CAPÍTULO 56

56 LAS PIEZAS DE UN AJEDREZ

NARRADOR OMNISCIENTE

Las primeras gotas de lluvia habían comenzado a caer sobre el asfalto cuando Camil logró llegar a su coche.

Le ardía la garganta por las lágrimas que estaba conteniendo. La furia se había metido en sus venas como una droga poderosa, o como epinefrina hacían do que su corazón latiera a prisa.

Mara siempre sacaba de ella lo peor, pero también su lado más vulnerable. Su parte más débil y el recuerdo de los años que vivió siendo una marioneta por ganar un poco de atención.

Entró en aquel vehículo que Farid había comprado para ella, y sin pensar lo puso en marcha. Estaba tratando de no romperse, pero entonces se dio cuenta que a penas estaba respirando.

Soltó el aire en un triste suspiro y plantó ambas manos en el volante, sin tener todavía el valor de encender el motor del coche.

Se inclinó hasta posar su frente sobre la parte superior del volante. Cerró los ojos y dos lagrimas amargas de frustración corrieron por sus mejillas.

A fin de
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