BERENICE SPOTIAterrada era poco para describir cómo me sentía. Sabía que las fotografías que nos habían tomado durante el evento serían suficientes para que mis padres se alertaran y quisieran ponerse en contacto conmigo. Por la hora, verían todo en las noticias matutinas. Llevaba sobre los hombros el peso de la exigencia. Ellos esperaban mucho de mí y había cumplido con sus expectativas todos estos años, pero… ¿era suficiente o con mi primer acto de rebeldía me terminarían odiando? Levanté la mirada hacia Luca, sabiendo que era el hombre por el que estaba sacrificando todo, ¿estaba haciendo lo correcto?—¿Estás bien? —preguntó Luca acariciando mi cabello, detectando mi tensión. —Sí —mentí con mi mejor sonrisa, entonces me envolvió entre sus brazos y me sonrió de esa manera pícara que me decía que algo tramaba. —Eliot y Cristine ya se fueron, dejándonos solos —canturreó sin poder contener su emoción—. Y yo te tengo una sorpresa.—¿Una sorpresa? —pregunté confundida y sin darme más
LUCA MAGNANISeguí en completo silencio a Berenice por el interior de su edificio, podía notar su nerviosismo y al mismo tiempo su deseo. Prácticamente era la primera vez que lo haríamos con plena consciencia e intención. En el elevador me acerqué lento hacia ella, haciendo que sus mejillas se sonrojaran y su espalda se recargada contra la pared. Se veía tan hermosa e inocente. La ferocidad que había conocido antes no estaba. —No haré nada que tú no quieras —dije queriendo reconfortarla y la besé con dulzura. Lamentablemente mi reputación me precedía y no quería asustarla más de lo que ya estaba. —Lo sé —contestó después de tragar saliva. Sus ojos brillaban de esa manera adorable. Me tomó de la mano en cuanto el elevador se detuvo y me resultó novedoso darme cuenta de que yo también me sentía nervioso. ¿Por qué?Entramos a su departamento, que seguía lleno de flores frescas esperándonos con un aroma dulce. Entonces recordé que no había cambiado mi orden: no dejen de enviarle flores,
LUCA MAGNANINo pude contener mi perversión, beso a beso recorrí todo su cuerpo, disfrutando de su sabor, de su textura. Cabe recalcar que podría pasar todo el día devorando esos dulces labios que tiene entre sus muslos, encontré una obsesión por besarlos y succionarlos incluso con más devoción que los que adornaban su hermoso rostro. El pecho se me llenaba de satisfacción al sentir como su cuerpo se retorcía y se quedaba sin aire para seguir gimiendo y sollozando. Ni hablar de cuando por fin entraba en ella, no podía despegarme de su cuerpo, quería llegar cada vez más profundo, mis caderas se aceleraban con desesperación y tenía que aferrarme con ambas manos al colchón mientras todos mis músculos se tensaban con la misma necesidad de no parar, de hacer que cada embestida fuera más dura, más profunda, más satisfactoria. Simplemente esta mujer me hacía salir de mí mismo, me hacía perder el control y la cordura. Tenía miedo de lastimarla, porque era tan pequeña y frágil a mis ojos, pe
ELIOT MAGNANILa noche del desfile de modas, después de que el peso del pasado cayera sobre mis hombros, los niños decidieron no compartir la cama con Cristine y se quedaron en la habitación de Leonardo, reconfortándolo, mientras yo me sentía miserable y buscaba alguna botella en las alacenas, no me importaba qué clase de alcohol encontrara, ni siquiera si era el del botiquín, necesitaba algo para calmar el dolor de mi pecho. Cristine había intentado hablar con Leo, hacerle entender que no se puede cambiar el pasado y que en verdad yo era un hombre arrepentido, pero no fue suficiente y ella también se llevó un regaño por olvidar cada cicatriz que dejé en su alma. Leonardo era un hueso duro de roer.—Eliot… —Cristine me seguía de cerca, su mirada cargada de lástima no mejoraba las circunstancias—. Eliot… Detente. Me tomó del brazo encontrándose con mi mirada iracunda que poco a poco se transformó en decepción. —¿Sabes cómo me siento al saber que tú te quitabas el pan de la boca para
ELIOT MAGNANIA la mañana siguiente las cosas fueron tensas durante el desayuno. Los niños estaban en silencio. Leonardo simplemente no se dignaba a verme y mucho menos a dirigirme la palabra. Era como enfrentarme a una pequeña versión de mí mismo. Sus hermanos solo contenían el aliento, sin saber qué decir o hacer para no empeorar las cosas. Incluso Luca notó la tensión en cuanto llegó y Cristine le indicó que no era momento de bromas. —Créeme, ni siquiera tengo ganas de hablar… —dijo Luca dejándose caer en su asiento.—¿Y Berenice? —preguntó Cristine confundida. —Con su madre… —susurró. Jamás había visto a mi primo tan iracundo, incluso rechinando los dientes. —¿Por fin conociste a tu suegra? —La madre de Berenice nunca fue un problema para mí. Me trataba con cariño y me llenaba de elogios siempre que la veía, pero eso no significaba que no estuviera consciente de lo especial que podía ser cuando se trataba de pretendientes para su hija. —Es una perra bastarda… —siseó lleno de i
ELIOT MAGNANILas noticias del motín en el hospital se volvieron distantes con el tiempo y sentía la presión de todo lo que había pasado en estos días. Cerré los ojos por un momento antes de salir del auto y dirigirme a la entrada. Dejé mis pertenencias en una canastilla: identificaciones, las llaves de mi auto, todo. La seguridad del hospital había aumentado y no me sorprendía. La enfermera que me iba a guiar me tomó por sorpresa. Se trataba de Carla, la mujer enamorada de Luca. —Señor Magnani, nos volvemos a ver —dijo con una sonrisa tímida, parecía muy apenada—. Yo lo guiaré hacia la celda. Sin decir más, dio media vuelta y comenzó a caminar. Con un par de zancadas rápidas la alcancé. El silencio era incómodo y no podía dejar de verla con el ceño fruncido. Era un problema en falda y temía por la relación de Luca y Berenice, que de por sí ya pendía de la cuerda floja gracias a la señora Spoti. No necesitaban más altercados. ¿Sería prudente hablar con ella y darle dinero a cambio
DEREK MAGNANIEse era el momento, el día indicado para por fin soltar toda la mierda que guardaba en mi corazón. Me levanté de mi asiento y me acerqué más a los barrotes, viendo a mi hermano con un fino traje, limpio y elegante, él era la viva imagen de todo lo que me arrebataron y lo quería de vuelta.¿Qué había pasado? ¿Cómo terminé aquí? El amor me condenó, ese sería el resumen de mi cadena de infortunios. ¿Contexto? Bueno… a los 17 años conocí una hermosa chica de cabellos rojos como el fuego y no hablo de forma metafórica, en verdad, cuando la vi por primera vez fue como encontrar un ángel de fuego. Me sentía abrumado porque mi hermano estaba estudiando lejos, después de crecer juntos y ser inseparables, tenerlo a tanta distancia me causaba melancolía, pero ese ángel llegó para arrancarme la soledad del corazón. Tenía una sonrisa gentil y unos ojos hermosos. Le pregunté su nombre y ese fue el primer paso para caer al abismo. Comenzamos a salir y con cada segundo que pasaba a su
DEREK MAGNANI—Entonces… ¿su padre fue quien le presentó a ese chico? —preguntó Eliot una vez que terminé mi relato. —Así es, el chico al que maté era el pretendiente de mi novia, el que le había conseguido su padre y al que no le importó que quisiera abusar de ella con tal de sacarme de su vida de una u otra forma —contesté con amargura. —Tanto la protegía, ¿y la entregó a un hombre peor? —preguntó indignado, incluso parecía molesto. —¿Cómo que peor? —inquirí indignado haciendo que Eliot carraspeara. —Me refiero a que… era un hombre malo, no a que… tú seas malo y él peor… ¿me entiendes? —Aunque intentaba mostrarse relajado, en el interior estaba nervioso. Resoplé queriendo dejar atrás su comentario y asentí. —Supongo que era algo personal —agregué levantando los hombros. —Eso fue una injusticia… —contestó Eliot poniéndose de pie, furioso—. ¡Jamás tuviste que quedarte aquí! ¡Solo defendiste a tu novia! —Así es… pero el día del juicio en el que ella podría testificar a mi favor,