DEREK MAGNANILos labios de Carla se posaron una vez más sobre los míos, incluso su lengua me acarició húmeda y caliente, pero mi boca no respondió, no se derretía con su calor y al final tuve que desviar el rostro mientras mi cerebro proyectaba el momento que compartimos Sloane y yo en la oficina de Eliot. Podía recordar su mirada llena de lujuria y volver a sentir sus manos aferrándose a mi espalda.—¿Lo ves? —preguntó Carla ocultando su desilusión—. Pese a todo, por mucho o poco que hayamos sufrido en nuestras vidas y el dolor que nos une, no tenemos esa conexión. Nunca te haré sentir como lo hace Sloane, es por eso por lo que yo no puedo dejar de luchar por Luca, pese a su rechazo, porque en el fondo aún tengo esperanzas de que él regrese y recuerde co
SLOANE D’MARCOBajé la mirada hacia nuestras manos engarzadas y entonces vi su muñeca con esos verdugones maduros de una paliza pasada.—Cuéntame, Carla, ¿fue algún paciente quien te hizo estas heridas? —pregunté con ese tono suave y zalamero que aparentaba preocupación.—¿Qué? —preguntó arrancándome su mano de inmediato—. ¡No!—Tal vez estás manejando pacientes psiquiátricos de manera incorrecta. Ellos pueden ser muy violentos y…—¡No! Yo hago bien mi trabajo —me interrumpió nerviosa escondiendo sus manos como una niña pequeña, pero no podía disimular
SLOANE D’MARCO—Bueno, luego me lo saludan. Mmm… ¿Les parece si de una vez revisamos el casillero de Carla? —pregunté relajada, disfrutando del éxito. Tal vez si tenía un poco de maldad heredada de mi padre, pero estaba convencida de que yo la estaba usando para el bien, ¿cierto?—¿Mi casillero? ¿Por qué? —preguntó Carla temblando entre los brazos de Jonathan.¿Por qué? Porque es momento de hacerte pagar, maldita bruja, porque ya me cansé de que la ley tarde tanto, porque no tengo paciencia ni me tiembla la mano, porque el karma es lento y yo estoy sedienta de regresarles a ti y a Derek un poco del dolor que están causando.Agaché mi mirada, abr&ia
SLOANE D’MARCO—No te preocupes, cuando estés completamente bien, tu trabajo te estará esperando. De momento meteré tus vacaciones y no podrás venir, ¿entendido? —dijo Jonathan y aunque no le agradó del todo a Carla, aceptó porque sabía que no tenía opción. Volteó hacia mí y llorando aún más profusamente, se acercó con paso tembloroso haciendo que mi cuerpo se tensara, pensando que quería soltarme algún golpe, pero en vez de eso me abrazó con fuerza. —Gracias doctora D’Marco —susurró en mi oído entre sollozos falsos—. Juro que le regresaré con creces este favor que me ha hecho, ya lo verá. Se alejó de mí y aunque sus ojos aún estaban enrojecidos y húmedos por llorar, solo había rencor y la promesa de venganza, mientras su sonrisa tensa lo confirmaba. Había tantas cosas en mi cabeza, tantas maneras de responder a sus amenazas pasivo-agresivas. Por ofensas no paraba, tenía buena imaginación y combinada con mi ironía, bueno, era algo frustrante mantenerme callada, pero como bien habí
CRISTINE FERRERAEntonces corrí, dejando que mis tacones resonaran e hicieran eco. El peso de la navaja y las ganzúas eran plomo en mis bolsillos hasta que por fin llegué a la última celda. Eliot estaba sentado en el borde del colchón, apoyado sobre sus rodillas, viendo a la nada. Me rompió el corazón verlo así. Cuando sintió mi presencia de inmediato se levantó. Su gesto serio se transformó en curiosidad y después en una media sonrisa. —¿Qué te hiciste en la cara? —preguntó en un susurro y no pude evitar emocionarme. Di una vuelta completa, luciendo mi disfraz nuevo antes de acercarme a él. —¿Te gusta? —inquirí y la voz se me quebró. Tenía el corazón destrozado. El dolor que intentaba controlar durante mi día a día sin Eliot brotó por cada poro en cuanto lo vi. Me acerqué a los barrotes y sus manos tomaron mi rostro con gentileza, mientras su mirada rota y cansada me arrancaba el alma. —Me gusta más tu rostro al natural —dijo sin perder su sonrisa—, pero eso no significa que no me
CRISTINE FERRERA—No te soltaré… —susurré con la voz rota, así como mi alma, y no pude controlar mis sollozos—. No lo haré… No lo haré… No puedo… No… Si lo hago, el resto de mis días serán miserables. No… Ya lo decidí y no hay manera de cambiarlo. —Cristine… —Antes de que insistiera, tomé su rostro entre mis manos y lo besé. Sus labios eran cálidos y dulces, tanto que calmaron mi dolor y me llenaron de seguridad y mucha determinación. —Ya tomé mi decisión… Te guste o no —contesté contra sus labios y cuando abrí los ojos, le dediqué la sonrisa más dulce que aún me quedaba—. Te amo, Eliot, nunca dejé de amarte… y nunca dejaré de hacerlo. —Cristine… Entiéndeme… —Posé mi mano sobre sus labios, silenciándolo antes de dar media vuelta y regresar por el pasillo. Sabía que el tiempo se me acababa y tenía que estar lista para salir del hospital junto con Sloane—. ¡Cristine!Me detuve y cuando volteé vi la desesperación en sus ojos. —Te amo… Te adoro… Por favor, no lo hagas —susurró, pero c
CRISTINE FERRERASé lo difícil que es separarte del hombre que amas porque te lastima, pero… ¿qué tan doloroso debe de ser, no solo separarte de él, sino intentar destruirlo? ¿Cómo lo puedes lograr sin que te tiemble la mano? Tal vez por eso admiraba bastante a Sloane, había estado en su lugar, o por lo menos lo había intentado y lo mejor que había hecho en aquel entonces fue alejarme por completo, parecía menos doloroso.—Y… ¿qué tal te fue con Carla? Estaba tan pálida como un fantasma cuando la vi. —Cambié de tema, buscando mejorar el humor de Sloane.—¡Se cagó encima! —exclamó con alegría, había pasado del rencor y la tristeza a la felicidad, como si hubiera cambiado de canal—. No sabes lo jodidamente satisfactorio que fue ver a esa perra sufriendo, casi convulsiona del estrés. Fue hermoso. Una lástima que no pudiera tomarle fotos. —¿Será suficiente para sacarla del juego? —pregunté mientras metía la peluca y las prótesis en la bolsa. —¡Nah! De seguro buscará la forma de regresar
CRISTINE FERRERA—Sé que ese hombre no era mi papá… —dijo Leonardo sentado en el césped, arrancando el pasto y separándolo uno por uno, a la sombra del enorme árbol de naranjas que tenía Zafrina en su enorme jardín. Tanto Sloane como yo estábamos sentadas a su lado, mientras que nuestros hijos jugaban un poco más alejados. Quería creer que Luca los estaba cuidando, pero en realidad ellos estaban agarrándolo de muñeco de trapo mientras Zafrina era quien en verdad los vigilaba desde la elegante mesa de herrería con un vaso de té helado en la mano, burlándose del nulo caso que le hacían a Luca mientras este luchaba por mantener su dignidad.—¿Cómo te diste cuenta? —preguntó Sloane viendo a mi pequeño con atención, tal vez analizándolo como la terapeuta que era. —Lo sentí —confesó Leonardo y frunció el ceño, parecía tan confundido y al mismo tiempo tan seguro. Posó su manita en el pecho y levantó su mirada rota hacia mí—. ¿Por qué no nos dijiste que era nuestro tío? ¿Dónde está papá? T