Capítulo 13: Mariposas traicioneras

ELIOT MAGNANI

Desde el asiento trasero de mi Bugatti y con los nudillos enrojecidos por golpear a ese hombre hasta la inconsciencia, esperé paciente. Mi ayudante estaba listo para entrar a ese club si Cristine no salía, y me lamentaría por el dueño o la mesera si eran los culpables de que ella no recibiera mi dinero y no cumpliera con mi orden. 

No pasaron más de cinco minutos cuando la vi, con unos vaqueros azules y una camisa holgada de franela roja, desfajada. Efectivamente se veía más delgada que antes, pero también más atlética. Colgarse de ese tubo y hacer todas esas piruetas le habían dado a su cuerpo no solo más fuerza, sino también unas curvas muy… «llamativas». De solo recordarla en el escenario volvía a sentir calor. 

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