SLOANE D’MARCOZafrina apartó sus manos de la mía, pero yo me mantuve apretando esa rosa, sintiendo como el filo de aquella aguja escondida se volvía incómodo y me tentaba a apretar más para sentir su filo traspasar mi piel, como un impulso autodestructivo al cual no podía renunciar. De pronto chasqueó los dedos haciendo no solo que yo despertara del trance en el que me había sumergido, sino que todas sus ayudantes salieron de la habitación, presurosas, llevándose cada vestido y accesorio que habían traído consigo. La mirada de Zafrina se agudizó y por fin, después de darle muchas vueltas en la cabeza, me tomó de la mano y me llevó hasta la cama para sentarnos. —Esa rosa… fue idea de tu madre —soltó en un suspiro, dejándome sin aire. —¿De mi madre? —De nuevo vi el adorno tan hermoso y no entendí.—¿Alguna vez te preguntaste por qué tu padre odia tanto a los Magnani? ¿Nunca lo sospechaste? —preguntó levantando la mirada, con semblante atormentado—. Yo no nací siendo una diseñadora e
SLOANE D’MARCO—¿Cómo sabes eso? —pregunté con voz entrecortada y no quise verla a los ojos. Después de un silencio que pareció durar años, por fin Zafrina contestó:—Tu madre me lo dijo… la última vez que la vi. Aún recuerdo ese día. Fui a dejarle un lindo vestidito para la princesita de la casa. —Me dedicó una sonrisa cargada de nostalgia y una mirada rota antes de acariciar mi mejilla—. Entonces ella me confesó que la señora Magnani, culpable o tal vez despechada, le dijo la verdad y le mostró pruebas de la infidelidad de tu padre.»Me dijo que lo enfrentó, que lo aborreció, pero que sabía que no llegaría a ningún lado. Dijo que ya estaba cansada de pelear
SLOANE D’MARCO—Hacía mucho tiempo que no veía a Zafrina, siempre me gustó regalarle los vestidos más costosos y hermosos a tu madre, así que la contactaba seguido —agregó mi padre ofreciéndome su mano. Cada vez que me veía parecía deshacerse en melancolía y nostalgia—. Le pedía que vistiera a mi muñequita, que la dejara hermosa para mí y siempre cumplía. Esta vez dejó hermosa a mi bebita, no solo para mí, sino para atraer las miradas de todos los hombres más codiciados y ricos de la ciudad. Tengo esperanza de que tal vez, con algo de suerte, conozcas a un hombre mejor que Rinaldi. Aunque, a decir verdad, ya tengo en mente a algunos posibles afortunados.—Supongo que les harás algún examen de la mente para corroborar
DEREK MAGNANI—¿Qué insinúas? —pregunté entornando los ojos y acercándome a Carla. —Tiene que desaparecer… ella… ella debe de…. —No permití que terminara su frase cuando la tomé por el cuello y la puse contra la pared, intentando contener mi furia. El corazón me latía en la garganta y veía en rojo. Pensé que se asustaría, que pensaría que soy igual o peor que su esposo, pero mantuvo su mirada fija en mí, ni siquiera parpadeó—. Sabes qué es lo único que podemos hacer para detenerla. La conoces mejor que yo y sabes que no se detendrá a menos que hagamos lo que tenemos que hacer. —Yo me encargaré de ella… No te metas —dije entre dientes, entornando la mirada mientras ella posaba sus manos en mi brazo, guardando la compostura. —Recuerda que ella te dio la espalda y dejó que te pudrieras por más de 20 años en esa celda. Recuerda que para ella dejaste de existir y no le importó, no le remordió la conciencia abandonarte. ¿Te preocupa tu hijo?, podemos quedarnos con él, yo lo amaría y lo c
DEREK MAGNANIEl director notó que Sloane estaba tensa, pero ella asintió, intentando convencerlo de que nos dejara solos. —Si pasas demasiado tiempo conmigo, se verá muy mal, esta es tu fiesta de compromiso sorpresa —susurró Sloane cuando comenzamos a movernos por la pista. Mantenía su mirada desviada, pero la mía clavada en su bello rostro. Entonces una suave sonrisa se dibujó en sus labios, los cuales se tuvo que morder para controlar su alegría—. ¿Ya te contó «Carlita» sus problemas laborales? ¡Pobrecita! —¿Crees que será suficiente para detenerme? —pregunté en su oído, dejando que mi aliento se deslizara por su cuello, erizando su tersa piel, tentado a morder la punta de su mandíbula. No podía ocultar que tenerla entre mis brazos me estaba enloqueciendo, deseaba arrastrarla hacia el lugar más oscuro y privado para castigarla por lo que había hecho, someterla, subir lentamente su vestido y condenarme entre sus piernas, hasta hacerla gritar mi nombre.—¿Crees que es lo único que
SLOANE D’MARCOEn cuanto mi padre me dio la espalda yo retrocedí, mareada, confundida, como si hubiera bajado recién de la montaña rusa. Giré en todas direcciones, ansiosa por encontrar a Berenice y entonces la vi al fondo, junto con sus padres. Caminé con paso firme pero presurosa, esquivando con dificultad a la gente que me rodeaba hasta que me planté frente a ellos, tan pálida como un fantasma, tambaleándome como si tuviera fiebre y sosteniendo una sonrisa, queriendo ocultar mi estado tan deplorable. —Doctora D’Marco, ¿está disfrutando de la fiesta? —preguntó la señora Spoti con una gran sonrisa. —Sí, es hermosa… —Le dediqué una mirada profunda a Berenice, entonces me incliné hacia su madre y susurré en su oído—: ¿Me permite hablar con Berenice en privado?—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó a la defensiva, como la mamá osa sobreprotectora que era. —Lo que se avecina puede ser algo muy fuerte para ella, creo que sería bueno que habláramos para que pueda prepararla de la mejor manera y
SLOANE D’MARCO—Mira, Sloane, no hay necesidad de que te pongas en esa postura. Me estás faltando al respeto a mí, un aliado fiel y comprometido… —dijo Luca negando con la cabeza, fingiendo estar herido. —Dramático. —Me crucé de brazos y torcí los ojos.—Por mi integridad física, tu ganas, pero eso no significa que no tenga quejas contra ti. —Levantó las manos y se echó hacia atrás. Quitando mi cara de pocos amigos, intenté sonreír en cuanto volteé hacia Berenice. —Tu carruaje… —le dije y en ese momento Luca se quitó el casco. Tenía la pinta de chico rudo y sexy, salvaje, indomable y feroz, ni parecía que fuera tan insoportable, pero sus ojos delataron que el momento le causaba dolor, tenía miedo de haberse perdido en la memoria de Berenice. —¿Muñequita? —preguntó Luca y extendió su mano enguantada hacia ella, quien no parecía avanzar hacia él. Cuando vi su rostro supe que no lo hacía por desconocimiento o pérdida de memoria, más bien por emoción. Las lágrimas comenzaron a brotar y
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a