GIANNA RICCI—Esto fue mi error —agregó mi hermano, aparentemente resignado—, por dejar que una completa desconocida se quedara en mi departamento. Lo último que necesito es lidiar con tu locura cuando, de por sí, es muy difícil luchar contra mis adicciones. —Me vio directo a los ojos, con lástima, arrepintiéndose de lo que iba a decir antes de decirlo—: Después de que nazca ese bebé, tendrás que buscar un lugar donde vivir. No pienso seguir con esto. No voy a permitir que quieras usurpar la vida de mi hermana. —Yo no… —Me quedé petrificada—. ¡Yo no quiero usurpar su vida! Christian no me dio tiempo para dar más explicaciones, dio media vuelta y se acercó a la puerta, dispuesto a dejarme sola.—Christian, soy yo… Soy Evelyn… ¡Te lo juro! —exclamé y cuando volteó supe que había empeorado las cosas—. ¡¿Recuerdas esa pequeña caja donde guardaste esa foto de mamá y algunos juguetes?! La enterraste en el jardín, porque decías que era tu mayor tesoro y lo guardarías ahí para cuando fueras
GIANNA RICCIDesde que pude tener a mi pequeña entre mis brazos fue como si nada más en la vida importara. Solo verla moviendo sus manitas, bostezando y estirándose como un gatito perezoso era suficiente para hacerme feliz. De pronto alguien tocó a la puerta y tuve miedo de que se tratara de Matías, aun no quería confrontarlo, pero cuando volteé vi a Christian asomándose con pesar y vergüenza. En completo silencio avanzó hasta los pies de mi cama y vio a la pequeña envuelta en esa cobijita rosa. —Es una niña… Lo sabía… —dijo con media sonrisa y los ojos cargados de tristeza—. Lo siento. No estuve para ti cuando lo necesitaste… al parecer, por segunda vez —dijo con los dientes apretados y negó con la cabeza. Aún estaba muy confundido.—¿Cómo supiste dónde encontrarme? —Llamando a todos los hospitales de la zona… ¿Señora Zannier?—Larga historia… —contesté torciendo los ojos. Entonces noté que escondía algo detrás de su espalda—. ¿Es un regalo para la bebé? —pregunté con media sonris
GIANNA RICCIFue difícil ver a Matías enfrentando a Leonel, mi corazón latía desesperado exigiéndome que lo detuviera, era el padre de mi hija y… el hombre que aún quería. ¡Porque sí! Lamentablemente el corazón no olvida. Aunque no sabía si era una cuestión de orgullo, de declararme la domadora de esa bestia y demostrarles a todas las mujeres que lo intentaron antes, que yo era diferente. Nunca había ganado nada en mi vida, pero supuse que ver a Leonel como un trofeo no era una buena opción. Entonces… ¿podría decantarme por la idea de que en verdad lo amaba? Mi madre siempre decía que el amor verdadero no se puede ocultar y tampoco se puede desechar. También decía que nosotros no escogemos a quien amar, a veces el corazón quiere lo que el corazón quiere, aunque no sea lo más lógico. ¿Era una manera de justificar su matrimonio con mi padre?Leonel se acercó a la puerta, seguido por Matías que le pisaba los talones. Cuando llegó al marco se detuvo, ya estaba cansado de contenerse, así
GIANNA RICCICubrí mi rostro con ambas manos antes de comenzar a llorar desconsolada. ¿Cómo podía retroceder el tiempo y recuperarlo? Tenía tanta ilusión de que fuera una niña, cada día me imaginaba todos esos vestiditos que le pondría, hice listas enormes con todos los posibles nombres y… ahora… ¿qué me quedaba? —Ay no… ¿qué hice? —pregunté con el corazón hecho pedazos. —¿Gianna? Matías se asomó a la habitación, traía una sudadera que le cubría la cabeza con la capucha. Era obvio que se había escabullido, pues mi padre no hubiera permitido que llegara tan lejos. —¿Qué haces aquí? —pregunté confundida. —¿Estás bien? ¿Es cierto? ¿Abortaste? —Se acercó paseando su mirada por mi rostro. Parecía preocupado—. ¿Fue… un accidente? ¿Te ocurrió algo?—No, yo tomé algo para que… —No tenía la voz suficiente para describir la atrocidad que había hecho por iniciativa propia. Cuando levanté de nuevo la mirada de mi vientre, me percaté que el rostro de Matías estaba cambiando. La preocupación se
MATÍAS ZANNIERLlegué con un enorme ramo de flores al hospital. Todos me saludaban con el respeto y agrado que siempre quise recibir. Era el abogado, el licenciado respetable y admirado. Llegué hasta la habitación de Gianna, donde estaba terminando de alistarse para ser dada de alta.Entonces sentí un doloroso retortijón en el corazón cuando se acercó a la pequeña cuna y alzó a su hija. Era una escena que pudo ser mía. Esa criatura pudo ser mi hija. Después de perder a Gianna, me invadió el remordimiento, pero ya era muy tarde para pedir perdón y arreglar las cosas. Sin embargo, no paraba de pensar en todo lo que hubiera hecho para poder evitar nuestro desenlace, empezando por tomar la noticia de su embarazo con gusto y no con frustración. Era demasiado ambicioso y la emoción de ser padre se vio opacada por esos pensamientos tóxicos que me decían al oído que perdería todo. ¿Esta era una segunda oportunidad para hacer las cosas bien? Toqué un par de veces en la puerta, llamando su ate
GIANNA RICCILlegamos a la casa que alguna vez fue mía. Pude recordarme en el jardín jugando con Christian mientras mi mamá nos veía desde una vieja silla de mimbre. Rebasé las puertas para darme cuenta de que Matías estaba remodelando. Muchos muebles ya no estaban, así como las fotos que colgaban de las paredes, dejando solo recuadros pálidos donde alguna vez habían estado. Ante la inspección minuciosa de Matías a mi rostro, solo sonreí y, por inercia, me dirigí a la que alguna vez fue mi habitación. Noté que, a diferencia del resto de la casa, todo seguía en su lugar. Dejé a la pequeña Alma en la cama y tomé uno de los retratos. —Creo que estarás más cómoda en la habitación principal —dijo Matías recargándose sobre el marco de la puerta. —¿La habitación principal? —pregunté confundida, como si lo lógico fuera que me quedara en la que siempre fue mi habitación.—Sí, incluso ya mandé a poner una cuna para Alma —contestó extendiendo su mano hacia mí, motivándome a que recogiera a la
GIANNA RICCIMe levanté temprano y después de alimentar a Alma, me dispuse a cocinar. Mientras preparaba cada parte del desayuno, mi pequeña descansaba en una tinita a la que le había puesto una cobija afelpada, la cual acomodé en la parte menos peligrosa, alejada de la estufa y los cuchillos. Tenía que aprender a equilibrar mis nuevos planes con la maternidad, aunque… ¿en realidad eran nuevos? Lo único que había cambiado era que a mi lista negra se había agregado un nuevo nombre. —¡Buenos días! —exclamé con una gran sonrisa, saliendo de la cocina y sosteniendo a Alma en un brazo mientras que con mi mano libre llevaba el plato caliente de Matías a la mesa. —Buenos días —contestó con una gran sonrisa, acercándose para tomar a la niña en brazos y así ayudarme—. No tenías que hacer todo esto. Deberías de estar descansando. —Solo quería ser agradecida contigo. —Le ofrecí una sonrisa tierna mientras me mordía la lengua antes de girar sobre mis talones y regresar a la cocina por lo demás
GIANNA RICCI—Entonces… ¿tú eres quien por fin atrapó a nuestro soltero más codiciado? —preguntó una de las trabajadoras de Matías, haciendo que este intentara esconder su sonrisa mientras me dedicaba una mirada llena de ilusión. —Así parece —contesté con timidez mientras arrullaba a mi pequeña Alma, quien con el escándalo de la fiesta parecía cada vez más incómoda. —¡Pero si es una criatura hermosa! —exclamó otra de las chicas asomándose para ver a la bebé—. Me sorprende que por fin hayas sentado cabeza, Matías. —Eso pasa cuando llega la correcta —dijo tomando mi mano y besándola con ternura, provocando suspiros en más de una, menos en mí, que solo le ofrecí una sonrisa rígida. —Pero no veo ningún anillo —agregó otro, entornando los ojos con desconfianza. —Aún no nos hemos casado… pero es cuestión de tiempo —contestó Matías sin apartar la mirada de mí—. Porque te vas a casar conmigo, ¿verdad? No me harás suplicarte… o ¿sí?No era una propuesta de matrimonio formal, más bien parec