ELIOT MAGNANI
De pronto, en un arranque de valentía, Cristine se montó en mi regazo, pegando el calor que se escondía debajo de sus bragas a mi miembro erecto debajo de mis pantalones. ¡Me estaba enloqueciendo! Cuando acerqué mis manos queriendo tomarla por la cintura y arrancarle un beso de esos suaves labios, ella se echó para atrás.
—No puedes tocar, esa es la regla… —dijo contra mis labios entreabiertos, acariciándolos con las yemas de sus dedos—, pero yo sí te puedo tocar a ti.
—No me parece justo… —susurré hambriento, desesperado por poseerla.
—¿Sabes qué es lo que no me parece justo? —preguntó mientras seguía moviénd
CRISTINE FERRERASaqué de sus pantalones el fajo de billetes que había destinado para pagar por mis servicios, mientras escuchaba el castañeo de las esposas. Eliot por fin había entendido mi plan, el cual estuve a punto de no cumplir, y es que… tan solo tenía que verlo con el torso desnudo para arrepentirme de dejarlo amarrado sobre esa cama, pero después me acordaba de lo hijo de puta que fue en el pasado y se me olvidaba. —¡Cristine! ¡¿Qué carajos crees que estás haciendo?! —gritó furioso.—¿Cómo se siente estar vulnerable? ¿Te has sentido así antes? —pregunté mientras escondía el dinero en mi brasier. Caminé quebrando mis caderas con más cadencia de lo normal, me sentía poderosa y malvada, lo tenía en mi poder y lo iba a disfrutar. Tomé uno de los látigos de cuero y me mordí los labios. —Ni se te ocurra… —susurró entre dientes.—¿Qué pasa? Cuando fui dócil y sumisa en la cama, parecía que no te gustaba, solo te montabas, te corrías y te ibas. Ahora voy a cambiar de técnica, tal v
CRISTINE FERRERAAl llegar a la universidad, después de dejar a mis bebés en la escuela, tuve que lidiar con las miradas inquisitivas de mis compañeros. Era extraño, comprendía que algunos me vieran como un bicho raro, pues era más grande que la mayoría y parecían juzgarme por eso. ¡Ya saben! Nunca falta ese grupo de personas que sin conocerte parecen saber muy bien cómo vivir tu vida y lo único que saben es criticar, pero no ayudar. ¡Odio a esa gente que usa la boca solo para lastimar, en vez de hacerse responsables de su propia vida!, pero hoy… había algo diferente, no solo eran los criticones habituales, sino parecía que en general el alumnado, así como maestros, me repudiaban.Entré al salón sintiéndome confundida. Era como esa pesadilla recurrente donde llegaba en ropa interior sin darme cuenta, pero al pellizcarme el brazo me percaté de que no era un sueño. ¡¿Qué estaba pasando?!—¡Chicos! ¡A sus lugares! —exclamó el profesor entrando detrás de mí—. ¡De por sí ya vengo tarde, n
ELIOT MAGNANILa maestra de Mario había pedido una convivencia entre padres e hijos y aunque los trillizos no tenían esa enmienda por ser nuevos y de otro grado, noté que ver a los otros niños con sus padres los dejó pensativos y confusos. —¿Papá? ¿Podemos jugar con ellos? —preguntó Mario dedicándome una mirada intensa—. Es que son nuevos y están chiquitos. No tienen amigos y creí que…—¡Wiii! ¡Nosotros no tenemos papá! —exclamó el pequeño Leonardo tomando la pelota y pateándola con fuerza hacia Gerardo. —Sí, solo tenemos mamá —contestó Gerardo viendo con molestia a su hermano y sobándose la barriga donde había rebotado la pelota. —¡Y a Jimena! —agregó Bruno antes de echarse a correr. No quería ser el siguiente.Debía de admitir que era gracioso verlos interactuar entre ellos. Eran una mezcla de chispa y ternura. Al verlos a todos juntos me quedé sin palabras. Nunca fui un hombre que quisiera tener hijos y, de un momento a otro, ya tenía cuatro. —Entonces… ¿Su madre no tiene novi
CRISTINE FERRERA—¿De qué hablas? —Eliot frunció el ceño y retrocedió. Su mirada era la que le dedicarías a una cucaracha en tu cortina. —¡Tú creaste todo esto! ¡Tú me arruinaste! —grité furiosa y saqué mi celular del bolsillo, mostrándole todo lo que su poca prudencia había provocado. ¡Estaba segura de que había sido él quien creó todo esto para ponerme en desventaja! Tomó mi celular y siguió inspeccionando cada publicación hasta que sonrió y resopló. ¡¿Lo consideraba un juego?! Le arrebaté mi teléfono e intenté empujarlo por el pecho, pero ni siquiera se movió un centímetro. —Me arruinaste… —repetí, esta vez no con rencor, más bien con decepción—. ¿Tanto me quieres ver destruida? ¡¿Qué te hice?! ¡¿Por qué me haces esto?! —Mi desesperación no era una buena aliada—. Yo me esforcé por ser una buena esposa, aprendí a hacer tu comida favorita, toleré por años que me dejaras sola en esa maldita casa, me esforcé para que tuviéramos hijos y complacer a tu padre, cuidé de mis bebés sin ex
CRISTINE FERRERA—Cero y van dos, Eliot… ¿No aprendiste nada en el burdel? ¿Creíste que esta vez si te abriría las piernas? ¿Pensaste que aceptaría tu oferta y alimentaría tu ego? —pregunté contra la puerta y mientras la lujuria desaparecía, me llenaba de amargura—. ¿Crees que no sé por qué haces esto? No me quieres a tu lado porque algo vaya a cambiar… Me quieres de vuelta porque no estás acostumbrado a perder y ahora me ves como un accesorio coleccionable.»Pero eso no pasará… ahora vete, antes de que mis vecinas llamen a la policía, créeme… lo harán de inmediato pensando que ahora me prostituyo cuando les juré que no lo haría, el espectáculo del pasillo las debió de poner
ELIOT MAGNANIVi desde mi auto como los niños salían para reencontrarse con sus padres y el pobre de mi hijo, con la mirada rota, no tenía ilusiones de encontrarse a nadie para él. Cuando estaba a punto de bajar del auto, un Maserati se interpuso en mi visión. No le di importancia al hombre que salió de él, pero sí a la mujer. ¡Era Cristine!No me consideraba un hombre celoso, pero tampoco era tonto y la manera en la que ese hombre veía a mi mujer me estaba enervando. ¡Era obvio que sus intenciones hacia ella no eran amistosas! ¡Reconocía esa mirada de hombre enamorado!, y me llenaba de rabia que Cristine no lo rechazara. ¿Él… era el motivo por el cual ya no estaba interesada en mí?Entonces algo peor ocurrió, mis hijos se acercaron a él con ilusión y parecían tan felices. Apreté mis manos en el volante queriendo controlar mi coraje al ver como otro hombre me estaba quitando lo que era mío. Antes de que me comenzara a doler la cabeza, salí del auto y me acomodé el saco, listo para ma
CRISTINE FERRERA—Pues… no queda ninguna publicación de la cual preocuparte —dijo Jimena mientras tomábamos un café en la pequeña mesa del departamento. Había revisado por largos minutos su celular y yo la imité. Efectivamente, cada acusación en mi contra había desaparecido—. Todas han sido eliminadas y varios perfiles han sido bloqueados. ¿Tienes una idea de quién pudo hacerte tal favor? Debe de tratarse de alguien muy poderoso… Ambas sabíamos bien quien lo había hecho. Eliot era la única persona con el dinero y poder suficiente para organizar una cacería así, y no sabía cómo sentirme al respecto. Esto solo me confirmaba su inocencia, pues de haber sido su intención ensuciar mi reputación, no hubiera hecho nada por corregirlo. ¿Estaba agradecida? Tal vez un poco. —¿Ya pensaste que harás? —preguntó Jimena ante mi silencio—. Aunque las publicaciones desaparecieron, no significa que no hubieran infectado las mentes de esta ciudad. Después de todo te conocen como la exesposa del señor
CRISTINE FERRERALe pedí a Jimena que cuidara el sueño de mis pequeños mientras yo salía a dar una vuelta, insistiendo en que necesitaba aire y que no iría muy lejos. Me vio con desconfianza, pero no me hizo preguntas. Después de avanzar un par de calles, decidí parar un taxi y la dirección a donde quería ir me costó pronunciarla. Todo el camino le fui dando vueltas a la plática mientras ignoraba los mensajes insistentes de Rinaldi, desesperado por una respuesta. Si había posibilidad de volver con Eliot, la iba a tomar, estaba decidida. El auto se detuvo delante de la propiedad que por tantos años habité. Una de las condiciones para estar con él consistiría en cambiar de casa, me volvería loca con todos los recuerdos. Salí del auto y las piernas me temblaban, aun así, avancé con la frente en alto y mordiéndome los labios. Toqué tres veces a la puerta. Pude notar por el rabillo del ojo que las cortinas se movían, alguien se había asomado, ¿sería Eliot? Entonces escuché como la cerra