CAPÍTULO 100

UN TEST DE ADN

CAMIL ARAY

Llegamos a Los Ángeles, y allí en la pista nos esperaban Atenea y Amiel Aray. No se porque sentí que era algo así como héroe de Guerra con ese recibimiento.

Atenea me abrazó con el cariño de siempre, ella desde que llegó siempre había intentado ser una hermana mayor, aunque yo al principio no pude verlo. Luego susurro algo en mi oído.

—¡Gracias al cielo pudiste aplacar a la bestia!— dijo en una risita nerviosa y culpable —. La verdad es que me sentía muy culpable de todo lo que ocurrió, de haber desconfiado de ti Peligro… y también haberte dejado tirada. Mara me ganó esa partida. ¡La muy bruja!

Negué con la cabeza y con afecto respondí a su cariño apoyando una mano en su hombro y volviéndola a abrazar.

—Pierde cuidado Miss Aburrida. Tu no tuviste culpa… Creo que yo también hubiera desconfiado— espeté con sinceridad.

—¿Entonces ya eres mi hija?— preguntó Amiel Aray imponiéndose e interrumpiendo para saludarme. Atenea sonrió, rodó los ojos y se hizo a un la
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