CRISTINE FERRERALeonardo corrió con todas sus fuerzas y sus hermanos lo siguieron con los ojos llenos de emoción, incluso Bruno había comenzado a llorar por el emotivo encuentro, mientras Jimena retrocedía, con las palmas hacia ellos, queriendo contenerlos. —¡Wow! ¡Tranquilos! —exclamó, pero no fue suficiente, los tres se le lanzaron encima, desbalanceándola y tirándola en el césped, lo cual les facilitó dominarla—. ¡Cristine! ¡Quítame a tus bestias de encima!—¡Tía Jimena! ¡Te extrañamos mucho! —exclamó Bruno frotando su mejilla contra la de mi abogada. —¡Sí! ¡¿Dónde habías estado?! ¡¿Por qué nos abandonaste?! —exigió saber Gerardo con sus bracitos enroscados en el cuello de su tía. —¡¿No ves que nos ponemos muy tristes si nos dejas?! —reprochó Leonardo aferrándose a las solapas de Jimena. —Niños… Déjenla respirar —pedí y solo así retrocedieron lo suficiente para que Jimena pudiera sentarse y jalar aire, pero no tanto como para que no pudieran atraparla si se decidía a escapar.
SLOANE D’MARCO—Ahora entiendo tu mejilla inflamada —contestó mi padre con excesiva ternura antes de acariciar mi espalda, mientras yo seguía lidiando con las náuseas y las repentinas arcadas que me obligaban a encorvarme y apoyar mis manos en las rodillas—. Tuviste que decírmelo antes, mi amor. Sabía que su comportamiento tan distante de ti tenía que asociarse a una posible infidelidad. Lo lamento mi niña, no debió ser fácil pasar por eso. Me estrechó mientras yo no paraba de temblar y sudar frío. Las lágrimas empañaron mi vista mientras comprendía lo que había pasado. Solo tuvo que mencionar esa palabra para que yo soltara todo y vomitara lo que había ocurrido. Me quedaba claro que las sesiones de hipnosis no solo funcionaron para borrarme la memoria, mi padre tenía un completo control sobre mí sin que yo pudiera resistirme y de pronto ese abrazo cálido que en otro momento hubiera amado y disfrutado, ahora dolía, como si sus brazos tuvieran púas. ¿Por qué había decidido hacerme es
SLOANE D’MARCO—¿Por qué? —preguntó Berenice en cuanto terminé de explicarle todo y se me hizo una pregunta muy atinada, pero difícil de responder. —Es lo mismo que yo quisiera saber —contesté con desilusión y me levanté del sofá—. Para mí tal vez ya es tarde, pero no para ti. No tomes ningún medicamento y trata de mantenerte concentrada durante las sesiones de hipnosis. Aun así… si algo llega a fallar, ¿hay algo que te podría traer de regreso al padre de tu hijo a tu mente?Sonrió y acarició su pequeña barriga con amor. Era obvio que ella deseaba a ese bebé y amaba al hombre con el que lo había procreado. Me rompió el corazón que estuviera en esta situación. —Lirios rosas… Muchos lirios rosas —contestó con una sonrisa y sus ojos llenos de lágrimas—. Ver a Luca junto a mis lirios sería suficiente para recordar cuanto lo amo y lo que hemos vivido, lo sé, estoy segura. —¿Luca? —pregunté ladeando la cabeza, recordando al odioso primo de Eliot. Berenice asintió y su sonrisa se hizo aún
SLOANE D’MARCO—No lo sé, tal vez… —contesté con un resoplido y entonces la cabeza se me iluminó—, pero… un dictamen con mi firma asegurando que Eliot Magnani parece tener un trastorno disociativo o de personalidad podría darle más poder al caso. —¿Cómo es eso? ¿Es como el… «Habeas Corpus»? —preguntó Cristine confundida. —A decir verdad, mi dictamen puede apoyar el «Habeas Corpus». Si yo digo que Eliot no parece Eliot y el «Habeas Corpus» que Derek no parece Derek, tu abogada podrá resolver esto bastante fácil, pero prepárense para el caos, porque el hospital es cobijado por el consejo de salud mental y psiquiatría y no lo perderán tan fácil. Lucharán por defenderse y lo más seguro es que la responsabilidad recaiga en el señor Uberto Magnani…—El cual ya está muerto… ¿Cómo puedes hacer pagar a un muerto? —preguntó frustrada y con los hombros caídos, parecía decepcionada—. Aún no puedo creer que un hombre tan dulce fuera capaz de algo tan atroz contra su propio hijo. —Nunca terminas
CRISTINE FERRERANo planeaba gritar a los cuatro vientos que él era Derek y estaba suplantando a Eliot. Todo el mundo me tomaría como una loca, pero había algo peor que decir la verdad y eso era difamar.—¡Estoy embarazada y no te has dignado a llamarme! ¡Me prometiste que estaríamos de nuevo juntos, pero te estás viendo con esa enfermera a escondidas! ¿En verdad piensas dejarme sola, con cuatro hijos y un embarazo, solo por una chica más joven? ¡¿Cómo pudiste usarme así?! ¡Eres un manipulador! ¡Un hombre infiel y cruel!Todos alrededor abrieron sus ojos como platos y algunos comenzaron a grabar con su celular, sorprendidos de todo lo que decía. Esto dejaría una mancha muy grande y si planeaba quedarse con la vida de Eliot, no le convenía esa clase de chismes. —¡Me juraste que nos volveríamos a casar si te daba un hijo más, pero nunca pensé que estarías acostándote con esa tal Carla, la enfermera del psiquiátrico! ¡¿Dime cuántas veces te ha venido a ver mientras a mí me niegas la ent
DEREK MAGNANIMis manos bajaron por sus brazos mientras mi nariz se deslizaba por su cuello, disfrutando de su olor y la calidez que emanaba su cuerpo, al mismo tiempo que el mío enloquecía. Tenía miedo de no poder controlarme y tomarla sobre el escritorio, y poco a poco ese miedo se volvía realidad. Mis manos se posaron en su cintura y la amasaron con deseo, ansioso de retirarle la ropa y probar su piel, quería recordar a qué sabía su cuerpo. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro y su mano se alzó hasta mi mejilla. A través del reflejo podía notar su mirada cargada de nostalgia y por un breve momento temí que hubiera algo entre Eliot y ella. Tal vez sus sesiones habían terminado en pasión y una aventura a espaldas de Cristine, si no… ¿por qué estaba accediendo con tanta facilidad a mi tacto?—Mi mente podrá estar en blanco… pero creo que el corazón nunca olvida —susurró antes de que cayeran un par de lágrimas de sus ojos. Entonces volteó hacia mí y sin dejarme procesar lo que habí
DEREK MAGNANI—Estás desvariando… —contesté volteando hacia Sloane, viéndola pequeña e indefensa en el sofá. Tomé su ropa del piso y se la entregué. El cuento de hadas había acabado y era momento de que se fuera de mi vida, como ya lo había hecho antes. —Te juro que no recuerdo mucho de lo que ocurrió entre nosotros… pero quiero recuperarlo —contestó con lágrimas en los ojos mientras comenzaba a vestirse—, porque estoy completamente segura de que fuiste lo más importante de mi vida, por algo sigo cayendo rendida ante ti cada vez que nos reencontramos, y la última vez dejó secuelas… ¿sabes?Fruncí el ceño, decidido a pedirle que se largara y no volviera, pero la duda me carcomía, entonces alguien llamó a la puerta y sin aceptar que entrara, mi secretaria se asomó. Iba de la mano de un pequeño niño pelirrojo de ojos negros que parecía curioso, viendo cada esquina de mi oficina con atención hasta que se fijó en Sloane. —¡Mami! —exclamó con emoción y soltó la mano de mi secretaria para
DEREK MAGNANI—¿La mano de Berenice? —preguntó Sloane en un hilo de voz. —Sí, todo cayó por su propio peso. Berenice aceptó la terapia y el señor Magnani quiso hacerse cargo de ella y del bastardo que lleva en su vientre —dijo el hombre con repudio, como si el bebé de Berenice fuera alguna clase de alimaña desagradable—. Es un buen hombre con un gran corazón por acoger a mi hija durante su desgracia. —Entiendo… mejor de lo que creí o de lo que me gustaría. ¿Para qué recordar si tienes planes muy precisos para el futuro? Aferrarte al pasado solo va a obstaculizar tu nuevo proyecto. Hubieras empezado por ahí —dijo Sloane guiñándome un ojo y retrocediendo antes de tomar a Brian en brazos. Era claro que estaba dolida, pero se estaba esforzando por no demostrarlo—. Los dejo para que hablen del compromiso. Mis felicitaciones, señor Magnani, hasta luego, señor Spoti. De esa manera dio media vuelta y salió de la oficina, negándose a volver a verme a la cara. En cuanto la puerta se cerró, l