Capítulo treinta y cuatro

Dicen que las personas con piel negra, sea más clara u oscura, no se sonrojan o ruborizan, pero en este momento, esa regla no aplica para mi adorada a amiga.

Me siento, estoy cansado, es un poco más de la una de la madrugada y no he comido, mi dormido muy bien.

— Creo que ese comentario salía sobrando, Vico — Me dice el medicucho.

— Estoy de acuerdo, y no solo con el comentario, también tú saldrías sobrando; pero fíjate, ahora resulta que soy yo, el que estoy de más — No quiero que la amargura me embargue, pero soy yo el que tengo que hablar con mis padres y toda mi familia.

— Vico, ¿tus padres ya sabían de mi embarazo? Habíamos decidido esperar — Awa parece muy decepcionada.

— Cuando salimos de la ecografía, quise enviarle la foto a alguien y se envíe a mi padre — Le digo deprisa.

Quería que un amigo con el que he estado hablando bastante en los últimos días conociera a mi hijo, me sentía muy orgulloso.

— ¿A quién ibas a enviársela?

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