LEONEL ARZÚAHabía algo que no me convencía de Gianna. No podía concebir que una monja actuara de esa manera, tan fría y calculadora. ¿Era también un riesgo para mí? —Señor, ¿me llamó? —preguntó mi ayudante con la seriedad que la caracterizaba. —Necesito que investigues a Gianna Ricci, quiero saber todo de ella, de donde viene, que la motivó a ser monja… ¡Todo! —exclamé ansioso y mi ayudante solo asintió sin darle mucha importancia a mi arranque de histeria, supuse que ya estaba acostumbrada. —Señor, además de eso… —intervino mientras apuntaba en su libreta—. Hay una mujer que quiere hablar con usted. —¿Quién? —pregunté confundido. —Talah Sartori. ¿Quiere que la deje pasar? ¡¿Qué putas hacia esa m*****a mujer aquí?!, exclamé para mis adentros.—¿Viene sola?—Sí, señor.—Bien, déjala pasar…Aún no estaba muy seguro de que tan descortés o tajante podía ser con los hermanos Sartori, después de todo, su empresa era reconocida en toda Europa, meterme en problemas con ellos, más de los
GIANNA RICCI¡Demasiado tarde! Giré sobre mis talones y le sonreí apenada.—Hola… de nuevo —contesté con una sonrisa fingida—. Me perdí. —¿Te perdiste? —Frunció el ceño y ladeó la cabeza. —Sí, yo… justo estaba buscando el baño y… creo que no lo encontré.—Pensé que conocías esta casa como la palma de tu mano —dijo acorralándome contra la pared, recargando su antebrazo al lado de mi cabeza mientras que su rostro se agachaba lo suficiente para encontrarse con el mío. —Bueno… nadie es perfecto —agregué tímida y nerviosa, no sabía si por su cercanía o por el temor de ser descubierta. De pronto su mano libre me tomó por el mentón antes de sonreírme con ternura. —Bien… No te preocupes, yo te guío. —Me agarró de la muñeca y me llevó hacia el baño. Durante el breve camino pude sentir como su pulgar acariciaba mi piel suavemente. ¡Dios mío! De haber sabido que ser monja me haría tan jodidamente popular.۞LEONEL ARZÚA—¿Qué haces aquí? —pregunté melancólico sentado a la cabeza de la mesa,
GIANNA RICCI—Yo lo amo… Juro que lo amo de verdad… —dijo Dafne haciendo pedacitos el pañuelo que le había dado, mientras yo sostenía la caja con el resto, pues era obvio que necesitaría más de uno—. Soy egoísta y caprichosa, lo sé… pero… tengo un corazón, aunque no lo parezca. —Hija… —¡Hija de tu puta madre!, era lo que en verdad quería decir, pero bueno… debía de mantener el control—. Si no me explicas que es lo que te pone así, no podré…—Se trata de Leonel Arzúa, el hombre al que sueles visitar. Sé que te trajo de Italia como apoyo emocional… —dijo con la voz quebradiza—. Lo conozco desde que éramos adolescentes… yo… fui su novia por muchos años, y ahora que quiero arreglarlo todo, que deseo recuperarlo y retomar lo que teníamos antes de que se casara con la tarada de Evelyn.No pude evitar sonreír y rechinar los dientes al mismo tiempo. ¡Tarada tu madre pedazo de basura! —Cuida esa boquita, estás en un lugar sagrado y de respeto —dije con ganas de arrancarle los ojos. —Lo siento
GIANNA RICCI—¿Piensas renunciar a la empresa que tantos años le has dedicado? ¿Qué hay de tu vida llena de opulencia y lo que has ganado gracias a esas obligaciones a las que quieres renunciar? ¿Vale la pena hacerlo por una mujer que solo te gusta porque se parece a tu esposa muerta? —pregunté desesperada, odiándolo con todo mi ser, ¿por qué ahora? ¿Por qué cuando me tuvo, no me quiso, y ahora que yo no lo quiero, me dice todo lo que alguna vez quise escuchar?¿En verdad no lo quería?Pegó su frente a la mía, sin sentirse intimidado por mis preguntas, pero tampoco respondiéndolas, y me besó. Mis manos se posaron en su pecho y mis labios correspondieron a los suyos con fluides, admitiendo que ya los conocía, aunque no a esas dulces intenciones que jamás había mostrado antes.Me abracé a su cuello y mi cuerpo se adhirió al suyo, sus manos me agarraron con fuerza y mis hábitos me estorbaban. Mis pies no eran capaces de alcanzar el suelo y aun así no me importó, podía colgar de sus brazos
GIANNA RICCIEsperé pacientemente en el convento mientras el juicio tenía lugar. Los minutos pasaron lento y no había actividad que alejara mi pensamiento de mi hermano. Cuando creí que no lo resistiría más, alguien tocó el portón del convento. Salí corriendo desde la cocina, atravesando el jardín, pero al llegar a la puerta y acercar mi mano al pomo, me detuve, temerosa de las noticias que habían llegado, así como del emisario que me las daría. Abrí la puerta lentamente y me encontré con Matías, cabizbajo y con una sonrisa de medio lado. —¿Hoy no habrá chaperona? —preguntó queriendo ser gracioso, pero no lo logró.—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté angustiada.—¿Por qué, Gianna? ¿Qué ganas con defender a ese chico? ¿Qué necesidad tenías de intervenir? —preguntó ansioso por descubrir mis intenciones. —Es un hombre que ha sufrido mucho… Perdió a su madre cuando era muy pequeño, su padre es un egoísta y mezquino. Christian solo es una víctima de todo y merece una segunda oportunidad. —Ag
GIANNA RICCILas piernas me dolían, así como las caderas y hasta el alma. Descansando sobre el pecho de Leonel, me sentí decepcionada de mí misma, por ser tan débil ante él, por seguir enamorada después de todo lo que había pasado a su lado. —Entonces… ¿Solo despertaste en este cuerpo y ya? ¿No recuerdas nada más? Ya no tenía sentido seguir negando quien era en verdad. Tenía la esperanza de que al platicarle lo ocurrido entonces él lo considerará demasiado extraño y poco creíble, pero, por el contrario, parecía fascinado.—Solo sé que Gianna sufrió de un fuerte golpe en la cabeza… pero no sé qué clase de fuerza divina hizo esto… —Me levanté de su pecho para recibir esa mirada cargada de dulzura y comprensión que no parecía pertenecer al Leonel que conocía—. He roto mis votos de castidad, le he fallado a las únicas personas que me han tratado con respeto y amor. —Entonces quédate aquí… —contestó acariciando mi brazo, desde el hombro al codo, mientras sus ojos no dejaban de verme con
GIANNA RICCI—¿A dónde me llevas? —pregunté en cuanto noté que Matías no soltaba mi mano y me llevaba aún más lejos. —Es una sorpresa… —dijo emocionado, parecía un niño pequeño—. ¿Estás lista? —No sabría decirte… —contesté confundida, pero sin perder la sonrisa. De pronto se plantó detrás de mí y cubrió mis ojos, guiándome al andar. Cuando los descubrió lo primero que vi fue un local cerrado. —Aquí podrán vender sus galletas y toda clase de repostería. Cuando no nos demos abasto, conseguiré otro local. Quiero que el negocio crezca —dijo emocionado—. «Repostería la monjita feliz».—¡¿Qué?! ¿La monjita feliz? Dime qué no es cierto. —No podía mostrarme indignada pues estaba muerta de risa.—A mí me encantó el nombre… Además, tú eres una monjita y estás feliz, no veo fallas. Ahora que, si no te gusta, puede llamarse: Repostería el sexto pecado.Entorné los ojos, pensativa. —¿Pereza? —¡Gula! —contestó estallando en risa—. ¿Estás segura de que eres monja? —Que sea monja no significa qu
MATIAS ZANNIERIncliné el rostro hacia ella, mientras caía en cuenta de que no me importaba si no recordaba nada antes de entrar al convento, tal vez así era mejor y podíamos olvidarnos del trago amargo que significó nuestra separación, por lo menos para mí. Podía volver a conquistarla y esta vez yo era diferente, tenía poder, tenía dinero y mi corazón seguía latiendo por ella con la misma intensidad, pero ella ahora no era esa mujer libertina que le gustaba exhibirse y beber hasta perderse, ahora ella era dulce, comprensiva e inocente. Por fin parecía sentir empatía por los demás. —Siempre te protegeré… —repetí antes de que mis labios se posaran sobre los de ella, robándole un dulce beso, para descubrir que su boca no sabía igual. Los labios de Gianna sabían a alcohol, peligro, atracción y lujuria, pero esta vez sabían a canela y miel, a compasión y timidez.Desvió su rostro lentamente y su mirada pesarosa me rompió el corazón. —¿Tan mal beso? —pregunté con media sonrisa mientras a