LUCA MAGNANIMe dolía la cabeza, la conversación con Carla me daba vueltas y aún no sabía cómo confrontar a Berenice. Llegué hasta mi departamento y al cerrar la puerta me recargué sobre ella e intenté respirar sin hiperventilar. Había tanto silencio que pensé que Berenice ya se había ido. Me acerqué a la habitación con toda la iniciativa de pedirle disculpas por lo que había ocurrido en la noche y, por lo menos, ofrecerme a llevarla a su casa, claro, en el trayecto comprar una píldora de emergencia porque… pues… sí, aunque siempre cargo un condón en la cartera, bueno… no lo usé. ¿Cómo es posible que alguien tan experimentado como yo se le olvidara algo tan importante? Quería echarle la culpa al alcohol, pero… algo me decía que había algo más. Quería sentirla por completo, su aliento, su aroma, su calor, deseaba no perderme de ninguna de esas sensaciones, no quería barreras entre nuestros cuerpos, me sentí dominado y quise embriagarme de ella. De recordarlo se me aceleraba el corazó
LUCA MAGNANI—¿Dónde carajos estás? —preguntó Eliot furioso a través del teléfono. Me encantaba como siempre guardaba sus sentimientos y se mantenía ecuánime y serio. Lo único que era capaz de expresar, por lo menos hacia mí, era odio y reproche. —¿Preocupado por mí? —Aunque intentaba sonar juguetón como siempre, me sentía de la mierda. Había tomado todo un día para quitarme de la cabeza todas esas ideas autodestructivas. Mi corazón y mi cabeza se partían en dos y me empezaba asfixiar. —Cristine es quién en verdad está preocupada por ti —siseó furioso. Me alegraba que estuviéramos a kilómetros de distancia, de seguro ya me habría golpeado si estuviéramos frente a frente—. Desapareciste. —Tenía cosas que hacer… —contesté viendo el psiquiátrico delante de mí. Estaba lleno de incertidumbre y mi corazón se aceleraba. La hora de la comida se acercaba y sabía que no tardaba en salir Carla con sus amigas de las instalaciones. —¿Cómo alcoholizarte? ¡Incluso los niños estaban preocupados p
LUCA MAGNANI—No sé mucho, pero lo que dicen quienes han trabajado con Derek desde que llegó, es que está ahí gracias a un «hueco» legal —dijo Carla mientras rascaba suavemente en la mesa de la cafetería.Habíamos decidido salir del psiquiátrico y la llevé a la cafetería con sus amigas, pero ella decidió tomarse ese tiempo conmigo para hablar del hermano gemelo malvado y perdido de Eliot.—¿Hueco legal? —pregunté desconcertado e hicimos una pausa en cuanto la mesera dejó la comida de Carla y mi café en la mesa. No era como que me gustara la idea de que también la mesera se enterara del chisme.—Sí, aunque no tengo acceso a
LUCA MAGNANIDebía de admitir que ver a Eliot sosteniendo solo con sus manos a Cristine era sorprendente, ella tenía tanto los brazos como las piernas recogidas. ¿Cómo podía mi primo cargar su peso solo con sus manos? ¿No decían que los locos eran muy fuertes? ¡¿Y si él era el verdadero loco y Derek era solo una víctima?!... Nah… imposible. El único pecado de ese enojón era eso, tener un carácter de mierda. Le dio un beso en la mejilla a Cristine antes de dejar que ella por fin tocara el suelo y… mientras era atacado por esas pequeñas bestias, me sentí celoso: Celoso por como Cristine veía a Eliot, con admiración y cariño. Celoso por como Eliot era estoico y decidido al saber que solo la quería a ella y que no había otra mujer para él, pese a la adversidad se mantuvo firme y no se conformó con alguien más. Celoso de lo que tenían. —Creo que se murió —dijo Gerardo en cuanto notó que ya no me movía. —Solo mi alma… —contesté con melancolía y la mirada perdida en el techo. Entonce
LUCA MAGNANILa opulencia desbordaba por cualquier rincón. Velos rojos colgando de cada columna, la pasarela iluminada tenuemente antes de comenzar el «show» y todo lleno de gente petulante con dinero. Los niños terminaron corriendo hacia Zafrina quien, como buena antecesora de Cristine, estaba ahí para ver lo que su heredera estaba haciendo, además, por lo que sabía esa señora no desaprovechaba ninguna oportunidad para estar cerca de los niños, los veía como los nietos que nunca tuvo.De pronto un borrón rojo pasó frente a nosotros, a lo lejos. Después de percibirla con la mirada, mi olfato captó su aroma. Me sentía como un lobo cazando. A lo lejos se encontraba Berenice, con sus cabellos dorados recogidos en una hermosa coleta que los hacía parecer una cascada de oro. Su rostro no estaba muy maquillado, apenas lo suficiente para que sus bellos ojos azules resaltaran y sus labios carnosos se vieran más besables. Su cuerpo estaba enfundado en un hermoso vestido rojo ceñido a su envi
BERENICE SPOTIDebería de estar entre las sillas más cercanas o detrás de bambalinas supervisando todo, pero preferí mantener la distancia. Recargada en una de las columnas, no pude evitar ver como Eliot y Cristine disfrutaban del espectáculo, sentados uno al lado del otro. De pronto Eliot posó su enorme mano en la pierna de ella, haciéndola sonrojar. En vez de apartarlo, cubrió su mano con la suya y se recargó en su hombro. Parecían la pareja perfecta.Cerré los ojos y desvié la mirada. Si me ponía a llorar arruinaría mi maquillaje, pero tenía un nudo en el corazón que cada vez se apretaba más. Me escondí detrás de la columna y comencé a respirar profundamente, intentando controlar mi dolor, tuve que poner ambas manos en mi pecho para poder reducir la agonía que sentía, quería aplastarla junto con mi corazón. ¿Cómo podía dejar de sentir? —Deja de torturarte de esa manera… ¿no te das cuenta? —dijo Luca a mi lado, con actitud de que siempre estuvo ahí, observando en silencio—. Eliot
CRISTINE FERRERADespués de compartir un par de palabras con las modelos y felicitarlas por su actuación, decidí salir del camerino, agotada. Me recargué sobre la puerta cerrada mientras las escuchaba enteramente felices. Sonreí, amasando mi nuca, el estrés me estaba matando y lo último que necesitaba era un dolor de cabeza. De pronto el olor a tabaco llegó hasta mi nariz, cuando volteé hacía el otro lado del pasillo vi entre la penumbra a Eliot, con su cigarro colgando de sus labios y sus ojos clavados en mí. Le sonreí mientras su mirada se deslizaba por todo el largo de mi cuerpo. Tenía una actitud oscura e imponente que no podía ignorar. Se acercó con lentitud sin apartar su mirada, me sentía acechada y eso me emocionó. Sin perder la sonrisa, comencé a retroceder manteniendo la distancia, antes de dar media vuelta y echarme a correr entre risas. Escuchaba sus pasos detrás de mí y cada vez que volteaba él estaba ahí, dándome espacio, pero no el suficiente para perderme de vista.
CRISTINE FERRERATodo el aire de mis pulmones escapó en cuanto vi los ojos furiosos de esa mujer. Apenas retrocedí un paso cuando el tiempo se congeló y los gritos de mis hijos me pusieron la piel de gallina. En el momento que ella movió su mano frente a mí no entendí lo que quería hacer, pero si alcancé a ver el filo de su navaja cuando este relumbró con las luces del lugar. Cerré los ojos y traté de girar mi rostro, pero la distancia entre las dos no era mucha y sabía que había reaccionado tarde. Los gritos se elevaron, la sangre cayó en la alfombra roja pasando desapercibida, y todo se tornó negro al mismo tiempo. Los guardias de seguridad se abalanzaron hacia ella y la derribaron, mientras yo seguía estática. Entonces noté que no estaba al borde del desmayo y que esa oscuridad ante mis ojos pertenecía al saco del hombre que estaba delante de mí. Levanté la mirada mientras los sonidos se ensordecían a mi alrededor y entonces lo vi, era Eliot. Mis ojos se llenaron de lágrimas y ar