GIANNA RICCICubrí mi rostro con ambas manos antes de comenzar a llorar desconsolada. ¿Cómo podía retroceder el tiempo y recuperarlo? Tenía tanta ilusión de que fuera una niña, cada día me imaginaba todos esos vestiditos que le pondría, hice listas enormes con todos los posibles nombres y… ahora… ¿qué me quedaba? —Ay no… ¿qué hice? —pregunté con el corazón hecho pedazos. —¿Gianna? Matías se asomó a la habitación, traía una sudadera que le cubría la cabeza con la capucha. Era obvio que se había escabullido, pues mi padre no hubiera permitido que llegara tan lejos. —¿Qué haces aquí? —pregunté confundida. —¿Estás bien? ¿Es cierto? ¿Abortaste? —Se acercó paseando su mirada por mi rostro. Parecía preocupado—. ¿Fue… un accidente? ¿Te ocurrió algo?—No, yo tomé algo para que… —No tenía la voz suficiente para describir la atrocidad que había hecho por iniciativa propia. Cuando levanté de nuevo la mirada de mi vientre, me percaté que el rostro de Matías estaba cambiando. La preocupación se
MATÍAS ZANNIERLlegué con un enorme ramo de flores al hospital. Todos me saludaban con el respeto y agrado que siempre quise recibir. Era el abogado, el licenciado respetable y admirado. Llegué hasta la habitación de Gianna, donde estaba terminando de alistarse para ser dada de alta.Entonces sentí un doloroso retortijón en el corazón cuando se acercó a la pequeña cuna y alzó a su hija. Era una escena que pudo ser mía. Esa criatura pudo ser mi hija. Después de perder a Gianna, me invadió el remordimiento, pero ya era muy tarde para pedir perdón y arreglar las cosas. Sin embargo, no paraba de pensar en todo lo que hubiera hecho para poder evitar nuestro desenlace, empezando por tomar la noticia de su embarazo con gusto y no con frustración. Era demasiado ambicioso y la emoción de ser padre se vio opacada por esos pensamientos tóxicos que me decían al oído que perdería todo. ¿Esta era una segunda oportunidad para hacer las cosas bien? Toqué un par de veces en la puerta, llamando su ate
GIANNA RICCILlegamos a la casa que alguna vez fue mía. Pude recordarme en el jardín jugando con Christian mientras mi mamá nos veía desde una vieja silla de mimbre. Rebasé las puertas para darme cuenta de que Matías estaba remodelando. Muchos muebles ya no estaban, así como las fotos que colgaban de las paredes, dejando solo recuadros pálidos donde alguna vez habían estado. Ante la inspección minuciosa de Matías a mi rostro, solo sonreí y, por inercia, me dirigí a la que alguna vez fue mi habitación. Noté que, a diferencia del resto de la casa, todo seguía en su lugar. Dejé a la pequeña Alma en la cama y tomé uno de los retratos. —Creo que estarás más cómoda en la habitación principal —dijo Matías recargándose sobre el marco de la puerta. —¿La habitación principal? —pregunté confundida, como si lo lógico fuera que me quedara en la que siempre fue mi habitación.—Sí, incluso ya mandé a poner una cuna para Alma —contestó extendiendo su mano hacia mí, motivándome a que recogiera a la
GIANNA RICCIMe levanté temprano y después de alimentar a Alma, me dispuse a cocinar. Mientras preparaba cada parte del desayuno, mi pequeña descansaba en una tinita a la que le había puesto una cobija afelpada, la cual acomodé en la parte menos peligrosa, alejada de la estufa y los cuchillos. Tenía que aprender a equilibrar mis nuevos planes con la maternidad, aunque… ¿en realidad eran nuevos? Lo único que había cambiado era que a mi lista negra se había agregado un nuevo nombre. —¡Buenos días! —exclamé con una gran sonrisa, saliendo de la cocina y sosteniendo a Alma en un brazo mientras que con mi mano libre llevaba el plato caliente de Matías a la mesa. —Buenos días —contestó con una gran sonrisa, acercándose para tomar a la niña en brazos y así ayudarme—. No tenías que hacer todo esto. Deberías de estar descansando. —Solo quería ser agradecida contigo. —Le ofrecí una sonrisa tierna mientras me mordía la lengua antes de girar sobre mis talones y regresar a la cocina por lo demás
GIANNA RICCI—Entonces… ¿tú eres quien por fin atrapó a nuestro soltero más codiciado? —preguntó una de las trabajadoras de Matías, haciendo que este intentara esconder su sonrisa mientras me dedicaba una mirada llena de ilusión. —Así parece —contesté con timidez mientras arrullaba a mi pequeña Alma, quien con el escándalo de la fiesta parecía cada vez más incómoda. —¡Pero si es una criatura hermosa! —exclamó otra de las chicas asomándose para ver a la bebé—. Me sorprende que por fin hayas sentado cabeza, Matías. —Eso pasa cuando llega la correcta —dijo tomando mi mano y besándola con ternura, provocando suspiros en más de una, menos en mí, que solo le ofrecí una sonrisa rígida. —Pero no veo ningún anillo —agregó otro, entornando los ojos con desconfianza. —Aún no nos hemos casado… pero es cuestión de tiempo —contestó Matías sin apartar la mirada de mí—. Porque te vas a casar conmigo, ¿verdad? No me harás suplicarte… o ¿sí?No era una propuesta de matrimonio formal, más bien parec
GIANNA RICCI—Vaya que no te das por vencido… —dijo Matías furioso, acercándose para alejar a Leonel de mí—. ¡No aprende, señor Arzúa!Matías lo tomó por la solapa de su saco y arrojó a Leonel fuera del baño. —¡Ya estoy harto de ti! —gritó furioso, remangando su camisa. —¿Estás harto de mí o estás harto de que, por más que te esfuerzas, «Gianna» siempre me escoge a mí? —preguntó Leonel divertido, esperando el primer golpe de Matías. Cuando me di cuenta, todo el restaurante tenía su atención en el conflicto, especialmente los respectivos acompañantes de cada uno. —¿Qué harás, Matías? ¿Vas a golpearme? El gran abogado, justo y prudente, ¿piensa golpearme? —dijo burlón. —No te acerques a mi mujer, ni a mi hija… —insistió Matías, cometiendo un grave error que Leonel no iba a desaprovechar. —¿Tu mujer? ¿Tu hija? —preguntó divertido—. ¿Te refieres a mi mujer y a mi hija? No necesito discutir contigo, Matías, lamento humillarte frente a tu gente, pero solo eres un arrastrado que quiere
MATÍAS ZANNIEREra curioso, sus iris castaños tenían destellos avellana que se volvían más claros y verdes conforme se acercaban a su pupila, de la misma forma que Gianna tenía destellos violetas que antes no había notado. —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté confundido y frunciendo el ceño con desconfianza. —Eres famoso en la ciudad… —respondió poniendo distancia, intentando ocultar su nerviosismo sin mucho éxito—. El gran abogado que vino desde Italia. Antes de que pudiera decir algo, mi teléfono sonó insistente, se trataba de Gianna queriendo contactarme. —¿Quién es? ¿Estás ocupado? —preguntó Evelyn Valencia con los brazos cruzados y media sonrisa plasmada en esos labios rojos. —Mi… prometida… —contesté apagando el celular. No estaba de humor. Cuando regresé mi atención hacia esa aparición, noté que abrió los ojos con sorpresa y parecía indignada, por no decir herida. —Te vas a casar… —dijo en un susurro. —Sí.—¿La amas?—Sí, así parece… tanto que estoy dispuesto a responder por
MATÍAS ZANNIER—Nunca pensé que la recatada y tímida señorita Valencia fuera tan candente… —dije colocándome entre sus muslos mientras sus manos se escabullían debajo de mis pantalones. Esta mujer parecía saber con exactitud cada perversión que rondaba mi cabeza. Me seducía como si me conociera a la perfección y dominara mis puntos débiles. —Nada es lo que parece… —contestó divertida al sentir mi dureza. A este paso esta mujer me iba a drenar—. Las «calladitas» a veces somos más divertidas en la cama. Lamió mis labios lentamente, antes de empujarme para que pudiera bajar del auto. —¿Puedes ser un caballero y abrirme la puerta y no solo las piernas? —preguntó coqueta tirando de la manija. Su jugueteo me estaba volviendo loco y quería cada vez más. ۞Seguí sus indicaciones y llegamos a uno de esos hoteles destinados a las parejas que necesitaban desahogar su lujuria. La habitación con tenues luces neón, tubos y arneses parecía divertirle a Evelyn, quien no dudó en columpiarse, suje