CRISTINE FERRERA—¿De qué hablas? —Eliot frunció el ceño y retrocedió. Su mirada era la que le dedicarías a una cucaracha en tu cortina. —¡Tú creaste todo esto! ¡Tú me arruinaste! —grité furiosa y saqué mi celular del bolsillo, mostrándole todo lo que su poca prudencia había provocado. ¡Estaba segura de que había sido él quien creó todo esto para ponerme en desventaja! Tomó mi celular y siguió inspeccionando cada publicación hasta que sonrió y resopló. ¡¿Lo consideraba un juego?! Le arrebaté mi teléfono e intenté empujarlo por el pecho, pero ni siquiera se movió un centímetro. —Me arruinaste… —repetí, esta vez no con rencor, más bien con decepción—. ¿Tanto me quieres ver destruida? ¡¿Qué te hice?! ¡¿Por qué me haces esto?! —Mi desesperación no era una buena aliada—. Yo me esforcé por ser una buena esposa, aprendí a hacer tu comida favorita, toleré por años que me dejaras sola en esa maldita casa, me esforcé para que tuviéramos hijos y complacer a tu padre, cuidé de mis bebés sin ex
CRISTINE FERRERA—Cero y van dos, Eliot… ¿No aprendiste nada en el burdel? ¿Creíste que esta vez si te abriría las piernas? ¿Pensaste que aceptaría tu oferta y alimentaría tu ego? —pregunté contra la puerta y mientras la lujuria desaparecía, me llenaba de amargura—. ¿Crees que no sé por qué haces esto? No me quieres a tu lado porque algo vaya a cambiar… Me quieres de vuelta porque no estás acostumbrado a perder y ahora me ves como un accesorio coleccionable.»Pero eso no pasará… ahora vete, antes de que mis vecinas llamen a la policía, créeme… lo harán de inmediato pensando que ahora me prostituyo cuando les juré que no lo haría, el espectáculo del pasillo las debió de poner
ELIOT MAGNANIVi desde mi auto como los niños salían para reencontrarse con sus padres y el pobre de mi hijo, con la mirada rota, no tenía ilusiones de encontrarse a nadie para él. Cuando estaba a punto de bajar del auto, un Maserati se interpuso en mi visión. No le di importancia al hombre que salió de él, pero sí a la mujer. ¡Era Cristine!No me consideraba un hombre celoso, pero tampoco era tonto y la manera en la que ese hombre veía a mi mujer me estaba enervando. ¡Era obvio que sus intenciones hacia ella no eran amistosas! ¡Reconocía esa mirada de hombre enamorado!, y me llenaba de rabia que Cristine no lo rechazara. ¿Él… era el motivo por el cual ya no estaba interesada en mí?Entonces algo peor ocurrió, mis hijos se acercaron a él con ilusión y parecían tan felices. Apreté mis manos en el volante queriendo controlar mi coraje al ver como otro hombre me estaba quitando lo que era mío. Antes de que me comenzara a doler la cabeza, salí del auto y me acomodé el saco, listo para ma
CRISTINE FERRERA—Pues… no queda ninguna publicación de la cual preocuparte —dijo Jimena mientras tomábamos un café en la pequeña mesa del departamento. Había revisado por largos minutos su celular y yo la imité. Efectivamente, cada acusación en mi contra había desaparecido—. Todas han sido eliminadas y varios perfiles han sido bloqueados. ¿Tienes una idea de quién pudo hacerte tal favor? Debe de tratarse de alguien muy poderoso… Ambas sabíamos bien quien lo había hecho. Eliot era la única persona con el dinero y poder suficiente para organizar una cacería así, y no sabía cómo sentirme al respecto. Esto solo me confirmaba su inocencia, pues de haber sido su intención ensuciar mi reputación, no hubiera hecho nada por corregirlo. ¿Estaba agradecida? Tal vez un poco. —¿Ya pensaste que harás? —preguntó Jimena ante mi silencio—. Aunque las publicaciones desaparecieron, no significa que no hubieran infectado las mentes de esta ciudad. Después de todo te conocen como la exesposa del señor
CRISTINE FERRERALe pedí a Jimena que cuidara el sueño de mis pequeños mientras yo salía a dar una vuelta, insistiendo en que necesitaba aire y que no iría muy lejos. Me vio con desconfianza, pero no me hizo preguntas. Después de avanzar un par de calles, decidí parar un taxi y la dirección a donde quería ir me costó pronunciarla. Todo el camino le fui dando vueltas a la plática mientras ignoraba los mensajes insistentes de Rinaldi, desesperado por una respuesta. Si había posibilidad de volver con Eliot, la iba a tomar, estaba decidida. El auto se detuvo delante de la propiedad que por tantos años habité. Una de las condiciones para estar con él consistiría en cambiar de casa, me volvería loca con todos los recuerdos. Salí del auto y las piernas me temblaban, aun así, avancé con la frente en alto y mordiéndome los labios. Toqué tres veces a la puerta. Pude notar por el rabillo del ojo que las cortinas se movían, alguien se había asomado, ¿sería Eliot? Entonces escuché como la cerra
ELIOT MAGNANIDespués de visitar la empresa, específicamente el área de informática donde pedí que se encargaran de todas esas publicaciones tóxicas que solo perjudicaban a Cristine, decidí regresar a casa.Había amenazado con quedarme con mi hijo el resto del día e Ivette había intentado unirse a nosotros, pero mientras le mostraba la empresa a Mario, ella se quedó en la casa como único consuelo. Estaba loca si creía que se volvería parte de mi vida.Ya había contactado a mis abogados, era obvio que le quitaría al niño en cuanto pudiera e incluso solicitaría una orden de restricción para que no pudiera verlo. Era una mala madre y no me sería difícil comprobarlo ante la corte.—¡Mira papá! ¡Es la señora Cristine! ¡La mamá de los trillizos! —exclamó Mario desde el asiento tra
CRISTINE FERRERANo lloré hasta privarme, tampoco me tiré sobre la mesa de la cafetería rogándole al cielo que dejara de jugar con mi corazón. Solo… me mantuve ahí, sentada, con la mirada clavada en la ventana mientras las lágrimas brotaban de mis ojos y caían por mis mejillas. No había sollozos ni gimoteos, solo… silencio, uno muy profundo y doloroso.Levanté la mirada hacia el cielo nublado, estaba a punto de llover.—Un día mi abuela, cuando yo era pequeña, me dijo que… llegaría el hombre que encendiera las estrellas por mí —dije en un susurro mientras Rinaldi se mantenía en silencio, con sus manos en la taza de café y su mirada clavada en mí—. Cuando me casé c
CRISTINE FERRERA¡Sí, sí! Yo también estaba sorprendida de lo que iba a hacer. Era como pedirle a un pez que trepara un árbol frente a un jurado de chimpancés.Apenas saqué la cabeza por entre las cortinas y vi a Rinaldi sentado junto a Zafrina, mientras esa arrogante modelo se mantenía cerca, fingiendo no estar al pendiente, pero sabía que la maldita esperaba con ansias verme hacer el ridículo.—¿Cuándo planeas salir? Zafrina no es muy paciente —dijo la ayudante detrás de mí.—¡¿Cómo planeas que salga así?! ¡Esto no es ropa! ¡Son retazos de tela que te sobraron! —exclamé con los dientes apretados mientras baja