SLOANE D’MARCOMientras Cristine era llevada por la enfermera, Derek tuvo que tomar a Eliot para sacarlo del hospital. Me traía algo de paz pensar que Cristine por fin estaba dándose cuenta de que no podía agarrar a Zafrina como guía espiritual, no era la indicada, era una mujer rota y no había manera de que pudiera ayudar a los demás si no se ayudaba primero ella misma. —¿Estás feliz? —preguntó Zafrina con ojos llorosos en medio de lo que quedaba.—No estás bien… pero tampoco quieres hablar con nadie. ¿Cómo planeas que te ayudemos si…?—No necesito ayuda. Ustedes son los que necesitan de mí, no se te olvide —sentenció llena de rencor, haciéndome cerrar la boca.Zafrina no solo era una de las mujeres más exitosas y adineradas de la ciudad, sino una mujer que había empezado desde abajo, que había sufrido humillaciones, caídas, rechazos y ahora era el significado de éxito. Su orgullo siempre la mantuvo de pie. ¿Qué me hacía pensar que cedería tan fácil?—Leí el diario de mi madre —susu
CRISTINE FERRERA—¿Cómo estás tan seguro de que es una niña? —pregunté mientras la mirada de Eliot no se apartaba de mi abdomen. Posó su mano sobre mi vientre, era tan grande que parecía cubrir por lo menos la mitad, además… su calor parecía migrar hacia el interior, llegando hasta nuestro bebé, quien de inmediato se movió, como si deseara frotarse contra la mano de su padre a modo de reencuentro. La sonrisa de Eliot fue digna de fotografía. Se hincó para estar más cerca de mi vientre y comenzó a susurrar.—Hola, mi amor… —dijo con tanta ternura que parecía que en vez de saliva tenía miel en la boca—. Soy yo, soy papá. Te extrañé mucho mi niña preciosa. Tienes que ser muy fuerte, como mamá, tienes que agarrarte muy fuerte, no quiero que enfermes, me romperías el corazón. »Estoy ansioso por conocerte y cargarte, no sabes cuantas noches he soñado que te tengo entre mis brazos, mi pequeña princesita. —Como respuesta, el bebé se movía contra su palma, estirándose dentro de mí, queriendo
CRISTINE FERRERA—¿No haremos nada? —pregunté palideciendo. Incluso mi corazón pareció detenerse por unos segundos—. ¿No la ayudaremos?—No —regresó sobre sus pasos y comenzó a tomar mi ropa. Aunque mantenía ese gesto serio y contenido, era obvio que por dentro tenía toda una tormenta. —¿Por qué no? —pregunté indignada—. ¡Es lo que haríamos por Derek o Luca! ¡Es lo que haríamos por Sloane o Berenice! ¡Lo hemos hecho! ¿Por qué no lo haríamos con ella siendo que nos ha ayudado tanto? Destruyó a los Spoti, ayudó a Luca, si no fuera por ella tal vez Berenice hubiera muerto dentro del taller en llamas y Luca también, golpeado brutalmente por Jerry. Eliot se apoyó con ambas manos en la cama y suspiró apesadumbrado antes de levantar la mirada hacia mí. —Teníamos un trato, no solo de privacidad —agregó casi sin parpadear—. Si alguno de los dos caía en manos de la policía o de alguien más, el otro no haría nada, por seguridad. »Si la busco en la cárcel, si me entrometo en su caso, corro el
DONNA CRUZDe pronto un fuerte golpe en el abdomen hizo que todo mi cuerpo perdiera la fuerza. Solté a Esposito y caí de rodillas al piso, sin aire. El policía que lo había esperado me había golpeado con su macana. Cuando alcé la mirada, Esposito sostenía un colgajo de labio, casi se lo había arrancado. Escupí su sangre con desprecio. —Si eso te hice en la cara… imagínate lo que haré si decides bajarte la bragueta y presentarme a tu amiguito —dije entre risas mientras sostenía mi abdomen adolorido—. Solo piénsalo, un golpe así y te lo puedo arrancar de una sola mordida. —Te sientes muy valiente, pero pronto eso se acabará —contestó mostrándome su labio destrozado—. Suplicarás una oportunidad, me pedirás que te cuide y tú sola te vas a ofrecer. Ya lo verás. —¿Eso será antes o después de que quiera suicidarme? Es que voy a suplicar por tantas cosas, a tu parecer, que ya no sé por cual empezar —agregué riendo a carcajadas, pero como me esperaba mis burlas lo irritaron aún más. Con una
CRISTINE FERRERAEl doctor me dio de alta al ver que todo estaba en orden y que lo que había detonado mi emergencia fue la policía llevándose a Donna. No sabía a dónde regresaría, porque sinceramente no quería volver a casa de Zafrina, ya no me sentía segura ahí, pero Eliot me aseguró que tenía el lugar perfecto. Después de la confesión que le hice en la habitación él recobró ese semblante dulce y controlado, pero en el fondo sabía que estaba inquieto y siendo víctima de una batalla interna. El camino de regreso yo guardé silencio mientras cargaba el peluche, presionándolo contra mi pecho. No podía arrancarme de la cabeza a Donna, su mirada llena de confianza y al mismo tiempo de miedo. El corazón se me estrujaba cada vez que pensaba en lo que debería de estar pasando como una mujer joven y sola en ese tipo de lugar tan hostil y desagradable. No me di cuenta del momento en que el auto se detuvo hasta que la mano de Eliot acarició mi mejilla, despertándome de mi ensoñación.—Llegamos
CRISTINE FERRERA—¿Estás segura de que los cargos que le echaron encima no son reales? —preguntó Jimena mientras caminábamos juntas, detrás de Berenice y Sloane, quienes se dividían entre ver cosas para la boda y cosas para los bebés.—¡Cristine! ¡Mira esta cunita para tu bebé! —exclamó Berenice señalando la que se encontraba en el aparador de una tienda cercana—. ¡Vamos a verla!Sin esperar a que contestara, la pelirroja y la rubia entraron al local, haciendo repiquetear la campanilla.—No estoy segura de que sea inocente —contesté a la pregunta de Jimena antes de soltar un profundo suspiro—. ¿Pudo obtener toda esa información de los Spoti de manera legal? —Mmm… tal vez sí, tal vez no… —Además, consiguió información para destruir a D’Marco.—El cual ya salió del hospital —intervino Jimena pensativa—, y mandó a su abogado en cuanto supo que estaba desenterrando el caso de Derek Magnani. Está listo para enfrentarme. Sabe que puede meterse en muchos problemas, pero estoy confiada, con
DONNA CRUZ—¿No sabes quien llevó a la policía hacia ti y levantó todos esos cargos en tu contra? No fueron los Spoti, mucho menos D’Marco… No, no, no… —dijo Jerry disfrutando de cada espina de desconfianza que clavaba en mi pecho. Le encantaba envenenar con incertidumbre. Entorné los ojos y regresé sobre mis pasos, pero en completo silencio.—Donna, él nunca fue tu amigo y mucho menos fue fiel a su acuerdo de «confidencialidad» —dijo acariciando su colmillo con la lengua.—¿Estás consciente de que no te creeré nada que salga de tu asquerosa boca? Lamento decirte que no eres la persona más confiable que conozco —contesté cruzada de brazos.—No me creas si no quieres. —Levantó los hombros con apatía, pero sin borrar su sonrisa—, solo diré que quien levantó la denuncia y llevó a los policías no es otro que su ayudante personal, las actas están a nombre de Eliot Magnani, aunque ha pedido mantener su anonimato. Ya sabes, como una clase de héroe desconocido, orgulloso de su modestia al no
CRISTINE FERRERA—Finn… el abogado irlandés, al que llaman «el abogado del diablo» —dijo Donna entornando los ojos con desconfianza y una sonrisa maliciosa—. Dime, ¿aún sigues en malos pasos, defendiendo a tu hermano y sus negocios ilícitos en su casino de mala muerte? La mandíbula se me quiso desencajar. Supuse que no era la clase de abogado bondadoso que busca defender al indefenso, pero de eso a promover el crimen había un largo trecho. ¿Era buen momento para exigirle explicaciones a Jimena? ¿A quién había enviado?—Por lo que veo, tú no has aprendido a mantener tus narices fuera de asuntos que no te corresponden —contestó Finn con tranquilidad mientras organizaba los documentos en sus manos—. Eres una vil periodista amarillista que obtiene información de manera ilegal. ¿Crees que lo que les hiciste a los Spoti no te puede alcanzar? Además… robaste información de la casa del doctor D’Marco. Creo que podemos considerarte una de las criminales que defenderé. —Por suerte eres bueno