JIMENA RANGEL—Me disparó dos veces… ¡Dos! ¡DOS! ¡No fue solo un descontrol de emociones, me quería matar! —reclamé indignada y horrorizada, en verdad quería hacerlo ver como un pequeño malentendido. —Pero solo te atiné una vez —agregó el doctor D'Marco como si fuera la mejor manera de defenderse.—¡No importa! —de nuevo grité, pero el esfuerzo hizo que me arrepintiera. Me dolía tanto el abdomen—. Fue intento de homicidio aquí y en China. No se librará de esto tan fácil, lo juro, menos si me muero. Su condena será peor. —Bueno, ¿si le salvo la vida no sería como arreglar mi error? —preguntó tranquilamente mientras se calzaba unos guantes de látex. —No… —agregué volteando hacia otro lado—. Váyase a la mierda. Prefiero morir si eso significa que usted tendrá una vida larga cargada de agonía y miseria. —Déjeme intentarlo —insistió, pero no me esperaba lo que haría después. Con sus manos enguantadas y usando sus bases en medicina, tomó un buen puñado de gasas y comenzó a introducirlo
DEREK MAGNANINo sabía qué me preocupaba más, si la herida en el abdomen de Jimena o el hecho de que estaba drogada. Mi primera intención fue lanzarla por la ventana y que Eliot la cachara. Confiaba en sus habilidades, pero después pensé que sería demasiado brusco para ella, así que lentamente la fui dejando caer hasta que solo la estaba sosteniendo por las manos. Eliot, estando abajo, la tomó por las piernas, pero Jimena creyó que sería divertido comenzar a balancearlas, como si el juego consistiera en no dejar que Eliot la tomara. —¡Compórtate! —exclamé y ella volteó hacia mí, con las pupilas dilatadas, el cabello revuelto y una sonrisa soñadora.—Oblígame, Eliot 1 —dijo divertida e inocente. —¿Eliot 1? —refunfuñé y torcí la mirada antes de soltarla. Con cuidado Eliot la tomó en brazos y alzó una ceja, aparentemente ofendido. —¿Yo quién soy? ¿Eliot 2? —preguntó y Jimena comenzó a subir y bajar su dedo por los labios de Eliot, haciéndolos rebotar para distorsionar su voz.—Sip —co
DEREK MAGNANI—Vaya… si que eres una bestia —dijo Finn recargado en el marco de la puerta—. Mientras tu hermano tiene pinta de psicópata, tú pareces más un terrorista.—¿Esa es la manera en la que halagas a tus clientes? —pregunté por fin poniéndome de pie, con los nudillos punzando. —Los halago siendo cordial y dándoles ventaja —contestó divertido y sacó su celular—. Llamaré a la policía en cinco minutos, suficientes para que salgas de aquí junto con Eliot y su abogada drogada. Admitiré que no supe qué pasó, que solo escuché ruidos y un encapuchado saltó por la ventana. »Lo más divertido es que las investigaciones harán que la policía meta sus narices en los documentos del doctor y se enteren de muchas cosas. Supongo que después de todo esto ha sido un buen paso para el caso —agregó sin perder su alegría y comenzó a marcar. Me mostró los números en su pantalla y me señaló la ventana con un movimiento de cabeza—. Corre...Asentí y de inmediato me lancé por la ventana. Bajé con dific
TOM BENNETMi mente estaba en blanco mientras me lavaba las manos, mi cuerpo actuaba por inercia y parecía que estaba en control, como siempre antes de una operación, pero mi corazón latía desesperado, lo sentía en la garganta. La angustia que me embargaba me estaba consumiendo. Vi mis manos y noté que temblaban como nunca. —¡Bennet! —reconocí la voz de Sofía de inmediato. Era inconfundible. Entró alterada y buscando con la mirada. Sabía lo importante que era Jimena para ella, eran grandes amigas y me sentí con la obligación de informarle lo que había pasado—. ¡¿Dónde está Jimena?! —La están preparando… Ya debe de estar en el quirófano —contesté con la voz apagada y los hombros caídos—. Le dispararon… tiene… un agujero en el abdomen. No sé en qué estaba involucrada. También llegó drogada, pero no sé qué fue lo que le administraron. La mirada de Sofía se volvió lastimosa. Estaba perdiendo la cabeza igual que yo. —¿Ya tienes primer ayudante para la cirugía? —preguntó apretando los la
TOM BENNET—Hay que llevarla a la sala de recuperación… —dije apartando mi atención por un momento, listo para quitarme todo y ser yo quien la acompañara toda la noche.—Yo me quedaré con ella —atajó Sofía con los ojos aún brillosos, como si las ganas de llorar no la hubieran abandonado—. Ella haría eso por mí, me cuidaría toda la noche. Lo sé, lo hizo un par de veces. Sonrió con una profunda tristeza. Sabía que nuestros en el quirófano no eran una certeza total de la recuperación de Jimena, había perdido suficiente sangre para que sufriera una descompensación cardíaca, pese a la transfusión sanguínea y los expansores de plasma. —No, yo me quedaré con ella —dije de inmediato, tomando la mano de Jimena en cuanto el anestesista comenzó a revisar los signos vitales. Una vez más lo vi con desconfianza. —Si no les importa, yo podría hacerlo —dijo el hombre tomándome por sorpresa. Ni siquiera volteó hacia nosotros al decirlo—. Ustedes ya hicieron lo más difícil, dejen que yo cuide de ell
DONNA CRUZMe acerqué con sigilo y el ceño fruncido, la gorra que me había lanzado la arrugué entre mis manos, enrollándola por si tenía que usarla como arma. Me asomé con cuidado, queriendo ver el rostro de ese policía con acento extraño. Tuve que apoyar una mano en la pared para no irme de cuernos, la oscuridad y la manera en la que escondía el rostro hacía más difícil poder descubrirlo. De pronto alzó su mano y me tomó por la muñeca, quitándome la mano de la pared y por tanto mi apoyo. Cuando sentí que mi rostro terminaría estampado contra la pared, cerré los ojos, esperando el dolor, en vez de eso, terminé sobre el catre, el policía había hecho girar mi cuerpo y de una manera que no comprendía, ahora él estaba sobre mí, tomándome con ambas manos de las muñecas, presionándolas a cada lado de mi rostro mientras él parecía muy cómodo entre mis piernas. Abrí los ojos de par en par y comencé a retorcerme en cuanto por fin vi su rostro. ¡Ya sabía quién era!—Que pequeño es el mundo, ¿
JIMENA RANGELSe me complicó mucho abrir los ojos, parecía que tenía los párpados adheridos con pegamento, además mi garganta se sentía seca y adolorida. Con dificultad comencé a ser consciente del cuarto en donde estaba. Era una habitación bastante linda, parecía de las más caras que tenía el hospital. Mi cerebro tardó un poco en procesar las cosas, pero mi corazón fue más rápido. Antes de que pudiera emitir cualquier palabra, vi a Bennet y Sofía en la puerta, abrazados. Parecía que llevaban un par de minutos así. El abrazo era gentil y cariñoso. Sofía tenía los ojos cerrados y Bennet tenía el rostro escondido en su cabello. Cerré la boca cuando noté que se me había desencajado la mandíbula. Cuando desvié la mirada hacia el otro lado me encontré con la mirada de Louis, quien parecía horrorizado. Se acercó a mí mientras comenzaba a carraspear de manera teatral. —¡Nuestra bella durmiente despertó por fin! —exclamó. Sabía que todo lo estaba haciendo para que ellos se dieran cuenta de
DONNA CRUZAunque me sentía segura con Piero al lado, porque claramente era como estar encerrada en la celda con un feroz león que no planea comerte a ti, no podía dormir. Todo mi pasado, mis primeros pasos en este país y todo lo que hice para sobrevivir no me hacían sentir orgullosa, pero lograron su objetivo, ¡hacerme sobrevivir! Tal vez por eso ahora me dedicaba a ayudar a los demás, a ser más prudente con las noticias que deseaba cubrir, aunque mis métodos no fueran ortodoxos y los riesgos fueran altos. Suspiré profundamente con la mirada fija en el techo mientras algo me decía en mi interior que ya se acercaba la hora de que me transportaran a otro lado. —¿De dónde eres? —preguntó Piero. Cuando volteé él seguía dándome la espalda y dudé que su pregunta en verdad la hubiera hecho y solo fuera producto de mi imaginación.—México… —susurré con nostalgia.—Estás muy lejos de casa —agregó fríamente—. ¿Por qué Italia? ¿Por qué no Estados Unidos o Canadá? —Canadá es muy frío, más frío