian, soy yo… Soy Evelyn… ¡Te lo juro! —exclamé y cuando volteó supe que había empeorado las cosas—. ¡¿Recuerdas esa pequeña caja donde guardaste esa foto de mamá y algunos juguetes?! La enterraste en el jardín, porque decías que era tu mayor tesoro y lo guardarías ahí para cuando fueras
GIANNA RICCIDesde que pude tener a mi pequeña entre mis brazos fue como si nada más en la vida importara. Solo verla moviendo sus manitas, bostezando y estirándose como un gatito perezoso era suficiente para hacerme feliz. De pronto alguien tocó a la puerta y tuve miedo de que se tratara de Matías, aun no quería confrontarlo, pero cuando volteé vi a Christian asomándose con pesar y vergüenza. En completo silencio avanzó hasta los pies de mi cama y vio a la pequeña envuelta en esa cobijita rosa. —Es una niña… Lo sabía… —dijo con media sonrisa y los ojos cargados de tristeza—. Lo siento. No estuve para ti cuando lo necesitaste… al parecer, por segunda vez —dijo con los dientes apretados y negó con la cabeza. Aún estaba muy confundido.—¿Cómo supiste dónde encontrarme? —Llamando a todos los hospitales de la zona… ¿Señora Zannier?—Larga historia… —contesté torciendo los ojos. Entonces noté que escondía algo detrás de su espalda—. ¿Es un regalo para la bebé? —pregunté con media sonris
GIANNA RICCIFue difícil ver a Matías enfrentando a Leonel, mi corazón latía desesperado exigiéndome que lo detuviera, era el padre de mi hija y… el hombre que aún quería. ¡Porque sí! Lamentablemente el corazón no olvida. Aunque no sabía si era una cuestión de orgullo, de declararme la domadora de esa bestia y demostrarles a todas las mujeres que lo intentaron antes, que yo era diferente. Nunca había ganado nada en mi vida, pero supuse que ver a Leonel como un trofeo no era una buena opción. Entonces… ¿podría decantarme por la idea de que en verdad lo amaba? Mi madre siempre decía que el amor verdadero no se puede ocultar y tampoco se puede desechar. También decía que nosotros no escogemos a quien amar, a veces el corazón quiere lo que el corazón quiere, aunque no sea lo más lógico. ¿Era una manera de justificar su matrimonio con mi padre?Leonel se acercó a la puerta, seguido por Matías que le pisaba los talones. Cuando llegó al marco se detuvo, ya estaba cansado de contenerse, así
GIANNA RICCICubrí mi rostro con ambas manos antes de comenzar a llorar desconsolada. ¿Cómo podía retroceder el tiempo y recuperarlo? Tenía tanta ilusión de que fuera una niña, cada día me imaginaba todos esos vestiditos que le pondría, hice listas enormes con todos los posibles nombres y… ahora… ¿qué me quedaba? —Ay no… ¿qué hice? —pregunté con el corazón hecho pedazos. —¿Gianna? Matías se asomó a la habitación, traía una sudadera que le cubría la cabeza con la capucha. Era obvio que se había escabullido, pues mi padre no hubiera permitido que llegara tan lejos. —¿Qué haces aquí? —pregunté confundida. —¿Estás bien? ¿Es cierto? ¿Abortaste? —Se acercó paseando su mirada por mi rostro. Parecía preocupado—. ¿Fue… un accidente? ¿Te ocurrió algo?—No, yo tomé algo para que… —No tenía la voz suficiente para describir la atrocidad que había hecho por iniciativa propia. Cuando levanté de nuevo la mirada de mi vientre, me percaté que el rostro de Matías estaba cambiando. La preocupación se
MATÍAS ZANNIERLlegué con un enorme ramo de flores al hospital. Todos me saludaban con el respeto y agrado que siempre quise recibir. Era el abogado, el licenciado respetable y admirado. Llegué hasta la habitación de Gianna, donde estaba terminando de alistarse para ser dada de alta.Entonces sentí un doloroso retortijón en el corazón cuando se acercó a la pequeña cuna y alzó a su hija. Era una escena que pudo ser mía. Esa criatura pudo ser mi hija. Después de perder a Gianna, me invadió el remordimiento, pero ya era muy tarde para pedir perdón y arreglar las cosas. Sin embargo, no paraba de pensar en todo lo que hubiera hecho para poder evitar nuestro desenlace, empezando por tomar la noticia de su embarazo con gusto y no con frustración. Era demasiado ambicioso y la emoción de ser padre se vio opacada por esos pensamientos tóxicos que me decían al oído que perdería todo. ¿Esta era una segunda oportunidad para hacer las cosas bien? Toqué un par de veces en la puerta, llamando su ate
GIANNA RICCILlegamos a la casa que alguna vez fue mía. Pude recordarme en el jardín jugando con Christian mientras mi mamá nos veía desde una vieja silla de mimbre. Rebasé las puertas para darme cuenta de que Matías estaba remodelando. Muchos muebles ya no estaban, así como las fotos que colgaban de las paredes, dejando solo recuadros pálidos donde alguna vez habían estado. Ante la inspección minuciosa de Matías a mi rostro, solo sonreí y, por inercia, me dirigí a la que alguna vez fue mi habitación. Noté que, a diferencia del resto de la casa, todo seguía en su lugar. Dejé a la pequeña Alma en la cama y tomé uno de los retratos. —Creo que estarás más cómoda en la habitación principal —dijo Matías recargándose sobre el marco de la puerta. —¿La habitación principal? —pregunté confundida, como si lo lógico fuera que me quedara en la que siempre fue mi habitación.—Sí, incluso ya mandé a poner una cuna para Alma —contestó extendiendo su mano hacia mí, motivándome a que recogiera a la