DONNA CRUZMe acerqué con sigilo y el ceño fruncido, la gorra que me había lanzado la arrugué entre mis manos, enrollándola por si tenía que usarla como arma. Me asomé con cuidado, queriendo ver el rostro de ese policía con acento extraño. Tuve que apoyar una mano en la pared para no irme de cuernos, la oscuridad y la manera en la que escondía el rostro hacía más difícil poder descubrirlo. De pronto alzó su mano y me tomó por la muñeca, quitándome la mano de la pared y por tanto mi apoyo. Cuando sentí que mi rostro terminaría estampado contra la pared, cerré los ojos, esperando el dolor, en vez de eso, terminé sobre el catre, el policía había hecho girar mi cuerpo y de una manera que no comprendía, ahora él estaba sobre mí, tomándome con ambas manos de las muñecas, presionándolas a cada lado de mi rostro mientras él parecía muy cómodo entre mis piernas. Abrí los ojos de par en par y comencé a retorcerme en cuanto por fin vi su rostro. ¡Ya sabía quién era!—Que pequeño es el mundo, ¿
JIMENA RANGELSe me complicó mucho abrir los ojos, parecía que tenía los párpados adheridos con pegamento, además mi garganta se sentía seca y adolorida. Con dificultad comencé a ser consciente del cuarto en donde estaba. Era una habitación bastante linda, parecía de las más caras que tenía el hospital. Mi cerebro tardó un poco en procesar las cosas, pero mi corazón fue más rápido. Antes de que pudiera emitir cualquier palabra, vi a Bennet y Sofía en la puerta, abrazados. Parecía que llevaban un par de minutos así. El abrazo era gentil y cariñoso. Sofía tenía los ojos cerrados y Bennet tenía el rostro escondido en su cabello. Cerré la boca cuando noté que se me había desencajado la mandíbula. Cuando desvié la mirada hacia el otro lado me encontré con la mirada de Louis, quien parecía horrorizado. Se acercó a mí mientras comenzaba a carraspear de manera teatral. —¡Nuestra bella durmiente despertó por fin! —exclamó. Sabía que todo lo estaba haciendo para que ellos se dieran cuenta de
DONNA CRUZAunque me sentía segura con Piero al lado, porque claramente era como estar encerrada en la celda con un feroz león que no planea comerte a ti, no podía dormir. Todo mi pasado, mis primeros pasos en este país y todo lo que hice para sobrevivir no me hacían sentir orgullosa, pero lograron su objetivo, ¡hacerme sobrevivir! Tal vez por eso ahora me dedicaba a ayudar a los demás, a ser más prudente con las noticias que deseaba cubrir, aunque mis métodos no fueran ortodoxos y los riesgos fueran altos. Suspiré profundamente con la mirada fija en el techo mientras algo me decía en mi interior que ya se acercaba la hora de que me transportaran a otro lado. —¿De dónde eres? —preguntó Piero. Cuando volteé él seguía dándome la espalda y dudé que su pregunta en verdad la hubiera hecho y solo fuera producto de mi imaginación.—México… —susurré con nostalgia.—Estás muy lejos de casa —agregó fríamente—. ¿Por qué Italia? ¿Por qué no Estados Unidos o Canadá? —Canadá es muy frío, más frío
DONNA CRUZ—¡Cruz! ¡Llegó tu hora! —exclamó el oficial que dirigía al grupo de policías. Cuando vieron a Piero sobre mí, comenzaron a reír divertidos—. ¡Ya déjala! Se acabó la diversión. Piero se mantuvo por breves segundos sobre mí, apoyado sobre sus manos, viéndome fijamente, parecía estar analizando mi rostro con atención, como si no me comprendiera. Posé ambas manos en su pecho, empujándolo suavemente para indicarle que se quitara de encima. Ahora entendía que lo había hecho para cubrir las apariencias y no pude evitar sonreír. —Gracias, guapo, por el beso de despedida. —Le di una palmada en la mejilla antes de intentar levantarme. Mientras él se cerraba la camisa, volviendo a cubrir su escultural torso lleno de cicatrices y algunos tatuajes, yo me quedé en el catre, temerosa de lo que me esperaba, intentando cerrar mi blusa rota de alguna manera, la mirada lujuriosa de cada policía me hacía sentir en peligro. El oficial entró a la celda, dándole unas palmadas a Piero, felicit
ELIOT MAGNANIEscuché atento a Finn. El sargento Esposito estaba muerto, lo cual era un alivio, ese hombre era un cáncer dentro de la policía, pero Donna había sido secuestrada pese a la seguridad que se le puso. —En cuánto ella fue escoltada fuera de la celda, dejó de ser mi problema —dijo Piero con la mirada clavada en la mesa mientras pegaba con el dedo. Parecía ansioso y cabizbajo. No lo conocía, pero sabía que algo lo torturaba. —Lo sé… Hiciste el trabajo para el que te pagamos, cuidar de ella durante la noche —respondí sin poder ocultar mi angustia—. ¿Sabes quién se la llevó? Pagaré por cualquier información que me puedas ofrecer.Su mirada violeta se levantó hacia mí. Sus ojos estaban cargados de decisión y después de un resoplido apesadumbrado contestó:—Donna pronunció un nombre: Jerry. Lo dijo casi en un susurro después de que este matara a Esposito.Escuchar ese nombre fue como recibir un relámpago directo en el pecho. No solo mis mandíbulas se apretaron, sino también mis
DONNA CRUZGrité hasta quedarme muda, pateé las puertas y esa molesta rejilla que me separaba de Jerry. Él solo sonreía divertido y subió el volumen de la música para ignorarme.—¡¿Qué piensas hacerme?! —grité con todas mis fuerzas, pegando mi rostro a la reja. En ese momento el auto aceleró, dando un fuerte arrancón que me lanzó contra el respaldo del asiento antes de frenar y que mi frente golpeara con fuerza la rejilla. De pronto el volumen bajó hasta que el silencio solo era perturbado por algunos ruidos lejanos de calles aledañas, pues el camino que seguíamos estaba despejado, no había ningún alma a nuestro alrededor.—¿Qué esperas, que te diga todos mis planes solo porque me siento seguro del control que tengo sobre ti? ¿Crees que sería tan estúpido? —Echó el auto en reversa haciendo chirriar las llantas. Entonces me di cuenta de que una vieja bodega levantaba la cortina. Estábamos lejos de la ciudad, en la zona industrial, y me quedaba claro que aquí nadie escucharía mis gritos
DONNA CRUZ—¡Estás loca! ¡No te conozco! ¡Aléjate de mí! —gritó con furia el señor Spoti—. No vas a obtener nada de mí.Tanto se esforzaba por liberarse que parecía que estaba a punto de caer de la silla. Fue tanta su intensidad e histeria que Carla lo abofeteó.—¿Me vas a decir que no se te hace conocido el nombre de Karen Rossi? —preguntó con voz temblorosa. Estaba al borde del llanto mientras su padre negaba con la cabeza, no por no recordar el nombre de su antigua amante, al contrario, lo recordaba muy bien y eso le aterraba.—No sé de qué hablas —dijo no muy seguro, casi en un susurro mientras sus ojos delataban que estaba exprimiendo su cerebro, recordando cada noche que pasó con ella. —Déjame que te refresque la memoria —dijo Carla caminando de un lado a otro, conectando sus dedos de ambas manos: pulgar con pulgar, índice con índice, medio con medio, mientras sus ojos seguían el camino que después sus pasos andarían. Parecía no saber por dónde empezar o tal vez solamente estab
DONNA CRUZEl señor Spoti tenía la cabeza echada hacia atrás, por suerte no podía ver el agujero en su cerebro, pero sí podía ver cada gramo de este alrededor de la silla. Era como si un globo lleno de pintura roja hubiera reventado. Así se había acabado el infiel, ahora me preocupaba que yo fuera la siguiente.Jerry volteó hacia mí, parecía que el arma no pesaba en su mano sino más bien era una extensión de él. Sus ojos oscuros se clavaron y me sentí intimidada, había algo en la manera en la que me miraba que me hacía sentir curiosa. Era algo familiar que no lograba entender.—Donna, nosotros no somos tan diferentes. Los 3 venimos de familias rotas. ¿Por qué pelear cuando en realidad deberíamos de estar unidos? —preguntó con apariencia de mesías, dándole vueltas a su arma—. Dime, ¿no has soñado con encontrar al imbécil de tu padre y cobrarle todo el daño que le hizo a tu madre y a ti? ¿No puedes imaginarte la satisfacción que te daría? Piénsalo, Carla ahora tiene un problema menos de