LUCA MAGNANI
—No sé mucho, pero lo que dicen quienes han trabajado con Derek desde que llegó, es que está ahí gracias a un «hueco» legal —dijo Carla mientras rascaba suavemente en la mesa de la cafetería.
Habíamos decidido salir del psiquiátrico y la llevé a la cafetería con sus amigas, pero ella decidió tomarse ese tiempo conmigo para hablar del hermano gemelo malvado y perdido de Eliot.
—¿Hueco legal? —pregunté desconcertado e hicimos una pausa en cuanto la mesera dejó la comida de Carla y mi café en la mesa. No era como que me gustara la idea de que también la mesera se enterara del chisme.
—Sí, aunque no tengo acceso a
LUCA MAGNANIDebía de admitir que ver a Eliot sosteniendo solo con sus manos a Cristine era sorprendente, ella tenía tanto los brazos como las piernas recogidas. ¿Cómo podía mi primo cargar su peso solo con sus manos? ¿No decían que los locos eran muy fuertes? ¡¿Y si él era el verdadero loco y Derek era solo una víctima?!... Nah… imposible. El único pecado de ese enojón era eso, tener un carácter de mierda. Le dio un beso en la mejilla a Cristine antes de dejar que ella por fin tocara el suelo y… mientras era atacado por esas pequeñas bestias, me sentí celoso: Celoso por como Cristine veía a Eliot, con admiración y cariño. Celoso por como Eliot era estoico y decidido al saber que solo la quería a ella y que no había otra mujer para él, pese a la adversidad se mantuvo firme y no se conformó con alguien más. Celoso de lo que tenían. —Creo que se murió —dijo Gerardo en cuanto notó que ya no me movía. —Solo mi alma… —contesté con melancolía y la mirada perdida en el techo. Entonce
LUCA MAGNANILa opulencia desbordaba por cualquier rincón. Velos rojos colgando de cada columna, la pasarela iluminada tenuemente antes de comenzar el «show» y todo lleno de gente petulante con dinero. Los niños terminaron corriendo hacia Zafrina quien, como buena antecesora de Cristine, estaba ahí para ver lo que su heredera estaba haciendo, además, por lo que sabía esa señora no desaprovechaba ninguna oportunidad para estar cerca de los niños, los veía como los nietos que nunca tuvo.De pronto un borrón rojo pasó frente a nosotros, a lo lejos. Después de percibirla con la mirada, mi olfato captó su aroma. Me sentía como un lobo cazando. A lo lejos se encontraba Berenice, con sus cabellos dorados recogidos en una hermosa coleta que los hacía parecer una cascada de oro. Su rostro no estaba muy maquillado, apenas lo suficiente para que sus bellos ojos azules resaltaran y sus labios carnosos se vieran más besables. Su cuerpo estaba enfundado en un hermoso vestido rojo ceñido a su envi
BERENICE SPOTIDebería de estar entre las sillas más cercanas o detrás de bambalinas supervisando todo, pero preferí mantener la distancia. Recargada en una de las columnas, no pude evitar ver como Eliot y Cristine disfrutaban del espectáculo, sentados uno al lado del otro. De pronto Eliot posó su enorme mano en la pierna de ella, haciéndola sonrojar. En vez de apartarlo, cubrió su mano con la suya y se recargó en su hombro. Parecían la pareja perfecta.Cerré los ojos y desvié la mirada. Si me ponía a llorar arruinaría mi maquillaje, pero tenía un nudo en el corazón que cada vez se apretaba más. Me escondí detrás de la columna y comencé a respirar profundamente, intentando controlar mi dolor, tuve que poner ambas manos en mi pecho para poder reducir la agonía que sentía, quería aplastarla junto con mi corazón. ¿Cómo podía dejar de sentir? —Deja de torturarte de esa manera… ¿no te das cuenta? —dijo Luca a mi lado, con actitud de que siempre estuvo ahí, observando en silencio—. Eliot
CRISTINE FERRERADespués de compartir un par de palabras con las modelos y felicitarlas por su actuación, decidí salir del camerino, agotada. Me recargué sobre la puerta cerrada mientras las escuchaba enteramente felices. Sonreí, amasando mi nuca, el estrés me estaba matando y lo último que necesitaba era un dolor de cabeza. De pronto el olor a tabaco llegó hasta mi nariz, cuando volteé hacía el otro lado del pasillo vi entre la penumbra a Eliot, con su cigarro colgando de sus labios y sus ojos clavados en mí. Le sonreí mientras su mirada se deslizaba por todo el largo de mi cuerpo. Tenía una actitud oscura e imponente que no podía ignorar. Se acercó con lentitud sin apartar su mirada, me sentía acechada y eso me emocionó. Sin perder la sonrisa, comencé a retroceder manteniendo la distancia, antes de dar media vuelta y echarme a correr entre risas. Escuchaba sus pasos detrás de mí y cada vez que volteaba él estaba ahí, dándome espacio, pero no el suficiente para perderme de vista.
CRISTINE FERRERATodo el aire de mis pulmones escapó en cuanto vi los ojos furiosos de esa mujer. Apenas retrocedí un paso cuando el tiempo se congeló y los gritos de mis hijos me pusieron la piel de gallina. En el momento que ella movió su mano frente a mí no entendí lo que quería hacer, pero si alcancé a ver el filo de su navaja cuando este relumbró con las luces del lugar. Cerré los ojos y traté de girar mi rostro, pero la distancia entre las dos no era mucha y sabía que había reaccionado tarde. Los gritos se elevaron, la sangre cayó en la alfombra roja pasando desapercibida, y todo se tornó negro al mismo tiempo. Los guardias de seguridad se abalanzaron hacia ella y la derribaron, mientras yo seguía estática. Entonces noté que no estaba al borde del desmayo y que esa oscuridad ante mis ojos pertenecía al saco del hombre que estaba delante de mí. Levanté la mirada mientras los sonidos se ensordecían a mi alrededor y entonces lo vi, era Eliot. Mis ojos se llenaron de lágrimas y ar
CRISTINE FERRERA—Con la novedad de que si la perra loca llegó tan lejos es porque gracias al dinero de su familia consiguió que recibiera arresto domiciliario mientras se resolvían los cargos de secuestro —dijo Luca por teléfono mientras veía a mis bebés dormir. —¿Cómo es que no nos enteramos antes? —pregunté frustrada. De haber sabido que estaba fuera de la cárcel, hubiera extremado precauciones. —Pues porque tonta no es… retrasó la notificación. ¿En verdad pensaste que te mandaría una carta membretada con saludos cordiales informándote de su situación? —preguntó entre risas que solo me hicieron sentir peor—. Primita… La vida no es justa y lo que parece lógico para ti, no es lógico para los demás. Si alguien causa dolor adrede, ¡sorpresa!, lo seguirá haciendo y no pondrá carteles para informar de su siguiente golpe. Nos quedamos en silencio unos minutos mientras asimilaba sus palabras. —¿Cómo está Eliot? —pregunté en un susurro. —La herida es muy profunda y están valorando si t
CRISTINE FERRERAEntre el trabajo y mis arrepentimientos, pasaron un par de días. Las cosas parecían iguales, pero no lo eran. Nada había cambiado por fuera, pero por dentro era completamente diferente. Eliot seguía viviendo en el sillón de mi departamento hasta que me comentó durante el desayuno que estaba pensando en vender la casa que alguna vez intentamos compartir, donde en teoría formaríamos nuestra familia, y comprar un departamento más cerca, para no tener que acaparar la sala por las noches. Los niños notaban un poco el distanciamiento entre los dos, pero no había preguntas. Eliot los llevaba a la escuela y por las tardes los dejaba en mi trabajo, se comportaba como el padre dulce y amoroso que siempre había sido, pero el amigo y compañero que había conseguido desapareció. Me dejaba curar su herida por las noches, sin embargo… no había ninguna conversación, solo hablábamos lo sumamente necesario. Pero si me di cuenta de algo, las gardenias no dejaban de llegar a casa, sin i
ELIOT MAGNANIDespués de todo ese tiempo mostrándose como una mujer fuerte y empoderada, tenía a una pequeña niña triste y vulnerable en mi regazo, llorando desconsolada. Me partía el corazón, pero también debo de admitir que me sorprendió el valor que tuvo para aceptar que se había equivocado. Todos sabemos poner excusas y pedir disculpas, pero es muy difícil aceptar que cometimos un error y arrepentirnos sinceramente por ello. —Yo también cometí muchos errores de los cuales sigo arrepentido, la verdadera pregunta aquí es… ¿ya me has perdonado? Sus hermosos ojos esmeralda se abrieron para mí y de inmediato asintió. —¿Sinceramente? ¿En verdad tu corazón no guarda rencor cuando recuerdas cada llamada no contestada y cada palabra hiriente que te dije? Entornó los ojos y volvió a asentir, mientras se inclinaba lentamente hacia mí. Pegó su frente a la mía mientras sus manos acariciaban mis mejillas con ternura. —Ya no hay rencor… ni dolor —contestó contra mi boca. Tenerla tan cerca m