ELIOT MAGNANILa noche del desfile de modas, después de que el peso del pasado cayera sobre mis hombros, los niños decidieron no compartir la cama con Cristine y se quedaron en la habitación de Leonardo, reconfortándolo, mientras yo me sentía miserable y buscaba alguna botella en las alacenas, no me importaba qué clase de alcohol encontrara, ni siquiera si era el del botiquín, necesitaba algo para calmar el dolor de mi pecho. Cristine había intentado hablar con Leo, hacerle entender que no se puede cambiar el pasado y que en verdad yo era un hombre arrepentido, pero no fue suficiente y ella también se llevó un regaño por olvidar cada cicatriz que dejé en su alma. Leonardo era un hueso duro de roer.—Eliot… —Cristine me seguía de cerca, su mirada cargada de lástima no mejoraba las circunstancias—. Eliot… Detente. Me tomó del brazo encontrándose con mi mirada iracunda que poco a poco se transformó en decepción. —¿Sabes cómo me siento al saber que tú te quitabas el pan de la boca para
ELIOT MAGNANIA la mañana siguiente las cosas fueron tensas durante el desayuno. Los niños estaban en silencio. Leonardo simplemente no se dignaba a verme y mucho menos a dirigirme la palabra. Era como enfrentarme a una pequeña versión de mí mismo. Sus hermanos solo contenían el aliento, sin saber qué decir o hacer para no empeorar las cosas. Incluso Luca notó la tensión en cuanto llegó y Cristine le indicó que no era momento de bromas. —Créeme, ni siquiera tengo ganas de hablar… —dijo Luca dejándose caer en su asiento.—¿Y Berenice? —preguntó Cristine confundida. —Con su madre… —susurró. Jamás había visto a mi primo tan iracundo, incluso rechinando los dientes. —¿Por fin conociste a tu suegra? —La madre de Berenice nunca fue un problema para mí. Me trataba con cariño y me llenaba de elogios siempre que la veía, pero eso no significaba que no estuviera consciente de lo especial que podía ser cuando se trataba de pretendientes para su hija. —Es una perra bastarda… —siseó lleno de i
ELIOT MAGNANILas noticias del motín en el hospital se volvieron distantes con el tiempo y sentía la presión de todo lo que había pasado en estos días. Cerré los ojos por un momento antes de salir del auto y dirigirme a la entrada. Dejé mis pertenencias en una canastilla: identificaciones, las llaves de mi auto, todo. La seguridad del hospital había aumentado y no me sorprendía. La enfermera que me iba a guiar me tomó por sorpresa. Se trataba de Carla, la mujer enamorada de Luca. —Señor Magnani, nos volvemos a ver —dijo con una sonrisa tímida, parecía muy apenada—. Yo lo guiaré hacia la celda. Sin decir más, dio media vuelta y comenzó a caminar. Con un par de zancadas rápidas la alcancé. El silencio era incómodo y no podía dejar de verla con el ceño fruncido. Era un problema en falda y temía por la relación de Luca y Berenice, que de por sí ya pendía de la cuerda floja gracias a la señora Spoti. No necesitaban más altercados. ¿Sería prudente hablar con ella y darle dinero a cambio
DEREK MAGNANIEse era el momento, el día indicado para por fin soltar toda la mierda que guardaba en mi corazón. Me levanté de mi asiento y me acerqué más a los barrotes, viendo a mi hermano con un fino traje, limpio y elegante, él era la viva imagen de todo lo que me arrebataron y lo quería de vuelta.¿Qué había pasado? ¿Cómo terminé aquí? El amor me condenó, ese sería el resumen de mi cadena de infortunios. ¿Contexto? Bueno… a los 17 años conocí una hermosa chica de cabellos rojos como el fuego y no hablo de forma metafórica, en verdad, cuando la vi por primera vez fue como encontrar un ángel de fuego. Me sentía abrumado porque mi hermano estaba estudiando lejos, después de crecer juntos y ser inseparables, tenerlo a tanta distancia me causaba melancolía, pero ese ángel llegó para arrancarme la soledad del corazón. Tenía una sonrisa gentil y unos ojos hermosos. Le pregunté su nombre y ese fue el primer paso para caer al abismo. Comenzamos a salir y con cada segundo que pasaba a su
DEREK MAGNANI—Entonces… ¿su padre fue quien le presentó a ese chico? —preguntó Eliot una vez que terminé mi relato. —Así es, el chico al que maté era el pretendiente de mi novia, el que le había conseguido su padre y al que no le importó que quisiera abusar de ella con tal de sacarme de su vida de una u otra forma —contesté con amargura. —Tanto la protegía, ¿y la entregó a un hombre peor? —preguntó indignado, incluso parecía molesto. —¿Cómo que peor? —inquirí indignado haciendo que Eliot carraspeara. —Me refiero a que… era un hombre malo, no a que… tú seas malo y él peor… ¿me entiendes? —Aunque intentaba mostrarse relajado, en el interior estaba nervioso. Resoplé queriendo dejar atrás su comentario y asentí. —Supongo que era algo personal —agregué levantando los hombros. —Eso fue una injusticia… —contestó Eliot poniéndose de pie, furioso—. ¡Jamás tuviste que quedarte aquí! ¡Solo defendiste a tu novia! —Así es… pero el día del juicio en el que ella podría testificar a mi favor,
SLOANE D´MARCO—¡Sloane! ¡Cariño! —dijo la esposa de mi padre corriendo hacia mí para abrazarme en cuanto rebasé la puerta. Su hipocresía me asqueaba, pero no la juzgaba. Ella era muy complaciente cuando se trataba de poner contento a mi papá.Como bien había dicho antes, él era una persona complicada y violenta, después de la muerte de mi madre fue como si perdiera el camino. Pude ver su descenso hacia la locura. Siempre decía que todo estaba bien, aunque yo sabía que no era así, pero intentar llevarle la contraria era una pérdida de tiempo. ¿Cómo convences a alguien que nunca admite estar equivocado, que lo está?Quien viera a Celia, la última esposa de mi padre, y conociera a mi madr
SLOANE D’MARCOMe precipité hacía el escritorio de mi papá y me escondí debajo, en ese hueco donde solía esconder sus pies. Mi piel se erizó con el rechinido de la puerta. Escuché las pisadas firmes y estaba tentada a asomarme para ver si era muy notorio los faltantes en el estante, pero me contuve. Pude notar que se trataba de las pantorrillas y tacones de Celia. Se detuvo frente al estante y los segundos parecieron eternos. Cubrí mi boca y nariz para que no pudiera escuchar mi respiración.—¡¿Celia?! —gritó Brian desde abajo—. ¡¿Abuelita Celia?!—¡Ya voy, corazón! —exclamó antes de regresar sobre sus pasos, quedarse un par de segundos más en la entrada y por fin aleja
LUCA MAGNANI—Es propiedad privada, no tienes derecho a poner un solo pie dentro —dijo esa vieja bruja, la madre de Berenice, en la puerta de su hogar, flanqueada por dos hombres grandes y trajeados, era claro que eran parte de la seguridad. Me sorprendía lo parecidas que eran Berenice y su madre, por lo menos físicamente, pero a diferencia de la mujer que amaba, su madre tenía un aura maligna, era de esa clase de señoras que tenían un síndrome muy común. Yo no era psicólogo, pero conocía bien la dolencia que la aquejaba, pues muchas mujeres y hombres lo llegaban a padecer, mostrando etapas de ira, soberbia y arrogancia injustificada… se llama «el síndrome del mal cogido», ¡y esta señora gritaba que lo tenía! ¡Que su esposo no le sirviera en la cama no significaba que Berenice y yo tuviéramos que soportarlo! ¡¿Qué culpa teníamos nosotros?!Tenía tantas ganas de torcerle el cuello, pero respiré profundamente, me contuve, pensé en Berenice y en que sería algo muy malo para nuestra rela