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Capítulo treinta y dos

El pobre Julián se lleva las manos a la boca y una lágrima se desliza por su mejilla. No entiendo nada, se ve muy afectado, pero acaba de decirle a Milo que ya se estaba aburriendo de Vico.

— Eres un desgraciado — responde y el dolor es palpable en su temblorosa voz.

Se lleva la mano a la frente y me imagino de inmediato como espectadora de una pieza de teatro, completando el escenario con una Melissandre, que se ha sentado y encendido un cigarrillo.

— No deberías fumar en un sitio cerrado, además voy a tener un hijo — Le reclamo de manera automática ¡Ya se me están pegando las cosas de Milo!

— Eso lo sé, por ese motivo estamos aquí en medio de tanto drama. Cuando termine la función me avisan — Se pone de pie con suma elegancia y observa a Milo, mientras que Julián continúa llorando y Vico respira profundamente — Necesito hablar contigo. Estoy cansada y quiero irme a dormir.

— Vico, tú no eres así, recapacita, por favor — Aprovecho este momento par

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